lunes, 23 de julio de 2012

Ajustes o castigos



Sólo hay una regla para todos los políticos del mundo: no digas en el poder lo que decías en la oposición.  (John Galsworthy)

Ni siquiera ante una emergencia nacional, como la que estamos viviendo; los dos grandes partidos políticos, logran hilvanar un discurso que nos informe y aclare las circunstancias. Como siempre los argumentos más contundentes que encuentran son: a) si la situación viene provocada por acciones pasadas y hasta donde llega ese pasado, para tratar de dar orígenes que no sean de gobiernos propios; b) el famoso “y vosotros más”, tan frecuente para no afrontar las realidades y querer que los ciudadanos nos conformemos con lo que “hay”, puesto que es un mal menor; c) la oscuridad del lenguaje cargado de medias palabras, declaraciones apelando a la urgencia y considerándonos a todos “niños de teta”, a los que hay que proteger y educar con el castigo.

Absolutamente desconcertante y frustrante. Si esta colección de “gentes”, son las que nos van a sacar de donde estamos, será por casualidad; porque las apariencias son de una gran incompetencia, cargada de pedantería y orgullo. Parecen personajes en busca de autor. Mientras tanto los ciudadanos “de a pie”, los que dedicamos o hemos dedicado nuestra vida a trabajar lo mejor que hemos sabido o podido, vemos como gestores de poco nivel, disfrazan sus fracasos de palabras grandilocuentes y tratan de confundirnos con mensajes vacíos. Todo por no afrontar la realidad y asumir su falta de acierto.

Lo lamentable es que no podemos hacer nada, salvo esperar. Conectar el televisor y la radio con temor a oír noticias más desfavorables, repetidas hasta la saciedad, por unos medios de comunicación que confunden el concepto de noticia y lo asimilan  exclusivamente a tragedia. Y por si fuera poco, florecen cada vez con mayor frecuencia, sabiondos/as, agoreros y mesiánicos, que con insistencia machacona, cuentan lo bueno o lo malo de las medidas que se están habilitando, en ese baile repetitivo, según al partido que representan o defienden y no en función de la efectividad razonada.

El resultado práctico es que en la sociedad se ha reinstalado el miedo, en sus peores connotaciones; porque es un miedo al mañana, se da por  seguro que el panorama será peor que hoy y ayer. Todos asumen - a estas fechas - que vivirán peor y tendrán que soportar “penitencias” hayan pecado o no. Todos somos culpables de los desmanes de unos pocos, sobre todo políticos y especuladores que con sus acciones de “modernos faraones” han gastado como si fuéramos multimillonarios, siendo en realidad de clase media a menos.

Que paliza le están dando a la democracia. Que barrida le están pegando al parlamento. A que nivel tan bajo han relegado al discurso político, más próximo a una discusión de “barrio”; con palabras para descalificar y lleno de comentarios ofensivos,  tanto desde la tribuna como desde el hemiciclo; como si se tratará de agredir más que de resolver. En definitiva, que vergüenza. Si nuestra representación es ésta, que “malos” somos eligiendo.

Lo que acecha desde la oscuridad, produce pesadillas. La claridad y la luz, siempre alejan el miedo. La verdad siempre produce menos dolor, que la mentira y/o la media verdad.   

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