miércoles, 13 de mayo de 2015

Otra campaña... ¡Puf!



Dice Antonio Muñoz Molina en su libro “Todo lo que era sólido”: …el dominio de los partidos políticos sobre cada esfera de la vida española es tan absoluto que son los partidos mismos los que imponen la información que se da sobre ellos, los pasajes exactos de los discursos de sus oradores que transmitirán la televisión y la radio.
De esa complicidad humillante son responsables los que la imponen, pero también los que la aceptan. Entre unos y otros han reducido la libertad de expresión a un intercambio de improperios. Probablemente no hay un país en el que se discuta y se escriba tanto de política y en el que sin embargo sea tan raro el debate: el contraste de argumentado y civilizado de ideas en el que cada uno se expresa con libertad y está dispuesto a aceptar que el otro tenga una parte de razón y hasta a cambiar de postura si se le ofrecen motivos o datos que desconocía y que puedan persuadirle; la convicción de que, por debajo de las divergencias, incluso las más tajantes, hay una base sólida de acuerdo, y por lo tanto la posibilidad de encontrar un terreno intermedio, de ceder en algo para ganar en algo.

Estamos en campaña electoral para una cita de municipales y autonómicas y cobra absoluta actualidad las palabras de Muñoz Molina, somos un país, empeñado en clasificar de modo excluyente, es decir, o conmigo o contra mi, no hay término medio, no hay zonas imprecisas y exentas de antagonismo visceral; todo es determinista, todo se reduce a un mar de antagonismos y discrepancias tan profundas, que la lectura después de un mitin siempre es: mi programa o la debacle.

Quizás estas elecciones tienen un componente adicional, emergen grupos políticos, con poca historia, nacidos al albur del descontento general sobre la forma de administrar en un pasado no demasiado lejano, cargado de escándalos de “corrupción”, que gotean día a día nuestro devenir cotidiano, donde pareciera, siempre, que lo peor aún no lo conocemos.
Esta circunstancia tan decepcionante, se ve acrecentada por la actitud de las fuerzas políticas, proclives a defender hasta el límite a los suyos y mostrarse absolutamente intolerantes con los conflictos planteados en otros partidos. Estoy de acuerdo con que a todos se les debe presuponer inocentes hasta que las pruebas y un juicio sentencie lo contrario; pero no estoy en absoluto de acuerdo, con la escasa investigación interna practicada por los partidos, para dilucidar en su seno, que es lo que en realidad ha habido, cuando la prescripción o las escuchas telefónicas inadecuadas, impiden continuar con la causa.

No parece viable que algunos de los sucesos conocidos, se hayan producido, sin que nadie se enterase; antes más bien sugieren, que muchos han mirado hacia otro lado y han permitido con su silencio “cómplice” el expolio acontecido. Toda vez,  a más abundamiento, que la postura “crítica” siempre hubiera sido tachada por los propios correligionarios, como deslealtad y en algunas ocasiones calificada como insidiosa.

Pero en el ámbito de la normalidad, lo sucedido es también muy inquietante, muchas de las acciones llevadas a cabo, han sido absolutamente desproporcionadas y no exentas de despilfarro, el gestor ha buscado su “gloria” y ha soslayado la utilidad, lo que ha conllevado indirectamente, una serie de restricciones en lo necesario, no porque no tuviéramos recursos, sino, porque habían sido dilapidados de una forma hasta grotesca.

Como dice Muñoz Molina: “…el triunfo del espectáculo sobre la realidad; la construcción de realidades efímeras a las que se dedicaban los fondos públicos que habrían podido emplearse menos vistosamente pero con frutos más sólidos”.
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