jueves, 31 de mayo de 2012

Malas noticias (II)




Dice Guillén de Castro en su obra de teatro “Las Mocedades del Cid”:

“Procure siempre acertalla
el honrado y principal;
pero si la acierta mal,
defendella y no enmendalla.”


Vaya, vaya… este Guillén parece premonitorio, sobre todo porque ya intuía que cuando un “currito” se equivoca, yerra; pero cuando eso le sucede a un “principal”, es decir a un capitoste de entidad financiera u otra… lo que hace es que “acierta mal”. Que sufrido es el lenguaje y que sutiles las palabras.

Los datos no tienen ninguna responsabilidad, son los resultados prácticos de las estrategias y objetivos en el seno de la empresa, quienes los propician. Las  acciones u omisiones de los directivos, son los verdaderos protagonistas del fiasco. Emplear “maquillaje”, para suavizar el fracaso parcial o total, es caminar por el “filo de la navaja” descalzo y pretender no cortarse. Las cosas en el seno de la empresa siempre son como son y no pueden ser cambiadas con exhibiciones  oratorias de altura o maniobras de distracción impropias de buenos gestores. Demorar siempre es perder más.

Estamos llenos de acontecimientos económicos muy relevantes, en donde todo el mundo parece extraordinariamente sorprendido y mira hacia otro lado a ver si de este modo despista y el asunto pasa de puntillas y él sale indemne. Demasiado tarde, la herida que no se cura a tiempo, se infecta y deviene en muchas ocasiones en una septicemia. Salvo que las “septicemias” son para los demás, ellos parecen “vacunados” contra todo y habitualmente salen indemnes y con uno o dos “riñones” bien forrados.


Vivimos cada día  sobresaltos mayores, me refiero a quienes no desenvolvemos nuestras actividades en esos salones nutridos de cuellos blancos, chaquetas cruzadas azul marino y corbatas de marca. Me refiero, a quienes confiamos - no se por qué- en los gestores habitualmente ubicados en grandes despachos de edificios deslumbrantes y depositamos allí nuestros ahorros, para recibir exiguos intereses y propiciar de modo indirecto el “monopoly” al que se dedican algunos de esos altos cargos con el dinero de los demás.

miércoles, 30 de mayo de 2012

Malas noticias


Dice Harvey Mackay en su libro “Nade entre tiburones sin que se lo coman vivo”: “El buen administrador recorre la planta y se entera de las buenas noticias antes que nadie.
El administrador excelente se entera de las malas noticias primero. Nadie quiere ser portador de malas noticias, porque tal cosa produce el síndrome “matar al mensajero”, Si estamos al frete debemos alentar el flujo de malas noticias, porque si no lo hacemos, las malas situaciones se empeoran, a veces antes de que podamos parar la hemorragia.
Si el único medio de comunicación hacia arriba que tiene su empresa es un sistema de tipo formal, basado en un manual de funcionamiento, está cometiendo un error. No confíe en la cadena de mando para conocer las malas noticias. Si se presenta un problema, el director de área siempre tratará de resolverlo antes de que usted se entere. Justificará su acción diciendo que aquello se encuentra dentro de su campo de responsabilidad, pero más bien lo motivará el deseo de cubrirse antes de usted se entere del problema.”

Es cierto que en la mayoría de las empresas, comunicar malos resultados es una tarea muy complicada. Se pasa por varias etapas, el receptor (jefe) tiene en principio una reacción casi inmediata y es rechazar el dato ofrecido como erróneo, lo cual conlleva una retahíla de nuevos argumentos que tiene que exponer el “comunicante”, llegando casi  al terreno de la justificación personal y pasando a asumir toda una serie de reproches, como si él fuera el actor de tal desaguisado.

Superada esta fase, que no está exenta de la realización de más trabajo para poder sustentar el contenido de la noticia original. Viene una segunda fase en donde se trata de ver, que formas o enfoques se “dulcificaría” la transmisión de los hechos hacia la siguiente posición en la cadena jerárquica. En esta fase también se hace acopio de todas aquellas razones de “peso” que expandan la “avería” y repartan el daño con otros departamentos o secciones.

Esta forma absolutamente irracional de afrontar los problemas, solo conlleva demora en la adopción de medidas correctoras y/o debilitamiento en los medios a emplear para reconvertir “la mala noticia”. Cuanto mas se rechaza la dimensión del problema, mas se dilata su solución. Por el contrario un análisis sereno de las circunstancias que lo motivaron, buscando los errores cometidos por la organización, es una de las formas de aprender, para no repetir en el futuro y atajar males mayores. Ocultando la realidad o ignorándola nada se resuelve.

La política de “tirar balones hacia delante”, no cambia en absoluto la dimensión de la mala gestión empresarial. El directivo que no asume, analiza y planifica como corregir el “rumbo”, es claramente un mal directivo. Lo lamentable es que no solo perjudica su condición, sino que arrastra con él a un gran número de trabajadores, que han ido cumpliendo con su cometido en el día a día y soportarán un “castigo” en su propio empleo, como si verdaderamente ellos  fueran los responsables.


domingo, 27 de mayo de 2012

Desierto



Dice Eugen Drewermann en su libro “Lo esencial es invisible. El Principito de Saint-Exupèry: una interpretación psicoanalítica”: “Desierto en el lenguaje de Saint-Exupèry significa primeramente “desierto de hombres”; no es un punto en el espacio, sino una situación de absurdo, de sequedad del alma, de acumulación de nada y naderías…
En consecuencia, se trataría de hacer que los hombres sintiesen el desierto de sus vidas con la mayor intensidad posible, hasta que despertase en ellos de nuevo la energía del anhelo y se resquebrajase el recubrimiento del sobreconsumo y de la asfixia del corazón. Entonces, ir a la fuente es más importante que beber, pues sus privaciones otorgan al agua su verdadero valor y, a su vez, la “fuente” otorga al “desierto” su secreto y su belleza. Para Saint-Exupèy está claro que los hombres no solo quieren saber de que viven, sino que – mucho más importante que esto -, para querer vivir, necesitan sin falta saber que están aquí, y ese fin de sus vidas no es nunca una cosa, sino el sentido que da la cohesión de las cosas, algo invisible que solo puede verse con “los ojos del corazón”.”

Para superar el mundo aparente en el que vivimos, es absolutamente imprescindible, reencontrarse con uno mismo, en un ejercicio de soledad y despojado de todos esos superfluos atributos de los que nos investimos y que sin darnos cuenta, son una pesada carga, que no nos deja desenvolvernos con sinceridad; para con nosotros mismos y para con los demás.

Nos hemos conformado en  representar con brillantez un papel de “triunfadores”, y nos hemos ungido de cierta soberbia por las posiciones ganadas, sin darnos cuenta, de que cuanto más alto hemos subido, en el momento que nos “despojen” de esos signos evidentes de “preponderancia”, más solos nos quedaremos. Porque ya no sabemos ser quienes somos en realidad, a fuerza de tantos “ensayos” para representar el personaje, que se nos demanda, hemos olvidado el auténtico. No sabemos vivir, solo sabemos – por cuenta de otros - representar que vivimos.

Realmente estamos en nuestro particular desierto, rodeados de “nadas y naderías” y acabamos no sabiendo que hacer con tanta abundancia de sufercialidades. Pero sin embargo no es demasiado tarde, de ahí  la metáfora de Saint-Exupèry, dando relevancia a “ir a la fuente”, es decir en nuestro lenguaje llano, buscar nuestros orígenes y paliar esa sequedad interna que nos viene atenazando y de la que no podemos desprendernos, más por cobardía que por ignorancia.

Dar sentido a nuestras vidas, se torna relevante. Libres de ataduras espurias impuestas por las servidumbres de nuestros respectivos trabajos, necesitamos con urgencia volver a tender los “puentes”, para reencontrarnos de nuevo. Tarea encomiable, pero no exenta de dificultades, “muchos” ya no están, “otros” ya no nos conocen ni nosotros los conocemos y queda realmente poco de lo mucho que teníamos; pero necesitamos una reactivación, cargada de buenas intenciones y desprovista de grandilocuencias, para tornar al origen y recobrar, de nuevo,  nuestro verdadero sentido.

Hay que volver a fijarse en la belleza, no como cualidad objetiva, sino como actitud interna hacia las cosas. Otorgar valor con el corazón y no con el cerebro. Dejar en definitiva de ser supeficiales y cultivar la amistad exenta de interés.

Como dice Drewermann: “no se puede comprar la estimación, la ternura, la presencia de ensueño de una persona amada. Pero paso a paso, se puede aprender el lenguaje de sus ojos, la expresión de su boca y los gestos de sus manos…” ¿a qué esperamos?.

sábado, 26 de mayo de 2012

Dar y recibir



Dice el Dr. Lair Ribeiro en su libro “El éxito y la prosperidad no llegan por casualidad”: “Se recibe cuando se da. Hay que arriesgarse para llegar a nuevos territorios, y hay que dar gracias para reforzar y elevar el funcionamiento de la vida. La gratitud es la madre de los demás sentimientos. Generalmente la gente reclama aquello que no tiene y le gustaría tener, o lo que tuvo y perdió. Rara vez encontramos a alguien que da las gracias por lo que tiene, o por aquello que no tiene y no le gustaría tener. La gratitud es escasa en el mundo, y por ello hay una falta de armonía e infelicidad en nuestra vida.
Agradezca diariamente aquello que tiene y le gusta, y el Universo continuará proporcionándole no solo eso, sino también lo que no tiene y ni siquiera sabe que le gustaría tener.”

La propuesta del autor es justamente contraria a nuestra disposición mental, primero estamos dispuestos a recibir, para iniciar la contraprestación, dando; pero no somos tan proclives a dar como iniciativa de anticipación. No es de extrañar, que este planteamiento tan egoísta, nos quedemos esperando, en muchas ocasiones, porque nuestros deseos no son cumplimentados.

Francamente, nunca había puesto a la gratitud, como origen de los demás sentimientos, pero pensando un poco más detenidamente; en realidad cuando se expande una posición agradecida entre nuestras relaciones, efectivamente, conseguimos una sensibilidad relacional francamente reconfortante. Todo parece que es más fácil  y además percibimos que quienes nos rodean, tienen mayor propensión a ayudarnos y a “dar”.

Lo que sucede es que estamos mucho más pendientes, de todos aquellos motivos de tirantez e insatisfacción, que de los que nos aportan o complementan y así nos va. Con esta actitud, nos tornamos taciturnos y estamos tan ensimismados en nuestros pensamientos “circulares” o “en espiral”, que no somos capaces de detenernos un solo instante; observar a nuestro alrededor y  darnos cuenta de que tenemos más motivos de satisfacción, de los que ponemos en evidencia, en ese diálogo reflexivo que mantenemos.

No es lo mejor para nuestras relaciones sociales, adoptar una posición taciturna y glosar de modo machacón, nuestra falta de suerte y nuestra desventaja crónica en satisfacciones, con muchas de las personas que nos rodean. Saber evaluar con equidad y equilibrio, aquellas “cosas” que tenemos, de modo que las saboreemos adecuadamente y hagamos partícipes a los demás de ese disfrute; es un punto de partida para obtener contrapartidas, que incrementen mucho más  nuestra felicidad.

Somos nosotros quienes tenemos capacidad para realizar nuestros sueños. Soñar es potenciarse, para lograr nuevas metas. Tener metas sin fecha fija, es como no tenerlas. No tener metas es vivir inmersos en la monotonía y el pesimismo. La monotonía y el pesimismo, nos merman mucho nuestra capacidad.

domingo, 20 de mayo de 2012

Circunstancias externas


Dice Bernabé Tierno en su libro “Optimismo vital. Manual completo de psicología positiva”: “El arquitecto de su propio destino da un paso de gigante en su vida y en el trabajo que viene haciendo sobre sí mismo cuando descubre que la vida es demasiado valiosa y también demasiado corta para malgastarla preocupándose por todo y, lo que todavía es más estresante y tóxico, haciendo una lectura negativa y angustiosa de los acontecimientos que van jalonando la propia existencia…
Saber que las circunstancias externas, incluida la herencia genética, la educación recibida, el nivel de estudios, el lugar, el clima, etc., no condicionan el propio destino, la felicidad o la desgracia, los éxitos o los fracasos que se cosechen a lo largo de la vida… la influencia de estos factores rara vez llega hasta el 20 por ciento, y por lo general se sitúa en un nivel más bajo…
Las personas positivas son bien conscientes de que es la opinión sobre lo que les sucede lo que condiciona su estado de ánimo, no el hecho en sí mismo.”

Ser conscientes de que las cosas no son exactamente como nosotros pensamos que son; saber que nuestros condicionantes mentales “novelan” los hechos para acomodarlos a nuestra parcial y sesgada visión de los mismos y  acoplarlos así a nuestro punto de vista, de modo que acabemos conformando una realidad parcialmente distorsionada, pero cómoda; es un paso de gigante, para reordenar nuestro pensamiento y obtener de él mensajes positivos y gratificantes.

Ni siquiera tenemos la excusa de “agarrarnos” a  condicionantes, que nos permitan sumirnos en esa monótona sensación producida al asumir ficticias  impotencias para resolver nuestros conflictos, provocados por “circunstancias externas”. Como dice el autor, éstas rara vez superan el 20 por ciento de las razones objetivas, que podemos atribuir a nuestra infelicidad.

Empeñarse en encontrar condicionantes ajenos a nosotros mismos, que nos impiden realizarnos y ser felices, es una posición absolutamente desafortunada. Insistir de modo reiterado en analizar los acontecimientos, con nuestra particular lupa subjetiva, es un modo de enfrentarse a la vida lleno de cobardía y solo nos producirá desasosiego creciente. No son los hechos los que nos  “atormentan”, son esas interpretaciones nuestras, las que los “engrandecen”, cargándonos de una inquietud expectante absolutamente estéril.

Tratar de responsabilizar a los acontecimientos de nuestro infortunio, puede servir para nuestra propia autocomplacencia, consolidando una reiterada pasividad para afrontar las dificultades. Los conflictos no se resuelven solos, ni aplicándoles como premisa, un “foco” sesgado y poco objetivo. Para ser feliz, no hay que huir; hay que afrontar, analizar y resolver; aunque en este análisis debamos asumir acciones u omisiones desafortunadas, pero propias y no inducidas.

Percibirse “imperfecto” es  una antesala de felicidad… asimilando. Nuestro interior es el que manda, pero concedámosle “cancha” para discernir sin sesgos. No nos encorsetemos con contemplaciones obsesivas de lo que nos acontece. Tratemos de resolver cada día los problemas reales, porque los imaginarios son “fantasmas” creados por nuestra imaginación.

Como dice Bernabé Tierno: “… no es cuestión de cambiar las circunstancias, sino de mostrar la actitud más positiva… y convertir la adversidad en ventaja.”     

viernes, 11 de mayo de 2012

Empeñarse e insistir



Dice José Antonio Marina en su libro “Aprender a vivir”: “En Georgias, Platón distinguía dos clases de valentía: el coraje del emprender y el coraje de perseverar. Atreverse y resistir son dos componentes de la fortaleza. Quien vive huyendo difícilmente puede alcanzar la felicidad o la dignidad. La fortaleza es también virtud de la libertad. Nos permite realizar el tema del Aretino: “Vivere risolutamente”, vivir resueltamente, sin enredarse, sin empantanarse en la circunstancia propia o ajena. Es también la virtud del “ánimo”, palabra que alumbra – da a luz, pare – un profundo campo semántico…
Está claro que la valentía no es un sentimiento, aunque está acompañada, entorpecida o facilitada por el miedo, la agresividad o la impavidez, que sí lo son. La valentía es una decisión y, cuando se prolonga, un hábito, una virtud. No podemos dejar de sentir miedo. Tan solo podemos no escuchar sus indicaciones si hay razones para ello. El valor consisten no dejar de hacer algo bueno por causa de la dificultad que entraña. La pereza, por ello, es un tipo de cobardía.”

¿Decidir?, si eso, que nos cuesta tanto. Somos una madeja de incertidumbres y no sabemos cortar con nuestros pensamientos inseguros y avanzar. Como nos vamos a tachar de valientes, si en realidad nuestra posición más habitual es la inacción ante los problemas y hasta en muchas ocasiones la autocompasión.

No podemos escudarnos en el miedo para justificar nuestra falta de iniciativa, porque como muy bien dice la cita anterior, es un sentimiento y por tanto no es una realidad intrínseca en si mismo; lo forja nuestra mente a través de nuestras “fobias”, propias o adquiridas por la educación recibida, sobre todo en los años de la infancia.

Estar absorbido de modo permanente por el análisis de nuestras desfavorables circunstancias o estar condicionados por lo que le ocurre a las personas más cercanas, por afinidad o por familia; son dos maneras de provocar el mismo efecto, es decir, de obtener “salvoconducto” mental para olvidarnos de resolver y avanzar. Quedarnos parcialmente bloqueados, puede parecer una protección mental reconfortante, pero en realidad lo que verdaderamente representa, es nuestra incapacidad para afrontar y decidir.

Insistir una y otra vez, en aquellos asuntos que queremos, es una forma muy gratificante de sobreponernos a la comodidad de la pereza y “vacunarnos” contra ella, facilitándonos a asunción de riesgos, que es de lo que se trata. Estar convencidos de alcanzar nuestro destino y apuntar hacia él de modo firme, es una de las condiciones necesarias para lograrlo, pero necesita la condición suficiente de estar firmes en el empeño, sin darle nunca entrada al desánimo.

Por arduo que sean nuestras expectativas, solo las lograremos, si no demoramos aplicarnos en acciones para ello; aunque no tengamos total acierto en la primera ocasión. Quien tras un revés, se repliega como las naves a puerto a la primera señal de tormenta, nunca conocerá la satisfacción interior que reporta vencer las dificultades.

Tener serenidad de ánimo ante las dificultades es una buena palanca para vencerlas. Una buena palanca, facilita levantar “pesos” con mucho menos esfuerzo. Sin esforzarse se resuelven pocas cosas en nuestra vida. Para resolver no hay que tener miedo. No tener miedo es tener serenidad de ánimo. 

martes, 8 de mayo de 2012

Euforia Financiera (V)


Dice Jonh Kenneth Galbraith en su libro “Breve historia de la Euforia Financiera”: “… al día siguiente de la especulación, la realidad será ignorada por completo… En primer lugar, muchas personas e instituciones se han visto envueltas en el asunto, y en tanto resulte aceptable atribuirlo a error, credulidad y exceso de una persona o incluso colectividad y desde luego, a la comunidad financiera en su conjunto. Queda de manifiesto lo extendida que está la ingenuidad por no decir la estupidez, pero mencionarla en esos términos contradice radicalmente, claro es, la ya señalada suposición de que la inteligencia se halla íntimamente asociada con el dinero. La comunidad financiera, habrá que admitirlo, se encuentra intelectualmente por encima de tan extravagante error.
La segunda razón de que el ánimo y la manía de especulación estén exentos de condena teológica. En las actitudes y la doctrina aceptadas de libre empresa, el mercado es un reflejo neutro y preciso de las influencias externas. Se considera que no está sujeto a una dinámica de error que le es propia. En esto consiste la fe clásica. Así pues, existe una necesidad de encontrar alguna causa del hundimiento, pero alejada, o sea externa al mercado en sí. O bien sucede que algún abuso del mercado ha inhibido su normal rendimiento…
En nuestra cultura, los mercados son un tótem, y no se les puede atribuir tendencia o fallo aberrante suyo.”

Bueno ya sabemos algo más, el Mercado es D. perfecto, ni ríe, ni sufre, ni padece; como una esfinge actual, arbitra su territorio con una neutralidad asombrosa. Sus leyes son inmutables y como si se tratase de un “dios”, sólo admite reverencias explícitas, dispensadas desde actitudes sumisas y llenas de reconocimiento a su labor. Ni siquiera tiene subjetividad en la valoración de los hechos económicos, su objetividad es de tal calibre, que cuando se quiebra su equilibrio, siempre son agentes exógenos, quienes le inducen a ese tortuoso camino.

Tanta seguridad en las afirmaciones, le llevan a uno a pensar: ¿que sería de todos nosotros - ignorantes ciudadanos - sin los Mercados?. En otro flujo de información es bien conocido, que los Mercados, ganan más en tiempos de crisis, que en momentos de bonanza; al menos los tipos de interés con los que se les retribuye la deuda es muy superior; a lo cual aducirán los Mercados en su descargo, que es en justa compensación al mayor riesgo, dejando, con ello,  evidencia irrefutable de su  necesaria neutralidad.

Pero a los que de economía sabemos lo justo y tenemos tendencia a “retorcer” los hechos en busca de interiores obscuros, nos asalta una preocupación creciente, por esos razonamientos torticeros a los que estamos acostumbrados, para en el fondo,  atacar de modo “injustificado” a los Mercados, según sus propias percepciones.

Nos preguntamos – seguramente desde nuestras carencias - ¿sí los Mercados ganan más cuanto mas crisis?, ¿tienen ellos posibilidades y medios para inducirla?;  respuesta complicada, porque ya sabemos que el tipo de interés crece principalmente  por el riesgo latente que plantea el deudor, pero cuando los Mercados “aprietan”, con tipos de interés al alza en las adjudicaciones, ¿no están propiciando, al mismo tiempo, más clima de inseguridad del deudor?. ¿se auto incrementan el “precio de retribución”?. Por otra parte ¿cuánto hay de especulación y cuánto de neutralidad?.

No obstante, siguiendo a Galbraith, parece que hace falta nuestra colaboración activa con los Mercados, fruto de nuestra reticente falta de memoria, según dice él: “… la especulación se da cuando la imaginación popular se centra en algo que se tiene por nuevo en el campo del comercio o de las finanzas… a efectos prácticos, la memoria en asuntos financieros debería considerarse que dura, como máximo, veinte años.”

lunes, 7 de mayo de 2012

Euforia Financiera (IV)



Dice John Kenneth Galbraith en su libro “Breve historia de la Euforia Financiera”: “en todos los episodios de especulación hay siempre un elemento de orgullo en descubrir qué hay de aparentemente nuevo  y  altamente remunerador  en el ámbito del instrumento financiero  o de la oportunidad de inversión. El individuo o la institución que así actúa se considera prodigiosamente por delante de la masa. Este planteamiento se ve confirmado cuando otros corren a explorar los efectos de su propia visión (sólo que ligeramente más retardada). El descubrimiento de algo nuevo y excepcional halaga el ego del partícipe, como se espera que halague también su cartera. Y durante un tiempo así es en efecto.
Mas para los instrumentos financieros nuevos, la experiencia estable ce una firme regla, y en pocas materias su comprensión es más importante y frecuente, claro está, más sutil. La regla en cuestión  dice que las operaciones financieras no se prestan a innovación. Lo que recurrentemente se describe y se celebra como tal es, sin excepciones, una pequeña variante de un esquema ya establecido, y debe su carácter distintivo a la ya mencionada cortedad de memoria en materia financiera. El mundo de las finanzas aclama la invención de la rueda una y otra vez, a menudo en una versión algo más inestable.”

Así que todos estos personajes fatuos y engolados, que con palabras grandilocuentes nos narran machaconamente las bondades de los nuevos “productos”, que nos permitirán participar de beneficios superiores a los que estamos obteniendo por nuestro ahorros, para que “piquemos” e invirtamos; hablan siempre de lo mismo, son las mismas añagazas pero presentadas con argumentos diferentes.

Lo malo es que ni siquiera, quienes nos hacen tales propuestas, son los verdaderos urdidores; no son mas que colaboradores indispensables, para que pueda ser montado el castillo de naipes, son quienes, con objeto de cumplir unos determinados objetivos, desbordan la confianza de sus clientes y les facilitan el acceso  a instrumentos que les multiplicarán – como los panes y los peces – sus dineros. Sin percatarse de que el “desaguisado” les alcanzará de modo personal, porque la gran mayoría contrata, no por la institución, sino por el proponente.

Cumplen su función - sujeta a salario -, y no voy a ser yo quien critique con ”acidez” esta actuación, porque cada cual en su desempeño profesional, tiene recuerdos que “tapar”, de acciones u omisiones, no totalmente acordes con  su ética personal. Porque el cumplimiento eficaz de las tareas encomendadas en el seno de la empresa, presenta la dicotomía, de que en ocasiones, la eficiencia está frontalmente contrapuesta a los principios personales de cada uno. En esta vida hay muchos mas peajes a pagar, que los de las autopistas y algunos no son pecuniarios

Aún siendo así, se produce una colaboración voluntaria e indispensable, es decir, el verdadero contenido del “producto”, se oculta deliberadamente, para no sembrar sombras sobre su bondad y propiciar la suscripción. La letra pequeña de los documentos; esa por la que se criticará a los afectados de modo firme, afeándoles  su gesto inconsciente al no haberla leído antes de firmar; se soslaya, no se si por ignorancia o con intención perversa.

Al final se produce una convergencia de intereses aparentemente espuria, la avidez por el mayor rendimiento, ajusta perfectamente con el objetivo “colocador”; ambos se dejan caer por una suave pendiente, asumiendo un riesgo desmedido; uno compromete sus ahorros, y el otro la confianza y su propio prestigio personal.

Pero como siempre, los verdaderos responsables de tan buena “idea”, quedan al margen, refugiados en sus poltronas y arropados por sus lujosos despachos, una cosa que ellos si que saben es, que la memoria es “flaca” – como señala Galbraith – y su paciencia inconmensurable, es decir esperarán expectantes su nueva oportunidad para comenzar de nuevo con otra genialidad, para acumular más aún, aunque eso sea a costa de muchos “pocos”.

Como dice el autor citado: “al día siguiente de la especulación, la realidad será ignorada casi por completo.”

domingo, 6 de mayo de 2012

Euforia Financiera (III)



Dice John Kenneth Galbraith, en su libro: Breve historia de la Euforia Financiera”: “Tendemos a asociar una inteligencia fuera de lo corriente con la dirección de las grandes instituciones financieras: bancos importantes, bancos de inversiones, seguros y agentes de bolsa. Cuanto mayor es el capital y más elevados los ingresos que se tienen, más profundo es le talento que se atribuye en materia financiera, económica y social.
En la práctica, el individuo o individuos que se hallan al frente de aquellas instituciones a menudo están allí, como suele suceder en las grandes organizaciones, porque su talento luchador es el más predecible y, en consecuencia, el menos temible burocráticamente. Ésa o esas personas son, pues, investidas de la autoridad que estimula  la aquiescencia de sus subordinados y el aplauso de sus acólitos, y que excluye la opinión adversa o la crítica. Así quedan admirablemente protegidas de lo que podría significar un compromiso serio que les condujera al error…
Solo tras el colapso especulador surge la verdad. La que se creía insólita perspicacia se convierte en fortuita y desdichada asociación con los recursos económicos… La regla se repetirá  a menudo a lo largo de estas páginas: El genio financiero precede a la caída.”

Galbraith fue profesor de la Universidad de Harvard, escribe en clave americana, tanto en el análisis como en sus fundamentos eminentemente críticos hacía esa sociedad; se preocupa mucho mas de las consecuencias de las actuaciones económicas, que del análisis y supongo que fue “incomodo” a sus contemporáneos, sobre todo a las grandes figuras económicas y/o políticas.

Es curioso observar que a pesar de estos condicionantes y la distancia de la economía española y la americana (del norte), sus postulados están absolutamente vigentes y pueden ser perfectamente aplicables en nuestra realidad más cercana. Esta especie de “santificación” de quienes ostentan el poder económico en nuestro país y esa mayoritaria actitud reverencial y de asombro, de quienes no estamos en esas circunstancias, puede ser perfectamente homologable actualmente aquí.

Bueno es que, por lo menos, él señale la falta de fundamento, para adjudicar una especial inteligencia a quienes detentan esas posiciones tan privilegiadas; en muchas ocasiones las circunstancias de la vida allanan el camino o lo dificultan y desde luego no es una excepción en los asuntos esencialmente económicos. Tiene una gran utilidad poner en evidencia, que quienes  son poseedores del máximo poder en las grandes entidades financieras, por mucho que éste sea, no han “colmado” su codicia y actúan con claras intenciones de multiplicar sus inversiones, tratando de crecer de  modo inusitado y sin límite.

No es de extrañar, por tanto, que para ello compongan mensajes “embaucadores” y los repitan hasta la saciedad, tratando de encandilar a un gran número de ahorradores, que deslumbrados por sus “falsas figuras”, confían la mayoría de lo acumulado a lo largo de su vida, tratando de participar de algún trozo de esa “tarta”, que parece tan asequible como la presentan. Ni siquiera se les ocurre dudar de que quienes lo promueven puedan equivocarse o tiendan un señuelo y por tanto dejan con mucha facilidad “dormida” la prudencia.

Como siempre, quienes peor parados acaban saliendo de los desaguisados cuando el “castillo de naipes” se desmorona - tenemos algunos muy cercanos -, no son esas figuras tan rimbombantes, ellos encontrarán una batería de argumentos espurios, pero que machaconamente repetidos acabaran cobrando carta de certeza y se justificarán en su ineptitud en planteamientos impersonales y exentos de todo rigor. Ni siquiera asumirán que han abusado de la confianza y la candidez de muchas personas o indujeron a otros subordinados a que lo hicieran

Cabría la pena que recordásemos insistentemente que como dice Galbraith: “el genio financiero precede a la caída”.

sábado, 5 de mayo de 2012

Euforia Financiera (II)



Dice John Kenneth Galbraith, en su libro “Breve historia de la Euforia Financiera”: “… En un mundo en el que para muchos la adquisición de dinero resulta difícil, y las sumas a las que se acceden son a todas luces insuficientes, la posesión de dinero en elevadas cantidades parece un milagro. Así pues, esa posesión debe asociarse a algún genio especial. Esta visión se ve reforzada por el aire de confianza en sí mismo y de autosatisfacción que acostumbra a asumir la persona opulenta. En ningún caso queda tan ruda y abruptamente de manifiesto la inferioridad mental del lego como cuando le dicen: “Me temo que, sencillamente, usted no entiende de finanzas.”En realidad, semejante reverencialismo por la posesión de dinero indica una vez más la cortedad de memoria, la ignorancia de la historia y la consecuente propensión, a la que acabo de referirme, a caer en el engaño tanto en la esfera personal como en la colectiva. Tener dinero puede significar, en el pasado y en el presente, que la persona se muestra neciamente insensible a los imperativos legales y, en los tiempos modernos, que acaso sea un potencial interno de una cárcel de mínima seguridad. O tal vez el dinero provenga de una herencia, y es notorio que la agudeza mental no se transmite de manera significativa del progenitor al vástago… Fortuna y supuesta competencia en asuntos financieros acostumbran excluirse.”

Cualquier episodio especulativo, despierta la “conciencia” de quienes por su propia actividad no se dedican a ello. Los mensajes de rendimientos a corto plazo o posteriores plusvalías en la venta, promueven junto con el "boca-boca" consiguiente, una tendencia creciente de inversores no habituales, que buscan alcanzar el “nirvana” financiero en tan corto plazo. Sin percatarse de que este singular ejercicio de “prestidigitación” propuesto, también lo consolidan ellos con su demanda, al reclamo de la ganancia fácil. Nadie pondera entonces que invertirá recursos conseguidos en mucho tiempo y con elevado esfuerzo, por una seudo-promesa del  mercado de mayor precio futuro, o que peor aún, tomará compromisos de deuda para una buena parte de su vida.

En el fondo queremos ser como esos modelos estereotipados, que exhiben su poder de modo explícito y que aparentan sin recato su evidente posibilidad de comprar casi todo. Están siempre rodeados, además, de  una ingente cantidad de objetos, signos evidentes de “prestigio social” y que se acaparan, mucho más que por la utilidad que aportan, por el “status” que confieren a sus poseedores. Quienes basan su éxito o prestigio en estos atributos, acaban siendo seguidores de la “nada” y esclavos de lo fatuo.

Lo peor no es este desmedido apetito en poseer – fruto de la emulación -, lo peor es que comprometen lo que tienen y lo que tendrán, en ese esfuerzo estéril. Como consecuencia de ello son presas fáciles de los “voceadores” de las enormes oportunidades de acumulación, que existen en la especulación de turno. Sin pensarlo mucho, imponen su deseo a la cordura y se embarcan en acciones difíciles de asumir, si se analizan desde planteamientos lógicos, por muy “lego” que uno sea en temas económicos.

Caen en el engaño que se tienden a sí mismos y acaban siendo prisioneros de su ambición. Con sus acciones consolidan las posiciones de los “poderosos”, incrementando el precio en el juego especulativo incipiente y les permiten salirse – ganando mucho – y dejándolos dentro de esa burbuja. Lo malo es que como dice el autor, la memoria es escasa y por tanto transcurridos unos años la ruleta comenzará de nuevo a rodar. Curiosamente promovida por los mismos de siempre.

De la lectura del post anterior, me ha llegado una anécdota de un familiar muy allegado, que dice tal cual: “Entrevistado un adinerado personaje, sobre su vida y negocios,  en una de sus explicaciones al periodista, le dijo: ¿sabe cuál es la diferencia entre mi chofer y yo? y  se respondió a sí mismo: que cuando él compra yo vendo…

viernes, 4 de mayo de 2012

Euforia Financiera


Dice John Kenneth Galbraith en su libro “Breve historia de la Euforia Financiera”: “Hay dos factores que contribuyen a esa historia…el primero de dichos factores es la extrema fragilidad de la memoria en asuntos financieros. En consecuencia, el desastre se olvida rápidamente. Así pues, cuando vuelven a darse las mismas circunstancias u otras parecidas, a veces con pocos años de diferencia, aquéllas son saludadas por una nueva generación, a menudo plena de juventud y siempre con una enorme confianza en sí misma, como un descubrimiento innovador en el mundo financiero y, más ampliamente, en el económico. Debe haber pocos ámbitos de la actividad humana en los que la historia cuente tan poco como en el campo de las finanzas. …
El segundo factor que contribuye a la euforia especuladora y al ineludible colapso es la engañosa asociación de dinero e inteligencia.  Mencionarla no es lo más adecuado para atraerse el aplauso de las personas respetables, pero por desgracia es menester aceptarla, pues esa aceptación resulta extremadamente útil y brinda una superior protección contra el desastre personal o empresarial…
En toda actitud favorable a la libre empresa (otrora llamada capitalista) subyace una acusada tendencia a creer que cuanto más dinero, ingresos o bienes tiene un individuo o si está asociado a ellos, más profunda y más exigente es su percepción  de los asuntos económicos y sociales, y más agudos y penetrantes son sus procesos mentales… A más dinero, mayor es el logro y la inteligencia que lo apoya”.

Galbraith publicaba este libro – en edición española – en 1991, francamente preferiría que hubiera estado equivocado, entre otras cosas porque no estaríamos viviendo lo que vivimos; pero no es así, no solo es que la memoria ha olvidado otros desaguisados, es que hemos conseguido el más difícil todavía. Ahora si que la ambición y la avaricia han rebosado todos los recipientes y los que quedan por rebosar.

Una vez más, quienes son los causantes con su insaciable codicia, de haber colocado a una inmensa mayoría en circunstancias de precariedad, en niveles que  no se conocían en muchísimos años; hacen mutis por el foro, amagan, se solapan unos a otros y miran hacia otro lado, cual cándidas “palomas” en acción de despegar el vuelo. Siguen impertérritos en su vida y en sus poltronas, porque cuanto peor les va a los demás, mucho mejor les va a ellos.

Retirados a  los “cuarteles de invierno” para maquinar la próxima; porque para ellos lo que importa es cuando volverán a tener la oportunidad de volver a abrir sus fauces de nuevo, en actitud engullidora y atisbar a otros  confiados inversores, para hincarles  el diente y sorberles todo lo que no sea hueso.

Pero ya sabemos una de las primeras leyes de la especulación, es olvidarse el “corazón” encima del piano del salón y salir a la calle, para no dejar títere con bonete, haciendo oídos sordos y “taponando” la conciencia; porque la ambición de dinero puede con creces, mucho más que la cordura y la justicia. Buscan incansablemente la candidez de la gente, que quiere ser “seudo-rico” con facilidad y compromete sus recursos, jugando a lo que no le corresponde ni por rango ni por clase social. Olvidan los consejos de los mayores que pregonan, cada uno a lo suyo, valgo con independencia de los que tengo y no quiero ambicionar en demasía.

Y lo malo es que para maquinar estas “trampas”, no se necesita una inteligencia superdotada, muy al contrario lo que hace falta es tener mucho “estomago”, pero no para digerir grandes comilonas, no; es necesario para engullirse a todo el que se ponga por delante, en la vorágine de las trampas saduceas tendidas para quienes no quisieron estar satisfechos de lo que tenían o pretendieron incrementarlo atendiendo a mensajes sesgados, torticeros y llenos de ambigüedad. Lo blanco era gris tirando a negro, pero con la poca “luz” no se apreciaba.

Creo que en nuestras plegarías – cada uno con arreglo a sus creencias -, deberíamos incluir: “Líbranos Señor de los mercados…”
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...