martes, 31 de marzo de 2009

Excusas


No aceptar, que la responsabilidad de lo que nos sucede es nuestra en su totalidad y fijar nuestros mayores esfuerzos en tratar de identificar a otros, como los artífices principales de los acontecimientos negativos, buscando con ello “aliviarnos”, con la consolidación de la impotencia para el cambio; es cuanto menos una inconsciencia. La principal implicación es que cimentamos una posición mental, propicia al continuismo y por tanto interiorizamos la falta de voluntad, para superar lo no deseable.

Es más fácil encontrar excusas, que buscar razones. Pero no es con esa posición como se solucionarán nuestros problemas. Para ponerse en la postura adecuada, lo primero que hay que hacer, es asumir los errores, sin ningún recato. Sentirse participe principal de los mismos, es una motivación necesaria, pero no suficiente, para tratar de cambiar las cosas, quienes nos empeñamos en identificar “culpables” externos, dificultamos seriamente la vuelta a la normalidad. La motivación suficiente, viene de la mano del deseo firme y decidido, para aportar todo nuestro empeño en la superación; aplicando el esfuerzo mental y/o físico para ello, sin excusa ni pretexto.

Conviene recordar, que la mayoría de los que reciben reconocimientos o premios, dedican una buena parte al comienzo del discurso, que pronuncian al recibirlo; a poner en evidencia la sorpresa y señalar la falta de merecimientos para ser acreedor de los mismos. Como en sentido contrario, quienes no lo ganan, aunque queden en lugares destacados, son muy proclives a encontrar o identificar, influencias externas negativas propiciatorias; potenciadas por la opinión de sus más allegados.

Evitemos buscar culpables, asumamos con rapidez, que lo que nos sucede, lo motivamos principalmente por nuestras propias acciones y omisiones; pongamos en marcha las fueras necesarias para salir del “embrollo”, sin refugiarnos en el victimismo estéril, para tratar de encontrar un responsable de nuestros reveses, a quien adjudicar la causa de nuestros “males”.

La mayoría de los fracasos que tenemos, van precedidos de una ingente cantidad de excusas, que unidas a la creencia de la existencia de influencias negativas de otras personas, diseñan un escenario, en el que la única realidad es el consumo innecesario de tiempo y energía, impidiéndonos con esa fijación inútil, emplearlos ambos en la aplicación a proyectos de vida, constructivos y gratificantes, que nos aporten felicidad y nos compensen de la insatisfacción. Cuando nos queramos dar cuenta, ya tendremos otra causa para lamentarnos, a saber, “la falta de tiempo”.
No es solo el talento el que capacita para hacer cosas, es mucho mas la voluntad de conseguirlas, quien potencia y acerca su consecución. No todos los grandes logros, son provocados por personas brillantes y actuaciones altamente singulares, hay buen número de ellas que son logradas por gente normal, pero revestidas de una fuerte voluntad y potenciadas por su constancia en la dirección hacia el objetivo deseado, sin cejar el empeño a la primera dificultad.

¿ Si culpamos a los demás de nuestros fracasos, también les otorgaremos el crédito de nuestros éxitos?. No aceptemos como norma de conducta, nuestras propias excusas, porque conduciremos con una venda en los ojos, es decir, con gran riesgo y alta ineficacia.

jueves, 26 de marzo de 2009

Pretérito imperfecto.


Una de las pasiones a las que dedicamos buena parte de nuestro tiempo, es rememorar el pasado, pero intentado imaginar, qué o cómo hubiese sido determinada circunstancia, si nos hubiéramos comportado de una manera diferente o si nuestras palabras hubiesen sido otras. Tarea inútil y llena de connotaciones negativas.

Podemos pensar, como podríamos haber soslayado esos hechos, que tanto nos preocupan, para no “andar a cuestas” con ellos y no vivir limitados al rememorarlos; pero conviene que interioricemos rápidamente, lo absurdo de tal proceder. Aunque detectásemos la “clave”, no la podríamos ejecutar, no hay moviola. Esa es la cuestión, no se puede volver al pasado para cambiarlo y desde luego es absurdo tratar de vivir en él. Los problemas y los remordimientos de las cosas sucedidas, hay que dejarlos al pie del camino, olvidarse y no anclarse en un análisis “circular” y claramente nocivo. No obtendremos nada positivo, de evocarlos con frecuencia y plantearnos, “como hubiera sido si…”; es una actividad estéril, lo que fue ya fue

No podremos hacer cosas relevantes, si una parte importante del tiempo, lo dedicamos a rememorar cuantos acontecimientos negativos nos han sucedido y recrearnos en la poca fortuna que tenemos. Todos los momentos dedicados a esa actividad es tiempo perdido para siempre, limita nuestra capacidad de acción en el presente y nos da más motivos, en el futuro, para lamentarnos de las cosas no realizadas en su momento, sin que apreciemos que hemos ocupado una buena parte de nuestro tiempo de acción, en reflexiones inútiles sobre acontecimientos que en ningún caso podremos variar. Hay que asumir, aprender y pasar página; rememorar es volver atrás.

Cada minuto del presente, que dedicamos al pasado, es tiempo, que hurtamos a nuestra capacidad de tener éxito profesional o personal. Lo que importa es el hoy y la dirección que adoptamos para ir hacia el mañana, eso si que es relevante. Afectarnos por lo que sucedió o temer lo que vendrá, es malgastar el tiempo y creo, que todos sabemos, que éste es limitado - aunque nos comportemos como si no lo fuera -, insistiendo machaconamente en no aprovecharlo. No haber tenido un pasado gratificante, no infiere en absoluto a un futuro del mismo tenor, somos nosotros con nuestras acciones actuales las que modelamos lo que seremos.

La mayoría de las limitaciones que nos planteamos por nuestro pasado, son mentales en ningún caso se pueden aceptar como reales. Son nuestros “análisis espirales” las que las montan, cimentándose cada día más, por nuestra insistencia en permanecer en ellas. Lo que ha sido está en nuestro bagaje, viene con nosotros, pero sin constreñir. Pero lo importante es lo que podemos ser, no hay que olvidarlo nunca y sobre todo no considerarnos “obsoletos”, sea cual sea la edad que tengamos. Hacer es vivir, pararse es languidecer.




miércoles, 25 de marzo de 2009

Facilitar o dificultar




Deberíamos dedicar unos minutos al final del día, para repasar cuanto tiempo hemos dedicado a facilitarnos la vida y cuanto a dificultárnosla, seguramente nos asombraríamos del resultado; mayoritariamente, casi seguro, se inclinará por la segunda opción.

No está muy claro para nadie, cual es la razón, por la que la mayoría, nos dedicamos a complicarlos nuestro devenir diario innecesariamente, seguro que la reflexión individual, nos llevará a razonamientos del tipo: “bueno es que si los demás tuvieran que hacer…” “claro es que es muy fácil vivir cuando no hay que…” y un largo etcétera, que justifique nuestra tendencia ha estar atribulados.

Quizás sea porque la mayoría del tiempo lo planificamos para buscar y seguir “cosas” que no nos transmitirán nada, es como si persiguiéramos a fantasmas. Tenemos la enorme habilidad de relacionarnos con gran número de personas, que no nos reportan bienestar alguno, pero insistimos y no cortamos. Somos mas proclives a justificar la imposibilidad de evitar estos contactos y consolidar una insatisfacción más, que a ser consecuentes con nosotros y separarlos de nuestras vidas. Casi siempre, cuando definitivamente lo hacemos es a costa de mucho tiempo malgastado y muchas molestias; como diríamos coloquialmente, “demasiado tarde”. El daño ya está hecho.

Son demasiadas cosas externas las que nos empeñamos en “cargar”, como si no hubiera límite; pero no nos percatamos que insistiendo, lograremos que nos aplasten. Tenemos un parco sentido de lo que es la felicidad y desde luego en este caso no lo aplicamos. La felicidad, no es lo que creen o nos imponen los demás, es lo que nosotros notamos, que nos beneficia; todo lo demás son relaciones o acciones baldías, faltas de sentido y por tanto absolutamente reprobables. Buscar mentalmente, estados y circunstancias diferentes a las nuestras para ser feliz, sin poner empeño en corregir lo que nos impide sentirnos mejor, es como verter cubos de agua al mar, esperando que se minore la salinidad.

La felicidad individual, es una responsabilidad nuestra, en absoluto es de los demás. La propiciamos con nuestras acciones, pero también la dificultamos con ellas y la mayoría somos más efectivos en lo segundo, que en lo primero. Los demás deben de ayudarnos en esa búsqueda permanente y en ningún caso dificultarnos su logro. Debemos saber separar de nuestras vidas en tiempo y forma lo superfluo, para evitar, que se asiente con carácter de perpetuidad y nos agobie.

Si buscamos nuestra felicidad y no la conseguimos, es que lo hacemos en lugares equivocados. Pero es nuestro principal objetivo… lo demás son excusas y conviene que no las interioricemos como imponderables, ponemos en juego mucho…

Nada más y nada menos, que toda una vida. ¡Casi nada! …




domingo, 22 de marzo de 2009

Organización


Ya se, que en el fondo, todos somos algo ácratas y bastante desorganizados. Lo primero es sinónimo de búsqueda de independencia; todos queremos altos grados de autonomía; buscamos con insistencia la carencia de acciones coercitivas, que nos obliguen a plantear nuestra vida de modo determinista y carente de adecuada espontaneidad. Estamos en contra de la norma limitante.

Lo segundo, casi lo entendemos como un signo de singularidad, la desorganización es como un marchamo de genialidad. Los organizados, si además son contables, son insoportables; gente que piden permiso al pie antes de dar el paso o buscan la predicción del tiempo para salir de casa; como si el tiempo cambiase o facilitase algo de nuestra vida.

Además conciliar vida y trabajo, siempre ha sido una de las asignaturas pendientes para todos. Una ú otro nos condicionan y nos invaden. Vamos con prisa y premura, por carencias en uno de los dos escenarios. Pero sin embargo, no pensamos con firmeza como organizarnos, como evitar la improvisación cotidiana, como hacer, lo que hay que hacer, pero en tiempo y forma. “Perder el tiempo” en paliar la desorganización, es curiosamente, ganar tiempo.

La posición organizadora, torna la vida más sencilla. Cuando en uno de los dos ámbitos señalados, somos como un “desastre”, acabamos afectándonos de forma integral. No resolver nuestros asuntos personales, por falta de planificación adecuada, acabara afectando a nuestra vida laboral, nos tornará menos eficientes, más distraídos y acumulará asuntos por resolver, que a su vez irán minando nuestras vivencias personales. Sumidos en este bloque sin fin todo lo demás ya lo conocemos… es lo que vivimos cotidianamente.

El establecimiento de prioridades es básico, la aplicación del bien escaso “tiempo” de modo adecuado, nos facilitará enormemente nuestro día a día, procurando evitar la acumulación de asuntos por resolver, que vayan convirtiéndose en una maraña, cada vez mas tupida, que dificulte seriamente la resolución de nuestros asuntos. Estamos cómodos en la trivialidad y somos poco proclives a enfocar los temas importantes a tiempo y con la aplicación de recursos necesaria. Estamos mas predispuestos a abrumarnos con la imposibilidad de resolución, por la gran cantidad de asuntos, que nos apremian y dejarnos llevar por la suave corriente del conformismo, unido a cierto grado de resignación.

Cuando uno vive desorganizado, sea cual sea la causa; el momento para comenzar a cambiar estas pautas nocivas, no es mañana, ni la semana que viene, ni el próximo mes; es hoy. Sin dilación ni escusa. Ponernos muros a nosotros mismos, con el desorden crónico en el que vivimos, es una huida de la responsabilidad que implica, repasar lo pendiente, priorizar y resolver. Sin analizar adecuadamente nuestras prioridades y los objetivos a largo plazo, que nos hayamos marcado, mal vamos; viviremos estresados y adjudicaremos nuestras carencias, a la falta de tiempo; tapando con ello nuestro verdadero problema: ¡la falta de orden!.


jueves, 19 de marzo de 2009

Amigos




El nacimiento determina la familia, que uno tendrá a lo largo de su vida, permanecerá mas o menos cohesionada, pero en ella hemos nacido y deberemos continuar. Sin embargo a nadie, con el propio nacimiento le adjudican, además, una colección de amigos; éstos los conformamos nosotros con mayor o menor acierto. Pero en todo caso somos libres o casi libres para ello. El proceso de selección es determinante, de su bondad dependerá, en parte, el buen resultado final de esas relaciones. No cabe duda, es preferible, buscar calidad y no cantidad.

La amistad, por tanto, es una consolidación refleja de nuestras preferencias; generalmente motivadas por circunstancias diversas y poco concretas. Hay multitud de mensajes internos, para decidir aproximarse a unos o a otros. Habitualmente es más frecuente, que lo hagamos con personas que viven en nuestro entorno, estudian o estudiaron con nosotros, comparten aficiones, son de la misma profesión, trabajan en la misma empresa o empresas relacionadas y un largo etcétera. Pero siempre ha habido un momento determinante, en el que hemos percibido un mensaje interno, para permitir mayores aproximaciones. Hablo, claro está de relaciones que surgen de modo espontáneo, exentas de planificaciones interesadas..

Algunas amistades, son de una época pasada, tuvieron mucha importancia en determinadas circunstancias y se esfumaron por la distancia o la pérdida del contacto. Otras perduran, dormidas en espera de oportunidad, para renacer como si el tiempo no hubiese transcurrido. Pero las más relevantes, son las del día a día, éstas participan de nuestras vivencias y también nosotros lo hacemos de las suyas. Dejo fuera, el interés y/o la conveniencia, porque a mi me parecen formas espurias de amistad.

La verdad es, que no sabemos, el valor teórico patrimonial, que tenemos en este aspecto, hasta que las circunstancias de la vida, obligan o propician la puesta a prueba. Cuando acontecimientos especiales provocan la necesidad de consejo, compañía o atención, es cuando verdaderamente los que nos rodean, cobran importancia de gigante o se desvanecen como castillos de naipes. Mejor no probar y hacerlo solo en caso de necesidad, en ocasiones, en la ignorancia se vive mejor.

El fracaso, no es exclusivamente responsabilidad de los demás, no son solo ellos los que no estuvieron a la altura de las circunstancias; también nosotros debemos adjudicarnos una parte, sobre todo la que corresponde al resultado fallido por una selección inadecuada o falta de análisis. Hacer amistades debe de enmarcarse dentro de los procesos que han de ejecutarse con lentitud, sin prisas. El “encanto” solo es válido en los primeros contactos, después con seriedad hemos de ponderar si hay algo sólido en la persona y sobre todo exento de “maquillaje”.

Tampoco es aconsejable, pretender una homogeneidad excesiva, trabar contactos con personas de opiniones diversas y diferentes a las nuestras, es apostar por el enriquecimiento personal. Los entornos uniformes en mi opinión, suelen ser regresivos y hasta un poco alienantes. Si buscamos para nuestras relaciones de amistad, “clones” de nosotros mismos, limitaremos con fuerza nuestro propio desarrollo personal.

Si queremos lealtad, generosidad, sinceridad y apoyo, empecemos dándolo sin que se nos demande. El ejemplo es uno de los lazos mas fortalecedores y a la vez mas disuasorios.



Nota: Hoy es un gran día y Frio en Azul, propiciaron esta entrada.
Foto cedida por Nuria: http://nuria-vagalume.blogspot.com

lunes, 16 de marzo de 2009

Singularidad


Las aplicaciones prácticas son siempre mucho más dificultosas, que los fundamentos teóricos que las fundamentan. Tenemos una gran capacidad, para hacer análisis exhaustivos de todos los asuntos, pero somos menos eficientes en aplicarlos con habitualidad. Planificamos mucho mejor que actuamos.

Cuando nacemos somos absolutamente diferentes unos y otros, con el tiempo y la asimilación de la educación recibida, vamos estableciendo pautas de conducta muy comunes, aunque seguimos siendo distintos en la parte física. Encajar con el resto de la sociedad conlleva la servidumbre de adoptar “poses” socialmente admitidas y asumidas como ortodoxas. Es esta interiorización práctica, de esos fundamentos teóricos no escritos, las que nos va acercando a la homogeneidad necesaria, para relacionarnos con normalidad en nuestro entorno.

Perder la singularidad, es uno de los tributos que debemos pagar, para estar bien vistos. Quien se aleja de los cánones, aunque no moleste con su conducta, acaba estando “mal visto”; sin embargo sabemos, que históricamente, hacer todos lo mismo nunca ha sido la mejor forma de progresar, muy al contrario, quienes han provocado los cambios mas relevantes en nuestra sociedad, en muchas ocasiones, han sido “diferentes” y por tanto ampliamente contestados por su entorno.

Cada vez es mas complicado decidir con firmeza, seguir siendo como somos y no emular las conductas ajenas. Las excentricidades se pagan socialmente con el aislamiento. Aunque hacer lo que queremos – sin molestar -, nos proporciona más felicidad, no soportamos la presión y cedemos, con ello estaremos más integrados, pero seremos más infelices; es el peaje que hay que pagar, ya que la etiqueta de raro molesta mucho.

Nuestras opiniones sinceras, cimentadas con un comportamiento coherente y honesto, propiciando objetivos de vida adecuados y fieles a nuestros principios, son un certificado para la felicidad individual. Si dejamos aparcada esta posición y nos dejamos “clonar” con el modelo mayoritario, tendremos muchas relaciones, pero a cambio de ser cada vez menos auténticos; postura que sin duda nos pasará factura.

Tener un estilo de vida personal y sincero, es muy gratificante, enriquece nuestro entorno y nos hace mucho mas “auténticos”. Ser diferente es una cualidad encomiable; no acomodarse a la dulce corriente mayoritaria, es progresar y ser más feliz. La homogeneidad es monótona y aburrida.


Foto cedida por Nuria: http://nuria-vagalume.blogspot.com

domingo, 15 de marzo de 2009

Desánimo


Es muy difícil desenvolverse en la vida habitual, sin caer o haber caído en el desánimo, nos invade poco a poco, pero se instala con carácter estable y duradero. No somos diligentes en el tratamiento de este agente perturbador, nuestra primera posición es tratar de no identificarlo, resistirse a él, no asumirlo. Solemos “recrearnos”, con extensión e intensidad, en los sucesos propiciatorios del mismo; si se trata de nuestras relaciones personales, las que lo provocan, repasamos una y otra vez, la “villanía” de quien lo propició y pensamos, que adjudicándole más responsabilidades y exculpándonos, nos damos la razón, para permanecer en ese estado nefasto para nuestra felicidad, dado el alcance del suceso. Nos sentimos únicos en la defraudación. Solo nos “toca” a nosotros.

La verdad es que sea lo que sea lo que nos perturba, terminará, tarde o temprano se “esfumará” de nuestras vidas y poco a poco recobraremos nuestro estado natural; volviendo a poner y tener ilusión por los acontecimientos y/o las personas. Esta circunstancia sucederá, tanto si nos esforzamos por cambiar nuestra realidad o no, salvo que en el segundo caso, es decir, si no hacemos un plan mental para erradicarlo, permanecerá más tiempo.

Los psicólogos aconsejan, que cuando alguna circunstancia nos perturbe, no hagamos esfuerzos por ignorarla, no ofrezcamos resistencia, dejemos fluir nuestra naturaleza; cuanto mas experimentemos éste tipo de sentimientos negativos, mas pronto se alejarán de nosotros. Pensemos, además, cuantas circunstancias no deseadas hemos superado y pongamos “foco” en la mayor felicidad, que hemos experimentado al remontarlas. El sufrimiento es un estado complicado de sortear, pero debemos de tener presente siempre, que no se instala con carácter de perpetuidad; pasado el impacto, superada la crisis; nuestra mente nos encauzara de nuevo, siempre que no la limitamos, avivando los acontecimientos negativos, a base de repasarlos y contarlos una y otra vez, como si de una “moviola” se tratase.

El amanecer siempre minimiza, con su luz, la desesperanza de la noche. Las tribulaciones nocturnas, mejoran con el día. Antes o después las cosas mejoraran y volveremos al equilibrio. Son estos acontecimientos los que llenan nuestra historia personal, son ellos, los que nos enseñan para el futuro, nos fortalecen y nos alejan de la posible “repetición”, si somos consecuentes. Este tipo de circunstancias, nos dan carácter y nos hacen más fuertes. Los sucesos desfavorables acaban “saliendo” de nuestras vidas, se mudan; pero aún suponiendo que se perpetuasen, siempre los minimizaremos mejor, si los contemplamos desde un estado de ánimo más “templado”. La agitación y el desaliento, no suelen ser el mejor prisma, para analizar con imparcialidad lo que nos sucede.

Perder los sueños, es casi, como un modo de locura incipiente… Evitémoslo a toda costa.


domingo, 8 de marzo de 2009

Expectativa


Casi todos nos hemos sentido alguna vez, insatisfechos o incluso frustrados con los que nos relacionamos habitualmente; en la mayoría de las ocasiones porque no se han comportado “a altura de nuestras expectativas”, es decir, esperábamos más, tanto en palabras como en hechos.

Influidos por el enorme peso de nuestro enfado, no somos capaces de analizar cual o cuales han sido las causas de nuestra insatisfacción y con ello nos hacemos “trampas”, porque acrecentamos nuestro pensamiento de “desencanto” de modo estéril. Cabría pensar, en que medida, somos nosotros mismos quienes propiciamos estas situaciones; no porque nuestro comportamiento sea inadecuado, sino mas bien, porque quizás la postura de análisis sea segada.

Las expectativas que tenemos sobre los demás, podrían ser irreales, es decir, no acopladas a sus capacidades; difícilmente, por tanto, podrán complacernos. Pero también deberíamos pensar, si el número de demandas, que centramos en cada persona, es o no equilibrado. No hay duda que esperar muchas cosas de alguien, incrementa la probabilidad de insatisfacción, siempre habrá algo incumplido o retrasado, no por falta de voluntad, sino por imposibilidad manifiesta de resolver. Cuando el encargo o la confianza depositada, es poco apropiada, el resultado no puede ser positivo.

No debemos limitarnos solo a un análisis externo, debemos también, hacerlo a nivel personal; éste debe de girar en torno a la capacidad efectiva, que tenemos de explicar lo que desearíamos de cada relación y a exponerlo con claridad y eficiencia. Debemos meditar, sí en muchas ocasiones, los demás no responden adecuadamente a nuestras expectativas, porque no hemos sido capaces de exponer con claridad nuestros deseos.

Si no comunicamos de forma inequívoca, bien sea por temor a ser rechazados o por evitar el conocimiento público de nuestros verdaderos deseos; no debemos esperar cumplimientos firmes de demandas no transmitidas, no presupongamos “telepatía” en los demás. Manifestar con claridad nuestras preferencias, no es ser mas débiles, muy al contrario es cimentar las relaciones, al evitar equívocos superfluos.

Queremos interrelaciones fuertes y duraderas, pues para ello, seamos transparentes; evidenciemos con claridad nuestras expectativas y comuniquémoslas con detalle. Aclaremos cuales son muestras preferencias y no transfiramos responsabilidades por incumplimiento, cuando en muchas ocasiones, ni nosotros mismos conocemos lo que queremos. ¿Sabemos de verdad cuales son nuestras expectativas reales?. Nos haremos un gran favor respondiéndonos con sinceridad.

martes, 3 de marzo de 2009

La verdad

Somos de talante y acción cargados de “absolutos”: “si ó no”, “bien o mal”, “quiero ó no quiero”… esa rigidez nos coloca en posiciones francamente incómodas, para nosotros y los que nos rodean. Pasamos nuestro tiempo, admitiendo o rechazando y lo hacemos con tal habitualidad, que lo hemos convertido en la norma.

Lo esencial no es absoluto, lo esencial es claramente relativo, la relatividad es el camino de la tolerancia y la tolerancia es la antesala de la razón; no hablo, claro está, de la razón excluyente, me refiero a la razón integradora. Pasar buena parte de nuestro tiempo atenazados por “miradas rígidas” y análisis férreos, tiene un valor casi nulo, es un esfuerzo baldío; quien se dedica a diseccionar con tanta precisión los hechos o las personas, acaba solo y maltrecho. Nunca fui partidario de los maximalismos y me he sentido siempre contrario a la necedad y obcecación, que acaba transmitiendo, el sentirse poseedor de la verdad.

No es, la búsqueda de la verdad, lo que niego; es el uso de la misma para crear fronteras con los demás, eso es, lo que efectivamente me preocupa. Mi verdad, no es ni más ni menos, que una visión sesgada de los hechos, bajo el prisma de mis condicionamientos sociales, laborales y/o familiares. Mi verdad, solo es una ínfima parte de la Verdad. Quien no se enriquece con las posiciones de los demás, ayudándose con “relativos” a buscar la convergencia, se hace un flaco favor y dificulta la convivencia. Quien no está dispuesto a asumir, no es necesario que intente transmitir; es mejor que permanezca en su “castillo”, a salvo de opiniones discrepantes. Seguro, que acabará, sumido en el ostracismo, aferrado a su “razón”..

Ser “absoluto” y rígido no es ser más transparente y verídico, ni siquiera es ser consecuente; es, más bien, rodearse de un muro invisible, excluyente y limitante; es en definida tornarse difuso y no permitir contactos enriquecedores. En conclusión negarse y negar.

Lo verdadero es ligero como una pluma, se impulsa como la fuerza de la ola de mar adentro, rompe y reposa en la calma de la orilla, con cierto estruendo, si se quiere; pero sin aspavientos y/o exabruptos. Es el final o el comienzo de lo incierto, porque es éste quien lo impulsa.

La verdad es paz, tranquilidad y reposo, como la barca de la foto; no hace ruido y camina de puntillas sin molestar. La verdad es siempre relativa, por mucho que nos empeñemos en hacerla absoluta.

Foto cedida por Nuria: http://nuria-bagalume.blospot.com/

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...