viernes, 27 de julio de 2012

Promesas electorales



Dice Eduardo Punset en su libro “La España impertinente”: “Tampoco los sistemas de representación parlamentaria en vigor facilitan la democracia participativa. Los diputados elegidos por sufragio universal, en listas únicas cerradas, deben dar cuenta de sus actos a los estados mayores de los partidos que las confeccionaron y no a los votantes que los eligieron. En la medida en  que los actuales sistemas electorales refuerzan los lazos de dependencia de los representantes de la soberanía popular de las oligarquías partidistas, debilitan los vínculos de los votantes. Cada vez que se produce un choque de lealtades entre el partido y los votantes, todos los incentivos  implícitos en el actual mecanismo electoral funcionan en detrimento directo de los votantes y a favor del partido. La modernización de los mecanismos de decisión en España exigirán una reforma profunda del sistema electoral que apuntará, con toda probabilidad, hacia sistemas mixtos en los que convivan la representación de los intereses de los partidos con la representación de los intereses e las circunscripciones concretas de electores.”

La realidad es que este libro lo publicaba Espasa Calpe en 1985, más de veinticinco años y ninguna mejora a favor de los votantes; muy al contrario, sin ningún rubor para quienes las enuncian, las promesas electorales incluidas en los programas, se incumplen reiteradamente y ni siquiera se dan explicaciones convincentes del por qué. Tal es así, que ahora los candidatos, lo que necesitan es una buena campaña de marketing, para llegar a los aparentes deseos de los votantes, pero exenta de toda voluntad de cumplimiento; lo que llamaríamos en la “vida real” publicidad engañosa.

Cada vez con mayor insistencia, los partidos mayoritarios, que ya mantienen un buen número de votantes cautivos, por clientelismo, ideología o proximidad a los candidatos; ven incrementados sus resultados reales por los votos de quienes con cierta candidez, creen en los discursos preelectorales. Los candidatos juegan también, con que la memoria de los posibles electores es claramente “flaca” y confían en que habrán  olvidado absolutamente los incumplimientos anteriores.

Planteadas así las cosas, los comicios pierden todo su interés y cada vez dejan “en la cuneta” de la abstención a un buen número de ciudadanos con buena memoria,  hastiados de votar a quienes no llevarán a cabo casi ninguna de las acciones prometidas en el fragor del discurso electoral, cargado de vehemencia excesiva, como si ya quisieran tapar con ese énfasis la vaciedad del discurso político que plantean. Pero además, en el caso de que se demanden explicaciones por los incumplimientos, el argumento es siempre el mismo, se cargan la responsabilidad sobre los predecesores y se aprovecha para increpar a la oposición por su recalcitrante costumbre de confundir al ciudadano.

Puestas sí las cosas, el elegido solo le queda una única dependencia; si quiere perpetuarse en el cargo, no es imprescindible que satisfaga las necesidades de los votantes de su circunscripción; donde tiene que poner empeño, es en ser fiel seguidor de las consignas de su propio partido, lo lamentable es que esos intereses no coinciden con los deseos de los electores. Triste resultado, elegimos a personas, pero en realidad lo que consolidamos son aparatos burocráticos, con intención de perpetuarse en los cargos y con escasa  o nula sensibilidad por la ciudadanía.

Quien tiene una responsabilidad difusa por lo que hace, tiene tendencia a “campar por sus respetos”. Una votación es un momento culminante en la actividad ciudadana, es la participación en el quehacer público manifestando nuestra voluntad y sugiriendo cuales son las acciones que mayoritariamente deseamos se aborden. Lamentablemente en la práctica solo se reduce a un rito, que aunque logre remover a quien está en el poder, lo único que validará es un cambio de caras, pero no de decisiones.

Incumplir promesas en la vida real es absolutamente lesivo para las relaciones. Defraudar las relaciones solo conduce al resquemor y la soledad. El resquemor y la soledad es una antesala directa a la puerta del “pasotismo”. El pasotismo es uno de los males que mas corroen las democracias actuales. Los que más lo promueven son quienes incumplen sus promesas.     

2 comentarios:

markes.kaliche dijo...

siempre me he preguntado como
es posible que una palabra
tan hermosa como DEMOCRACIA
puede ser deformada y llegar
a ser sucia cuando la utilizan
los políticos.
has dado en la piedra angular de
todos nuestros males.

seriecito dijo...

a Paco Kali:

Francamente la actuación de los políticos deja mucho que desear y es absolutamente impropia.

No hacen lo que dicen y dicen todo lo contrario de lo que hacen.

salu2:

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