lunes, 28 de diciembre de 2009

Incomunicación




Dice Carlos Castilla del Pino en su libro “La incomunicación”: “En una sociedad anónima, en la que el principio rector es la competencia por la adquisición de objetos, es decir, de poder, la única comunicación posible es aquella que se verifica el servicio de la posesión. No hay comunicación sino en tanto a través de ella puedo competir. La comunicación efectiva, la posible, es cualquiera cosa menos real comunicación. Es, por decirlo así, comunicación aparente, que me es útil en la medida que con ella muestro mi respeto a la norma y se me acepta en el grupo; mas, también, en tanto sólo a través de ella puedo saber del otro de manera tal que la competencia con él sea para mí mas favorable…”

Para que la comunicación sea efectiva, ésta debe estar exenta de todo interés material. En ningún caso debiera de estar impelida, por la intención de ganar “posición” o acumular ventaja. Lamentablemente las relaciones sólo por las relaciones, son cada vez más escasas y menos apetecidas. La “normalidad” se centra, principalmente, en establecer lazos en aras a adquirir seudo-ventajas.

El intercambio sincero de palabra y/o acción, parecería relegado a un segundo nivel, o casi constreñido a acciones humanitarias, en la mayoría de los casos, alejadas de nuestro entorno habitual. La imperiosa interiorización de la actitud competitiva, lleva necesariamente, a pensar y actuar buscando la “utilidad” para adquirir ventaja.

No es porque seamos intrínsecamente poco corteses, es más bien, una ley fundamental en la sociedad desarrollada de hoy: “quien no mejora, retrocede”. No basta con detentar una determinada posición, hay que defenderla, casi permanentemente, frente a quienes nos rodean y una de las formas más frecuentes de ser efectivo en este quehacer es, conquistar nuevas metas, lo que se llama habitualmente, ascender en el status; dejando el hueco para que compitiendo, lo ocupen otros.

Solo quienes, tienen pocas ambiciones o una gran sabiduría, saben interpretar adecuadamente, que el éxito en la vida no es sinónimo de más “escalafón” o elevado cargo. El éxito, es haber procurado ser mejor y no más grande. Nada, ni el mayor de los logros, compensa suficientemente, como para privarnos del intercambio sincero con los demás. La espontaneidad en las relaciones con los allegados, exentas de toda tentación de ganar ventaja, son mas gratificantes, que cualquier otro logro real o aparente.

Debemos procurar dosificar la impronta competitividad, que nos impone desde edad temprana, la sociedad en la que vivimos; ser mejores, sí; pero que esa abstracción, no sea a costa de alguien…No propiciemos el fracaso de la comunicación, o si lo hacemos, no nos lamentemos por la incomunicación, que vivimos cotidianamente… Singulares sí, solos no.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Eutimía


Dice Fernando Savater en su libro “Diccionario filosófico”: “Y aquí radica, precisamente, la paradoja ética de la alegría. Los moralistas que no la comprenden suponen que ha de ser el premio de la virtud, el objetivo logrado por medio del ejercicio ingrato y difícil del deber: desconfía de ella cuando se presenta demasiado pronto porque se quedan sin nada con lo que sobornar… Otros maestros de ética, sin embargo, vieron el asunto de modo convincente o menos instrumental. No pusieron la alegría al final del camino moral, como su recompensa, sino al comienzo, como su inexcusable origen. La alegría no corona ni subvenciona a la virtud, si no que la crea como uno de sus modos de perpetuación. Las indicaciones morales de Demócrito, por ejemplo, se centran siempre en la forma más adecuada de conversar la eutimía, el ánimo cordial, equilibrado y risueño. Quienes no lo logran demuestran escaso talento: “los tontos viven sin experimentar la alegría de vivir” (Diels-Krantz). Para Spinoza, sentir que aumenta racionalmente nuestra alegría es el mejor síntoma moral y juntamente el contenido más precioso que podemos darle a la palabra virtud, tantas veces referida supersticiosamente a lágrimas y autoflagelaciones. Nietzsche, por su parte, liga necesariamente la alegría a la auténtica bondad y, aunque no la considera como índice fiable de la más alta sabiduría, asegura que la sabiduría misma no puede aspirar a mejor conquista: “La persona que tiene mucha alegría es necesariamente buena: pero tal vez no sea la mas lista, aunque consigue precisamente aquello que la mas lista trata de conseguir con toda su listeza”… La alegría no está al final de nuestras búsquedas, a menudo las precede o se desentiende de ellas, pero en cambio ninguna de nuestras búsquedas intelectuales puede desentenderse de la alegría ni desembocar en un punto más alto. Según Nietzsche, es imaginable que haya alegría sin ciencia profunda, pero la ciencia mas profunda ha de ser alegre”

Vaya párrafo, denso, denso, denso… y sin embargo nosotros, sabemos que en estas fechas sin remedio, debemos estar “alegres”, se acerca la Navidad; será quizás, porque queremos ser sabios o porque no sabemos si estamos al principio o al final de nuestras búsquedas.

Pero eso sí, vienen fechas para estar alegre y felicitar a los demás, aunque luego, ni siquiera nos acordemos de ellos. Desear un año venidero lleno de propósitos, logros y alcances, porque entre el final del año y el principio del siguiente, hay una noche mágica, llena de “duendes buenos” que nos transformará y hasta aquello que en muchos años no hemos podido lograr, nos lo servirá en bandeja de plata y nos tornará “otros”. Es cuanto menos utópico.

Casi nada; primera piedra para cultivar la insatisfacción, esa impresión de que todo cambiará, nos llena de expectativas espurias y nos coloca en mala posición de partida. Pensar que hay cosas que podemos lograr en el futuro, es totalmente encomiable, pero no comenzar a trazar el camino en ese sentido, es estéril; porque hoy es el futuro del mes pasado y todo ha seguido igual por nuestra imperturbable inactividad.

Felicitar, abrazar y besar; si. Estar alegres y propiciar la de los demás; también. Pero cualquier día, no en unas fechas determinadas. La sociedad que impone cuando hay que reír y cuando llorar, acaba con los sentimientos, porque éstos no saben de calendarios… ¿o no?. Ser auténticos y espontáneos, debe ser la meta, sea invierno o verano…

sábado, 12 de diciembre de 2009

Conducirse y III


Dice Reinhard Mohn, en su libro El triunfo del factor humano: “La construcción de un nuevo orden social, dotado de nuevos objetivos y premisas radicalmente distintas, que debería ser apto desde el punto de vista funcional, plantea a los seres humanos un reto desconocido. Todos nosotros llevamos la impronta, más de lo que somos conscientes, de nuestra cultura y tradición. Pero aprender nuevos órdenes significa desligarse de costumbres y supuestas herencias. Este proceso de aprendizaje es difícil, exige tiempo y su evolución no está exenta de fricciones. La historia nos demuestra con mucha frecuencia lo que sucede cuando una nueva orientación social supone una sobrexigencia temporal o intelectual para el ser humano. En semejante situación es preciso aunar compromiso, valor y paciencia. Hoy, sin embargo, podemos subrayar que albergamos esperanzas justificadas de superar las causas del estancamiento de nuestra cultura. Hemos comprendido: cada uno de nosotros puede y debe colaborar”.

Las costumbres por muy arraigadas que estén en nuestra sociedad, no son un certificado que implique “fidelidad” absoluta, ni siquiera aunque sean mayoritariamente aceptadas. Cuando nuestro comportamiento no afecte a la libertad de los que nos rodean o lesione sus derechos, es decir, cuando no sea impropio, debe de estar regido por nuestra voluntad y no por la de los demás.

Difícil equilibrio, porque cualquier cambio siempre tiene un componente ajeno de rechazo, pero esa no debe de ser la razón para evitarlo. Insistamos en lo que creemos que debemos hacer y no soslayemos resolver algunas de nuestras dicotomías, por mantenernos en el ámbito “ortodoxo”. La mayoría se interpreta siempre como un síntoma de aprobación y acierto, pero en ningún caso debe convertirse en una barrera, para impedir desarrollarnos según nuestro pensamiento. Perseverar con voluntad firme en nuestros planteamientos, con dirección firme hacia nuestros objetivos, es prioritario y no debe haber nada, que nos desvíe de ese rumbo o nos presione de tal modo, que acabemos desistiendo

Todos los comienzos y aprendizajes son pesados, monótonos y poco gratificadores; pero cuando después de esa etapa inicial, se obtienen logros, la satisfacción que fluye, compensa con creces las dificultades del camino. Seguir con firmeza, aun cuando todo parece en contra; superar la inseguridad que supone dudar de los esfuerzos aplicados, es un certificado para conformar una posición mental fuerte y eso siempre nos ayudará a mantenernos serenos y firmes ante las dificultades.

No hay peor solución para nuestros planteamientos, que abandonarlos de forma incipiente, por escuchar con demasiada “atención”, las voces agoreras, que lo único que hacen es reflejar su propia insatisfacción, por no haber conseguido sus objetivos y pretenden desviarnos de los nuestros, con argumentos poco relevantes. Los exponen mas como justificación de su falta de constancia, que como razonamiento de utilidad para nosotros.


Iniciar primero, siempre plantea muchas dudas, pero… por el contrario, no iniciar nos afectará mucho más en el futuro… el tiempo perdido, se recupera con mucho esfuerzo y dificultad.




miércoles, 9 de diciembre de 2009

Conducirse II


Dice Carlos Castilla del Pino, en su libro Dialéctica de la persona, dialéctica de la situación: “Todo hombre encierra dentro de sí mismo dos tendencias o grupos de tendencias que se oponen: una de ellas, busca la satisfacción y gratificación de impulsos instintoafectivos egocéntricos, en virtud de los cuales tiende a posponer al otro - es decir, a los otros a la sociedad – frente a sí. Otra, mediante la cual está dispuesto a posponerse a sí, con tal que encuentren satisfacción impulsos afectivos nacidos de la convivencia con sus semejantes; esto es, sacrifica su conciencia de sí en virtud de la satisfacción de su conciencia social… El desarrollo pleno de la persona sólo se lleva a cabo si previamente ha tenido lugar la superación de la contradicción preexistente”.

Esta dicotomía es una de las fuentes principales de nuestra insatisfacción recalcitrante, y no es “manca”: ceder para ser “normal” o seguir de “anormal” para ser uno mismo.

Mayoritariamente preferimos el camino fácil y sólo cuando ha transcurrido mucho tiempo, nos percatamos, que para ese “viaje no hacían falta alforjas”, demasiado tarde, porque lo que podría no haber comenzado, para cambiarlo, hay que soportar un enfrentamiento general, el corporativismo no soporta ninguna “deserción”.

Tal vez, deberíamos haber dedicado mas tiempo para decidir el camino; si tiempo, ese que malgastamos aplicándonos a superfluas actividades, que parecen imprescindibles e inaplazables, pero que en la realidad, son de nuevo imposiciones que nos transmite nuestra imparable actividad social.

Lo malo no es lo pasado, lo verdaderamente lamentable es a donde nos conduce. Sin que nos percatemos acaba sumiéndonos en una especie de melancolía, que nos atenaza por dentro y nos llena de ansiedad. Es una de las fuentes seguras de nuestra injustificada insatisfacción casi permanente. No hay nada tan estresante como constatar el tiempo perdido.

Cuando el tiempo de conseguir nuestros sueños iniciales, se va agotando, somos muy severos en el juicio y entonces, solo entonces; lo que nos parecía lo mejor, se torna la causa de todos nuestros “males”. Pero en ese momento en lugar de potenciar la posición autocrítica y analizar en profundidad las causas que nos han provocado nuestro estado, para tratar de corregirlo, volvemos a engañarnos; nos resulta mas fácil anteponer nuestra ancestral mala suerte y carencia de medios, que reconocer sin ambajes, nuestra falta de voluntad y constancia para hacer lo que queremos y no lo que quieren los demás.

O nos aceptamos como nos hemos hecho, o nos hacemos como querríamos aceptarnos… sin empezar a caminar, nadie alcanza su destino.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Conducirse



Dice José Luis L. Aranguren, en su libro “De ética y moral”: “Cada individuo adviene al mundo no solidariamente, sino en el seno de un grupo social poseedor de una cultura y de una estratificación social, por someras que éstas sean. La cultura, desde el punto de vista que aquí nos importa, consiste en un repertorio de pautas de comportamiento aprobado, de un código moral que dicta que clase de actos son buenos y cuales malos, y de unos patrones de existencia… todo lo cual se articula o estructura en lo que hemos llamado una forma de vida o way of life".

Esta puede ser la razón, para que ubicados en un determinado entorno, acabemos siendo fieles seguidores, de incluso aquello, que no compartimos de modo absoluto. Puede mucho mas, el seguidismo que la voluntad de afirmarnos en nuestros criterios, tenemos un elevado temor a la soledad del “diferente”, aunque ésta sea la posición más “ideal” y enriquecedora.

Es la sociedad que nos rodea (incluso nosotros mismos, como miembro de ella), quien pone en nuestro camino todo tipo de mensajes subliminales, que tienen mas poder que un discurso en defensa de las razones que lo avalan. La propuesta es muy lacónica, pero evidentemente clara: estar dentro es seguir las pautas; sin ello se esta fuera y esto último no es deseable.

La mayoría de nosotros, no somos lo que queremos ser, somos lo que nos dejan ser los demás, más que nos pese. Ser fuerte y constante para seguir siendo como nos hemos definido, con nuestro libre albedrío; provoca multitud de retos en la vida, plantea incomodidades. A nosotros mayoritariamente, nos gusta dejarnos llevar por la mansedad del río en el valle y no involucrarnos con firmeza en el torrente que era aguas arriba.

Cesión tras cesión, de nuestra intrínseca personalidad, solo queda a lo largo de los años una foto en negativo, que es parecida al original, pero en absoluto auténtica. Dado el primer paso atrás, los demás son mas fáciles, las “supuestas recompensas” son tan gratificantes, que es francamente difícil renunciar.

La cadena se ha puesto en marcha, nosotros somos continuadores y lo transmitiremos con nuestro comportamiento. Fruto de ello, será esa especie de insatisfacción, por las iniciativas no tomadas o por los deseos no satisfechos. Hablamos claro está en el ámbito real de nuestras posibilidades, para hacer o no hacer.

Como sigue diciendo Aranguren: “el individuo deja de conducirse a sí mismo y es guiado por el grupo al que pertenece y el inconformismo frente al ideal moral del perfecto ajustamiento a la sociedad toma cada vez mayores proporciones entre los jóvenes".

Bueno… menos mal… lo mismo pueden…

domingo, 15 de noviembre de 2009

Verborrea

Dice Arthur Shopenhauer, en su libro Parerga y Paralipómena, escritos filosóficos menores: “Si guardo silencio sobre mi secreto, éste es mi prisionero; si dejo que salga por mi boca, su prisionero soy yo. Del árbol del silencio cuelgan los frutos de la paz”.

Vaya, vaya… y nosotros presos de esa verborrea inicipiente, que no nos deja tiempo ni para respirar. Somos enlazadores de palabras, como si fuera un tornillo sin fin, no importa el tema, la posición es: “dame la palabra, que ya no te la devolveré”.

Pasamos la mayoría de nuestro tiempo hablando de forma convulsiva, somos un torrente de locuacidad, imparable y debastador, con el que arrollamos sin pudor a todo el que se presenta. Nuestra necesidad de hablar mucho y escuchar poco o nada, es irrefrenable. Yo creo en el fondo, que es una forma que aplicamos para clasificar a nuestras amistades, es evaluando lo que nos escuchan (siendo mas apreciados los que mas lo hacen… claro).

No estaría mal, si en esa carrera sin fin, no contásemos lo que interesa y lo que no; no pusiéramos de manifiesto aquello que tiene relevancia y lo que es superfluo; en definitiva no perdiéramos el control, en el fragor imparable de nuestra retórica y acabáramos pronunciado la frase que nos traerá irremediablemente muchos problemas, a la sazón: Te voy a contar una cosa si me prometes, que no se lo contarás a nadie…, como la respuesta mas frecuente es: tranquilo, de mi boca no saldrá…siempre erramos.

Ya hemos plantado la semilla del árbol de los problemas, ya nos hemos constituido en rehenes de nuestras palabras, pero además, de forma voluntaria. Y es que nos pierde el “palique”. Callar cuando la injusticia es evidente, es consolidarla, pero hablar y hablar y en el fragor de esa “batalla”, contar y contar lo que es impropio de una comunicación equilibrada, es un buen comienzo para sentirnos mal en breve.

Es muy saludable comunicarse, incluso necesario para fortalecer el equilibrio; compartir es francamente reconfortante, pero “machacar” a nuestras amistades con un “bombardeo” imparable de frases retóricas y con una arrolladora intención de colocar el mayor número de palabras, cuando no todas; es una falta de respeto, que está fuera de lugar.

No nos lamentemos de que no nos escuchan los demás, de que revelan nuestros “secretos”, de que no se dejan conocer bien; no nos lamentemos; somos nosotros quienes lo propiciamos, no les dejamos espacio ni tiempo. Que desperdicio de fuerzas, lo pagaremos caro sin duda.

No saber hablar con la mirada, no practicar el enriquecimiento que aporta la escucha atenta e interesada, no ser generoso buscando siempre ser el epicentro; cansa, separa y no suma… solo resta.
N.B.: Foto de Arthur Schopenhauer, con el cabello erizado, después de vernos hablando.

sábado, 24 de octubre de 2009

Poseer


Para encontrar algo, primero hay que perderlo. Que fácil de enunciar y que complicado de entender, sobre todo para casi todos nosotros, que casi siempre estamos buscando algo, que curiosamente no hemos perdido. En muchas ocasiones no sabemos ni siquiera qué, pero esperamos, buscamos y anhelamos.

Saber estar satisfecho con lo que uno tiene es uno de los mejores antídotos contra la ansiedad. Esa potente apetencia por poseer, siempre tiene un mas allá, nunca alcanza el límite, nuestra sociedad nos induce con mensajes subliminales de más y más. No importa el límite alcanzado, siempre hay una cota mayor.

Como corroboración de ese fenómeno, en clase siempre suelo preguntar en algún momento adecuado, que viene a cuento: primero cuantos alumnos no tienen teléfono móvil, siempre con respuesta negativa, es decir todos tienen; luego pregunto, cuantos de los presentes, es el primer móvil que tienen, nadie, todos han tenido otro antes; con posterioridad digo, que si es posible identifique, quien lo cambió, que tipo de avería tenía, nueva sorpresa, no estaba estropeado; por el contrario, hay muchos y diversos motivos, casi todos fútiles, pero nadie que lo hizo para reponer un utensilio “roto”.

Somos un conjunto de personas, despilfarrando continuamente, cuando no, lamentándonos de nuestra “mala suerte”, porque carecemos de…, es como nuestro sino, tengamos lo que tengamos, siempre nos falta. Ésta es una de las claves de los comportamientos impropios, este es el fundamento de nuestra intranquilidad.

¿Cómo podemos tener esta avidez por poseer?, no por utilidad o necesidad, casi siempre por snobismo, no hay volumen de objetos obtenidos, que nos calme; muy al contrario, es como una “droga”, nos pide cada vez, sin límite ni concierto. Con lo fácil que sería hacer un breve análisis y percatarnos con rapidez, que no nos tornará a mejor la nueva posesión. Ni siquiera aunque sea el atributo necesario, para integrarnos en algún grupo o despertar “cierta envidia” ajena.

Los objetos no nos hacen mejor, seguimos siendo los mismos, aunque nos parezca que con ellos adquiriremos alguna cuota de “prestigio” mayor. Así es nuestra confusión mental, ni nos cambian ni cambiamos; muy al contrario, si no cubren una necesidad real, sobrevendrá el vacío y después…, la tristeza. La satisfacción no está en la sofisticación. Lo sencillo y natural, muchas veces es gratis.

domingo, 11 de octubre de 2009

Gris


Dice Karl Marx en su escrito “Observaciones sobre la reglamentación de la censura prusiana”(1842): “… admiráis la encantadora variedad, la riqueza inagotable de la naturaleza. No pedís que la rosa tenga el perfume de la violeta; pero, según vosotros, el espíritu lo mas rico que hay en el mundo, no debe existir sino de una sola manera. Soy un humorista; mas la ley me ordena que escriba seriamente. Soy osado; pero la ley me ordena que mi estilo sea modesto. ¡El gris!. He aquí el único color que uno es libre de emplear. La menor gota de rocío sobre la que cae un rayo de sol brilla con un inagotable juego de colores; pero el sol del espíritu, cualquiera que sea el número y la naturaleza de los objetos en que se refleja, no podrá dar sino un solo color, el color oficial”.

Vaya… un solo color. Que monótono, por muy bello que este sea. Y que desperdicio, si además es obligado y/o forzado. Porque las monocromias, no las provocan solo las leyes impelidas por deseos de perpetuidad, no, éstas en el fondo acaban pasando, son mucho peor las que imponen unos usos sociales, caducos y trasnochados, pero limitantes y alienantes a la vez.

Quiere la sociedad actual que “la rosa tenga perfume de violeta”, como si con ello controlase mejor a sus miembros. Intenta, no tolerar, ninguna desviación o diversidad. Solo la ignorancia o la inseguridad, pueden promover “clones”. Querer perpetuar el estatus, a base de “uniformar” a las personas, que componen nuestro entorno, es como salir al campo a demandar silencio al trino de los pájaros, porque molestan a nuestra concentración. El silencio, no es la ausencia de sonidos y menos el silencio interior. Éste último, esta lleno de todo tipo de sones y cuando no los escuchamos, mal vamos.

No van por ahí lo “tiros”, no. Las personas desprovistas de su singularidad, son como muñecos de nieve con un sol incipiente. Una manifestación espontánea – como la de un niño – exenta de “pose” y desprovista de previsión y/o cálculo, vale más que una excelente interpretación después de un ensayo impuesto. Querer ser lo que no somos, para agradar a quienes parece que nos quieren, nos alejará de quienes verdaderamente nos aprecian, tal cual somos. Valemos mucho más, siendo personas que personajes, por muy relevante que sea el papel que nos hayan encomendado.

Perder la naturalidad, por agradar, es un error de base que nos traerá consecuencias no gratas. Domesticar nuestro pensamiento, a base de limitar la palabra, para que ésta, sea la más “adecuada” en nuestro entorno, es retroceder en el tiempo y cargarnos de insatisfacción. ¿Cómo nos ayudarán los demás cuando lo necesitamos?, si quienes ellos conocen, no es más que un extraño. Seamos y vivamos como somos.

Ser socialmente correcto no implica uniformarse. Una de las bases de la buena educación, es asumir sin menoscabo alguno a los demás tal cual son, que la diversidad enriquece y hacer progresar, que la opinión discrepante no es sinónimo de enemistad. Saber estar, no debería ser lo contrario de mostrarse con sinceridad. Sólo a los que no saben a donde se dirigen, no les importa el camino que siguen y la compañía que tienen.

Juntos sí, unidos también… pero déjenme ser como soy … “please”. No me hagan ser otro, porque nunca me conocerán y a lo mejor… se lo pierden.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Sobriedad y equilibrio



Casi siempre contemplamos con cierto asombro y temor a esos árboles gruesos y llenos de sajaduras en su corteza, consecuencia ineludible del transcurso de los años. Creo que nos ponen de manifiesto, el paso ineludible del tiempo y la fortaleza de continuar y perpetuarse. Parecen como testigos mudos, pero atentos de lo que pasa, nos acogen para dar sombra cuando son frondosos y nos evidencian que el paso de los años no es estéril.

Esa fortaleza que representan y transmiten, nos hace pensar muy profundamente, hasta que punto actuamos adecuadamente, o nos dejamos llevar por la inercia y por la falta de ímpetu, para llevar a cabo nuestros proyectos. La ilusión es siempre un acicate, quienes nos movemos de forma poco intensa en los asuntos o nos comportamos con una extraordinaria tibieza en el quehacer cotidiano, no hacemos más que perder ramas, seguro que cada vez nuestra sombra es más alargada.

No es la vida la que nos vence, es la interpretación que damos a lo que nos pasa, es nuestra impertérrita costumbre de engrandecer lo negativo y ser poco consecuentes con lo positivo, de tal modo que acabamos pensando que nuestro devenir es monótono, poco relevante y tedioso. Casi como si no hubieran motivos para sentirse satisfechos y reconfortados.

La mente actúa en muchísimas ocasiones inferida por nuestro prisma de interpretación, es capaz de asumir con presteza acontecimientos negativos muy importantes y llevar como una pesada carga liviandades. Todo ello solo depende de la posición que nosotros adoptemos, quedarse sorprendido, lamentarse con posterioridad y dejarse llevar por el desaliento – camino fácil y de poco trabajo – nos colocará en una adecuada posición para interiorizar pensamientos negativos y por tanto comenzar una espiral envolvente poco recomendable.

Si, ya se que hay asuntos y asuntos, sí, ya lo se. Pero repasemos, ¿cambia algo el pasado a base de rememorarlo minuto a minuto y acogerlo como una “desgracia, cuando no, como un suceso de elevada importancia y con una gran dificultad implícita de superación?, creo que no cambia en nada. Sin embargo, cuando asumimos, sin exageraciones ni determinismos, cuando nos centramos en aflorar las muchas otras cosas que nos han salido bien, tampoco cambia el pasado, pero por el contrario nos colocamos en una posición excelente para continuar y hacer futuro, que es en verdad lo que nos interesa.

Miremos la fotografía, ahí está, firme y fuerte, no esconde su corteza maltrecha, no; la exhibe y parece decir, aquí estoy, me han costado muchas “plumas” pero aquí estoy… y lo dice desde el silencio, que en realidad es la forma de gritar mas alto… aprendamos.
Foto cedida por Nuria: http://nuria-vagalume.blogspot.com

viernes, 4 de septiembre de 2009

Insistir


Siempre que nos analizamos, tanto en nuestro comportamiento, como en nuestras acciones pretéritas e inmediatas, encontramos razones, para hacer lo que hemos dicho y/o hecho y al mismo tiempo - vaya paradoja - para reprocharnos de modo más intenso, lo que deberíamos haber planteado y no hicimos. Somos los principales detractores de nuestras vivencias. Sin percatarnos de que lo pasado, pasado está. De nada sirve rememorarlo, una y otra vez, tuve un jefe una vez – he hablado de él en alguna entrada – que decía y con razón “agua pasada no mueve molino”..

Como si se tratase de la “moviola” de un partido de futbol, repetimos machaconamente la jugada; tal vez con la intención de llegar a concluir, que las cosas fueron de otro modo. Nada es tan relevante para superar los avatares diarios, como asumir lo pasado, pensar que ya fue y seguir adelante, con la misma ilusión, entereza y determinación. No es el pasado quien nos condiciona en nuestro futuro, no lo es, más bien es la interpretación que hacemos de él y el interés desmedido porque hubiera sido de otro modo.

Nada hay tan nocivo para nuestro equilibrio interior, como querer “confundir” la realidad pasada, para acomodarla a nuestros deseos. Porque ésta no cambia, por mucho que nos empeñemos; pero por el contrario nos produce insatisfacción y nos llena de dudas. La peor situación para una persona, hay que temer a la incertidumbre exacerbada, solo nos acarreará problemas. Por el contrario quienes asumen y siguen, solo encuentran satisfacción en lo que hacen, porque cambian “el cromo” de la insatisfacción anterior, por la ilusión de alcanzar el nuevo reto futuro.

Hacer cosas importantes es una cuestión de fe y empeño. Creer en lo que uno hace facilita los objetivos y sentirse seguro y cómodo es la evidencia de la buena dirección. Pretender escudarnos en la falta de ayuda o “suerte”, es sembrar la dificultad y empeñarnos en ponernos obstáculos. Sin creer firmemente en la posibilidad de éxito y empeñarse en conseguirlo, es casi como apuntar en sentido contrario al blanco y pretender hacer “diana”. Dudar es perder. No servirán de nada ni mejorarán un ápice los hechos, lamentar la falta de… o el imprevisto que… o la carencia de ayuda en… ; estas frases son como fatales pensamientos innecesarios, que nos pondrán en posición tendente al fracaso.

No seguir nuestra intuición con confianza y empeño, rendirse a la primera dificultad o esperar demasiado de los demás, son planteamientos completamente contrapuestos, que impedirán casi siempre lograr las metas trazadas. La responsabilidad de los logros a obtener, es solo nuestra, podemos mucho más de lo que creemos, la fortaleza que da la voluntad resolutiva y firme en alcanzar objetivos, destierra la duda de nuestra mente. Sentirse completamente identificado nuestros planes de futuro, es imprescindible, para alcanzarlos.

Un sueño es la antesala de un logro; siempre que se aplique constancia y tesón. Un fracaso es el resultado de no haber soñado antes y/o de dudar después. Vivir es tomar riesgos, resolver problemas y avanzar; lamentarse es caminar como los cangrejos. Creo que lo he escrito antes en este Blog y no se de quien es la frase, pero dice: “Quien llora por el sol perdido, las lágrimas le impedirán ver la brillante salida de la Luna llena”.

domingo, 30 de agosto de 2009

El ocaso del sol intenso


Finaliza el mes de Agosto… y casi todo sigue igual. El comienzo del verano, periodo vacacional mayoritario, es momento de “propósito y enmienda”. El punto y aparte que supone desconectar con las tareas habituales. La larga duración del día, las muchas horas de sol, nos predisponen a “abrir… la mente”. Como si tuviéramos una capacidad inmensa para el cambio, hacemos proyectos mentales, tratamos de identificar lo que querríamos apartar del periodo pretérito y lucubramos una y otra vez, qué y cómo.

Todos conocemos el alcance infinito de nuestra imaginación, fuera de los “corsés” sociales de turno. Nos abandonamos a una especie de pasión por lo inusual y con nuestra mente lo aproximamos, casi al alcance de la mano. No es malo, al contrario es francamente reconfortante, esta especie de revisión crítica de lo que vivimos, pero no debemos ser especialmente exigente, las pautas de conducta asimiladas e interiorizadas a lo largo de tantos años, no las podemos cambiar en pocas semanas. Vivimos en entornos exigentes y formamos parte de puzzles muy complejos. Ni siquiera el sol intenso y duradero podrá, en muchas ocasiones, con ellos.

La distancia entre lo que nos gustaría ser y lo que realmente somos, se evidencia y clarifica, esa sensación de inmensa libertad que transmite, no estar sujeto a horario, lo potencia. Bucear en nuestro interior es algo realmente gratificante; aunque la imagen, quede desenfocada. Esa virtualidad de la realidad, revisada con “ojos nuevos”, nos potencia; aunque los asuntos antiguos, suelen estar enquistados y requieren algo más que una simple “auditoría”, para propiciar plataformas de cambio. Las buenas intenciones es el comienzo, pero sin perseverancia no se llega al “final” diseñado.

Es curioso, que la voluntad férrea de buscar nuevos horizontes, con la que nos posicionamos al principio del verano, se va desvaneciendo poco a poco, cuando el mes de Agosto finaliza. Hay señales de nuevo, que nos transportan a la realidad, curiosamente menos accesible que lo que nos proponía nuestra imaginación relajada y sobre todo mucho menos propicia a la posibilidad de cambio. Hay que asumirlo, el día a día, tiene connotaciones muy firmes y raíces muy duras y profundas, difícilmente modificables sin planes firmes en la mente y constancia en la acción. Hacer planes, es necesario, pero no suficiente… El conocimiento sin la acción es lo mismo que la ignorancia.

Como dice Eduardo Punset en su libro “Adaptarse a la marea”: “…Que nadie busque innovar sin echar por la borda parte de la masa que lo retiene anclado en el pasado”. Pues eso…

sábado, 1 de agosto de 2009

Dirección prohibida


Nada nos preocupa tanto como sentirnos solos, es decir, poco reconocidos o ignorados por los que nos rodean. La sociedad actual está estructurada de tal modo, que promueve la integración de cada uno en un grupo determinado, por afinidad ideológica, amigo-familiar o económica. La mayoría de nuestra actividad se centra o en cultivar estas relaciones o en tratar de integrarnos en estos entornos virtuales en su formación, pero imprescindibles para aparentar un equilibrio social adecuado.

Estas integraciones en grupos sociales, imponen de modo no escrito, determinadas pautas de comportamiento, que deben ser asumidas por sus miembros, defendidas y promocionadas, como un código identificador y no soslayable. El esfuerzo por la integración, en ocasiones no produce una gran satisfacción al lograrlo, muchos descubren que para continuar en sintonía han de renunciar a muchas pautas propias, abandonando las mismas para adoptar las posiciones mayoritarias y consideradas ortodoxas.

El juego está servido, debemos limitarnos para expandirnos, la dicotomía es francamente sorprendente. Tenemos que abdicar de nuestras cualidades y calidades intrínsecas, para poder posicionarnos con fuerza en nuestro entorno, solo cuando la persona es muy relevante, se le permiten “veleidades” e incluso estas mismas se consideran rasgos propios de su singularidad; asumiéndolas la mayoría, como signo evidente de distinción, de dicha persona. En el desenvolvimiento normal, en lo que llamamos habitualmente la media, la exigencia es el “seguidismo”.

Organizar la sociedad en “clanes”, evidentes o subliminales, es una de las características principales de la sociedad actual, parece como con este tipo de “cerrazones”, se defendiera de posibles heterodoxos, rechazándolos de plano, sin siquiera escucharlos o intentar asumirlos. La consolidación de ciertos comportamientos, se supone, queda fortalecida con la exclusión de quienes cuestionan cualquier parte de la estructura asumida como “normal”. No importa la característica de la diferencia, solo importa la diferencia en sí misma, sea del tenor que sea, no es asumible y por tanto rechazable de plano.

Lo malo de todo esto, es que aunque nos creamos independientes, hemos integrado en nuestro comportamiento, muchas de estas limitaciones, de tal modo que incluso, acabamos asumiéndolas como cotidianas e identificándolas como parte de nuestro comportamiento espontáneo, olvidando las renuncias propias que hemos tenido que ceder para acoplarnos a ellas. Así es en general, nuestra vida, llena de contradicciones.

Siempre me han gustado las calles estrechas y en curva. Quizás sea por la sorpresa que esconden y por la limitación apreciable a la vista normal. Son como cajas de música cerradas, sin abrirlas no podemos oír la melodía. Permanecer al margen de ellas es posible, pero nunca sabremos que hay más allá de la frontera de la entrada, si no la rebasamos y la recorremos. Si éstas son cuesta arriba tanto mejor, el esfuerzo en adentrase seguro, que compensa y gratifica con el conocimiento que aportan.

Quizás sea por una tendencia de ir contra corriente, si hay una dirección prohibida a la entrada de la misma mejor, seguro que son mas incitantes, donde no se puede llegar en coche hay mucha mas autenticidad, el automóvil en definitiva, no es mas que otro monumento a la limitación de la comunicación.

Atreverse es vivir mas… dejarse llevar por el grupo es también vivir, pero no en primer nivel… ir más allá es progresar… despejar incógnitas descubriendo lo que hay “detrás”, fortalece y elimina “miedos”… superar el miedo es ser mucho mas feliz… y eso es lo que debemos pretender en la vida.

Donde haya dirección prohibida… pasemos y miremos, por si hay... aunque vayamos solos.



Foto: Xátiva (Valencia)

lunes, 27 de julio de 2009

Enfocar bien



Estamos indefectiblemente orientados hacia la posesión de bienes materiales, basamos nuestra cuota de felicidad y/o evaluamos la ajena, en función del número sofisticado de artilugios que poseemos o poseen, aunque algunos de estos después del impulso irrefrenable de la compra, hayan quedado relegados en un recóndito rincón, para mostrar como trofeos a quienes nos rodean, en el momento oportuno, para que nos apliquen el supuesto atributo de distinción, que la sociedad otorga a su posesión.

Somos como “escopetas de repetición”, necesitamos de modo imperioso, poseer esos signos externos que conceden un determinado “status” por determinadas leyes no escritas, es como una carrera sin fin, es un salto cuantitativo (que no cualitativo), que lo único que nos produce es insatisfacción, cuando se evidencia alguna carencia, que una vez satisfecha dejará el lugar a otra nueva. Queramos o no, son las cosas materiales las que aprecia esta sociedad, son los signos externos los que cuentan, mandan los atributos que otorgan determinados objetos.

Si pensásemos con más intensidad, descubriríamos que la verdadera felicidad es sentirse satisfecho con uno mismo. La felicidad está dentro; como la vamos a encontrar, con la machacona insistencia, que la buscamos solo en el exterior. Vivimos en una sociedad, donde cada vez va perdiendo mas el pensamiento y se acrecienta la palabra, pero solo para pronunciarla, mucho menos para escucharla con atención. Hemos dejado de lado a nuestro yo espiritual y destinamos muy poco tiempo a cultivarlo y/o escucharlo. Sus sugerencias subliminales nos parecen antiguallas, fuera de lugar y exentas de actualidad.

El vacío interno que sentimos muchas veces, no se llena con objetos; no hay en este mundo suficientes, para suplir esa falta de vida interior. Tener todos los bienes, que se consideran socialmente atributos de buena vida, no llenará las carencias que experimentamos. No escuchar nuestra voz interior o hacer “oídos sordos” a lo que dice, nos conduce a “jardines” poco recomendables para recobrar el equilibrio perdido.

La armonía interior debe de ser como una foto bien enfocada, aunque la imagen sea sencilla, su grandeza es inconmensurable.



Foto cedida por Nuria: http://nuria-vagalume.blospot.com/

Pensamientos y acciones


Vivimos, lo que podría llamarse, una carrera sin fin por el conocimiento. Actualmente cuando se termina la carrera universitaria cursada, todo el mundo tiene en mente la realización de un “master”, para consolidar y apalancar los conocimientos adquiridos, cuanto mas elevado sea el precio del mismo, parece que es mejor. Los hay, incluso, que llevan implícita financiación para poderlo abordar.

Estoy absolutamente de acuerdo con la formación, cuanto más mejor, pero por el contrario no comparto algunas de las publicidades que llevan subliminalmente incorporadas este tipo de enseñanzas. La formación es condición necesaria, pero no suficiente, me explico; los conocimientos adquiridos, solo son útiles, si se utilizan para resolver las cuestiones, que se nos plantean en la actividad profesional diaria, potenciando nuestra innata intuición. Creo, que en la mayoría de las ocasiones, el enfoque mental no es éste, somos más proclives a pensar en modo pasivo, ya tenemos formación, pues adelante…, todo está hecho, sin darnos cuenta que ese punto es el comienzo, no el final. Cuando termino las clases de cada cuatrimestre, siempre proyecto una transparencia que dice en letras grandes: “el conocimiento sin la acción, es lo mismo que la ignorancia”, no se quien es el autor. Reconozco que produce mucha sorpresa.

Las acciones que tomamos, hablan con precisión y en voz alta, sobre lo que queremos y hacemos; lo hacen con mucha mayor precisión, que esa inusitada verborrea de la que nos revestimos cotidianamente. Para aplicar los conocimientos adquiridos, no es solo necesario, explicar pormenorizadamente la capacidad que tenemos y como lo haríamos; no es efectivo, si no se acompaña de acciones claramente dirigidas a corroborar el sentido de la explicación verbal. Somos muy solícitos en explicar como, pero muy remisos en tomar la iniciativa de explicitar prácticamente nuestra argumentación.

Quizás sea, porque la formación que recibimos, es esencialmente teórica, cuajada de formalismos, poco participativa y casi exenta de aplicaciones prácticas o cuando las hay no tienen el rango que deberían. Plasmar ideas sí, pero sin olvidar, que lo importante es creer en ellas, con tanta fuerza como para tener el valor de acometerlas. Describir de modo brillante, con palabras “largas”, pero no ejecutar, es uno de los silencios mas elocuentes que puede uno pertrechar; bueno en realidad, es peor que el silencio, porque éste es, en muchas ocasiones, recogimiento y/o atención y lo otro, solo es vacío. Con esta práctica, nos cargamos de frustración, que trataremos de soslayar, con nuevas y fundamentadas explicaciones de todos los imponderables, que nos impiden su consecución. Hay que reconocer, que en la justificación, somos expertos.

Seguir el camino que describimos con tanto empeño, es nuestro cometido. Explicar con lujo de detalles, porque no hemos podido, viviendo en la inacción permanente, es nuestro fracaso, si digo bien, nuestro, no de los acontecimientos, ni de las carencias, ni de otros. La diferencia de nuestras ideas y las de los demás, no es la calidad de las mismas, es el poco empeño que ponemos en conseguirlas en la vida práctica.


Motivarnos es el secreto, con valor y constancia. No importa a la distancia que nos encontremos de nuestro teórico objetivo, si no damos el primer paso, nunca la alcanzaremos. Para vivir con intensidad es necesario hacer cosas, estar permanentemente dispuesto, para acometer el desarrollo de nuestras ideas e inspiraciones, incluso de las que parecen imposibles.


martes, 21 de julio de 2009

Ayudas


Esperamos siempre ayudas de los que nos rodean, pero la verdad es, que pocas cosas importantes e incluso menos importantes de nuestra vida, pueden ser resueltas por otras personas, aunque nos cueste asimilarlo, cuanto mas relevante es un asunto, se reduce la probabilidad de que nos la faciliten los demás.

Confiar en ejecuciones externas a nosotros, esperar que alguien nos saque de nuestro embrollo, es dirigirse hacia la frustración; recibir ayudas y potenciarnos con los apoyos externos, sin duda es bueno, pero siempre que tengamos claro que la responsabilidad final es nuestra y no de los otros.

Delegar en familiares y/o amigos la resolución de asuntos importantes, es posicionarse en el problema de modo impropio, somos nosotros, quienes tenemos que poner esfuerzo y empeño y no aplicarnos a influir en los demás para que resuelvan lo que nos concierne. Porque suponiendo que tengamos éxito y todo nos vaya bien, que es lo que pasará el día que no podamos contar con estos apoyos benefactores, ¿sucumbiremos?.

Resolver las cosas importantes por esfuerzo propio, es una forma de potenciarse de modo imparable, es situarse en el plano adecuado, somos nosotros quienes tenemos, que marcar el camino y resolver las encrucijadas, no podemos esperar que alguien, por muy allegado que sea, nos lleve a buen puerto.

Depender de los demás para ser feliz, es buscar un equilibrio muy inestable, si esperamos que nos traigan las soluciones, acabaremos con las manos vacías. No busquemos permanentemente que cambien los otros, que reconozcan nuestra necesidad y se apliquen a solventarla; antes bien, cambiemos, empujemos y si alguien se coge al “rebufo” bien, y si no, pues a seguir empujando, solos si es necesario, es nuestra vida, no la de los demás.

La distancia entre lo que somos y lo que desearíamos ser, la hemos de solventar nosotros, poco a poco o mucho a mucho, pero nosotros. Cuando la voluntad propia no se dirige al cambio positivo, uno no debe refugiarse en la crítica, hacia quienes creemos, podrían colaborar y no lo hacen, esa postura es egoísta y poco comprensiva, porque los demás también tienes sus problemas.

Las cosas importantes en nuestra vida, suceden como consecuencia de nuestras acciones… no se lo que hacemos tanto tiempo en posición contemplativa…si ni siquiera estamos en una puesta de sol.

sábado, 11 de julio de 2009

Destino


Nuestra conducta cotidiana, determina y conforma nuestro destino. La cuota mas alta de influencia sobre lo que seremos, somos nosotros mismos, no quienes nos rodean; ellos pueden ayudar, pero en ningún caso son los artífices, aunque nosotros nos empeñemos, de modo machacón, en otorgarles una relevancia, que en absoluto detentan. Tanto en lo bueno como en lo menos bueno.

Para superar las dificultades cotidianas que nos acontecen, será muy efectivo, señalarnos como primeros responsables y no buscar intensamente a nuestro alrededor, para tratar de identificar responsabilidades ajenas. La mayoría de nuestras tribulaciones actuales, son consecuencia de decisiones tomadas anteriormente. Aquí puede facilitar o dificultar casi con la misma intensidad, haber decidido, como haber permanecido impasible en encrucijadas fundamentales, creyendo que mirando hacia otro lado las cosas se arreglan.

Cargando sobre los demás y/o las circunstancias, la mayor autoría de la responsabilidad de nuestras dificultades; en los primeros momentos, conseguiremos sentirnos ligeramente reconfortados, pensando que somos víctimas de determinismos no soslayables. Pero durará poco, negar nuestra propia realidad o alegar razones espurias no cambiará nuestras circunstancias, antes más, nos dificultará superarlas. Los problemas no desaparecen ignorándolos.

La voluntad de superación solo es nuestra y solo somos nosotros con nuestro esfuerzo los que podremos remontar nuestras circunstancias desfavorables. No resuelve nada encontrar, con cierta machacona insistencia, responsabilidades ajenas y acciones propiciatorias negativas de quienes nos rodean. Asumir la realidad, por muy poco gratificante que sea, es condición necesaria, para cambiarla, pero como en algún problema matemático, no es suficiente; hay que tomar decisiones y actuar adecuadamente para neutralizarla. Aprender del error y evitar repetirlo.

No se puede rectificar, sin asumir. Ignorar y esperar un cambio, es tanto como querer que un río fluya al revés, es imposible. Señalarse como responsable es potenciar una solución más temprana. Sentirse como fatalmente atrapado, crea incapacidad y pocas posibilidades de resolución. Solo el empeño provoca soluciones, ser pusilánime lleva apocas metas, cuando no logramos nuestros deseos, poco importa el detalle pormenorizado de todas las dificultades existentes.

La única forma de llegar a un destino es empezar a caminar.




miércoles, 1 de julio de 2009

Jefes, jefecitos y jefecillos


Dice Eduardo Punset en su libro “Adaptarse a la marea”: “Demasiado a menudo, el ideal del buen ejecutivo se plasma en apoderarse de cuantos mas centros de información y gestión, mejor; de la misma manera que un cáncer se extiende por todo el organismo. Se renuncia con ello a la creatividad interrelacional y a la diversidad, que como se vera a lo largo de este libro, están en la base de todo conocimiento. Así se acaba degradando el organismo global que sustenta los distintos centros de actividad, incluido el propio directivo psicópata”.

Cuando empecé a trabajar en la empresa – he hecho referencia en alguna otra entrada - el director general que había en la misma, al recibirme el primer día, se expreso con una sorna especial – era un andaluz hasta la médula – y me dijo: “yo no lo voy a presentar a Vd. al personal de la empresa, identificando el cargo para el que lo hemos contratado, si Vd., tiene valía, sin decírselo a los demás, ellos lo reconocerán; ser jefe, no se consigue por imposición del director, ser jefe se gana día a día haciendo. El cargo de verdadero jefe, lo han de otorgar los subordinados atendiendo al prestigio, que se transmite en cada decisión”.

Francamente, quede absolutamente sorprendido, más bien pensé que era una trampa, de una persona con la que no había empatizado en la entrevista previa; aunque con el transcurso del tiempo llegamos a ser muy buenos amigos. Hoy con el transcurso del tiempo, me doy cuenta que me hizo un gran favor. Si no hubiera hecho aquello, seguramente yo, con mi carrera recién terminada, con la calificación de premio extraordinario (disculpad la inmodestia, el dato hace falta en la descripción) y la cantidad de “ínsulas de Barataria” y pedantería en mi cabeza, seguro que la habría “cagado” y para siempre.

Aquello me obligo a caminar “de puntillas” en una oficina diáfana, en donde se observaba casi todo lo que cada cual hacía. Como dijo el director para terminar su introito “Lui hágase perdonar por los demás, ser jefe tan joven”. Fue difícil y costoso, ir ganándome a cada una de las personas que allí trabajaban, supuso un enorme esfuerzo. También para salvar las “trampas” del propio Director, que según decía él, en momentos de petición de explicaciones mías: “esto es para probar tu capacidad, Lui”.

Contemplo con estupor, estos jefes, jefecitos y jefecillos, que con una arrogancia propia de “pavos reales” caminan con paso casi militar por las oficinas y/o fábricas, creyendo que la distancia es atributo del rango. Siento verdadera pena de estas organizaciones, abocadas al posible fracaso; no por falta de esfuerzo, sino por inutilidad manifiesta de quienes dirigen, para encontrar el verdadero rumbo.

Son maestros prestidigitadores en acción, convierten el éxito, siempre en acciones propias y los fracasos en la “inutilidad de quienes trabajan con él”. Practican el “secretismo” y no se percatan que el éxito está en liderar y compartir. Poseer más información ayuda, pero es estéril si se almacena. Son incapaces de asimilar, que detrás de cada función, siempre hay una persona y que por poca relevancia que ésta tenga en la organización, merece todo el respeto.

Así les va a algunas empresas, con este tipo de ejemplares en sus cuadros, llevan a la organización por un equilibrio inestable y endeble. En épocas de pujanza económica, “hinchan pecho y estiran cuello”, pero cuando vienen malas, no sabe maniobrar, solo entienden de planteamientos quirúrgicos. Son ese cáncer del que habla Punset, acabarán sumiendo a la empresa en un proceso de letargo, con ese seudo control jerárquico de la gestión, basado en la prepotencia.

La creatividad ha quedado definitivamente amenazada. Una empresa sin creatividad, es como un pez en una charca residual, progresará muy poco o nada. Una empresa solo sobrevive, si hay un conjunto de personas, como una piña, que buscan conseguir un objetivo común, entendido y asimilado; siguiendo las directrices de un líder reconocido por todos. Para conseguir este puesto de jefe, no valen “tremendas voces” ni “maneras impropias”, solo sirve el prestigio conseguido con el tiempo y el acierto, aunque se hable en “voz bajita”.

Dios salve a las empresas de los fatuos, que se aferran a las poltronas, sin dar paso a nadie, que gestione mejor y que en muchas ocasiones aportan como aval principal de su cargo, la propiedad de la empresa o su relación de parentesco con ésta. Acabarán con todo… y más en las circunstancias actuales poco boyantes, donde se necesita saber hacer.


Nota: dedicado a Luis, un buen amigo, que inspiró esta entrada

martes, 30 de junio de 2009

Aniversario



Hoy, dice el contador de entradas, que hemos llegado a las 10.000. Pues me repito, nunca pensé que llegáramos a este número tan singular. Muchas gracias a todos los leéis este blog y mas gracias aún a quienes dejáis un poco de vuestro tiempo, para comentar y compartir. Solo con vuestra presencia tiene significado.

Quiero acompañar este hito con frases extraídas del libro de Eduardo Punset "Adaptarse a la Marea", ahí van:


" Hay dos tipos de personas: las que sacan conclusiones de su experiencia y las que no. Y las que miran el fracaso como el final de un trayecto y aquellas que lo consideran, acertadamente, como la única fuente segura de conocimiento".


"Hace falta un derroche fantasioso de energía para mantener a un organismo vivo durante un tiempo, en contra de la disipación generalizada y la entropía".

"... lo hermoso va generalmente unido a la sencillez".


"La mejor manera de aprender consiste en desaprender. Y lo más útil consiste en desaprender aquellos conocimientos que son el subproducto de la imitación simplista de comportamientos patológicos de la Naturaleza".


"Tan necesario resulta sistematizar, es decir, construir un proyecto, como empatizar, o sea, identificar las emociones de los demás para corresponderlas".


"Lo que distingue a una persona con inteligencias múltiples de un autista es su capacidad de mentir".


"... que nadie busque innovar sin echar por la borda parte de la masa que le retiene anclado al pasado".


Vuestra compañía es extraordinariamente reconfortante...



Foto cedida por Nuria: http://nuria-vagalume.blogspot.com

domingo, 14 de junio de 2009

Trivialidad


La mayoría de nuestras preocupaciones cotidianas, las provocan asuntos triviales. Cuando las acciones u omisiones de las personas que nos rodean, nos producen molestia, es en principio, porque pensamos que están ejecutados, en especial para nosotros, cuando a poco que profundicemos, nos daremos cuenta que actúan del mismo modo, con carácter general, es decir, son así.

No son intrínsecamente, los acontecimientos o a las acciones ajenas desfavorables, las que nos producen tribulación y desasosiego, son los “adornos” que nos procuramos, con los análisis vertiginosos de nuestra mente. Somos nosotros los que los engrandecemos y los colocamos en posición de insoportables.

Nuestra predisposición es siempre reaccionar, colocarnos en posición “firme” para afrontar la “terrible” circunstancia de turno; cuando deberíamos entrenarnos para pensar y analizar en primer lugar y delimitar cual debe ser el grado de nuestra respuesta. Seguro que en la mayoría de las ocasiones, se desvanecería la relevancia. La mayor parte de los problemas e insatisfacciones, los provocamos nosotros, con reacciones inadecuadas a las trivialidades que nos acontecen.

Es la palabra a destiempo la que nos juega malas pasadas, una reacción inadecuada, es tan nociva como una agresión verbal deliberada. Tener la cabeza fría, distanciarnos del acontecimiento perturbador, pensar en su verdadero alcance y luego decidir actuar o no, seguro que nos libra de muchos disgustos innecesarios. Utilizar el sentido común, con la mente en reposo, es la clave para evitar sinsabores. Otro antídoto, que nos evitará disgustos, es hacer lo que aconsejaríamos que hiciese a un amigo/a, en situación similar.

El enfrentamiento abierto, no es la mejor forma de resolver conflictos, una vez comenzado, se activan resortes ajenos a la cuestión en litigio y la discusión acaba siendo absolutamente espuria. Poner empeño en el acuerdo, en lugar de dejarse llevar por los motivos de desacuerdo, es un buen planteamiento; aunque parezca que se pierde, se acaba ganando y mucho. Cualquier enfrenamiento es un derroche de tiempo y energía, absolutamente inútil. Después de la discusión, aun ganando, nunca estaremos satisfechos y relajados.

Es mucho mejor evitar que surjan problemas interpersonales, que tratar de resolverlos luego. Soslayar los posibles retos verbales ajenos, que llevan a conflicto, no es un signo de debilidad, muy al contario solo son capaces de hacerlo, los que son verdaderamente fuertes e inteligentes.

Hay que convivir con los demás, no contra los demás, incluso aunque ellos se empeñen en lo contrario. Evitar la confrontación es el objetivo, “sumar” es la meta.

Hagamos como las farolas, son efectivas en momentos de obscuridad, pero en la claridad del día son irrelevantes.
Foto: Xativa (Valencia).

viernes, 5 de junio de 2009

Creatividad


La creatividad es la constatación de la libertad. Los conocimientos, la experiencia, la formación acumulada, etc., no aseguran en absoluto la interpretación acertada de lo que sucederá. Creo más, cuanto mas experiencia menos creatividad, más tendencia a la repetición mimética. Un especialista en algo, no es ni más ni menos, que una persona que ha acotado su nivel de ignorancia. Creo que en todo, siempre hay un más allá, considerarse experto es una pedantería.

Cuando alguien trata de avanzar innovando en el ámbito de un círculo de expertos, solo recibirá miradas “compasivas” y palabras de desánimo. Hay que consolidar de forma férrea el nivel alcanzado y evitar que alguien lo rebase, no porque no sea útil, no, es porque nos pondrá en cuestión y más aún acabará sobrepasándonos. La posición pacata es exponer de forma brillante el numeroso cúmulo de razones, por las cuales seguir por el camino innovador es una acción absolutamente estéril, ya está todo dicho, no hay más.

La experiencia es atrevida, no tiene suficiente con la constatación de los logros, necesita más, necesita pronosticar, hacer vaticinios sobre lo que será y tiene facultades para adornarlo con tal variedad de detalles, que convence a una inmensa mayoría… ¡es qué lo ha dicho fulano!. Lástima que no se fijen en unos expertos que vaticinan diariamente y evidencian la relatividad de sus predicciones, estoy refiriéndome a los meteorólogos. Seguro que serían menos rimbombantes y más prudentes y modestos. Tengámoslo en cuenta, cuando corramos la tentación de hacerlo y seamos escépticos cuando sean otros quienes lo plantean.

El vaticinio negativo de un experto, para neutralizar una nueva acción, casi debe ser un acicate. Repetir lo mismo cada día no es un certificado de que ese sea el único modo de resolver bien. No todos los descubrimientos han venido de la mano de personas con elevados conocimientos en la materia, en algunas ocasiones el sentido común ha sido mas que suficiente para proponer soluciones útiles. Siempre que alguien nos inste a no acometer una tarea, por un procedimiento nuevo, no nos hace un favor, está intentando limitarnos. Nadie debe tomar las riendas de nuestras decisiones, por mucho currículum que lo avale.

Saber todo de “todo” es una entelequia, pero pretender saber todo de “algo” es una constatación de soberbia. Muy al contrario, cuanto mas se sabe de “algo”, mas se constata la enorme cantidad de cosas que ignora de ese asunto. Que nadie limite nuestra “curiosidad por las cosas y por la vida”, si aún nos queda después de la enseñanza en la escuela, la educación familiar y el paso por la Universidad, conservémosla, es un atributo escaso…





jueves, 4 de junio de 2009

El Faro


La sociedad en la que nos desenvolvemos, ha creado por leyes y costumbres unos módulos de comportamiento, que asume como normales, recogidos en “ritos” que repetimos de modo incansable, generalmente porque “lo hacen todos”. Además, el propio entorno es muy crítico e intransigente con quienes no se someten a estos comportamientos “normales”, parece como si la supervivencia de ese entramado, dependiera principalmente de neutralizar a los disidentes, con mensajes subliminales de exclusión.

Vivimos por tanto, muy condicionados por las opiniones ajenas, nos imponemos una disciplina de actuación, aunque en nuestro fuero interno no la compartamos. Amoldarse, parece que es la consigna, es curioso que sea así, porque la ciencia dice, que los seres humanos al nacer somos todos diferentes, únicos e irrepetibles.

Una gran mayoría, denostamos la monotonía de nuestros días y solemos contar a todo el que nos quiere escuchar la insatisfacción que nos produce hacer lo mismo, día tras día, mes tras mes. Pero no reflexionamos con la misma intensidad, que quien no pone empeño y esfuerzo por ser diferente, difícilmente puede cambiar su realidad. Bien es cierto, que este intento por cambiar cosas, conlleva riesgos, la creatividad no es propia de quienes adoptamos un comportamiento “seguidista”; para poder plantearla, es imprescindible ser diferente. Nadar contra corriente, es un empeño que produce cansancio y plantea grandes dificultades para conseguir remontar, es mejor dejarse llevar, poco a poco, hasta el remanso del valle; pero aquí la naturaleza otra vez nos enseña ejemplos, los salmones si hubiesen adoptado la posición placentera, haría muchísimos años que se habrían extinguido.

De un nacimiento diferencial y único, crecemos bajo unas pautas de conducta que persiguen una homogeneización integral con la mayoría grupal. Éste es sin duda el paradigma de nuestra permanente insatisfacción, no es solo que lo que hacemos no nos gusta, es mucho más, es que hemos limitado muestras cualidades intrínsecas, en la búsqueda de la integración social, acallando cada día nuestro “yo irrepetible”, le ponemos fronteras a nuestro campo y nos empequeñecemos, más y más, para ser grandes, que paradoja ¿verdad?.

¿Qué perdería la sociedad asumiendo a sus miembros como son?, nada, no perdería nada, muy al contrario ganaría mucho. Sería eso sí, menos coercitiva y mucho mas integradora. Pretender establecer, lo que debemos querer todos, es la demostración palpable de una gran soberbia, asumir que un conjunto no identificable, nos impondrá nuestra conducta, efectivamente sí, acaba siendo extraordinariamente aburrido. Ser “copias” es aceptar la mediocridad.

Si nos lamentamos de lo que hacemos, pero lo repetimos, nunca lo cambiaremos. Quienes lograron y logran avances sociales en cualquier campo, empezaron siendo diferentes e incluso incomprendidos, pero como no escucharon a los “agoreros de turno”, consiguieron avances y muy relevantes. No me refiero en mi escrito al mundo del trabajo, extraordinariamente estratificado y en muchos casos alienantes, en donde la ”jerarquía” es el fundamento; aunque algunas empresas vanguardistas, ya han comprendido que el mayor activo que tiene una empresa son las personas. Sí, ya se que son pocas, pero las hay, por algún punto hay que comenzar.

Sigamos el ejemplo de ese faro que preside esta foto; solo, azotado por el viento, pero firme y vigilante, porque sabe que tiene el reconocimiento, el respeto y el cariño de mucha gente. Si hubiera querido homogeneizarse, ya no existiría. Eso mismo hemos de hacer con nuestra singularidad, no busquemos la comprensión global, contentémonos con tener la de los que verdaderamente nos conocen y quieren, porque los demás, francamente, no importan.
´

jueves, 28 de mayo de 2009

El mejor




Querer ser siempre el "mejor" en cualquiera de las facetas de nuestra vida, conduce irremediablemente a considerar una posición poco adecuada ser "bueno". Quienes buscan permanentemente la medalla de oro, obtener plata o broce es sinónimo de fracaso. La perfección total debe ser interpretada como un estándar de vida inalcanzable, solamente debería ser incorporada como una tendencia hacia, pero nunca como un objetivo.

Un perfeccionista incorpora en sus pautas de comportamiento un mimetismo permanente de sobresalir en todos los casos. Cualquier error lo percibe como una gran catástrofe, lo interioriza como si fuese un fracaso; tan atribulado se siente, que es incapaz de utilizarlo para perfeccionarse, centra el debate en las mil una razones por las cuales este hecho nunca debió ocurrir. Deja que le atenace la frustración, se crea tensión y se torna triste, por el enfado de su incomprensible "fallo". No haber sido suficientemente efectivo, les provoca un sentimiento profundo de humillación.

No es un planteamiento ajeno al entorno social, todo lo que nos rodea está sembrado de mensajes para sensibilizar en la necesidad de destacar y sobresalir; tanto en los signos externos como en las acciones diarias. No comportarse con el debido equilibrio, para fijarnos nuestras propias metas, ponderando para ello nuestras capacidades reales, conlleva una fuerte apuesta por el sufrimiento. Ese afán desmedido, no nos dejará sentir la placidez del logro obtenido, aunque éste no sea la mejor "marca". Incorporar esta actitud, como brújula de nuestro comportamiento vital, es como enviar una carta a los Reyes Magos de Oriente, pidiéndoles que nos traigan complicaciones. No hará falta que insistamos tanto como con el tren eléctrico - que a lo mejor nunca nos lo trajeron - tengamos la seguridad que nos llegarán y fuertes.

Somos seres revestidos de imperfecciones, cuanto mas pronto lo incorporemos en nuestro bagaje, mejor. La perfección no existe, es un ideal impropio. Ser bueno en un cometido determinado, ya es un logro muy importante: incorporar el deseo de ser el mejor, es una meta absurda y efímera a la vez, porque suponiendo que lo consigamos, tendrá los días contados, siempre habrá un "después" que nos relegará a un segundo lugar. De "bueno" difícilmente nos desplazarán. Pero con la misma intensidad debemos huir de la mediocridad, esa senda conformista y negativa, que nos sumirá - en caída libre - en un agujero negro insondable. Nunca son buenos los extremos, pero en éste caso de modo muy especial.

Estamos en la época de la excelencia, hasta en la empresa se habla de ella, para definir un paradigma de gestión. Incluso se establecen certámenes para señalar de modo público aquellas organizaciones que han alcanzado estos niveles; hay sistemas y procedimientos para evaluarla numéricamente. Pero la excelencia es un punto intermedio entre la perfección y la mediocridad, es lograr el objetivo acorde con los medios disponibles, aportándole nuestros esfuerzos equilibrados, según nuestras circunstancias. En este aspecto, creo que no se debe confundir el medio, con un fin.

No hay nada que nos produzca tanta satisfacción como el trabajo bien hecho. Puestos en esta tesitura, debemos poner empeño en ello, pero en ningún caso convertirlo en una obsesión. Lograr un objetivo produce satisfacción, pero doblarlo e intentar conseguirlo, seguro que no nos producirá el doble de satisfacción... El mejor es tan efímero como la belleza de la flor de la foto...se desvanece con un pequeño soplo de brisa.

Foto cedida por Nuria: http://nuria-vagalume.blogspot.com




domingo, 24 de mayo de 2009

cometa / cachirulo


Dice Hilario Camacho en una de sus canciones: “Hace tiempo era un niño, buen cazador de nubes y hasta el cielo subía por las sumas de escaleras, de los hilos, que son, de mis cometas” (no se si es textual, lo escribo recordando).

He sido volador de cometas (empinar cachirulos, como se dice en Valencia), hasta hace no muchos años; durante un tiempo me las hacía yo, me conseguía las cañas una entrañable persona mayor, que ahora debe tener mas de noventa años, que casi diría con certeza, que nunca dejo de ser niño, al menos mentalmente ¡que suerte!, y que valor… En Valencia, se practicaba mayoritariamente en Semana Santa y Pascua.

Como todo en la vida, es un “arte” no exento de dificultad, pero cuando has practicado durante años, solo las “encalmadas de poniente” pueden contigo, y aun así corriendo un poco (o mucho, mucho) también se consigue. No hay nada comparable a la cara de un niño – compensa totalmente el esfuerzo -, cuando el cachirulo, comienza a remontar y luego sube y sube y sube…, su asombro era casi equivalente a mi satisfacción, no hay tarea más noble que despertar la curiosidad de un niño. Lástima que cada vez con mayor frecuencia lo intentemos con algo que está - como yo digo - “enlatado”.

Cuando yo era pequeño, los más mayores me enseñaron, a recortar un papel en forma circular, hacerle un orificio en el centro y luego un corte desde la parte exterior, para poderlo introducir en el hilo. La costumbre era escribir un mensaje en el papel, precisamente para mandárselo a las nubes…, Costumbre que también extendí, pero creo que con poca fortuna porque, quienes lo hicieron en su día, han crecido pero no lo han transmitido, es decir la cadena se romperá. Doy fe, que no ha sido por falta de empeño mío, sino mas bien porque la competencia es muy fuerte; por si no sabéis, ya no hace falta esta “nadería”, ahora están los sms, que despiertan menos la imaginación y corrompen el lenguaje, pero son mucho mas efectivos y menos difusos… ¿un mensaje a las nubes… dice? ¿a qué nubes? ¿pero tienen buzón de correo?. Y otras preguntas llenas de tecnología y progreso, que es lo que “mola”. Para concluir con un “se la va la olla” (muy contundente)

Mantengo en mi trastero, como mínimo dos cachirulos (cometas), una estrella de 6 puntas (artesanal), de un metro veinte centímetros entre puntas opuestas, de papel “cebolla” y cada punta con su opuesta del mismo color. Tirantes de hilo de “palomar” encerado y perfectamente compensados. El otro es menos espectacular pero más tradicional, es un exágono, de cartel de película de cine.

Cuando contemplé la foto que preside este escrito, me invadió una nostalgia tan intensa, que el primer efecto reflejo, fue levantarme y bajar al trastero, pero a medio camino “aborté la maniobra de despegue” y regresé presto a la cómoda y protectora poltrona. La imaginación desbordada por la emoción, me jugaba malas pasadas y me repetía, machaconamente una y otra vez, ¡no vayas!, ¡no vayas!, te preguntarán porque no los sacas de tan recóndito lugar, un sótano-garaje de segundo nivel. Francamente me entró “miedo”, porque no tengo respuesta, que entiendan fácilmente artilugios de ayer.

Tendría que empezar a hablarles de que las cosas cambian y los tiempos evolucionan y tengo el convencimiento que cuando terminase, tras un breve silencio, me volverían a decir, “si, si, todo eso está bien pero ¿por qué no nos llevas al viento?” ¿es que ya no hay Pascua y Semana Santa?. Ya he aprendido hace tiempo que las preguntas sencillas, son muy difíciles de responder y más si uno no puede citar bibliografía “ad hoc”.

Pero he querido tributarles al menos este homenaje, ser protagonistas de una historia nostálgica y puede que hasta cursi, con el permiso de los que lo leeréis. Gracias a la autora de la foto, que preside este escrito, por haberme devuelto imágenes inolvidables, aparcadas muy al fondo.

Ser como somos, creo que no implica olvidar como fuimos, sobre todo si sabe a aíre fresco. La pascua que viene “empinaré la estrella”… si no llueve, claro.






lunes, 18 de mayo de 2009

Buena vida



Por mucho que nos empeñemos en mirar a nuestro alrededor tratando de identificar los "culpables" de lo que nos pasa, la responsabilidad seguirá siendo nuestra, no es de los demás. Somos nosotros nuestros principales "enemigos", no hace falta la colaboración externa, si nos empeñamos con intensidad, tenemos suficiente fuerza para dificultarnos ser felices por mucho tiempo.

Somos proclives a identificar toda la buena suerte, que tienen los que nos rodean y por contra la poca fortuna, que tenemos nosotros y lo hacemos con reticencia. Pero deberíamos recordar, que lo que queremos y lo que necesitamos, son conceptos habitualmente divergentes. Tener una buena vida, no es estar exentos de momentos malos o negativos, porque éstos aunque los veamos como montañas inexpugnables, también pasan y se alejan y nos permiten curtirnos al superarlos. Si nuestras expectativas no están alineadas con nuestra realidad, no tenderemos éxito en la incansable búsqueda de la "buena vida".

Puestos en el sendero, veamos si podemos encontrar el camino. La libertad y el tiempo para el sosiego y la relajación, no lo venden y por tanto cada vez más, somos incapaces de proporcionárnoslo, eso sí, tiempo para otras actividades superfluas e intrascendentes, si tenemos. Programar nuestra vida, combinando trabajo y ocio es una tarea cada vez menos fácil, tenemos énfasis en el primero, pero somos muy torpes en el segundo; tan es así, que en el mundo ha proliferado con éxito la "industria del ocio", porque cuando nos lo venden en "lata", tasado en tiempo y de forma masiva y/o multitudinaria, ya nos va, eso si que sabemos como hacerlo. Porque hasta para el ocio, necesitamos también ser reconocidos por lo que hemos hecho (cuanto más exótico mejor), que por lo que verdaderamente somos.

A fuerza de practicar esta actitud, perdemos la capacidad para abstraernos y recogernos, pasamos deprisa por delante de las "estaciones", que nos proporcionarían sosiego, como si fuéramos trenes expreso de largo recorrido sin parada, porque los trenes de cercanías, son demasiado intrascendentes para nuestras expectativas.

Tener tiempo para relacionarse con los que nos rodean, hablar de cosas no trascendentes, sonreír, saludar, ayudar, compartir y tolerar, eso si que es darse "buena vida", si además podemos contemplar un buen paisaje con mar, aunque sea en foto, puede que nos pongamos pronto en la ruta de la "excelente vida"... de modo sencillo, claro ¿qué nos pensábamos?.




Foto cedida por Nuria: http://nuria-vagalume.blogspot.com


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