viernes, 20 de noviembre de 2020

Disenso pertinaz

 



Dice Alexis de Tocqueville en su libro “La democracia en América” (1835-1840): “¿Se han parecido, pues, todos los siglos al nuestro? ¿El hombre ha tenido siempre ante los ojos, como en nuestros días, un mundo donde nada concuerda, donde la virtud carece de genio y el genio de honor; donde el amor al orden se confunde con el amor a los tiranos y el culto santo de la libertad con el desprecio hacia las leyes; donde la conciencia no arroja más que un dudosa claridad sobre las acciones humanas; donde nada parece ya prohibido, ni permitido; ni honrado, ni vergonzoso; ni verdadero, ni falso?”

 

Creo que  no ha perdido actualidad y a poco que miremos alrededor reconoceremos vigentes algunas de sus frases. También podríamos, por tanto,  preguntarnos si se parecen todos los siglos al nuestro en los albores del siglo XXI.


Vivimos un ambiente colectivo de gran confusión, los políticos han perdido credibilidad ante los ciudadanos, toda vez que sus discursos se pronuncian mucho más en clave de los  intereses de partido y desgaste del oponente de turno; que de la propia lógica de identificación de los problemas y la aplicación de acciones para resolverlos.

 

Basta con que la iniciativa sea promovida por otro partido político, para pronunciarse en contra y resaltar los innumerables problemas que nos traerá aplicar esa solución. En nuestra sociedad cunde la impresión de que no estamos mejor que en el pasado inmediato y que vamos a peor. Los parámetros de bienestar de los que disfrutábamos, se van desvaneciendo y no hay acciones conjuntas para restablecerlos, ni se esperan acuerdos que las propicien.


Por si esta situación no fuera ya muy preocupante, nos ha invadido una crisis de salud mundial y muchas dificultades para frenarla. Pues bien, ésta debería de tener unos parámetros de solución ajenos a la ideología política, pero no es así; cada día asistimos a la vorágine de la plasmación de las diferencias de interpretación y de instrumentación. Son incapaces de acordar pautas de comportamiento comunes, que den confianza a los ciudadanos de a pie sobre las medidas necesarias. Con este proceder de los partidos políticos solo se consigue: una enorme insatisfacción, desconfianza y una falta de motivación para abordar los sacrificios necesarios a implementar. Mal vamos.


Como dice Valentín Fuster y José Luis Sampedro con Olga Lucas, en su libro “La ciencia y la vida”: “…No podemos hacer nada respecto al instinto de supervivencia, si podemos modelar el aspecto cognitivo de la persona, que le proporciona fuerza, entusiasmo, energía, en fin: la motivación y el impulso vital”. Yo lo llamaría confianza en las personas responsables que deciden y creo que para ello, deberíamos de abandonar la descalificación y dedicarnos  a unir nuestro esfuerzo propiciando  el consenso. ¡Por el bien de todos!


domingo, 8 de noviembre de 2020

Democracia

 

Dice Aurelio Arteta en su libro “Tantos tontos tópicos”: “Nadie nace demócrata, sino que,  más bien se hace demócrata. Y a esto no se llega de modo inconsciente y por simple contagio, o a base de adecuarse a los usos de una sociedad, sino gracias a una preparación consciente y meditada. La democracia no arranca de un instinto arraigado en nuestra dotación genética… La democracia es el régimen político más artificial. Por eso, lo mismo que nadie es demócrata desde siempre, tampoco lo es de una vez por todas y para siempre…El buen ciudadano se halla en estado de maduración democrática permanente”.


La Constitución española de 1978 no nos dio el “título de demócratas”, por mucho que abriese un camino de normalización. Ser demócrata, es decir, anteponer la tolerancia entre otros atributos en nuestro comportamiento cotidiano, no es una tarea fácil, está lleno de obstáculos y hay que ganarla día a día. No es sencillo, practicar la participación cívica con la intención de cooperar a la mejora de la sociedad en que vivimos, evitando la descalificación de los que opinan de modo diferente y admitiendo que el diálogo transparente es el único medio de conseguirlo.


A nivel global, los partidos políticos practican una autocracia, que no propicia un discurso parlamentario constructivo y enriquecedor para todos. Los comportamientos en los debates se tornan impropios y en ningún modo nos transmiten la sensación, de que en nuestros representantes la voluntad para alcanzar acuerdos, que posibiliten la mejora mayoritaria de las condiciones de vida de los ciudadanos es prioritaria; por el contrario son más frecuente las formas desabridas y la descalificación del oponente, que el análisis profundo del tema sometido a debate. No importan los argumentos serenos, priman, por el contrario, las palabras “gruesas” y los improperios, que en nada facilitan la mejor solución de los asuntos. Eso  no es un ejemplo de ejercicio práctico acorde con juego democrático y debería de ser erradicado.


En los Estados occidentales, como indica Arteta, el panorama es poco alentador a este respecto, señala como características no deseables: “creciente influjo político de instancias no políticas, apatía ciudadana, confusión de poderes, negociación en lugar de debate parlamentario, manipulación de la opinión pública, autocracia de los partidos, etc.”.


Convendría reflexionar individualmente y dirigir nuestros esfuerzos a conciliar, en la creencia de que es mucho más lo que nos une, que lo que nos separa y nuestro incierto futuro, se tornaría mucho más sólido, si lo abordamos todos juntos…. ¿no?. 


domingo, 1 de noviembre de 2020

Política de Gestos.

Podría ser...dado lo que se ve a diario...podría ser...(El Roto siempre es muy agudo)



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