Dice Eduardo Punset en
su libro “La España impertinente”:
“Tampoco los sistemas de representación parlamentaria en vigor facilitan la
democracia participativa. Los diputados elegidos por sufragio universal, en
listas únicas cerradas, deben dar cuenta de sus actos a los estados mayores de
los partidos que las confeccionaron y no a los votantes que los eligieron. En
la medida en que los actuales sistemas
electorales refuerzan los lazos de dependencia de los representantes de la
soberanía popular de las oligarquías partidistas, debilitan los vínculos de los
votantes. Cada vez que se produce un choque de lealtades entre el partido y los
votantes, todos los incentivos
implícitos en el actual mecanismo electoral funcionan en detrimento
directo de los votantes y a favor del partido. La modernización de los
mecanismos de decisión en España exigirán una reforma profunda del sistema
electoral que apuntará, con toda probabilidad, hacia sistemas mixtos en los que
convivan la representación de los intereses de los partidos con la
representación de los intereses e las circunscripciones concretas de
electores.”
La realidad es que este
libro lo publicaba Espasa Calpe en 1985, más de veinticinco años y ninguna
mejora a favor de los votantes; muy al contrario, sin ningún rubor para quienes
las enuncian, las promesas electorales incluidas en los programas, se incumplen
reiteradamente y ni siquiera se dan explicaciones convincentes del por qué. Tal
es así, que ahora los candidatos, lo que necesitan es una buena campaña de
marketing, para llegar a los aparentes deseos de los votantes, pero exenta de
toda voluntad de cumplimiento; lo que llamaríamos en la “vida real” publicidad
engañosa.
Cada vez con mayor
insistencia, los partidos mayoritarios, que ya mantienen un buen número de
votantes cautivos, por clientelismo, ideología o proximidad a los candidatos;
ven incrementados sus resultados reales por los votos de quienes con cierta
candidez, creen en los discursos preelectorales. Los candidatos juegan también,
con que la memoria de los posibles electores es claramente “flaca” y confían en
que habrán olvidado absolutamente los
incumplimientos anteriores.
Planteadas así las
cosas, los comicios pierden todo su interés y cada vez dejan “en la cuneta” de
la abstención a un buen número de ciudadanos con buena memoria, hastiados de votar a quienes no llevarán a
cabo casi ninguna de las acciones prometidas en el fragor del discurso
electoral, cargado de vehemencia excesiva, como si ya quisieran tapar con ese
énfasis la vaciedad del discurso político que plantean. Pero además, en el caso
de que se demanden explicaciones por los incumplimientos, el argumento es
siempre el mismo, se cargan la responsabilidad sobre los predecesores y se
aprovecha para increpar a la oposición por su recalcitrante costumbre de
confundir al ciudadano.
Puestas sí las cosas, el
elegido solo le queda una única dependencia; si quiere perpetuarse en el cargo,
no es imprescindible que satisfaga las necesidades de los votantes de su
circunscripción; donde tiene que poner empeño, es en ser fiel seguidor de las
consignas de su propio partido, lo lamentable es que esos intereses no
coinciden con los deseos de los electores. Triste resultado, elegimos a
personas, pero en realidad lo que consolidamos son aparatos burocráticos, con
intención de perpetuarse en los cargos y con escasa o nula sensibilidad por la ciudadanía.
Quien tiene una
responsabilidad difusa por lo que hace, tiene tendencia a “campar por sus
respetos”. Una votación es un momento culminante en la actividad ciudadana, es
la participación en el quehacer público manifestando nuestra voluntad y
sugiriendo cuales son las acciones que mayoritariamente deseamos se aborden. Lamentablemente
en la práctica solo se reduce a un rito, que aunque logre remover a quien está
en el poder, lo único que validará es un cambio de caras, pero no de
decisiones.
Incumplir promesas en la
vida real es absolutamente lesivo para las relaciones. Defraudar las relaciones
solo conduce al resquemor y la soledad. El resquemor y la soledad es una
antesala directa a la puerta del “pasotismo”. El pasotismo es uno de los males
que mas corroen las democracias actuales. Los que más lo promueven son quienes
incumplen sus promesas.
2 comentarios:
siempre me he preguntado como
es posible que una palabra
tan hermosa como DEMOCRACIA
puede ser deformada y llegar
a ser sucia cuando la utilizan
los políticos.
has dado en la piedra angular de
todos nuestros males.
a Paco Kali:
Francamente la actuación de los políticos deja mucho que desear y es absolutamente impropia.
No hacen lo que dicen y dicen todo lo contrario de lo que hacen.
salu2:
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