miércoles, 27 de abril de 2011

Universalidad






Dice Montesquieu en “Mis pensamientos”: “Si supiera de una cosa útil para mi nación que fuera ruinosa para otra, no la propondría a mi príncipe, porque soy hombre antes que francés, (o bien porque soy necesariamente hombre, y no soy francés más que por azar”.

Tanto tiempo dedicado a la diferenciación de pueblos, gentes y costumbre, tanto esfuerzo en la individualidad y sin embargo Montesquieu, nos propone la universalidad. Vaya palabra, en la era de los “grupúsculos”, estamos llenos de soberbia y somos incapaces de reconocer, que lo que verdaderamente importa es la globalidad, no es individualismo y la mirada dirigida a nuestro ombligo, lo que nos colmará de satisfacción. La infelicidad de muchos, no queda salvaguardada por mucha felicidad que acumulen unos pocos.

Nada produce tanto placer como compartir. No hablo tan solo de bienes, me refiero también a cultura y saber. Pretender ignorar las consecuencias de nuestras acciones, soslayando el análisis de los efectos que tendrán en los demás – por muy convenientes que estas sean para nosotros – es una lamentable pérdida de tiempo, el devenir de la vida, nos pasará factura y con creces.

Aislarse y sentirse en posesión de la razón, puede que nos sirva circunstancialmente para sentirnos felices. Pero alejarnos de quienes nos rodean, solo nos traerá a la larga penuria. Por mucho que hayamos conseguido con nuestra actuación individualista y carente de comprensión, nunca compensará las perdidas hipotéticas de las acciones en común. Resolver con el esfuerzo de todos, es un placer mucho mayor, que solucionar asuntos a nuestra comodidad, sin recabar el efecto que produce a quienes nos rodean. Sea en el ámbito que sea.

El individualismo, característica predominante – entre otras - de la época que nos toca vivir, es conculcar uno de los principios imprescindibles para alcanzar el éxito, porque éste aunque no nos interese reconocerlo, no es la culminación de los deseos o metas individuales. Sólo hay verdadero éxito, si lo conseguido mejora la vida de todos. Quienes viven pensando únicamente en sus intereses, acaban siendo esclavos de los mismos y casi nunca alcanzan la plenitud.

Lo que conforma mejor los intereses de un determinado grupo humano, no es casi nunca la consolidación del derecho de lo que no es justo para todos.

lunes, 25 de abril de 2011

Felicidad y belleza II


Dice Eduardo Punset en su libro “Excusas para no pensar. Cómo nos enfrentamos a las incertidumbres de nuestra vida”: “… que la felicidad está en la sala de espera de la felicidad y que no debiéramos, por lo tanto, menospreciar el bienestar escondido en los a menudo largos itinerarios que conducen a ella”.

Es decir, la felicidad es mas un itinerario, que un destino. Lamentarse por no estar instalados en la felicidad es hurtarnos a nosotros mismos la “cuota” que supone asumir la pequeña parte de nuestro día a día. Esperar la culminación para disfrutar es, limitarse de modo muy severo en nuestra vida, en cada momento, es donde debemos identificar el inefable sabor de las cosas bien hechas, por muy pequeñas que éstas sean.

No son los grandes logros, los que producen la satisfacción mas plena, muy al contrario, es casi seguro, que superar poco a poco los pequeños retos cotidianos, nos produzca mas satisfacción. Acostumbrados a la sociedad que nos toca vivir, acabamos siendo sensibles solamente a lo “espectacular”, sin ser capaces de identificar, que no es la “palmera” final de un castillo de fuegos artificiales, lo que mas nos sorprende, no es así, es precisamente la armonía, cadencia y cromatismo de las “palmeras pequeñas”, quienes nos han preparado para ser receptores de la culminación final.

Ser feliz, no es un estado, es mas bien un aprendizaje permanente. Ser feliz, es estar consciente y receptivo, alejado de los agoreros y negativos personajes, que nos instruyen en la vaciedad, ejerciendo su inadecuada y tenaz influencia en lo superfluo. “Corvidos de mal agüero”, instalados en cima de la nada; que esconden sus propias miserias aparentando grandeza y su única pretensión es no dejarnos Vivir.

Dogmatizar nuestra conducta es muy cómodo, pero poco gratificante a la larga. Es delegar “nuestra” responsabilidad en no se sabe muy en que personajes o mensajes, no reportan mas enjundia que la sensación de inestabilidad e impotencia que transmite siempre el conformismo. Vivir con intensidad es sentirse dueño de nuestras acciones, por muy poco relevantes que parezcan. Dejemos para otros los hechos grandilocuentes, que necesitan quienes quieren tapar su vacío interior con “espectáculos”, como si una careta de carnaval sirviera por si mismo, para hacernos “otros”.

Profundizar en nuestras propias incertidumbres, es sin duda una posición encomiable, ignorarlas es darse por vencido y permitir que influencias no legítimas nos instalen en el “miedo”. Tener miedo es, no ser feliz.




viernes, 22 de abril de 2011

Felicidad y belleza




Dice Eduardo Punset en su libro “Excusas para no pensar. Cómo nos enfrentamos a las incertidumbres de nuestra vida”: “Cualquier excusa es buena para pensar que lo que conviene a una persona no solo es conveniente, sino lo más conveniente. Nos agarramos indefectiblemente a esa excusa para no tener que pensar innovando o cambiando de opinión… Lo que le importa (al cerebro) no es la búsqueda de la verdad sino sobrevivir. Y si para ello es mejor no pensar o seguir pensando como antes, pues tiene una excusa maravillosa para no pensar más”.

Es muy contundente conocer, que lo que nosotros pensamos que son argumentos y razones, no son las únicas, no son una guía sólida para todos. Es, digámoslo con propiedad, nuestra conveniencia y en ningún caso conformada de modo imparcial y sin una buena dosis de interés personal; que pretendemos disfrazar con argumentos de interés general; mas como consolidación necesaria, que como convencimiento intrínseco.

A fuerza de entender la razón, en base a nuestros sesgados análisis, en ocasiones desprovistos del necesario rigor; olvidamos las verdaderas razones. Lo que comienza por un ejercicio personal, no exento de imparcialidad, acabamos tratando de transformarlo en mayoría cualificada, cercana a un dogma.

No hay nada que consolide con mas fuerza este modo impropio de actuar, que avalarlo por la coincidencia con el pensamiento “tradicional”, como si la costumbre, por muy arraigada que ésta esté, fuera un marchamo de certidumbre.

La verdad es, que nuestra proverbial pereza por innovar, nos juega una mala pasada. Estamos mas seguros en el “manto” de la tradición. No requiere esfuerzo, solo dejarse llevar por la corriente favorable, es una posición cómoda y confortable, seguramente totalmente exenta de conflictos, pero alienante.

No es la sociedad y/o el entorno, los que establecen redes de las que somos cautivos y por tanto nos impiden actuar con mayor libertad, no es así, somos nosotros quienes con nuestra costumbre de “no pensar” y “no innovar”, consolidamos una situación que efectivamente, acaba tornándonos en prisioneros de nuestra propia dejadez.

Quienes lamentamos con reiterada frecuencia nuestra propia situación personal, fundamentando razones cargadas de “parcialidad”, pero expresadas con la vehemencia de la verdad universal; somos casi totalmente responsables de esta circunstancia, pero nos es más cómodo no asumirlo. Creemos que es mejor asumir la fatalidad, que esforzarse por vencer a lo “negativo” de nuestras vidas.

Como dice Punset: “La felicidad es la ausencia de miedo, al igual que la belleza es la ausencia de dolor”.






Foto cedida por Nuria: http://nuria-vagalume.blogspot.com



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