lunes, 29 de septiembre de 2014

Ambientes ciudadanos



Dice Charles. Wright Mills en su libro “La Élite del Poder” (1957:Sabemos que las personas tienden a escoger aquellos ambientes que confirman lo que ya creen y disfrutan. Del mismo modo, tienden en la segregación metropolitana, a ponerse en contacto con aquellos cuyas opiniones son similares a las suyas. Y se inclinan a tratar superficialmente a los demás. En la sociedad metropolitana desarrollan, en defensa propia, una actitud de indulgencia que es algo más hondo que una actitud. Por lo tanto, no experimentan auténticos choques de puntos de vista, ni se plantean verdaderos problemas. Y cuando esto ocurre tienden a considerarlo como simples faltas de educación.
Sumergidos en sus rutinas, no trascienden, incluso por la  discusión, y mucho menos por la acción, de sus vidas más o menos estrechas. No logran una visión de la estructura de su sociedad y de su papel como público dentro de ella. La ciudad es una estructura compuesta de esos pequeños ambientes y las personas que pertenecen a uno de ellos tienden a aislarse de los otros.”

Quizás quienes vivimos en las ciudades, no nos percatemos que en realidad cada vez, somos mucha más gente, pero posiblemente más solos. La ciudad impone sus normas y sin darnos cuenta nos acomodamos en un grupo (club, asociación, ateneo, etc), en realidad se nos facilita la labor de centrarnos con un determinado conjunto de personas, para pasar la mayoría de nuestras horas no dedicadas al trabajo.

Por fuerza y a base de contactos reiterados, se produce convergencia de criterios y opiniones homogéneas. Los posibles debates, se circunscriben estrictamente a intercambios de información sobre temas sobre los que se demuestra cierto interés colectivo, pero en un ejercicio sin debate puro; es simplemente una aportación de argumentos en la línea de lo asumido mayoritariamente por el conjunto.

El debate en estos entornos restringidos, se asimila con facilidad a enfrentamiento,  que merma el equilibrio “social” y por tanto se rehúye para no debilitar la cohesión interna. Al final se siente uno muy arropado por sus compañeros, pero realmente en un ambiente poco enriquecedor desde el punto de vista del conocimiento abierto de los temas. Las opiniones son muy homogéneas y además en cierto modo, también cerradas, con ciertas barreras invisibles, que impiden o dificultan la entrada de “aires nuevos”.

Nuestro propio entorno nos arropa y protege, pero a cambio nosotros cedemos parte de nuestro propio criterio, sobre todo, si es discrepante al mayoritario; un ejercicio poco recomendable puesto que nos convierte en monótonos y carentes de autocrítica, posiciones que no promueven el avance y el enriquecimiento interior. Dejarse llevar por comodidad, tiene el peligro de aparecer en lugares no previstos, o de otra manera, renunciar a parte de nuestra identidad en aras de convergencia con la mayoría, puede ser confortable, pero a la larga es demoledor para nosotros mismos. Porque como dice Sam C. Saunders “No es posible prevenirse contra lo que uno no advierte”

sábado, 27 de septiembre de 2014

Impulso hedonista



Dice Victoria Camps en su libro “Virtudes Públicas”(1990): “… Esto es una ética de actividades e inclinaciones individuales dirigidas a hacer más justa y más digna la vida colectiva. Si la tendencia dominante de los países desarrollados es la de sucumbir a las tentaciones del individualismo liberal, algo hay que hacer para frenar el impulso hedonista a pensar sólo en uno mismo y atender únicamente a los intereses más próximos. La democracia debería de ser la búsqueda y la satisfacción de las necesidades e intereses comunes, para lo cual conviene, además de definirlos y nombrarlos, de establecer prioridades, construir un clima de colaboración y cooperación.”

Siempre he creído, que el ejercicio democrático pleno, era mucho más que ejercer nuestro derecho al voto en las elecciones. Debe ser una disposición para comprometerse en el bien común. De nada vale que nuestra posición sea exclusivamente elegir y retirarse para ver como se resuelven los problemas. La satisfacción de las necesidades e intereses comunes – como dice Victoria Camps – puede ser ayudada con nuestra propia presión para evidenciar las carencias y también para promover la adopción de soluciones y hasta en ocasiones exigirlas.

El problema principal es que vivimos muy restringidos a grupos sociales en los que los debates sobre temas de actualidad son casi nulos y por el contrario, los que nos vienen construidos a través de los medios de comunicación, son absolutamente estériles; cargados de personajes cuyo cometido principal es defender la posición partidista y no permitir con sus actitudes, que se pongan en evidencia cuales son las verdaderas claves del tema sometido a debate.

Cada vez con mayor frecuencia, las opiniones se vuelven antagónicas no para buscar los argumentos reales, sino más bien para blindarse contra quienes son discrepantes, es algo así como si, la opinión de mi grupo social o partido es la que tiene buen criterio y quienes discrepan tienen muchos motivos por los  callar. No hay ni un minuto de descanso para escuchar argumentaciones  ajenas, como si la consigna no escrita fuera, que no hay que cejar en el empeño para que sus razones, ni siquiera sean expuestas y por tanto conocidas.

Como dice Victoria Camps: “Tal vez no sepamos con certeza hacia dónde hay que ir, pero si sabemos qué es lo que no nos gusta y lo que no debería tolerarse ni permitirse”.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Porvenir



Dice Fernando Savater en su libro “El valor de elegir”(2003): “Todos los hombres somos “hombres de empresa” y cada uno en la medida de nuestras fuerzas vivimos comprometidos con planes de futuro, que siempre encierran alguna mínima o ambiciosa modificación de la realidad que nos hemos encontrado y en la que nos encontramos. Ser conscientes del tiempo implica entender el porvenir al menos en parte como diseño propio, no solo como repetición o como fatalidad.”

“El porvenir como diseño propio”, una frase que descarta en si misma, una posición estática y aceptante de todos los acontecimientos de nuestra vida, como si fueran predeterminados; es una llamada de atención para tratar de aproximar nuestro devenir en convergencia  hacia nuestros deseos. Tenemos, en muchas ocasiones, poca capacidad para creernos nuestros propios proyectos, somos especialmente pesimistas ante los retos y nos desanimamos con gran facilidad o peor aún, permanecemos inmóviles y expectantes, poniendo excusas de todo tipo, más para justificar nuestra falta de acción, que por las dificultades reales.

Dejar para más adelante, es darnos una oportunidad para meditar con cierto detenimiento, la “bondad” o no, de nuestros planes de futuro; pero aparcarlos “sine die”, es en el fondo una especial cobardía o falta de voluntad para motivarnos en conseguirlos.  Sin constancia es difícil conseguir algo, nada hay tan impropio, como abandonar antes de empezar repitiéndonos una y otra vez, que era demasiado ambiciosa o inconsciente nuestra planificación personal. El cumplimiento de la mayoría de nuestros deseos, impone creencia en la realización y sobre todo voluntad firme para conseguirlos.

No tratar de modificar la dirección de nuestra vida y dejarse llevar, es muy cómodo y  exige poco esfuerzo; pero además, permite lamentarse de nuestra fatalidad y poca suerte, cuando no progresamos satisfactoriamente. Por el contrario, empeñarse en tomar el “timón” y tratar de fijar el rumbo hacia donde deseamos, es de valientes; que creen en si mismos y en su posibilidades, y que no piensan rendirse a las primeras de cambio, replegándose, para seguir con “más de lo mismo”, aunque sigan insatisfechos. Visualizar nuestro futuro, no es solo una posición de soñadores, es mucho más, es el primer paso para aplicar nuestra voluntad y empeño en alcanzar lo que deseamos.

Si cuando corresponde, no hacemos uso de nuestra libertad de acción; no nos lamentemos si los resultados del “dejarse llevar” no son los deseados. Como dice Zygmunt Bauman, en su libro “Libertad”: “La libertad nació como un privilegio y así ha permanecido desde entonces. La libertad divide y separa. Separa a los mejores del resto. Obtiene su atractivo a partir de la diferencia: su presencia o ausencia refleja, marca y cimenta el contraste entre lo alto y lo bajo, lo bueno y lo malo, lo codiciado y lo repugnante.” 

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Liderazgo



Dice Eduardo Punset en su libro “La España impertinente” (1986): “Pero la falta de representatividad inherente a los resultados condicionados por el actual derecho electoral no es más que uno de sus aspectos negativos. Hay otros que oscurecen el funcionamiento democrático en mayor medida, porque afectan a la esencia misma del mercado político, sobredimensionan el poder conferido a las oligarquías de los partidos y alejan irremediablemente a los ciudadanos del ejercicio real de la democracia a la hora de elegir a sus representantes. Ningún sistema electoral está a salvo de las distorsiones provocadas por los abusos de poder cometidos por los líderes sin escrúpulos, o los aparatos de los partidos excesivamente empeñados en la supervivencia de las propias burocracias internas.”

Ganar las elecciones por mayoría absoluta, es condición necesaria para poder gobernar, pero sin embargo, no es suficiente para convertirse en líder. En la empresa privada el “Jefe” viene habitualmente nombrado por cauces absolutamente ajenos a los subordinados, por el contrario el liderazgo son ellos quienes lo otorgan. A quien manda, se le obedece o no; pero al líder, se le sigue. Las instrucciones recibidas de un líder, son mucho más motivadoras.

Estamos rodeados de jefes y jefecillos y somos –como en la obra de teatro – personajes en busca de líderes. Queremos sentirnos partícipes de un proyecto común, por muy difícil que sea de alcanzar y rechazamos absolutamente el rol de “menores de edad”, que se nos adjudica. Hemos sido excluidos del conocimiento de lo fundamental-cotidiano,  pero nos informan perfectamente de asuntos baladíes, cargados de intrascendencia y relatados con lujo de detalles; que tejen alrededor de nosotros una tupida cortina de humo capaz de confundirnos. Una alienación, muy difícil de describir, pero extraordinariamente dura de sentir. Vernos cada día alejados de lo importante e impelidos a participar de lo superfluo.

El gobierno se puede ejercer por el mandato recibido de las urnas, pero el liderazgo hay que ganarlo con posterioridad,  a través de las  acertadas decisiones, acordes con el programa político planteado.  Cuando se es gobernante, pero no líder, el distanciamiento social está servido. Ni siquiera la mayoría, por muy cualificada que esta sea, justificará las decisiones no explicadas con claridad. Los ciudadanos demandamos información veraz y sin “trampas” y somos extremadamente críticos, con quienes parece que desean caminar a hurtadillas evitando la transparencia. Peor que no saber, es saber a medias.

 La clase política española, está acostumbrada a “cocinar” mucho en la “trastienda”, pero a explicar poco “lo que se guisa”; craso error, que viene produciendo cada vez más insatisfacción y alejamiento de los políticos (gobierno y oposición). Quienes no saben interiorizar, que han sido facultados para gestionar lo público por delegación,  disponen como si fuera propio, lo que es de todos. No se muy bien si lo hacen, por inmodestia intelectual o arrogancia ignorante. 
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