jueves, 29 de octubre de 2020

Despotismo

Mafalda, como siempre sabe lo que necesita para protegerse. Pero en este caso debería de haber pedido "ración doble"...Hace falta, pero que mucha falta...




martes, 27 de octubre de 2020

sábado, 24 de octubre de 2020

Unión y consenso.

 



Dice Victoria Camps en su libro “Virtudes Publicas” (1993): “Nos sentimos de vuelta de muchas cosas, pero estamos confusos y desorientados, y nos sacude la urgencia y la obligación de emprender algún proyecto común que de sentido al presente y oriente el futuro. Hemos conquistado el refugio de la privacidad y unos derechos individuales, pero echamos de menos una vida pública más aceptable y digna de crédito”.


No logramos consensuar acciones comunes, que nos vinculen a todos para enfrentarnos a la crisis de salud a la que nos enfrentamos. Seguimos pensando que algunas de las recomendaciones no van con nosotros, las miramos con cierta distancia e incluso dudamos de su efectividad. Contribuye a ello, en gran medida, estas diferencias que observamos existen entre los diferentes territorios y no acertamos a identificar, si son verdaderas cuestiones de fondo las que las producen o por el contrario prima la posición política de los interlocutores y eso nos produce extrema desazón.


Difícil seguir las recomendaciones, si observamos que no hay consentimiento global para ellas. No hay nada que nos produzca más fortaleza que el sentimiento de pertenecer a un grupo cohesionado y robusto con fuerte decisión de encarar los problemas en una misma dirección, todos tirando de la “cuerda” con el convencimiento de que ese es el camino. Pero del mismo modo, se produce una enorme laxitud en el cumplimiento de la normas, cuando los mensajes que recibimos de quienes tienen la autoridad y la palabra, son confusos, ambiguos e incluso contradictorios.


¿Somos tan complejos, que no tenemos capacidad de hablar, consensuar y planificar las acciones?, pero en común, claro. Albert Einstein decía: “La formulación de un problema es más importante que su solución”. Lo comparto y creo en el fondo que es lo que nos está sucediendo, no somos capaces de formular con claridad y sin fracturas lo que nos pasa, hay diferentes opiniones y en ocasiones muy distantes. Con esos mimbres nunca seremos capaces de “componer la cesta”, o peor, la cesta será poco robusta y no aguantará la carga.


El camino que seguimos, es evidente que no es el bueno. Nos esforzamos más en identificar lo que nos separa, que lo que nos une y así pocos resultados positivos se consiguen. Como dice Muñoz Molina:” Es urgente medir nuestras palabras para que lo que digamos no añada ni una brizna más a la confusión ni agrave innecesariamente el clima turbio de la discordia”  


sábado, 17 de octubre de 2020

miércoles, 14 de octubre de 2020

Convergencia

 


Dice Antonio Muñoz Molina en su libro “Todo lo que era sólido” (2013): “El eje de la vida política española no es el debate educado en las formas y riguroso en las ideas sino el mitin político, en el que las formas son ásperas y con frecuencia brutales y las ideas no existen, o quedan reducidas a consignas y exabruptos, y el adversario al guiñapo de la caricatura… El dominio de los partidos políticos sobre cada esfera de la vida española es tan absoluto que son los partidos mismos los que imponen la información que se da sobre ellos, los pasajes exactos de los discursos de sus oradores que transmitirán la televisión y la radio. De esta complicidad humillante son responsables los que la imponen, pero también los que la aceptan. Entre unos y otros han reducido la libertad de expresión a un intercambio de improperios”.


Estoy absolutamente de acurdo con Muñoz Molina y aunque el libro lo escribe en 2013, si lo trasladamos al momento actual, sus palabras pueden ser compatibles en su totalidad. El transcurso del tiempo no ha hecho más que empeorar estas acciones impropias e incompatibles con  el sosiego y equilibrio que debería presidir cualquier debate. Es imposible lograr conclusiones vinculantes o propiciar convergencia en las diferentes sensibilidades, como consecuencia de la diatriba en la que se ha convertido el intercambio de argumentos, no solo en la calle, sino lo que es mucho peor, también en el parlamento.


Tan arraigadas están estas formas de actuar, que ni siquiera cuando de lo que se está decidiendo es la SALUD, se soslayan y se producen posiciones proclives al entendimiento. Los espectáculos que estamos viendo son francamente deplorables, responsables de diferentes administraciones discutiendo no del fondo, sino de las formas y constatando una absoluta incapacidad para llegar a acuerdos robustos y vinculantes.


Para poder “doblegar” las situaciones adversas – y esta lo es en grado muy elevado – hace falta voluntad de encuentro y deseo de resolver conjuntamente.  Exponer mensajes contradictorios a los ciudadanos, tiene malas consecuencias, ya que lo único que produce es confusión y sensación de incertidumbre; unido a una posición poco comprometida con los sacrificios a soportar en base a las medidas propuestas; máxime si se difunden opiniones contradictorias, con especial énfasis en la falta de idoneidad y/o necesidad.


Toda esta desagradable situación aboga a darle la razón a Muñoz Molina, cuando dice: “Ahora el provenir de dentro de unos días o semanas es una incógnita llena de amenazas y el pasado es un lujo que ya no podemos permitirnos”.


domingo, 11 de octubre de 2020

Escuchar y ceder


Dice Fernando Savater en su libro “Ética de urgencia”: “El problema no es que tengamos opiniones diferentes, sino averiguar qué opinión se acerca más a la vedad, porque la verdad nos conviene a todos…La buena convivencia está hecha de transacciones: el lubricante de las relaciones sociales es la capacidad de escuchar y ceder. Las personas que siempre tratan de imponerse y no ceden nunca, o viven solos o tienen esclavos, pero es imposible que participen en la convivencia”.


El nudo gordiano de siempre, “escuchar y ceder”, en una mayoría de las ocasiones nunca vamos a tener oportunidad de ceder, porque hemos soslayado lo primero: “escuchar”. Reconozcamos nuestra falta de voluntad predispuesta a escuchar sosegadamente lo que dicen los demás. Cuando apreciamos que no está en consonancia lo que nos dicen, con lo que pensamos, jamás sabremos quien está acertado, porque rechazamos de plano la argumentación, por el solo motivo de que no converge con nuestros postulados.


Revestidos de esta estructura, caminamos por la vida de un modo muy rígido. Hemos estructurado nuestra mente para que únicamente tome con interés las palabras que tienen consonancia con nuestra posición sobre el  tema debatido. De tal modo hemos arraigado este comportamiento, que dejamos de escuchar  las opiniones divergentes y por tanto perdemos una oportunidad de oro de “enriquecernos” personalmente, considerando otras posiciones diferentes sobre los temas y que podrían acabar teniendo tanto fundamento o más que las nuestras.


Y es cierto, para progresar,  nos interesa la verdad y no nuestra “verdad”. Comportándonos con más humildad facilitaríamos las cosas, pero lamentablemente aceptar lo que dicen los demás, en contra de lo pensamos, lo consideramos una abdicación y somos poco proclives a ello. Preferimos agarrarnos férreamente a nuestros postulados y lamentar simultáneamente, el profundo error en el que están sumidos los otros.


De estos comportamientos individuales, no es de extrañar lo que sucede en esta sociedad que vivimos. Hasta en asuntos principalísimos, como es la salud, llegar a un consenso colectivo y “remar” todos hacia ese rumbo se torna imposible. Consumimos más energías en discutir y señalar las diferencias que nos separan, que en escuchar sosegadamente a los demás y consensuar la posición que “se acerca más a la verdad”; ya que es en definitiva lo que nos interesa identificar, para logar los objetivos y salvar la delicada situación por la que atravesamos, con éxito. Los personalismos exacerbados solo consolidan la fragmentación y no ayudan a resolver.


Como dice Savater: “Tenemos que estar preparados para ser protagonistas de nuestra vida y no comparsas”. ¡Es el momento de escuchar!, dejemos la dialéctica y pongámonos a la “tarea”.

 

sábado, 3 de octubre de 2020

Acordar

 


Dice Eduardo Punset en su libro “Excusas para no pensar”: “Científicamente se ha demostrado que son necesarios cinco cumplidos seguidos para borrar las huellas perversas de un insulto. De esta manera, los que tienen la manía de contradecir siempre al que está delante muchas veces no gozan de tiempo suficiente para paliar el efecto perverso de su ánimo contradictor…El efecto de la palabra desabrida es más perverso que la propia sucesión de hechos. El impacto del lenguaje es sumamente duradero…Siendo eso así, resulta inevitable preguntarse por los efectos sociales de que la mitad de la población esté siempre imputando al resto razones infundadas, taimadas, perversas, interesadas, para explicar su comportamiento. Será muy difícil no sacar la conclusión de que esas palabras calan hondo en la mente colectiva y acaban dividiendo en dos partes irreconciliables a la sociedad”.


Plantea Punset una perspectiva poco halagüeña, ya que describe una situación altamente frecuente, nuestro irrefrenable deseo de contradecir. La falta de neutralidad, que suponemos, en las palabras de nuestro interlocutor y la sensación de que todos sus planteamientos son interesados y por el contrario los nuestros no.

En los asuntos relevantes y la salud es uno de ellos; pueden haber, sin lugar a dudas, diferencias en los criterios, planteamientos y acciones; pero expuestos adecuadamente, es decir, con respeto; deben de ser escuchados con atención todos los argumentos de los diferentes interlocutores y debatidos con lealtad y deseo de aportar soluciones, no de incrementar los problemas. Ser antagónicos en política, no puede significar en ningún caso, impedimento para llegar a consensos estables y sólidos en temas de salud. Reunirse para aunar criterios es un ejercicio que debería de ser cotidiano. No demorar con excusas o cualquier otro mecanismo dilatorio, la toma de decisiones que nos vinculen a todos; es reforzar la solución y fortalecer la voluntad de los ciudadanos para asumir los sacrificios necesarios que conlleve su implementación.


Asistir cotidianamente al “espectáculo” desabrido de las declaraciones de los diferentes oponentes políticos, acusándose respectivamente, de la incapacidad para conformar acciones idóneas a las circunstancias; no aporta ninguna solución, ante más; aleja cada vez más a unos de otros y lo que es peor, polariza a la sociedad, que vive ajena a esos entresijos y que sigue esperando que se apliquen acciones adecuadas para todos; instrumentadas por quien corresponda, pero con el respaldo firme del resto. La salud ciudadana es cuestión preferente y por consiguiente deben ser proclives todos los  partidos para resolver e instrumentar soluciones, por activa y por pasiva,  evidentemente sin subterfugios.


Dar por terminada una reunión, que debe adoptar acuerdos y proponer soluciones; para que asistamos los ciudadanos con posterioridad a escenificaciones poco conciliadoras; cargadas de palabras excluyentes y argumentos peyorativos, como explicación de lo sucedido en el seno de dicho foro; es hacer la crónica de un fracaso conjunto y evidenciar la falta de voluntad de todas las partes implicadas para abandonar de una vez, los “dimes y diretes” e ir al “grano”, sin más dilaciones. Nos jugamos, mucho, pero mucho, todos.


Como dice Punset: “El lenguaje es muy importante para entendernos, pero también para confundir a los demás”.  Seamos proclives a entendernos, ganaremos.


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