jueves, 31 de julio de 2014

Manipulación



Dice K.C.Cole en su libro “El universo y la taza de té. Las matemáticas de la verdad y la belleza”: “Como las matemáticas exponen tan bien la verdad, resulta curioso comprobar con cuánta frecuencia se las emplea para perpetuar equívocos y mentiras. El poder de las matemáticas obedece a que atribuimos más  peso a los números que a las palabras.
Los seres humanos consideran con frecuencia que las matemáticas son una línea objetiva de argumentación que las rescatará del desasosiego de la ambigüedad. Confiamos en que de conseguir expresar las cosas en términos numéricos, tal vez surja la verdad. Sin embargo las matemáticas, solo sirven para articular esas ambigüedades: no son salvavidas para escapar del mar de la confusión, únicamente la boya que señala la presencia de bancos de arena.”

Cuando los maestros en el uso de la palabra, están agotando sus extenso argumentos, sin pensarlo ni un segundo, con rotundidad, lanzan un número – generalmente un porcentaje -, y miran a su alrededor con la cara del triunfador, como si hubieran laminado al adversario, dejándolo absolutamente desconcertado. Cuánto mayor énfasis en la presentación, mayor probabilidad de que este número sea el que se ha calculado expresamente para avalar un argumento débil y confuso, y además, no exento de intencionalidad de “enredar”.

Si la verdad expuesta con medias palabras, frases incompletas y eufemismos, acaba siendo un sucedáneo de la mentira; si además se adereza con cifras, gráficos y porcentajes, acaba siendo la escenificación de la confusión. No tengo que insistir mucho sobre como los políticos manejan estas presentaciones con magistral destreza. Los adalides de comentar “la jugada” en tertulias – léase algarabías -, se han dado cuenta también la utilidad y han incorporado hasta pizarras, como si de una clase se tratase.

Se ha acabado la objetividad del número. La destreza habitual para enredar con la palabra, se ha fortalecido exponencialmente, con los argumentos numéricos, que expuestos con cierta habilidad, pueden convertir cualquier cosa en su contraria. Pronto estaremos estupefactos y dudaremos hasta de que dos y dos son cuatro, Porque dependiendo de la intención del orador, será “casi cuatro” o “mucho mas que cuatro”.

Los números ya se sabe, puestos en una hoja de cálculo y aderezados con un buen gráfico con la escala adecuadamente manipulada, pueden ensombrecer la tendencia de cualquier magnitud y pueden transmitirnos esperanza en el futuro o extraordinario desasosiego. La verdad de los asuntos se oculta cada vez más. Vivir en el enredo parece nuestro sino y eso que quienes más  lo hacen, recibieron un mandato de los ciudadanos a través de las urnas, para gestionar con eficiencia y transparencia y además lo prometieron o juraron.

Como dice el matemático Keith Devlin: “Las cifras engañan con frecuencia a la gente. No hay que avergonzarse de eso: también las palabras resultan equívocas en ocasiones”. Claro, pero creo que el matemático, está hablando de forma fortuita, no intencionada…

martes, 29 de julio de 2014

La época de la infamia.



Dice Antonio Muñoz Molina en su libro “Todo lo que era sólido”: “Muchos abusos se han cometido en secreto, y era muy difícil averiguarlos. Habrá delitos de los que no sabremos nada nunca y expolios que permanecerán impunes para siempre. Pero han sido innumerables los hechos escandalosos que sucedían a plena luz y en los que nadie reparaba, que activamente se elegía no ver, o ver y fingir que no se veía. O que se estaba viendo lo contrario. Ver y callar. Ver y decir no lo que se piensa sino lo que se sabe que conviene, lo que se espera que uno diga: contadas veces por miedo, muchas más por conveniencia, por gregarismo, por moda…
La ropa sucia se lavaba en casa. Y para asegurarse de que no salía de allí lo mejor era que se quedara sin lavar.”

Estoy de acuerdo con el autor, en su totalidad; salvo en la utilización del tiempo verbal, él habla en pasado y yo creo que podría ser redactado en presente. Los acontecimientos machaconamente tozudos, nos muestran cada día desmanes más inverosímiles. Arquetipos de la ética, se derrumban, para dar paso a la “suciedad” menos imaginable con la que han ejercido su poco o mucho poder; parece que la historia esté empeñada en dar nombre a  estos años  como: “la época de la infamia”

Y lo peor es que uno tiene la sensación, de que no hemos tocado fondo. La sed de venganza, y el “tu más”; se ha instalado en la clase política-poderosa y como reimpulsados por un  potente  muelle, ante la evidencia de deslealtades, desafueros y desmanes entre sus compañeros de grupo; ponen más empeño en rebuscar en las cloacas de sus adversarios, tratando de reflotar inmundicias parecidas; que en investigar a conciencia en su interior y sanear – si es necesario con cirugía” toda la podredumbre acumulada. Camino equivocado, que solamente tiene futuro, confiando en la inefable desmemoria que tenemos los ciudadanos… olvidamos con excesiva prontitud y de ello se aprovechan los oportunistas.

No soy partidario de los “órdagos a la totalidad”, ni en calificar a todo un colectivo, por las acciones aisladas de algunos de sus dirigentes. Pero al mismo tiempo, pienso, que es necesario que muchos miren hacia otro lado y callen, para que algunas de las infamias que florecen, se puedan repetir a lo largo del tiempo, en algunos casos, acotado en muchos años. Saber y callar, no es lo mismo que hacer, pero sin embargo es una posición de colaborador con el que personalmente se beneficia de un enriquecimiento espurio y corrupto.

Quienes están en posiciones de “mando”, a través de los votos de los ciudadanos; no deberían olvidar que su misión es administrar con eficiencia los caudales públicos y no en tratar de “tapar” con medias palabras las conductas de quienes dejaron de merecer respeto ajeno, en el mismo momento que ejercieron sin ningún recato una utilización omnímoda del poder, para usarlo solo en su propio beneficio y abusando de la confianza de todos se enriquecieron. La justicia debería de ser implacable. La publicidad con el consiguiente descrédito y rechazo social de los autores, la pauta a seguir. Tratar de minimizar el daño para el grupo político, ocultando evidencias o confundiendo a los ciudadanos con manifestaciones torticeras, es en cierto sentido, colaborar con el desmán.

Como dice Muñoz Molina: La información no trataba de las cosas que sucedían, sino de lo que los políticos tenían que declarar sobre ellas y lo que los opinadores opinaban sobre lo que los políticos habían declarado… la realidad desaparecía bajo el ruido constante de las declaraciones y las diatribas políticas”.  Lamentablemente también se podría escribir en presente.

sábado, 26 de julio de 2014

Palabras de verdad...



Dice Antonio Muñoz Molina en su libro “Todo lo que era sólido”:”La pedrería verbal que ha tenido tanto éxito estos últimos años es otro de los lujos falsos que ya no podemos permitirnos. Es urgente medir nuestras palabras para que lo que digamos no añada ni una brizna más de confusión ni agrave innecesariamente el clima turbio de la discordia. Es urgente medir también las palabras que nos digan, como se comprueba la calidad de un metal o de un billete de banco, para saber si quien las dice está mintiendo o no o si sus palabras se corresponden con sus actos.
Necesitamos con urgencia  comprender lo que está sucediendo tan velozmente a nuestro alrededor, y como no hay comprensión sin palabras necesitamos que sean lo más claras y precisas posible. Llamar al pan, pan y al vino, vino. No tener miedo a defraudar o irritar a los que reclaman de nosotros la confirmación de sus prejuicios. Prestar mas atención a las personas que actúan que a las que hablan…”

Difícil cumplimiento de la recomendación, en una sociedad acostumbrada a tener siempre la razón y comportarse excluyendo y no integrando. Somos expertos en justificar argumentalmente lo que no se sostiene a un análisis liviano. Queremos prevalecer aun a costa de argumentos mediatizados  y carentes de rigor. Buscamos mayorías en lugar de razones. No hemos aprendido a guardar respetuoso silencio y escuchar; somos mucho más proclives a ignorar argumentos ajenos discrepantes y a enlazar “peroratas” eternas, con argumentaciones tan vacías de contenido como inapropiadas. Solo cuenta tener “la razón” y no importa a qué precio.

Estamos tan cansados de oír medias palabras, que hilvanan argumentos completamente sesgados, para justificarlo todo; que envueltos en nuestro hastío, somos incapaces de creer en casi nada. Los valores democráticos sobrevenidos en nuestro pasado reciente, se quedan en un segundo plano; para dar prevalencia a “cantos de sirena”, - exentos de rigor pero efectivos en el modo -, que nos inundan diariamente. Quienes más deberían dar ejemplo, más reiteradamente incumplen las condiciones de veracidad.

Los años transcurridos, que deberían de haber servido para fortalecer la tolerancia, están deviniendo en “círculos” mediáticos, cuyas propuestas son confusas y exentas de rigor. Con tal de seguir aparentando que se está en posesión de la razón, cualquier propuesta es válida, aunque esté conformada en función del objetivo que se desea alcanzar y no por la acumulación de argumentos sólidos y neutrales. Tener la razón parece, que es la facultad de poder hablar más y repetir machaconamente lo mismo por muchos. Casi como si el logro, se alcanzase  en función del cansancio ajeno.

Pensemos, que como dice Muñoz Molina, “Nuestros actos hablan por nosotros de una forma mucho más verdadera que nuestras palabras. Las palabras son gratis, y su sonido no varía si se están usando para mentir o para decir la verdad.”

miércoles, 16 de julio de 2014

Pensamiento ególatra.




Dice Marilyn Vos Savant en su libro “El poder del pensamiento lógico”: “El pensamiento ególatra es un problema grave. Todos deseamos creer que tenemos razón. Y cuando nos formamos una primera impresión. Aunque no sea de inmediato, nos resulta difícil modificarla. Luego procedemos a interpretar las futuras informaciones de modo que confirmen lo que ya sabemos.
Quizás el deseo de tener razón es instintivo en el animal humano. Después de todo, el narcisismo tiene un enorme valor para la supervivencia del individuo, y este puede ser el mecanismo que explica por qué el ser humano se siente emocionalmente incómodo cuando comete incluso el mas pequeño error”.

Formarse opinión propia sobre los asuntos relevantes, es un ejercicio intelectual, que considero imprescindible en nuestra vida. Buscar la razón lógica, a pesar de la maraña de informaciones, que tenemos a nuestra disposición sobre cualquier asunto y no todas ellas independientes y objetivas; se está convirtiendo en una tarea muy complicada, pues parece que las cosas cuanto más se repiten más verdad son y hay especialistas en ello.

Defender a ultranza nuestras opiniones, sin dar cabida al contraste de otras, por muy discrepantes que sean, es un gesto de orgullo absolutamente impropio, cuyo resultado práctico es el “empobrecimiento intelectual”. No hay tema, que no pueda ser enriquecido con el debate ordenado de los puntos de vista discrepantes de cada uno. No tengo ninguna simpatía, por quienes defienden como verdad absoluta “su razón” y no tienen la menor disposición a escuchar la de otros, presuponiendo que es errónea o equivocada cualquier posición discrepante.

Creerse en posesión de la razón absoluta dice muy poco de quien así piensa. Pero además conlleva una actitud social carente de empatía, que nos distanciará cada vez más de todos aquellos cuyos planteamientos no sean coincidentes con los nuestros. Es cierto que algunas tertulias televisivas, muestran unos contertulios muy proclives a la descalificación global y poco dispuestos al entendimiento y puede ser que estos estereotipos produzcan efectos indeseados en los espectadores habituales.

Escuchar con atención - sin prejuicios - a nuestros interlocutores, es una garantía de enriquecimiento intelectual mutuo. Defender nuestra razón, sobreponiendo los argumentos verbales sobre los de los demás, bien por voz o por gestos, es una forma espuria de “cargarse” un diálogo civilizado. Los argumentos democráticos, por muy discrepantes que sean, no pueden ser rechazados de plano, sin sopesar en profundidad su contenido y no es garantía de “no razón”, que quienes los estén expresando sean minoritarios.  Todas las ideas democráticas, en sus comienzos, fueron minoritarias y claramente innovadoras de los principios mayoritariamente asumidos.

Vivimos con urgencia y cargados de obligaciones, lo cual nos hurta el tiempo para reflexionar serenamente y es comprensible, que bajo esta presión, nuestro tiempo sea escaso y nuestra capacidad de asimilación esté mermada, pero ello no es óbice  para rechazar de plano todo lo que no sea lo “habitual”; hay circunstancias que no pueden ser  excusadas solo por la premura de tiempo. Si dejamos que nuestra forma de vida actual, nos haga perder la capacidad de dialogo,  nos hacemos un flaco favor, pero más aún, solo contribuimos con esta actitud a estar cada día mas solos… aunque estemos en compañía.

miércoles, 9 de julio de 2014

Equilibrio de poder...



Dice Charles. Wright Mills en su libro “La Élite del Poder” (1957: “No se puede pensar sinceramente en la élite como un grupo de hombres que se limitan a cumplir con su deber. Son ellos quienes determinan cuál es su deber, así como los deberes de sus subordinados. No sólo cumplen órdenes; también las dan. No son únicamente "burócratas"; gobiernan las burocracias. Quizá traten de ocultar estos hechos a los demás y a sí mismos, apelando a tradiciones cuyos instrumentos imaginan ser, pero hay muchas tradiciones y es preciso que escojan la que quieren servir. Y tienen que tomar decisiones respecto a  las que no existe tradición.
A pesar de su semejanza social y de sus afinidades psicológicas, los miembros de la élite del poder no constituyen un club con miembros permanentes y límites oficiales y fijos. Por la naturaleza misma de la élite del poder, hay dentro de ella mucho movimiento y no se compone de un solo y pequeño grupo de hombres con las mismas posiciones y las mismas jerarquías. Que se conozcan entre sí no significa que exista unidad de sistema; y que no se conozcan no quiere decir que estén desunidos. El concepto de la élite poderosa no se funda, como ya he dicho, en la amistad personal.”

Tal vez no lo hubiéramos pensado así, pero en realidad tiene su sentido. El poder siempre gira alrededor de unos entornos determinados, es celoso manteniendo unos límites “sin puertas”, como una barrera de entrada, que no permite a cualquiera tomar conocimiento o incluso “entroncar”. Las estructuras son como son y viven de perpetuarse, su mejor consolidación es el bagaje histórico. Cualquier cambio en las llamadas reglas de juego, pone en peligro ese equilibrio invisible, que mantienen entre y para sí, quienes desde siempre forman parte de la élite.

Las democracias con el voto pueden dar “cuenta y razón” a grupos ajenos, hasta entonces, a los círculos de poder y con ello ponen en alerta extrema a quienes vienen ejerciéndolo desde siempre y que por tanto lo han interiorizándolo como natural e inamovible. Alcanzar una posición más relevante después de unas elecciones, o incluso emerger no significa en absoluto, que una nueva “seudo-elite” haya nacido, primero, porque aparentemente ellos mismos no tienen esa vocación y segundo, porque les falta tradición, antigüedad y sobre todo tolerancia de la élite actual.

El mensaje de renovación ha quedado evidenciado y una de las primeras reacciones es lo que llamaríamos “que todo cambie, para que todo siga igual”. Con rapidez y con mucho ímpetu, el poder histórico anuncia cambios sustanciales, que ayuden a modificar el estatus actual, pero no con la intención firme de que ello se produzca; sino  que parezca que algo se mueve en ese sentido, tratan de neutralizar los “nuevos aíres”. Es como una faena de maquillaje.

Quienes “irrumpen” en el campo del poder lo hacen con la fuerza que da haber roto moldes y lo hacen también con la “ingenuidad” de quienes creen firmemente que han recibido un encargo de “enmienda a la totalidad”. Adoptan posiciones poco convencionales y pretenden que los cambios sean reales, con una velocidad en una proporción directamente proporcional al tiempo que se han mantenido sin reformar los asuntos controvertidos. Las barreras invisibles de la burocracia son muy férreas y absolutamente desacostumbradas a ritmos acelerados.

Ambas circunstancias, generan una especie de “caza de brujas”, es decir la élite tratará de aislar y desprestigiar a quienes así irrumpen, con argumentos poco ortodoxos, más cercanos de la descalificación que a la objetividad dialéctica; sin percatarse que con esta actitud, no hacen sino incrementar los futuros votos de los que emergen, lo que propiciará nuevos desafíos cada vez de mayor alcance. La mejor forma de neutralizar a un adversario político es con argumentos bien estructurados y cargados de razón; acompañados de una buena oratoria. Es decir, lo contrario de lo que se observa en nuestro parlamento.

Como dice Mills: “Tener honor sólo significa obedecer a un código que se considera honorable. No hay un código único sobre el que estemos de acuerdo todos. Por eso, si somos civilizados no descartamos a todos aquellos con quienes no estamos de acuerdo.” 

lunes, 7 de julio de 2014

Argumentario.



Dice Charles. Wright Mills en su libro “La Élite del Poder” (1957): “Sea cual sea el sentido de la historia, "nosotros" tendremos que dárselo con nuestras acciones. Pero el  hecho es que aunque todos nosotros estamos dentro de la  historia, no todos poseemos el mismo poder de hacer historia. Pretender que lo tenemos es un disparate sociológico y  una irresponsabilidad política. Es un disparate porque, en primer lugar, todo grupo o individuo está limitado por los medios de poder técnicos e institucionales que tiene a su disposición; no todos tenemos igual acceso a los medios de poder que ahora existen ni la misma influencia sobre su uso. Pretender que todos "nosotros" hacemos la historia es algo políticamente irresponsable, porque ofusca cualquier intento de localizar la responsabilidad de las decisiones importantes de los hombres que tienen acceso a los medios de poder.
Como los medios institucionales de poder y los medios de comunicación que los unen se han ido haciendo cada vez más eficaces, los que ahora tienen el  mando de ellos poseen instrumentos de dominio que nunca han sido superados en la historia de la humanidad. Y todavía no hemos llegado al punto máximo de su desarrollo. Ya no podemos descansar ni apoyamos cómodamente en los altibajos históricos de los grupos gobernantes de las épocas pasadas. En ese sentido tiene razón Hegel: la historia nos enseña que no podemos aprender de ella”.

Mills en este libro describe de modo muy crítico, la sociedad americana de la época (1956); con un desenmascaramiento de lo que el llama “la élite” de modo pormenorizado y descriptivo. Pero en realidad, salvando las distancias, podría leerse en la actualidad con el mismo énfasis, aquí y ahora

Me interesa en particular el segundo párrafo, donde señala la connivencia entre estamentos políticos y medios de comunicación. No estoy suponiendo que todos los medios de comunicación están al servicio del poder establecido y ayudan a consolidarlo, cimentarlo y mantenerlo; es indudable que hay muchos que escapan a estas redes clientelares y mantienen la independencia, focalizado su principal objetivo en la información veraz y útil, para mantener a sus  lectores/oyentes/videntes lo más enterados posible, sobre los asuntos debatidos.

Pero quiero señalar la efectividad que tiene para un organismo institucional, sea del nivel que sea; contar con medios de comunicación coincidentes en opiniones, ya que con gran sutileza y comprometiendo poco o nada a quienes detentan el poder, conforman una determinada opinión en la población, que a su vez es la que desean los “estamentos” que se difunda. Hay maestros/as en estas artes y desde luego a juzgar por los resultados con un elevado grado de eficiencia.

Tampoco tengo nada en contra de que cada cual publicite o defienda con sus argumentos aquello que considera según su entendimiento como lo deseable, aunque lo que pretenda sea extender ese sentimiento propio, para convertirlo en seudo-mayoritario. Aún así, la libertad de expresión lo permite y lógicamente aunque no se esté de acuerdo con los postulados propuestos, en una democracia el ámbito de la palabra esta revestida de toda la libertad, cuando se pronuncia con respeto y en busca de clarificar la verdad.

Por el contrario si que estoy absolutamente en desacuerdo, con la defensa de “argumentarios”, conformados por “superiores”, para homogenizar opiniones e intentar “calar” en la población a fuerza de repetir machaconamente lo mismo, un determinado estado de opinión; aunque en algunas ocasiones la propia cara de quien lo defiende, transmita casi con absoluta evidencia su falta de convencimiento en lo que  expone.

Tampoco estoy de acuerdo, con que para exponer las informaciones de turno, se empleen procedimientos de descalificación de quienes son contrarios  a los asuntos en debate, usando palabras y argumentos absolutamente inadecuados y carentes de respaldo real. En ocasiones, no se tiene ningún reparo en seguir sembrando dudas, aún cuando se ha puesto de relieve la incerteza de los argumentos expuestos con anterioridad; por supuesto sin tomarse la molestia de disculparse con las personas u organizaciones a quienes se les ha adjudicado, acciones u omisiones  no veraces.

Querer alcanzar objetivos es un buen planteamiento y prestigia a quien así plantean su quehacer diario; pero hacerlo usando “medias verdades o falsedades” construidas ex profeso para confundir, es hacerle un flaco favor a la sociedad y comprometerse con métodos de comunicar reprobables, que acabarán desprestigiando a quien los promueve.  Aunque se haya logrado el fin deseado, una vez más los medios con los que se obtienen algunos hitos, pueden invalidar “moralmente” lo que se considera una gran logro. Eso es lo que yo llamaría un “fraude informativo”, tan reprobable como cualquier otro fraude.

miércoles, 2 de julio de 2014

Política y Poder



Dice Moisés Naím en su libro “El fin del poder”:” La esencia de la política es el poder; la esencia del poder es la política. Y desde la antigüedad el camino tradicional hacia el poder ha sido la dedicación a la política. En realidad, el poder es a los políticos, lo que el sol a las plantas: tienden naturalmente a buscarlo.
Lo que hacen los políticos con el poder varía; pero la aspiración a poseerlo es el rasgo fundamental que tienen en común. Como dijo Max Weber hace casi un siglo: “El que se dedica a la política lucha por el poder, bien como medio para lograr otros fines, ideales o egoístas, o bien para alcanzar “el poder por el poder”, es decir para disfrutar del sentimiento de prestigio que el poder confiere”.

Es indudable que Max Weber hace un siglo, seguramente no podía imaginar, que los políticos en España, aun habiendo conseguido el poder – su máxima aspiración – no gocen de prestigio. Lamentable, sobre todo porque se lo han ganado a pulso. Ya se que no todos son iguales. Los desmanes de los “aprovechados”, han manchado a todos y hay muchos que no han metido la “mano en la caja”, no se han lucrado o dejado lucrar a sus familiares y amigos y seguramente ni siquiera han acumulado más patrimonio del que ya tenían cuando llegaron a sus cargos.

Creo que los ciudadanos en general, eso también lo saben. Creo también con certeza que ni siquiera identifican a todos de manera tan peyorativa. Sin embargo, viven atónitos contemplando como los asuntos “turbios” los resolverá la justicia, pero simultáneamente no han detectado que las organizaciones políticas, acometan investigaciones internas firmes y en profundidad, para tratar de identificar cual es el alcance de la “avería”.

Algunos de los hechos que se han conocido y los que van aflorando, dicen muy poco de los que deberían haber controlado el uso del dinero público. Seguramente ellos no han estado en contubernio con los “impresentables”…pero y ¿el control interno?, se puede decir que ha brillado por su ausencia. Las circunstancias son las que son y los tribunales decidirán y condenarán, pero mientras tanto… ¿podrían otros repetir lo mismo?, ¿o se han removido suficientemente las estructuras como para impedirlo?. Salvo que no hayan trascendido dichas medidas, parece que no.

En ocasiones cuesta creer, que tantas personas hayan tenido que hacer la vista gorda, tapado, ocultado o ignorado la evidencia, para que hayan sido posible los “desaguisados” y estoy convencido que posiblemente no habrán participado en los latrocinios, pero si han evidenciado un carencia absoluta de sensibilidad colectiva, callando y consintiendo. Han preferido no señalar las conductas reprobables de unos pocos, en detrimento de todos y esa es otra causa de la desafección y desconfianza de los ciudadanos en las instituciones. Un corporativismo mal entendido o una evidente carencia de criterio.

Seguramente nos está sucediendo lo que decía Wrigth Mills, en 1956  en su libro “La élite del Poder”, tal como cita Naím en el suyo: “En ella describía como en Estados Unidos el poder estaba en manos de una “casta” dominante que controlaba los asuntos económicos, industriales y políticos”. Si fuese así es indudable que una renovación en profundidad sería imprescindible, porque repetir con tedioso mimetismo lo mismo, no es seguro de estar acertado en la solución de los problemas y desconfiar de la imaginación para resolver los asuntos con otros “aires” es cuanto menos inmovilista.
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