jueves, 29 de diciembre de 2011

Apariencia


Dice Robert Greene en su libro “Las 48 Leyes del Poder”: “La gente de nuestro alrededor, incluso nuestro mejores amigos, siempre será, hasta cierto punto, misteriosa e insondable. Sus personalidades tienen recodos secretos que nunca revelan. La parte incomprensible de los demás sería muy inquietante si lo pensáramos detenidamente, ya que haría que fuera imposible juzgar a otras personas. Así que preferimos ignorar ese hecho y juzgar a la gente por su apariencia, por lo que es más visible a nuestros ojos – la ropa, los gestos, las palabras, las acciones - . En el ámbito social, son el barómetro de casi todos nuestros juicios y no debemos dejarnos convencer de que no sea así. Un paso en falso, un cambio extraño o repentino en la apariencia puede resultar desastroso.

Por este motivo es de vital importancia construir y mantener una reputación propia. Esa reputación hace protección en el peligroso juego de las apariencias, distrae a los ojos inquisitivos de los demás de descubrir cómo somos en realidad, y de cierto control sobre el modo en que el mundo nos juzga – una postura poderosa -. La reputación tiene un poder como la magia: con un toque de varita puede redoblar la fuerza”.

La apariencia es la clave que permite facilitar las relaciones sociales. En cualquier grupo son esos “tics”, que nos da la ropa, las maneras de comportamiento, los atributos que confieren determinados signos externos, etc., quienes realmente potencian o limitan, nuestra pertenencia a un determinado colectivo. No somos intrínsecamente nosotros, es lo que parecemos que somos, lo que nos abre y/o cierra “puertas”. Nuestras relaciones, en realidad, son mayoritariamente un intrincado laberinto de simulaciones, mas que un conjunto de realidades y/o sinceridades.

Las relaciones sociales – mayoritariamente – no están respaldadas por conocimientos profundos de las personas, es más, éstos en muchas ocasiones las limitan, cuando no las dificultan. Los tratos exquisitos y educados hacia los demás, están preferentemente cargados de superficialidad, como si las relaciones “aparentes” tratasen de suplantar a las reales Cuando se cumplen los requisitos formales de apariencia, que un determinado grupo social, impone de forma tácita o explícita para pertenecer a él; sus miembros no necesitan, ni exigen nada más.

Ésta es precisamente la fortaleza de esa cohesión tan férrea, a saber, pasar de “puntillas” con gestos y acciones amables, pero sin raíz. No es un acto de cinismo, es una necesidad. Nuestra vida no permite el conocimiento amplio de los que forman parte de nuestro entorno; tenemos siempre poco tiempo y a la vez mucha prisa; en multitud de ocasiones casi siempre estamos llegando tarde a algo, es nuestro sino. Lamentablemente en estas circunstancias no estamos para profundidades, lo hemos solventado con superficialidad avalada por signos externos acordes con la norma, si esto se cumple lo demás lo damos por cierto.

Lo importante en la vida no es tener, es ser. Para ser, hay que estar en armonía con uno mismo. La armonía con uno mismo requiere decencia y empatía. Sentir a los demás, es la felicidad misma. Esa felicidad es la plataforma necesaria, para ser…

domingo, 25 de diciembre de 2011

Sueño vital





Dice Fernando Savater en su libro “La tarea del héroe”: “La ética considera al hombre en cuanto ser activo, que proyecta y realiza un determinado sueño vital; que fracasa, que se arrepiente o que celebra su victoria; que puede decidirse en un instante contra todo lo que fue conducta pasada o preferir confirmarla pese a las adversas circunstancias. Pero la ética no se dedica a inventariar y describir los comportamientos: los valora. Su presupuesto básico se desdobla en dos afirmaciones coordinadas: en primer lugar, el hombre puede elegir su empresa, no se ve absolutamente compelido a ella, no es simple correa de transmisión de la fatalidad o del azar; en segundo lugar, hay ciertas acciones que deben ser hechas y otras que deben de ser evitadas y es posible justificar racionalmente tal deber”.

En la vida es mucho más fácil decir “si” que decir “no”. Para decir “no” generalmente, hay que tener un temple muy arraigado, fortalecido por nuestra decisión firme de ser fieles a nuestros pensamientos singulares. Hay que tener la valentía de disentir, aunque en ocasiones sea frente a una mayoría. En definitiva seguir nuestros postulados de conducta y no dejarse interferir por grupos sociales dominantes y estar dispuesto a caminar por la vida más en solitario.

La ética al valorar los comportamientos hace de fiel balanza para permitirnos identificar de nuestra acciones cuales están ajustadas a nuestros convencimientos. Deja a parte cualquier tentación de asumir postulados de otros, que acaban dejándonos muy insatisfechos y llenos de inseguridades, cuando en ocasiones hemos dicho “si”, teniendo muchísimas ganas de decir “no”, por complacer o eludir conflictos relacionales, sin darnos cuenta de que la mejor forma de establecer lazos fuertes es la sinceridad, aunque nuestra opinión sea discrepante.

La seguridad de que en la vida podemos elegir, produce una cierta sensación de “alivio”. El pensamiento reiterado fijando que nuestras acciones, sean cuales fueren, no cambiaría nuestras circunstancias, nos conduce directamente al fatalismo; que en realidad es una postura cómoda, porque permite la inacción exenta de remordimiento. Cuando no se hace nada, es difícil que se “coseche” algo y desde luego en muchos temas relevantes, los demás no pueden “hacer” por nosotros, aunque tengan disposición para ello.

Sin compromiso no hay acción, sin acción no hay cambio, sin cambio no hay progreso, sin progreso la vida se torna monótona, la monotonía soslaya siempre el compromiso.


Si buscamos una vida que tenga sentido, evitemos el conformismo o peor el “seguidismo”. Dejarse llevar es cómodo, pero tiene al final, escasos resultados prácticos.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Reflexionar


Dice Carlos Castilla del Pino en su libro “Dialéctica de la persona Dialéctica de la situación”: “El hombre – y en esto conserva un nexo con la pura animalidad – es mucho más un ser que hace, que un ser que piensa en el sentido estricto de esta palabra. No es que yo afirme que el hombre no piensa en lo que hace, pero sí que piensa en lo que hace, hizo o va hacer, mucho más que en el por qué hace, hizo o va hacer, determinada cosa. Hay dos acepciones distintas –y desde luego jerárquicamente diversas – del término pensar: hay un pensar como proyecto de la acción, un pensar aquello que inmediatamente va a convertirse en acto, por ejemplo, en este caso, pensar en levantarme y andar, y hay también un pensar en los motivos del acto y en el acto mismo. A estas dos últimas tareas se les llama reflexión. Y es, precisamente, atendiendo a esta última acepción del término pensar como puedo decir, según creo sin gran inexactitud, que el hombre es un ser que piensa estrictamente lo indispensable para hacer, mucho más que un ser que reflexiona”.

Entonces, esto que hacemos de rememorar de forma machacona e insistente, determinados hechos, repasándolos hasta el último detalle, conformándolos de nuevo e incluso reproduciendo diálogos, que nunca fueron estrictamente así, pero que nosotros nos empeñamos en discernir que hubiera sucedido, si éstos hubieran suplido a los reales, como si pretendiéramos conformar una “moviola” estructurada a nuestra comodidad, con la intención de corroborar nuestra “razón” o la sesgada incomprensión ajena.

La palabra “reflexión”, derivada del latín re-flectus, identifica la acción de doblar, curvar. Primer tropiezo; pero si nosotros en la acción descrita en el párrafo anterior, pretendemos casi exclusivamente consolidar nuestros criterios y tranquilizar nuestra conciencia constatando que hicimos o dijimos lo correcto. Fueron los demás, quienes no entendieron estas nobles intenciones, tergiversando y por tanto alterando su contenido en favor propio.

Si todo fue tan correcto, no es necesario reconsiderar con nuestro pensamiento sereno el resultado. Pero en la mayoría de los casos no es así. Nuestro subconsciente nos lleva a la reflexión, advirtiéndonos de forma subliminal, que nos haremos un gran favor, si nos “doblegamos” e intentamos identificar de cara al futuro, que modificaciones podemos aplicar en nuestra conducta y nuestras relaciones, para obtener mas y mejores satisfacciones. Es una cuestión de modestia y humildad, llevada a la práctica.

Para reflexionar, hay que sentirse otro. Para sentirse otro hay que apearse de rigideces. No ser rígido es un acto de generosidad con los “otros”. La generosidad obliga a pensar preferentemente en los demás. Pensar en los demás es plantearse un modo de vida “fértil”.

Como dice Castilla del Pino, Hay que tener “conciencia de la identidad de uno mismo”… fácil ¿no?.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Saltar con red


Dice Renato Descartes en su libro “Discurso del método”: “Mi tercera máxima consistía en tratar de vencerme a mí mismo y no a la fortuna; cambiar mis deseos y no el orden del mundo, y acostumbrarme a creer que sólo somos dueños de nuestros pensamientos de forma que, cuando hemos hecho todo lo posible con respecto a cosas que nos son ajenas, si salen mal es que eran completamente inasibles para nosotros.

Sólo esto me parecía suficiente para impedirme desear en el porvenir nada que no pudiese adquirir y, sin embargo, estar contento; pues no deseando nuestra voluntad más que aquello que el entendimiento presenta como posible, es evidente que si consideramos igualmente lejanos de nuestro poder todos los bienes que están fuera de nosotros, no nos causará mayor pena vernos privados de los que parecían correspondernos por nuestro origen….”.

Son nuestros deseos, quienes nos colocan en situaciones complicadas. No son en sí mismas las circunstancias y/o los objetos; al contrario somos nosotros quienes con nuestra avidez insaciable, nos ponemos metas poco asequibles o fijamos objetivos absolutamente desproporcionados a nuestras cualidades. Por mucho que nuestro agravio comparativo nos lleve a la conclusión, de que los demás son gente con suerte y nosotros no.

Dominar nuestros impulsos, conjugando lo posible con lo deseable, produce una gran satisfacción, no tanto por ese equilibrio intrínseco, sino más bien por la carencia de desasosiegos que provocarán los proyectos no logrados. Renunciar voluntariamente y por convencimiento a las materialidades superfluas, solo nos aportará satisfacción y equilibrio, es decir ganaremos en calidad de vida y constataremos de modo fehaciente, que éstas eran insustanciales.

Estar contento no es tenerlo todo, basta con estar satisfechos con lo mucho que se posee. No ser rehén de las consecuencias negativas que provocan las necesidades fútiles provocadas por las costumbres sociales, es el primer paso para vivir en armonía con uno mismo. Nada produce tanta satisfacción como alcanzar una meta – material o inmaterial - , cuando el logro ha sido posible por la aplicación proporcionada de cualidades y esfuerzos propios.

Medir la distancia es vital para no errar el salto. Saltar siempre comporta un grado de riesgo. El riesgo debe de ser asumido siempre de acuerdo con nuestras posibilidades. Nuestras posibilidades deben de regir - en equilibrio -, la conformación de nuestros deseos. Lograr nuestro deseos equilibrados, se asemeja a saltar con red.

Sólo somos dueños de nuestros pensamientos….

martes, 6 de diciembre de 2011

Dicotomía



Dice Carlos Castilla del Pino en su libro “Dialéctica de la persona, dialéctica de la situación”: “Todo hombre encierra dentro de sí mismo dos tendencias o grupos de tendencias que se oponen: una de ellas, busca la satisfacción y gratificación de impulsos instintivoafectivos egocéntricos, en virtud de los cuales tiende a posponer al otro – es decir, a los otros, a la sociedad – frente a sí. Otra mediante la cual está dispuesto a posponerse a sí mismo, con tal que encuentren satisfacción impulsos afectivos nacidos de la convivencia con sus semejantes: esto es, sacrifica su conciencia de sí en virtud de la satisfacción de su conciencia social….


El desarrollo pleno de la persona sólo se lleva a cabo si previamente ha tenido lugar la superación de la contradicción preexistente. Si esta superación no se obtiene, el hombre queda fijado en una etapa inmadura, y el conflicto personal –su contradicción interna su “neurosis” – se transforma en objeto y en fin y no en mera etapa de su evolución. El hombre en este sentido no es libre frente a sí mismo”.


Casi no me atrevo a comentar, el autor es tan preciso que deja pocos recovecos. Cualquier comentario parecerá un parche. Pero bueno al menos sabemos que esa contradicción la llevamos con nosotros, salvo que hayamos madurado o nos hayamos “sometido” a los usos y costumbres sociales, en detrimento de nuestra propia singularidad.


No me parece mal que nos empeñemos en la convivencia ordena da y pacífica con los que nos rodean, creo por el contrario que sin ella nuestra existencia estará muy empobrecida; pero otra cosa diferente es, que con la excusa de esa convivencia, cedamos al entorno social toda nuestra independencia, para convertirnos en fieles seguidores de principios de conducta arraigados para satisfacer no sabemos muy bien que, pero sin los cuales nuestro entorno no nos admite “como socios de pleno derecho”.


Tan rigurosos que somos juzgando el comportamiento de los demás y tan laxos para evaluar el nuestro. Tenemos toda una serie de argumentos muy convincentes, para asumir que nuestras pautas de conducta están motivadas por argumentos sólidos y llenos de significado, incluso cuando en realidad actuamos como no pensamos o conformamos nuestro pensamiento con el resultado de nuestras acciones, para tratar de “calmar” nuestra dicotomía interna.


Las sociedades, que coartan con tan machacona insistencia, las voluntades individuales para “domesticarlas” y convertirlas en el estándar determinado como “normal”, quedan frenadas en su evolución y mas todavía se tornan en sociedades poco libres. Quien individualmente no es capaz de mantenerse firme en sus convicciones, sacrificándolas en aras de una aceptación mayoritaria, vive permanentemente en una antinomia, que no le facilitará el equilibrio.


domingo, 4 de diciembre de 2011

Educar.

Dice Fernando Savater en su libro “El valor de educar”: “El profesor no solo, ni quizá principalmente, enseña con sus meros conocimientos científicos, sino con el arte persuasivo de su ascendiente sobre quienes le atienden: debe de ser capaz de seducir sin hipnotizar… Quizás la excesiva personalidad del maestro pueda dificultar o aun pervertir su función de mediador social ante los jóvenes, pero tengo por indudable que sin una cierta personalidad el maestro deja de serlo y se convierte en desganado gramófono o en policía ocasional. Es el momento de recordar que la pedagogía tiene mucho mas de arte que de ciencia, es decir que admite consejos y técnicas pero que nunca se domina más que por el ejercicio mismo de cada día, que tanto debe en los casos más afortunados a la intuición”

Este planteamiento, esta muy lejos de quienes entienden, que lo primero que hay que establecer es una distancia adecuada, que permita identificar con claridad, quien es el que sabe y quienes los que aprenden ( a corregir esto, la tarima no ayuda…) y para ello, toman la alternativa de exponer con cierto engolamiento displicente los conocimientos que quieren transmitir, como si con ello adquiriesen mayor rango o relevancia.

Es precisamente esta circunstancia la que en ocasiones transforma una determinada disciplina en un “hueso” difícil de roer y acumula alumnos curso a curso, dado que independientemente de los que no logran superarla, el mayor número que la engrosan, son aquellos que a mitad del curso lectivo ya ha decidido que no se presentarán. Porque no presentarse – cuando uno se ha esforzado – es un gesto claro de poca madurez y posiblemente el mayor fracaso de la tarea del profesor, quien no se presenta es que no está suficientemente motivado en el aprendizaje.

Estoy absolutamente de acuerdo, que quienes pretenden enseñar con exposiciones magistrales exentas de compromiso personal del profesor y realizadas de modo mecánico, por mucho rigor que tengan, son claramente poco útiles. Sin motivar no hay resultados, sin llegar a los presentes con la entrega absoluta de quienes les apasiona la labor que realizan, es muy difícil obtener resultados positivos, aunque la excusa posterior ante el fracaso masivo, sea la creencia en el desinterés general y la falta de dedicación y/o esfuerzo de los alumnos.

Quienes entienden la tarea como una acción diaria para ganarse la confianza y el respeto, por el trabajo realizado en la labor de acercamiento de los conocimientos, de modo riguroso pero sencillo y atractivo, sea cual sea la materia; “cosechan” muy buenos resultados y acaban el curso con el buen sabor de boca de haber completado un quehacer complicado, que han vencido con su entrega. Sin compromiso… pocas cosas se logran.

La educación implica cierta tiranía. De los profesores depende el grado. Sin recibir educación, no hay verdadera libertad. Ser libre es vencer a la ignorancia. La ignorancia, casi siempre le impide al hombre ser él mismo.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

La vida


Dice Luis Rojas Marcos en su libro “Convivir”: “La única vida que tenemos el poder de cambiar es la propia. Ahí radica la verdadera esperanza, sobre todo si estamos rodeados de personas que pertenecen al grupo de los protestones que no paran de expresar descontento, de exigir atención y reclamar cosas, pero rechazan la ayuda y rehúsan cualquier sugerencia o propuesta de cambio. En esta situación la mejor estrategia es dejar de participar en la trama paralizante de los “Jeremías” que nos hunden, liberarnos del pesado lastre que nos imponen y comenzar un nuevo capítulo de la vida. La meta es disfrutar del sentido vitalista y esperanzador que supone gobernar libre y razonablemente nuestra existencia”.

Gobernar nuestra existencia es la mejor actividad que podemos practicar día a día, pero además, separando sin ningún remordimiento a todos aquellos que dificultan este planteamiento. Los agoreros bien lejos es su lugar, junto con los pusilánimes y lábiles, que son como las carcomas, que corroen por dentro y se empeñan en diseñar todos los caminos cuesta arriba, como si la dificultad fuera el único objetivo.

Lejos también, quienes buscan insistentemente nuestra ayuda, pero en realidad no hacen nada de los que les recomendamos, porque en realidad ellos quieren permanecer en ese estado, ya que su única intención es llamar permanentemente la atención de los demás. Su intención es ser “centro” de todas las reuniones, aunque sea a costa de exponer todas sus seudo desgracias. Lejos, si lejos, y sin ningún remordimiento.

Nuestra principal misión es ser felices, lo mas felices posible. Nada ni nadie tiene derecho a impedírnoslo, por mucha amistad que invoque para atraparnos o ayuda solicite; comprometiendo nuestro equilibrio, pero sin intención de aplicar nuestros consejos. Son perturbadores, que en nada nos facilitan nuestra existencia. Ayudar siempre, pero a quien quiere y necesita, no a quien solo busca hacerse notar.

No debemos sentirnos egoístas, estamos para todos al nivel de nuestras posibilidades; pero sin comprometer nuestro propio equilibrio por personas cuya intención es hacer dudar, transmitir inseguridad y “sorber” nuestra energía positiva, porque son como vampiros, si los mantenemos cerca, primero nos debilitarán y luego si pueden nos abatirán. Para eso no estamos.

Los demás, tan cerca o lejos, en función de como nos hagan sentirnos…

sábado, 26 de noviembre de 2011

consumo


Dice Carlos Castilla del Pino en su libro “El humanismo “imposible””: “los objetos producidos se han lanzado sobre el usuario de los mismos, convirtiendo al hombre de hoy en ese “hombre unidimensional” de que habla Herbert Marcuse. Y, en efecto, mediante una curiosa inversión de la dirección del hacer del hombre, no está el hombre de hoy en posesión de los objetos que produce, sino, inversamente, son los objetos producidos los que se han adueñado del consumidor. Hay que consumir sencillamente porque se produce. Hay que crear necesidades – seudonecesidades – de forma tal que el hombre consuma lo que se ha producido o se piensa producir. Pero no se produce para el hombre, sino que se produce para el productor… El consumidor, aun en el supuesto de que todo cuanto consume le fuera directa o indirectamente útil es en todo caso esclavo de aquel que produce lo que él consume”.

Pasamos una buena parte de nuestro tiempo, atendiendo reclamos de cosas imprescindibles que necesitamos para poder vivir cómodamente, algunas de ellas francamente necesarias y otras absolutamente superfluas; el problema es que los canales de transmisión de la información son los mismos y lógicamente no tenemos suficientes elementos de juicio, para discernir de modo adecuado, donde está la necesidad y donde la banalidad.

Por si esto fuera poco, nuestras necesidades se acrecientan de modo exponencial, al querer emular a los que nos rodean, la posesión de “objetos” en nuestra sociedad ha pasado a ser un signo de distinción y de “estatus”. Para pertenecer a determinados grupos, en la antesala de la aceptación, se deben mostrar con cierta insistencia, la posesión de los diferentes “atributos-objetos”, que los identifican.

Lo malo no es en si mismo las acciones que se tomen para poder cumplimentar estos requisitos; lo malo es que en el caso de que no podamos cumplimentarlos, uniremos al rechazo del grupo, la insatisfacción interna que nos invade, propiciando la tristeza y la melancolía, por el objetivo no cumplido. Flaco favor nos hacemos con esta actitud, los que no nos quieren como somos, no vale la pena ni tenerlos en cuenta.

No es la homogeidad la que confiere “valor” a un determinado grupo o sociedad, no; precisamente es todo lo contrario, la “riqueza” de una sociedad está directamente relacionada, con la diversidad de sus miembros. La adición de las diversas opiniones, la puesta en común de puntos de vista diferentes, expuestos en armonía y sin invadir la realidad de los que nos circundan, es precisamente una de los signos de brillantez y fortaleza más reales. Y no importa para ello la cantidad de objetos que uno posee y ni siquiera si estos están de acuerdo con los que posee la mayoría, eso es secundario e intrascendente.

Basar las relaciones en fundamentos superfluos, no nos traerá nada bueno; cuando precisemos su ayuda para cualquiera de los avatares de la vida, encontraremos el vacío y descubriremos la falsedad; porque no nos aprecian por lo que somos, nos aprecian por lo que parecemos… Están con nosotros en base a aspectos formales y nuestro fondo lo desconocen, o peor aún, no les interesa. Ni ellos ni nosotros somos conscientes de la realidad, porque todos entendemos, que son más cómodas las relaciones superficiales… Así nos va.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Aprender a caminar





Dice el Dr. Lair Ribeiro en su libro “El éxito y la prosperidad no llegan por casualidad”: “El tercer punto de la autoestima es saber aceptar los fallos. ¿Cómo aprendemos a andar?. Cayéndonos y levantándonos. Nos caemos y nos levantamos una y otra vez hasta acertar. Si en un determinado momento de su entrenamiento para aprender a andar, usted hubiese dicho: No lo voy a conseguir, ¡no merece la pena!, hoy no sabría caminar. Pero el bebé es diferente, va experimentado y fallando hasta que, un día, anda. En nuestra educación, sin embargo, fallar es pecado, y a medida que lo hacemos, la imagen que tenemos de nosotros mismos se va destruyendo. Es el momento de acordarse del bebé persistente que fuimos.
Todo lo importante en la vida no se consigue a la primera. Hemos de estar preparados para aprender de nuestros fallos… Cuanto mejor acepte sus fallos, más aprenderá de ellos para hacerlo bien la próxima vez”


Pero si nos han enseñado que fallar es la hecatombe, si hemos aprendido, que lo mejor es no reconocer el error, con todo un catálogo de justificaciones, que van desde culpar a otro, hasta achacarlo a nuestra recalcitrante mala suerte. Todo, menos sentarse a pensar con humildad donde se ha producido el yerro y como lo podemos soslayar en próximas ocasiones. Es decir aprender, o es que aprender es otra cosa.

No es necesario que nos auto-culpemos mucho, es lo que nos han enseñado. El éxito es aprobar una asignatura, aunque no se sepa mucho de su contenido, porque la sociedad solo valora el aprobado, nunca el suspenso, éste es fracaso, aquél triunfo. Con estos planteamientos tempranos, como vamos a actuar de modo diferente cuando seamos más mayores, al contrario progresamos en la interiorización de que una vida grande es una vida sin errores.

No es solo la falta de modestia la que nos impulsa a actuar de este modo, es nuestro deseo desmedido de agradar a los demás y obtener su calificación mayor, la que nos impulsa a despreciar la ingente carga de conocimiento práctico, que conlleva analizar con detenimiento, cuales fueron las causas de nuestra falta de acierto. Eso es experiencia y no otra cosa.

Quienes nos obstinamos en no reconocer nuestros fallos e intentamos por todos los procedimientos posibles ocultarlos o negarlos, estamos condenados a no avanzar mucho en conocimientos sólidos o quedarnos en planteamientos superficiales. No hay progreso sin error previo, no hay error que sea fatal en si mismo, la verdadera fatalidad es empeñarse en no reconocer la verdad sea cual sea, quien evita la verdad como norma de conducta se estanca, quien se estanca no progresa… no hay progreso sin error previo.



Fotografía realizada por Ramiro A.

lunes, 21 de noviembre de 2011

¿Hienas o Leones?


Dice Robert Greene en su libro “Las 48 Leyes del poder”: “El mundo del poder tiene la misma dinámica que la jungla: hay los que viven a base de cazar y matar, y hay un gran número de criaturas (hienas, buitres) que viven de la caza de otros. Estos últimos, tipos menos imaginativos, a menudo son incapaces de hacer el trabajo, que es esencial para crear poder. Sin embargo, enseguida comprenden que si esperan lo suficiente, siempre encontrarán otro animal que hará el trabajo por ellos. No hay que ser ingenuo: en este mismo momento, mientras unos trabajan duro en algún proyecto, hay buitres dando vueltas por encima de sus cabezas intentando encontrar la forma de sobrevivir e incluso de prosperar gracias a su creatividad….

Todos sabemos que hoy día hay muy pocos políticos que escriban sus propios discursos. Sus propias palabras no les proporcionarían ni un solo voto; su elocuencia e ingenio, si es que los tienen, proceden del que escribe los discursos. Otros hacen el trabajo y ellos se llevan los honores. La otra cara de la moneda es que es un tipo de poder que está al alcance de todos. Si se aprende a utilizar el conocimiento del pasado se puede dar la imagen de genio, aunque en realidad sólo sea un astuto prestatario.”

Paciente espera es la clave, dejar nadar a otros y aprovecharse del “rebufo” de su estela. No es necesario ni siquiera tener una gran imaginación para enfocar el tema, mas bien, todo se resume a saber escoger el personaje idóneo al que se sigue. Hay que ser muy cautos y soslayar de plano el protagonismo, para la acción de hienas y buitres, dar la cara es ir al fracaso.

Siempre he admirado a quien trabaja y se empeña en conseguir su sueño o su vocación, sin importarle riesgos o peligros y siempre me he alegrado internamente, cuando como fruto de esa tenacidad, han conseguido el éxito. Por el contrario siempre me han repugnado las posiciones arrivistas de quienes sin “pegar palo al agua”, aprovechan su posición de cercanía para sacar tajada a su favor, aunque esta sea totalmente legal. Lo lamentable es que el grupo de éstos es mucho más numeroso y está actualmente en franco crecimiento.

Vivir del oportunismo permanente, convierte a muchos en unos perfectos “vampiros del intelecto”, aprovechan sin ningún escrúpulo los logros de los demás y tratan de obtener ventaja para si mismos. Casi siempre su aportación al esfuerzo común, es francamente irrelevante. Su posición es clara, observar a su alrededor y detectar con precisión quien tendrá capacidad de ocupar posiciones preeminentes de las cuales puedan extraer ventaja. Eso si, serán defensores a ultranza del personaje en cuestión, hasta que tenga posibilidad de darles - directamente o por desistimiento -, prebendas. Huirán con presteza cuando se intuyan las primeras señales de fracaso. Ellos solo participan de los éxitos y sin esfuerzo. Son advenedizos oportunistas solamente.

Bismarck dijo en una ocasión: “Los tontos dicen que aprenden por la experiencia. Yo prefiero sacar provecho de la experiencia de otros”. ¿Está pasando esto en la acción política actual y en el seno de los partidos? Parece a simple vista, que el número de “hienas” es mucho más frecuente que el de “leones”. Me gustaría mucho que solo fuese una apariencia.

jueves, 17 de noviembre de 2011

¿El poder de los votos? II




Dice Fernando Savater en su libro “Política para Amador”: “…Lo malo es que tales representantes muestran una evidente tendencia a olvidar que no son más que unos mandados – nuestros mandados – y suelen convertirse en especialistas en mandar. Los partidos políticos tienen una función en la democracia moderna que no parece hoy fácil de sustituir; pero por medio de las listas electorales cerradas, la disciplina de voto en el parlamento y otros procedimientos autoritarios acaban por volverse impermeables a la crítica y control de los ciudadanos. Y por tanto los ciudadanos se desalientan cada vez más de reflexionar sobre los asuntos públicos y se desinteresan de la política… Y es que estos partidos que no son más que un instrumento para facilitar que todos podamos participar en cierta medida en las tareas de gobierno, terminan convirtiéndose en fines en sí mismos y decidiendo lo que está bien y lo que está mal: todo lo que se hace a favor del partido es bueno, lo que perjudica al partido es malo”.

No son los bienes públicos ni el presupuesto del estado, comunidad, ayuntamiento etc., la fuente que nutre al partido de turno de instrumentos monetarios para canalizarlos en obras o acciones según su criterio, antes más, son medios puestos a su disposición por los votantes al otorgarles la representación, para que cumplan las promesas electorales y resuelvan en interés de la mayoría de los ciudadanos, no tan solo del de sus votantes.

La memoria es tan frágil como uno quiere. Tratar de corregir mediante triquiñuelas semánticas lo que se ha comprometido, es una forma poco limpia de comportarse. No es la dialéctica la que resuelve, más bien es la voluntad firme de cumplir con los ciudadanos, la que acaba poniendo a disposición de los mismos los servicios anunciados con tanto énfasis y/o vehemencia.

Prometer y no cumplir, es exactamente lo mismo que engañar. Si hubo exceso en la promesa o ligereza en el compromiso, hay que aclararlo con prontitud y de un modo evidentemente diáfano. Siempre me produjeron mucho asombro los encantadores de serpientes, porque con los sonidos de su flauta, embaucan al ofidio de turno, pero corriendo el riesgo de picadura mortal. Los políticos actuales hacen lo mismo, aunque en realidad su flauta es la inexperiencia o el candor del ciudadano; pero lo practican sin riesgo alguno, de ahí su extraordinaria valentía. Están habitualmente acostumbrados a incumplir, pero sin embargo en ocasiones, incluso volver a ser reelegidos.

Los partidos políticos deberían tener menos privilegios y también menos relevancia. Deberían ser encuadrados en el lugar que les corresponde, a saber, agrupaciones para tratar de alcanzar el gobierno mediante los votos, con intención firme de cumplir los deseos de los gobernados y no al revés, que los gobernados olviden los motivos por los que les dieron el voto y se conformen “con lo que hay”. Porque francamente “lo que hay” no me gusta y conozco a muchos más que tampoco.

domingo, 13 de noviembre de 2011

¿El poder de los votos?




Dice Eduardo Punset en su libro “El viaje al poder de la mente”: “Uno de los fenómenos mas sorprendentes de lo que está ocurriendo en estos tiempos de crisis, tanto en España como en Gran Bretaña, para no citar más que los dos casos más recientes, hasta qué punto todo el estamento que vive del erario público puede proseguir con los abusos a que nos tiene acostumbrados sin recato alguno, frente a los ajustes dolorosos a los que tiene que hacer frente en su vida cotidiana el resto de ciudadanos. Es alarmante el contraste entre la soberbia del estamento privilegiado y el miedo de las clases medias, trabajadores e inmigrantes.
Cuando llegue la hora, dentro de unas décadas, del gran pacto social, paralelo al que sancionó en su día el estado del bienestar, deberá limitarse taxativamente el poder del sector público, autonómico y municipal y de los partidos políticos, al tiempo que se alumbra de nuevo la participación del sector privado en la gestión de los procesos sociales”.

No pierden vigencia sus palabras, muy al contrario son si cabe más acuciantes. La verdad es que la actuación de los políticos deja mucho que desear, prima el interés de su partido, mantienen un diálogo ininteligible para el ciudadano “de a pie”, tienen un discurso monocorde y al margen de lo que sucede en la realidad y su posición ante el error es la negación total, como si los hechos no hubiesen sucedido.

Si fuera solo eso, con estar al margen de ellos, todo resuelto. Pero es que además administran, con la legitimidad que dicen haber recibido de los votantes, los bienes públicos como si fueran parte de un amplio “cortijo” de su propiedad, digo administran por lo de Administración Pública, pero también cabrían otros verbos, por ejemplo dilapidan.

La mayoría de los ciudadanos que nos dedicamos a lo de cada día, contemplamos atónitos, como atienden con una gran eficiencia lo superfluo y olvidan reiteradamente lo fundamental. Son especialistas en las maniobras de distracción para evitar ser identificados con claridad por su ineficiencia, si estuvieran en una empresa privada, hace tiempo que habrían sido despedidos o degradados.

Pero no, el voto les da patente de corso para “atropellar” a los ciudadanos. El voto los cualifica para gastar sin ton ni son, lo que tiene el erario y lo que no tiene, en temas, proyectos y obras faraónicas para lo que ellos entienden su mejor gloria, olvidando que aún hoy, hay muchas personas que carecen de lo “indispensable” y contemplan con cierta pena y estupor estas alharacas estériles, que son planteadas y ejecutadas, mas por la desenfrenada tendencia a hacerse notar con lo banal y lo superfluo y sentirse más grandes, que con la intención de mejorar la situación de sus “sufridos votantes”. ¿Hasta cuando?, la vanidad y la soberbia seguiran venciendo a la cordura.

Se nos convoca otra vez a votar, confieso que lo haré con un gran hastío, me invaden unas tremendas ganas de “pasar”, es lo único que merecen los políticos que tenemos, la indiferencia. Recuerdo una frase que me decía mi abuelo, que era labrador: “si quieres saber quien es Miguelico que le den un carguico”

miércoles, 27 de abril de 2011

Universalidad






Dice Montesquieu en “Mis pensamientos”: “Si supiera de una cosa útil para mi nación que fuera ruinosa para otra, no la propondría a mi príncipe, porque soy hombre antes que francés, (o bien porque soy necesariamente hombre, y no soy francés más que por azar”.

Tanto tiempo dedicado a la diferenciación de pueblos, gentes y costumbre, tanto esfuerzo en la individualidad y sin embargo Montesquieu, nos propone la universalidad. Vaya palabra, en la era de los “grupúsculos”, estamos llenos de soberbia y somos incapaces de reconocer, que lo que verdaderamente importa es la globalidad, no es individualismo y la mirada dirigida a nuestro ombligo, lo que nos colmará de satisfacción. La infelicidad de muchos, no queda salvaguardada por mucha felicidad que acumulen unos pocos.

Nada produce tanto placer como compartir. No hablo tan solo de bienes, me refiero también a cultura y saber. Pretender ignorar las consecuencias de nuestras acciones, soslayando el análisis de los efectos que tendrán en los demás – por muy convenientes que estas sean para nosotros – es una lamentable pérdida de tiempo, el devenir de la vida, nos pasará factura y con creces.

Aislarse y sentirse en posesión de la razón, puede que nos sirva circunstancialmente para sentirnos felices. Pero alejarnos de quienes nos rodean, solo nos traerá a la larga penuria. Por mucho que hayamos conseguido con nuestra actuación individualista y carente de comprensión, nunca compensará las perdidas hipotéticas de las acciones en común. Resolver con el esfuerzo de todos, es un placer mucho mayor, que solucionar asuntos a nuestra comodidad, sin recabar el efecto que produce a quienes nos rodean. Sea en el ámbito que sea.

El individualismo, característica predominante – entre otras - de la época que nos toca vivir, es conculcar uno de los principios imprescindibles para alcanzar el éxito, porque éste aunque no nos interese reconocerlo, no es la culminación de los deseos o metas individuales. Sólo hay verdadero éxito, si lo conseguido mejora la vida de todos. Quienes viven pensando únicamente en sus intereses, acaban siendo esclavos de los mismos y casi nunca alcanzan la plenitud.

Lo que conforma mejor los intereses de un determinado grupo humano, no es casi nunca la consolidación del derecho de lo que no es justo para todos.

lunes, 25 de abril de 2011

Felicidad y belleza II


Dice Eduardo Punset en su libro “Excusas para no pensar. Cómo nos enfrentamos a las incertidumbres de nuestra vida”: “… que la felicidad está en la sala de espera de la felicidad y que no debiéramos, por lo tanto, menospreciar el bienestar escondido en los a menudo largos itinerarios que conducen a ella”.

Es decir, la felicidad es mas un itinerario, que un destino. Lamentarse por no estar instalados en la felicidad es hurtarnos a nosotros mismos la “cuota” que supone asumir la pequeña parte de nuestro día a día. Esperar la culminación para disfrutar es, limitarse de modo muy severo en nuestra vida, en cada momento, es donde debemos identificar el inefable sabor de las cosas bien hechas, por muy pequeñas que éstas sean.

No son los grandes logros, los que producen la satisfacción mas plena, muy al contrario, es casi seguro, que superar poco a poco los pequeños retos cotidianos, nos produzca mas satisfacción. Acostumbrados a la sociedad que nos toca vivir, acabamos siendo sensibles solamente a lo “espectacular”, sin ser capaces de identificar, que no es la “palmera” final de un castillo de fuegos artificiales, lo que mas nos sorprende, no es así, es precisamente la armonía, cadencia y cromatismo de las “palmeras pequeñas”, quienes nos han preparado para ser receptores de la culminación final.

Ser feliz, no es un estado, es mas bien un aprendizaje permanente. Ser feliz, es estar consciente y receptivo, alejado de los agoreros y negativos personajes, que nos instruyen en la vaciedad, ejerciendo su inadecuada y tenaz influencia en lo superfluo. “Corvidos de mal agüero”, instalados en cima de la nada; que esconden sus propias miserias aparentando grandeza y su única pretensión es no dejarnos Vivir.

Dogmatizar nuestra conducta es muy cómodo, pero poco gratificante a la larga. Es delegar “nuestra” responsabilidad en no se sabe muy en que personajes o mensajes, no reportan mas enjundia que la sensación de inestabilidad e impotencia que transmite siempre el conformismo. Vivir con intensidad es sentirse dueño de nuestras acciones, por muy poco relevantes que parezcan. Dejemos para otros los hechos grandilocuentes, que necesitan quienes quieren tapar su vacío interior con “espectáculos”, como si una careta de carnaval sirviera por si mismo, para hacernos “otros”.

Profundizar en nuestras propias incertidumbres, es sin duda una posición encomiable, ignorarlas es darse por vencido y permitir que influencias no legítimas nos instalen en el “miedo”. Tener miedo es, no ser feliz.




viernes, 22 de abril de 2011

Felicidad y belleza




Dice Eduardo Punset en su libro “Excusas para no pensar. Cómo nos enfrentamos a las incertidumbres de nuestra vida”: “Cualquier excusa es buena para pensar que lo que conviene a una persona no solo es conveniente, sino lo más conveniente. Nos agarramos indefectiblemente a esa excusa para no tener que pensar innovando o cambiando de opinión… Lo que le importa (al cerebro) no es la búsqueda de la verdad sino sobrevivir. Y si para ello es mejor no pensar o seguir pensando como antes, pues tiene una excusa maravillosa para no pensar más”.

Es muy contundente conocer, que lo que nosotros pensamos que son argumentos y razones, no son las únicas, no son una guía sólida para todos. Es, digámoslo con propiedad, nuestra conveniencia y en ningún caso conformada de modo imparcial y sin una buena dosis de interés personal; que pretendemos disfrazar con argumentos de interés general; mas como consolidación necesaria, que como convencimiento intrínseco.

A fuerza de entender la razón, en base a nuestros sesgados análisis, en ocasiones desprovistos del necesario rigor; olvidamos las verdaderas razones. Lo que comienza por un ejercicio personal, no exento de imparcialidad, acabamos tratando de transformarlo en mayoría cualificada, cercana a un dogma.

No hay nada que consolide con mas fuerza este modo impropio de actuar, que avalarlo por la coincidencia con el pensamiento “tradicional”, como si la costumbre, por muy arraigada que ésta esté, fuera un marchamo de certidumbre.

La verdad es, que nuestra proverbial pereza por innovar, nos juega una mala pasada. Estamos mas seguros en el “manto” de la tradición. No requiere esfuerzo, solo dejarse llevar por la corriente favorable, es una posición cómoda y confortable, seguramente totalmente exenta de conflictos, pero alienante.

No es la sociedad y/o el entorno, los que establecen redes de las que somos cautivos y por tanto nos impiden actuar con mayor libertad, no es así, somos nosotros quienes con nuestra costumbre de “no pensar” y “no innovar”, consolidamos una situación que efectivamente, acaba tornándonos en prisioneros de nuestra propia dejadez.

Quienes lamentamos con reiterada frecuencia nuestra propia situación personal, fundamentando razones cargadas de “parcialidad”, pero expresadas con la vehemencia de la verdad universal; somos casi totalmente responsables de esta circunstancia, pero nos es más cómodo no asumirlo. Creemos que es mejor asumir la fatalidad, que esforzarse por vencer a lo “negativo” de nuestras vidas.

Como dice Punset: “La felicidad es la ausencia de miedo, al igual que la belleza es la ausencia de dolor”.






Foto cedida por Nuria: http://nuria-vagalume.blogspot.com



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