Dice Álex Rovira en su
libro “La buena crisis”, citando al
químico y psicólogo Luis Muñiz: “Nuestra
vida cotidiana nos lleva al límite. Y la única forma de sobrepasar ese límite
es con el humor, con ese reírnos de nosotros mismos, que es una capacidad especial, propia de gente sana que no coloca
el ego por encima de la inteligencia. El dramatismo implica sentirse más
importante que los demás. La importancia que nos damos a nosotros mismos es nuestra
propia destrucción. Hay mucha sociabilidad, pero ninguna autenticidad en la
comunicación. El psiquiatra Víctor Frankl decía que lo que más falta hacía en
el mundo era la humildad, y el humor es la humildad natural del ser humano. El
humor es un nivel de percepción del mundo, la capacidad de ver los contrastes,
los sinsentidos. Requiere mucha espontaneidad y creatividad y un sentido de
libertad tremendo. Es capacidad de asombro y de descubrir significado.”
Tener sentido del humor,
es una cualidad poco común, o mejor dicho, queremos sentido del humor para los
demás, pero no aceptamos con el mismo talante, cuando somos nosotros los que
tenemos que practicarlo. La “finta” más efectiva para atacar las circunstancias
de la vida, es demostrar capacidad para enfocarlas desde un punto de vista
desenfadado y a ser posible cargado de humor.
Es una combinación
difícil, nuestra posición siempre es proclive a la solemnidad y para dar una
interpretación desenfada a los acontecimientos, hace falta una buena dosis de humildad,
pero no falsa humildad; como vamos a interiorizar esta práctica si lo que
admira la sociedad que nos rodea, es el triunfo exento de fallos. Tenemos en la
mente la imagen sesgada, de que reconocer con sinceridad un error, es tal como
asumir una derrota y nada más lejos la realidad, con esa asunción, estamos poniendo “la
primera piedra” para resolverlo.
Si nuestro
comportamiento fuese más espontáneo y menos “artificial”, todas nuestras
manifestaciones resultarían más
naturales; aunque nos parezca que perderían relevancia. Solo los fatuos,
necesitan ampulosidad en el gesto y soberbia en el ademán, para sentirse
seguros de si mismos, a través de la distancia que generan. En el corto plazo,
es posible que “cosechen”, pero en el largo plazo sentirán sobre sí, la
esterilidad que transmite la falta de amigos
de verdad.
Las personas que se
relacionan con nosotros de modo espontáneo, libre de todo interés, no evaluarán
nunca nuestros actos por la ampulosidad de los mismos, estarán mucho más
cómodos con una visión real de los mismos, aunque para ello debamos asumir con humildad y cierto grado de humor, nuestro
propios fallos. Comunicarse con autenticidad, es alejar de nuestras relaciones
con los amigos, las posiciones rígidas y
exentas de reconocimiento, quienes nos han ofrecido su compañía, pretenden
mantenerla con la persona y en el fondo les interesa muy poco el personaje.
Tener sentido del humor,
no implica falta de rigor, muy al contrario, seguro que pone en evidencia
puntos de vista, que no habrían aflorado, si se hubiese dado otro enfoque de
apariencia más trascendente.
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