jueves, 30 de julio de 2020

La verdad




Dice Jorge Bucay en su libro “Déjame que te cuente…”: “El único error, casi siempre, es creer que la posición en que estoy es la única desde la cual se divisa la verdad. El sordo siempre cree que los que bailan están locos”.


Divisar verdad, es un espejismo hoy en día, salvo que hayamos sido protagonistas directos del tema en cuestión; en caso contrario, tener la certeza de que manejamos todas las “claves” para tener una información completa y neutral, es casi una entelequia y no solo porque en ocasiones las posiciones personales son un condicionamiento para la interpretación ecuánime, sino porque, la abundancia de información - si el asunto es relevante - hace casi imposible abarcarla en toda su dimensión para forjarnos un juicio acertado.


Vivimos momentos contradictorios; nunca en la historia se ha dispuesto de tantos medios para poder obtener información sobre los asuntos de nuestro interés y además con la posibilidad de hacerlo de modo instantáneo y sin movernos de nuestro “sillón”. Pero la abundancia no ha resultado facilitadora, antes bien, ha creado una especie de “torre de Babel”, que promueve más la confusión que la claridad.


Se han creado tantos intereses espurios, que los referentes se tornan cada vez más confusos. Las informaciones dejan de ser principalmente clarificadoras, para convertirse en un instrumento creador de opinión, pero en la dirección interesada por quien la pone a disposición. Cuando no, nutridas de fuentes sin contrastar y que en ocasiones hasta pueden resultar, a poco que se indague,  absolutamente falsas.


No obstante como dice Punset (“Excusas para no pensar”): “Los seres humanos están predispuestos a prestar atención a la información que confirma sus creencias y a ignorar y minimizar la información que refuta lo que creen: nuestras mentes están diseñadas para la consonancia"... De ahí la relevancia de influir y crear opinión con la información, es un modo indirecto de fidelizar.


viernes, 24 de julio de 2020

Percibir





Dice Jon Kabat-Zinn en su libro “Despertar” (2018): “No vemos lo que realmente se encuentra delante de nuestros ojos, sino lo que queremos ver. Miramos, pero no aprendemos, ni comprendemos…Bien podríamos decir que el objetivo consiste en no ver las cosas como nos gustarían que fuesen, como tememos que sean o como socialmente estamos condicionados a ver o sentir, sino simplemente tal como son. Si Jung está en lo cierto, percibimos con nuestros sentimientos”.


Si lo que vemos, lo percibimos según nuestros sentimientos, es evidente que la imagen está distorsionada; el entrenamiento corrector, debería ir dirigido a conocerlos con plenitud, para que dejen de ser deformadores de la realidad y nos permitan enfocar los asuntos de modo amplio y no sesgados por nuestra inducida mediatización interna.


La sociedad nos condiciona también, con esos estereotipos considerados como comportamientos normales a los que nos induce, si queremos evitar un posible aislamiento. Ver las cosas sin “condicionantes” es la fase previa para resolver acertadamente y por tanto que la solución adoptada esté exenta de temores y sea la que más nos beneficie personalmente; que es en definitiva lo que necesitamos.

 

No dejarse mediatizar, en los tiempos actuales, es francamente complicado. La abundancia de información que ponen a disposición los nuevos medios de comunicación cibernéticos, en muchas ocasiones no es neutral y lamentablemente puede ocurrir que hasta sea “falso” su mensaje, con la intención de  propiciar intereses espurios. Con lo cual lo que se está produciendo: no es una mayor variedad de información, que amplíe y facilite el contraste, sino muy al contrario incremento de la confusión y la duda, es decir mayor complicación para tomar posiciones acertadas sobre los asuntos.


Para percibir acertadamente; mantengamos, si podemos, una postura expectante, exenta de condicionantes previos; no nos dejemos enmarañar solo con pensamientos negativos; busquemos el fondo y evitemos las superficies acomodaticias; identifiquemos la fuente; tratemos, por tanto, de aislarnos del “ruido” de toda la información interesada que nos brindan y con ese bagaje decidamos.


No es tan complicado, como dice Marcel Proust: “El auténtico viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes como en contemplar los viejos con ojos nuevos”. Pues adelante, de eso, tenemos mucho

viernes, 17 de julio de 2020

Comprender





Dice Fernando Savater en su libro “Ética para Amador” (1991): “Cuando se habla de «moral» la gente suele referirse a esas órdenes y costumbres que suelen respetarse, por lo menos aparentemente y a veces sin saber muy bien por qué. Pero quizá  el verdadero intríngulis no esté en someterse a un código o en llevar la contraria a lo establecido (que es también someterse a un código, pero al revés) sino en intentar comprender. Comprender por qué ciertos comportamientos nos convienen y otros no, comprender de qué va la vida y qué es lo que puede hacerla «buena» para nosotros los humanos. Ante todo, nada de contentarse con ser tenido por bueno, con quedar bien ante los demás, con que nos den aprobado... “ 


Que nos den aprobado los demás o incluso nota, no sirve de nada, si nosotros, nos suspendemos. Tranquilizar nuestra conciencia, porque con nuestra apariencia hemos conseguido proyectar una imagen sesgada de lo que no somos, pero eso sí, ajustada a los cánones establecidos socialmente; es demorar la frustración. Lo relevante no es lo que los demás perciben, es lo que verdaderamente somos cuando nos quitamos el “disfraz”.


Para comprender, hay que escuchar atentamente lo que dicen los demás y observar sus comportamientos, para ver si son coherentes con sus palabras. Difícil tarea para nosotros, que lo que queremos es hablar y si puede ser que nuestro interlocutor de turno nos oiga, pero intervenga poco o nada. Para comprender hay que analizar lo que sucede con ojos críticos, exentos de planteamientos mediáticos y contrastarlo con nuestra propia intuición y  conocimiento, teniendo la intención de llegar a un punto de convergencia o en su caso aprender cosas nuevas. Comprender es ser generoso y empático.


Tarea difícil que requiere hábito y esfuerzo, es decir, complicación y constancia. Pero nosotros lo que queremos es lo sencillo, Nos interesa mucho más, la apariencia de la superficie de los temas (continente) que su verdadero contenido.


Confiar en uno mismo y en nuestra propia inteligencia, valorarnos más y no asumir a priori aquello que no hayamos analizado, ser críticos o mejor aún autocríticos, defender la verdad aunque no sea mayoritaria, no hacer nunca “seguidismo”, analizar otras alternativas viables; en definitiva tomarnos la vida en serio y no dejarnos llevar por la corriente; esto no sería un mal comienzo para comprender… incluso, aunque no nos dieran el “aprobado” los demás en principio.


domingo, 12 de julio de 2020

Innovar



Dice Eduardo Punset en su libro “Excusas para no pensar” (2011): “Cualquier excusa es buena para pensar que lo que conviene a una persona no solo es conveniente, sino lo más conveniente. Nos agarramos indefectiblemente a esa excusa para no tener que pensar innovando o cambiando de opinión. Es sabido que el cerebro recurre a mil triquiñuelas para que no nos demos con la cabeza en la pared. Lo que le importa no es la búsqueda de la verdad sino sobrevivir. Y si para ello es mejor no pensar o seguir pensando como antes, pues tiene una excusa maravillosa para no pensar más.”


Adquirida una costumbre, encontraremos muchos más argumentos para mantenerla que para cambiarla. Innovar, no es la motivación que inspira nuestros pensamientos, somos especialmente conservadores y preferimos el continuismo a la incertidumbre de lo nuevo. Nos sentimos muy inquietos, incluso molestos,  cuando algo o alguien, invade nuestro espacio, tratando de cambiar nuestras pautas de conducta, ya sean mentales o físicas.


A fuerza de imponernos este tipo de comportamiento, cada vez reducimos más nuestras reflexiones, dejándolas relegadas como si no las necesitásemos. No somos proactivos, no planificamos futuro, si con ello tenemos que variar un ápice lo estipulado por nuestras costumbres históricas. No estamos predispuestos para el “cambio”, porque el cambio nos produce inseguridad, en algunas ocasiones - incluso -   acabamos viéndolo como un arriesgado salto en el vacío.


Por otra parte, somos proclives a  lamentarnos de nuestro presente, del que habitualmente no estamos satisfechos. Para ello, hacemos un análisis profundo de acciones que podríamos haber tomado; aun sabiendo que en aquel momento nuestra decisión fue “no hacer, no pensar”. Quienes no estamos predispuestos a arriesgar algo de nuestro confort actual, difícilmente podremos “desaprender” para lograr salir del circulo vicioso en el que nos encontramos y avanzar en nuevos aprendizajes, que seguro acabaran reportándonos la misma o más satisfacción. Lamentarnos a posteriori no tiene mucho sentido.


Si queremos avanzar, levantémonos del “sillón” y pongámonos en marcha, no lo demoremos más con razonamientos inútiles y cargados de excusas. Como dice Punset: “La felicidad es la ausencia del miedo, al igual que la belleza es la ausencia del dolor”. 



miércoles, 8 de julio de 2020

Libertad de acción.





Dice Fernando Savater en su libro “Ética para Amador” (1991): Hay cosas que dependen de mi voluntad (y eso es ser libre) pero no todo depende de mi voluntad (entonces sería omnipotente), porque en el mundo hay otras muchas voluntades y otras muchas necesidades que no controlo a mi gusto. Si no me conozco ni a mí mismo ni al mundo en que vivo, mi libertad se estrellará una y otra vez contra lo necesario. Pero, cosa importante, no por ello dejaré de ser libre... aunque me escueza… Si hablas con la gente, sin embargo, verás que la mayoría tiene mucha más conciencia de lo que limita su libertad que de la libertad misma”.


Podemos enumerar un sin fin de motivos que nos impiden hacer tal o cual cosa, lo sorprendente es que, si lo analizamos en profundidad, ninguna de ellas la hemos intentado ni una sola vez, nos hemos impuesto ese “muro” y con ello hemos anulado la posibilidad de ponerlas en práctica.


Estamos más cómodos realizando acciones a las que creemos estar obligados, por usos sociales o educacionales, que tomando la iniciativa (por no decir las riendas), para poner en práctica nuestros propios planteamientos. Es verdad, somos remisos a tomar decisiones, a poner empeño y esfuerzo para conseguir llevar a buen término nuestros propios proyectos; tenemos una innata tendencia acomodaticia, que nos lleva a actuar, como dice Savater, para conseguir lo necesario.


Esta actitud, seguramente nos traerá menos problemas, pero también nos limitará en gran medida nuestra capacidad para innovar las pautas de conducta habituales y por tanto nos impedirá progresar hacia la construcción de esa persona, que nos gustaría ser, es decir, coartamos nuestra “libertad” y nos dejamos llevar por la suave y placentera corriente de lo estipulado, que no siempre es la única alternativa, pero si la más cómoda.


Tranquilizamos nuestra conciencia, alegando mentalmente un cúmulo de dificultades e impedimentos, que dificultarían llevar a la práctica nuestros proyectos. Todo ello habiendo aplicado muy poco empeño para su ejecución. Lo lamentable es que, con posterioridad, sabemos enumerar todos los factores que nos han impedido poner en práctica nuestra “libertad de elección”, aunque una gran mayoría de los mismos, únicamente están en nuestra mente. Resumiendo, solo hay un único motivo: la limitación que nos auto-imponemos al no superar esa pasividad acomodaticia, que supone repetir lo mismo cada día.


Como dice Savater: “Por muy achuchados que nos veamos por las circunstancias, nunca tenemos un solo camino a seguir sino varios”. Por más empeño que pongamos en no interiorizarlo. 


viernes, 3 de julio de 2020

Sencillez




Dice Bernabé Tierno e su libro “Si puedes volar, por qué gatear”(2014): “Ocuparse en vivir y estar al mando de uno mismo, siendo responsable de los propios actos y eligiendo con prudencia las propias reacciones y actitudes es, sin duda, uno de los logros y proyectos más ambiciosos que cualquier persona puede emprender. En lugar de ocuparnos gratamente en vivir la vida que nos ha tocado, nos preocupamos por todo, nos estresamos y nos agobiamos, y permitimos que un autodestructivo y letal estrés anticipatorio nos controle”.


Anticiparnos a los acontecimientos, sobre todo si se espera que sean negativos o estresantes, es como vivirlos dos veces y en ocasiones baldíamente, ya que estos no llegan a producirse o en su caso lo hacen en mucha menor intensidad de la imaginada. Tenemos una gran capacidad mental para “armar” argumentos negativos sobre situaciones que aún no han sucedido, acumulando temores y/o reservas, que en el fondo solo están, momentáneamente al menos, en nuestra imaginación.


Ocuparse sí, pero preocuparse no. Entre otras cosas, porque el devenir de los acontecimientos, en la sociedad actual, evoluciona con mucha celeridad y a veces otras circunstancias no tenidas en cuenta en ese pensamiento anticipatorio, los cambia o incluso los desvanece. Vivir el presente es la clave, eso es lo que verdaderamente existe e importa. No son los grandes eventos los que nos harán más felices, son, por el contrario, las cosas sencillas del día a día; esas en las que no solemos reparar o las consideramos poco relevantes.


Nuestra vida cotidiana esta cimentada, principalmente,  por un cúmulo de pequeñas acciones, que a fuerza de no tenerlas en cuenta y/o vivirlas velozmente, pasan desapercibidas; sesgándonos la gran  cuota de felicidad que podrían aportarnos. Si reparásemos en ellas con la suficiente atención, nos percataríamos de que tenemos muchos más motivos para estar satisfechos, que para vivir infelices. Si nos cimentamos sobre lo sencillo, seguramente nos tornaremos más espontáneos y naturales y todo en nuestro entorno relacional, será más fácil. Como decía Leonardo da Vinci: “En la sencillez está la perfección”.


miércoles, 1 de julio de 2020

Transparencia





Dice Juan Selva Bellod en su libro “Dirección de equipos” (2002): “Cuando nos sentimos amenazados, aunque estemos pendientes del tema que se está tratando, lo percibimos fundamentalmente en coordenadas de las estrategias de defensa que podemos adoptar. En la interpretación del mensaje proyectamos nuestras propias ansiedades y preocupaciones, “tiñéndolo” de aspectos emocionales negativos, distorsionándolo y disminuyendo la eficacia de la comunicación. A su vez nuestro comportamiento defensivo promueve posiciones similares en los otros, generándose una causalidad circular o “bola de nieve” que deteriora progresivamente el clima de la relación”.


Relacionarse con integridad no es fácil. Cuando en nuestras palabras o acciones posturales, proyectamos desconfianza, prevención, temor o reserva; no podemos evitar que nuestro interlocutor lo perciba y se coloque también en una posición defensiva. Hemos perdido la naturalidad, no sabemos relacionarnos con trasparencia, siempre estamos en posición de “personaje”. 


Vivimos una dicotomía, entre lo que somos y el personaje que representamos. Preparamos con intensidad a nuestro cerebro para la simulación, pero no siempre somos capaces de proyectar todo ese control y en algunas ocasiones oflora nuestro temor a ser percibidos tal cómo  verdaderamente somos; aunque esto no dificultaría nuestra comunicación y no sería un problema relacional, sino muy al contrario, nos reportaría  una gran ventaja. Cuánto ganaríamos en afianzarnos interiormente, si no tuviéramos que hacer esfuerzos permanentes por “simular”.


Cuando evitamos que se evidencien nuestras ansiedades y/o preocupaciones, reprimiendo nuestros sentimientos,  nos hacemos un flaco favor; con ello no somos menos vulnerables, muy al contrario, soslayamos el camino para la superación de nuestras “fobias”. No se puede vivir siempre presentando una imagen sesgada, para ocultar como somos en realidad. No es imprescindible ser “personajes” perfectos, probemos a ser nosotros, aunque seamos imperfectos. Quienes verdaderamente son amigos, nos quieren trasparentes y no asimilan muy bien, percibirnos como en  una  “fotocopia”. Como dice Selva: “debemos ser conscientes de que tenemos la posibilidad de elegir, no estamos predeterminados”. En el largo plazo, tal vez nos fuese mejor…


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