martes, 2 de diciembre de 2014

La incertidumbre.


Dice Fernando Savater en su libro “El valor de elegir”: “La voluntaria disposición de nuestras acciones está marcada por dos constricciones irremediables. Nuestro conocimiento del estado de las cosas y nuestra imaginación para presuponer alternativas de actos viables padece la limitación de la incertidumbre. Nunca lo sabemos todo, nunca estamos seguros de saber lo suficiente o de ignorar lo más  importante: lo único que siempre podemos prever con absoluta certeza es el acecho de lo imprevisible…Sin embargo, nuestra necesidad de actuar va más allá del alcance efectivo de nuestro conocimiento y nuestra imaginación. Estas carencias nos limitan y a veces nos traicionan, pero no pueden paralizarnos. Y esa misma necesidad de actuar constituye la segunda coacción que acota nuestra voluntad, porque debemos obrar irremisiblemente  en un marco de fatalidad que se nos impone en la mayoría de los casos… A la combinación de la incertidumbre (causada por nuestro conocimiento deficiente) y de la fatalidad que nos urge a actuar, solemos llamarla azar. El azar es el rostro mágico y simple de algo sumamente intrincado, de una madeja que renunciamos a devanar.”

No hay nada que nos bloquee tanto como la incertidumbre en los momentos de la toma de decisiones., en esas circunstancias demoramos demasiado la acción; cargados de dudas y manejando alternativas – imaginarias o reales – pasamos más tiempo en los preámbulos, que en la ejecución. Tenemos siempre un error de partida casi endémico, consideramos certidumbre a lo que puramente no es más que “costumbre”. El devenir diario – si está dentro de los cauces preestablecidos y aceptadoslo consideramos absolutamente determinista, es decir, exento de riego; sin percatarnos de que es también imprevisible. La repetición machacona, no asegura en ningún caso, el acierto. Emular el pasado, implantando como “norma” la costumbre, no es en ningún caso garantía de éxito futuro.

Creemos que haciendo lo mismo, le ganamos  un  pulso a la incomoda falta de seguridad, nos aferramos a lo conocido, casi como si fuera lo mejor y de ahí nuestra zozobra cuando atisban en el horizonte alternativas de cambio. El cambio no es lo nuestro, sin lugar a dudas preferimos el “continuismo”. Aunque las propuestas planteadas tengan una evidente promoción profesional y personal, haremos pesar mucho en la balanza lo que ya tenemos y nos resistiremos mentalmente, todo lo que podamos, a propiciar dicho cambio. Evitamos, en todo lo posible, tomar “riesgos” y esa tendencia tan conservadora, nos hurta muchas alternativas.

Cortedad de miras al suponer, que nuestra habitualidad es inmutable.  Nada desarrolla tanto nuestras cualidades intrínsecas, como la puesta a prueba, de las mismas,  en ambientes diversos; donde casi hay que partir de cero y construir un nuevo entorno; que acabará siendo tan “saludable” como el que hemos dejado atrás. Pero ésta nos es la cultura que hemos interiorizado, en donde abandonar nuestro entorno, cuesta mucho… muchísimo. No aceptar el “riesgo” medido, es evidenciar una falta de confianza en nuestras posibilidades, preferir la suave pendiente por donde se desliza la costumbre, en detrimento del camino intrincado, en principio, que representa cualquier nueva alternativa dentro de las posibles, es limitarse muchas veces mucho.


Como dice Savater: “Actuar es en esencia elegir y elegir consiste en conjugar adecuadamente el conocimiento, imaginación y decisión en el campo de lo posible (sobre lo imposible, en cambio, no hay deliberación, como ya señaló Aristóteles: no podemos elegir ser inmortales)…”

jueves, 27 de noviembre de 2014

Apariencia


 Dice Aurelio Arteta en su libro: “Tantos tontos tópicos”: “Como en una estrategia de ventas, el “qué” se comunica queda relegado por completo al “cómo” se comunica; la propuesta no se justifica por su contenido, sino por su continente o envoltorio. Entonces ¿a qué se llama cambiar algo? No ha transformar la realidad - ¡cómo si hubiera otra posible! -, sino tan solo a cambiar su imagen. No es cuestión de tocar lo que las cosas son, sino el modo como las percibimos, la idea que nos hacemos de ellas. Son los aparatos de propaganda los que deben hacerlo mejor. A partir de aquí, cualquier técnica de manipulación de coerción de las conciencias (categorías, valores, gustos) está justificada. Al reducirla cada vez más a política de imagen, la política se degrada a cosmética, como ya había anticipado el viejo Platón.”

Es decir, lo que prima es la apariencia. Las cosas pueden ir mal, pero la relevancia esta en que no lo parezca, bien porque una estadística hábilmente compuesta evidencie lo contario de lo que percibimos, bien porque un buen juego de palabras, acabe intentando convencer de que todo va bien. No se enseña en las carreras universitarias, pero hay maestros del disimulo y de la confusión, como pescadores a río revuelto, niegan la mayor y hacen mutis por el foro; sin ningún recato, por cierto.

Aunque el día a día, se empeñe con machaconería en poner de manifiesto “otra realidad”, no debemos de preocuparnos; ya vendrá un político avezado en estas lides y si no puede rebatir las circunstancias, seguro que nos tratará de convencer de que antes estábamos mucho peor, sobre todo si ese antes es de una etapa de otro partido político gobernando.  Lo peor es que no lo hacen por desconocimiento, lo hacen y dicen a pesar de que saben perfectamente que no cuentan toda la verdad, como si ésta fuera perniciosa; viven mejor en las medias tintas, las palabras envolventes y practican con especial maestría el circunloquio.

Lastima que no entiendan, que los ciudadanos no son tan críticos con el hecho de que las cosas no vayan bien, como con la negación de las evidencias. Creo que esto no es la Política, eso es un sucedáneo, que además no enriquece las relaciones de los políticos con los ciudadanos, acrecentando cada vez más la brecha del desprestigio. 

Olvidar que los electores son los que tiene el mando y que por tanto, tienen derecho a las informaciones veraces, sean éstas cuales sean; es creer que los ciudadanos son menores de edad y por tanto, con poco que sepan de los asuntos es suficiente. Nada contraría tanto a la opinión pública, como la constatación de la falta de rigor en la explicación de los acontecimientos. Tal vez, quienes así actúan, piensan que demorar en el tiempo el conocimiento o confundir, es ganar. Triste juego, ya que con este proceder, perdemos todos.


Como dice Arteta, a este respecto: “sea cual sea el tipo de relación en que nos hallemos, toca ante todo aparentar”.    

lunes, 24 de noviembre de 2014

La necesaria excelencia



Dice Antonio Muñoz Molina en su libro “Todo lo que era sólido”: “ En un ambiente donde la corrupción es normal es más fácil ser corrupto, y donde no reina la exigencia ni se reconoce el esfuerzo costará mucho más que alguien dé lo mejor de si, o incluso que descubra sus mejores capacidades.
Pero lo contrario también es cierto, y la excelencia puede ser emulada igual que la mediocridad, y la buena educación se contagia igual que la grosería. Por eso importa tanto lo que uno hace en el ámbito de su propia vida, en la zona de irradiación directa de su comportamiento, no en el mundo gaseoso y fácilmente embustero de la palabrería.
Que cada uno haga su trabajo, decía Camus…Que cada uno elija ser un ciudadano adulto en vez de un hooligan o un siervo del líder o un niño grande y caprichoso, o un adolescente enclaustrado…
Cada uno, casi en cada momento, tiene la potestad de hacer algo bien o hacerlo mal, de ser grosero o bien educado, de tirar al suelo una bolsa estrujada o una botella o una lata de refresco o depositarla en el cubo de la basura, de dar un grito o bajar la voz, de encolerizarse por la crítica o detenerse a comprobar si es justa.”

La primera vez que oí la palabra excelencia, fue en el ámbito de de la gestión de la empresa, francamente, me pareció una palabra pedante. Con el tiempo – y más años – entendí que no importaba mucho que trabajo hacia uno – excluyo las alienantes, claro -, lo que verdaderamente importaba es el empeño en hacerlo lo mejor posible, porque sumado a los “mejores posibles” de otros, acababa siendo, un trabajo excelente conjunto.

Siempre me ha apasionado también, en que medida los instrumentos del Control de Gestión y de la elaboración e implantación de estrategias; podían aplicarse en la vida privada y pronto descubrí, que uno es su empresa y que indudablemente era factible. Porque esa empresa que es uno, no es más que una pequeña “rama” de la empresa común que es la sociedad en la que vivimos, aunque ahora me asalta la duda si el verbo no deberíamos cambiarlo por “vegetamos”.

Pues sí; en ese ámbito, podemos tratar de ser excelentes. Comportarnos como si fuéramos observados en todo momento, poniendo empeño en  resolver de acuerdo con los intereses comunes, despegando de esa actitud pacata de la que nos hemos dejado invadir; en la mayoría de las ocasiones para justificarnos de nuestra pasividad social, como si con ello nos quisiéramos absolver de cualquier responsabilidad, pronunciando  la esteriotipada frase de: “son otros… yo ya hago lo que puedo”.

Están pasando los tiempos del delirio, la soberbia y la prepotencia; nos han vendido que éramos una sociedad opulenta y sin darnos cuenta, hemos devenido en una realidad muy distante y distinta. Además, intentan sumirnos, a través de mensajes subliminales, que tenemos que pagar el haber vivido por encima de nuestras posibilidades; tratando de ocultar quienes son los verdaderos inductores de nuestra situación actual.

Por eso cobra especial relevancia, retomar la excelencia para nuestros actos, cada uno en su nivel y en la medida de sus posibilidades, tiene que esforzarse por hacer lo mejor posible su cometido. Aunque solo sea por dejar un entrono social adecuado para las futuras generaciones. No vaya a ser que una actitud pusilánime y conservadora nos lleve a lo que dice Antonio Machado:
“Qué difícil es
cuando todo baja
no bajar también”

sábado, 22 de noviembre de 2014

Corruptores ocultos


Dice Aurelio Arteta en su libro “Tantos tontos tópicos”: “Recuérdese además que no hay corruptos sin corruptores, ni unos ni otros sin encubridores de la corrupción. Y que estos tres géneros de personajes florecen tanto o más en nuestra ensalzada sociedad civil que en la escarnecida clase política que dirige el Estado. Ninguno de los grandes escándalos políticos de este tenor ha sido posible sin la pasividad o cooperación de muchos que permanecen en la sombra…Al contribuir a desvelar estos escándalos, los medios de comunicación cumplen un alto servicio ciudadano. Ahora bien, tanto el momento particular en que se publican, como los comentarios que los adornan, dejan en el ciudadano el regusto de que ahí anidan unos móviles partidistas inconfesables. En resumidas cuentas, de que tal información se ha guiado menos por el propósito de restablecer la verdad o depurar la vida pública que por el de propinar un navajazo al partido adversario”.

Hasta ahora en los escándalos de corrupción que nos rodean, el guión casi siempre ha sido el mismo: primero negación de todo por parte de los implicados, luego cierre de filas de los miembros de su partido en defensa de la honradez de los que han sido señalados, con alegatos de todo tipo; simultáneamente insinuación de la puesta en marcha de una especie de conjura para desprestigiar al partido y a sus miembros, unido a una injustificada persecución judicial, etc, etc. Sorprende que en ninguno de los casos la propia organización política afectada, abra una investigación interna férrea para intentar detectar internamente el alcance e implicaciones ocultas.

Éste “dejar en manos de la justicia”, dice bien poco de los gestores, porque efectivamente la justicia, si la dejan: las prescripciones, los recursos, las peticiones de nuevas pruebas, etc; acabará resolviendo (más tarde, que pronto, dados los escasos medios con los que cuenta) y estipulará la pena o absolución que corresponda, ¿pero al partido no le interesa resolver internamente cual es el verdadero alcance? ¿no quiere identificar quienes fueron cooperadores necesarios, aunque no hayan sido acusados, pero que siguen dentro de la organización?.  Francamente ¿les interesa la verdad a fondo o solo la verdad menos lesiva?.

Lo mismo que firmar un contrato, no significa siempre ser el gestor del contenido. En muchas ocasiones los acuerdos se han gestado en instancias superiores y el compareciente lo hace en base a los poderes que ostenta, pero ha recibido instrucciones de firmar. Diría más, puede que no sepa en profundidad el alcance global. Visto desde otro punto de vista, casi siempre, si el que firma es un escalafón intermedio, ni siquiera tiene facultades para convenir tales acuerdos, es decir, no es en ningún caso el que los ha gestionado. Por ello, es curioso ver, como los “personajes” que si tenían facultades para acordar, se ponen de perfil y tratan de que la responsabilidad recaiga de modo espurio, en quien en todo caso lo único que hizo fue, cumplimentar las órdenes recibidas.


La sorpresa de los ciudadanos con la aparición de ese inacabado “rosario” de tropelías, sorprende e indigna; pero la falta de interés de explicar con responsabilidad y veracidad el alcance, produce la sensación de que se nos toma por “menores de edad” o peor aún, que nos quieren tomar el pelo. Como dice Arteta: “…la esperanza para la depuración de lo común no está tanto en la sociedad como en el Estado; no necesariamente en más Estado, sino en un estado más democrático”.

viernes, 21 de noviembre de 2014

La ausencia de teóricos.


Dice Aurelio Arteta en su libro “Tantos tontos tópicos”: “… la política posee sus propias reglas que nada tienen que ver con lo que consagra su teoría, o más en particular, la moral pública. O sea, que una cosa es el debe ser y otra el ser, y que pasar por alto tal distinción es deslizarse hacia lo utópico. Hoy tildar a alguien de “teórico” no suele ser precisamente signo de alabanza o reconocimiento; más bien equivale a tacharle de iluso y adornado de una lamentable falta del necesario realismo. Resulta entonces que la actividad pública se reduce a una pura correlación de fuerzas, a trasiego de intereses, a un juego de astucia e influencias inconfesables, pero en todo caso algo en lo que nada cuentan de hecho (ni deben contar de derecho) los principios éticos y, en último término, el ideal de justicia. 

La política es el reino de la habilidad con la palabra, las respuestas imprecisas, la negación de las evidencias; todo ello unido a una inefable falta de memoria, que permite decir lo contrario de lo expuesto en el pasado no todavía demasiado lejano. Lo importante no es la verdad sobre un determinado asunto; es mucho más relevante, la “verdad” menos lesiva para los intereses del partido, fruto de esta concepción espuria, cualquier discurso vale para transmitir a la opinión pública una versión de conveniencia, en muchas ocasiones “dictada” por el aparato del partido, con la creencia de que cuando las cosas se repiten de modo reiterado, aunque no se ajuste a la realidad, acaban conformado “la realidad”.

No asumir esta curiosa forma de actuar e incluso ser crítico ella, demandando principios éticos en quienes están en la gestión de lo público y en base a ello solicitar con insistencia, más verdades y menos retórica, no tiene buena “prensa”, pronto abrirá la caja de los despropósitos y quien así se ha pronunciado, será descalificado con toda clase de argumentos, no excluyéndose los personales, aunque no tengan ninguna relación con el tema sometido a debate.

Dice J. J. Rousseau: “quienes quieran tratar por separado la política y la moral nunca entenderán nada en ninguna de las dos”. Anteponer los intereses de la organización por encima de cualquier otra circunstancia y repetirlo de modo continuo, produce una elevada desconfianza y frustración en los ciudadanos, que ya han visto que se les hurtan muchas de las promesas de los candidatos y ahora, además, se les desvirtúa la verdad, como si la realidad pudiera transformase en una novela y con ello los personajes lavaran su reprochable conducta o disminuyeran su incompetencia.

Solo los mediocres y los irresponsables, tratan de confundir con falsedades y/o medias verdades; pretendiendo “encandilar” a los ciudadanos, ocultándoles parte de la verdad con la intención de librarse con ello de las consecuencias de sus actos. 

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Otras "corrupciones"



Dice Antonio Muñoz Molina en su libro “Todo lo que era sólido”: “A medida que los cargos públicos se iban hinchando como sátrapas, cada uno a la escala de su zona de dominio, los informadores se encogían para adaptarse nerviosamente o ávidamente a su nueva tarea cortesana. La corrupción, la incompetencia, la destrucción especulativa de las ciudades y los paisajes naturales, la multiplicación alucinante de obras públicas sin sentido, el tinglado de todo lo que parecía firme y próspero y ahora se hunde delante de nuestros ojos: para que todo eso fuera posible hizo falta que se juntaran la quiebra de la legalidad, la ambición del control político y la codicia – pero también la suspensión del espíritu crítico inducida en el atontamiento de las complacencias colectivas, el hábito perezoso de dar siempre la razón a los que se presentan como valedores y redentores de lo nuestro - . La niebla de lo legendario y de lo autóctono ha servido de envoltorio perfecto para el abuso y de garantía de la impunidad”.

Lo deslumbrante de lo magnificente, unido a ese suave dejarse llevar cómodo, que produce la sensación de la obra insólita y singular; ha hecho que los ciudadanos, adormecidos en su espíritu crítico, nos hayamos dejado nublar en nuestro natural raciocinio y no hayamos reparado, que delante de nuestras “narices” crecía día a día lo superfluo e hipotecaba a futuro lo esencial.

Otro modo de incompetencia y de corrupción: El hecho de destinar recursos públicos a obras desproporcionadas, que una vez terminadas han demostrado su inutilidad o han quedado incompletas proyectando su silueta fantasmagórica como signo evidente de la soberbia y desfachatez de estos faraones del siglo XXI, que no han cejado en su empeño de parecer grandes, aplicando recursos a proyectos no esenciales, aceptando  incluso correcciones a mayores en los presupuestos iniciales, sin temblarles el pulso, obnubilados por su alto grado de megalomanía.

Meter “la mano en la caja” o utilizar subterfugios y triquiñuelas, para obtener ventajas económicas individuales, de los propios organismos públicos o de quienes contratan con ellos es un modo flagrante y evidente de comportamiento indigno y merece todo el desprecio de lo ciudadanos y todo el peso de la justicia sobre ellos. Pero destinar recursos públicos a proyectos inadecuados e inútiles, intentando tapar las carencias de la gestión con la “grandeur” que representan, es algo que la legislación debería contemplar, propiciando la posibilidad de poder exigir responsabilidades a quienes promueven este tipo de acciones, porque el destino inadecuado de los recursos públicos, es meter la mano en la “caja” de todos.

Pero también tenemos responsabilidades quienes vimos como se desarrollaban estas arbitrariedades y nos dejamos aletargar o miramos hacia otro lado, sin rechazar o criticar con fuerza tales comportamientos impropios. Adoptamos mayoritariamente la posición del “avestruz” y de modo inconsciente fuimos colaboradores pasivos necesarios; entendiendo tardíamente el verdadero alcance desastroso, que nos acarrearía la regularización de esos despilfarros. Debemos señalar, sin lugar a dudas, a quienes lo propiciaron, pero con la misma intensidad, hemos de hacer autocrítica para fijarlo en nuestra memoria y evitar esa pasividad perniciosa cuando se vuelva a repetir… porque se repetirá.

Como dice Gandhi: “Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena”. 

lunes, 3 de noviembre de 2014

Lo razonable



Dice Ernie J. Zelinski en su libro “101 Cosas que ya sabes, pero siempre olvidas”: “Nos aferramos a nuestras creencias porque parecen razonables, pero es posible que exista un problema con nuestra idea de lo que es razonable. En la actualidad se piensa que gran parte de lo que la gente consideraba razonable hace unos cuantos siglos, era irrazonable. A lo largo de la historia ha habido muchos casos en que la mayoría tenía creencias falsas que, más tarde, se demostró que eran absurdas. Recuerdo que hubo un momento en casi toda la humanidad pensaba que la tierra era plana. De un modo similar, gran arte de lo que hoy se considera razonable puede que se considere absolutamente ridículo dentro de cincuenta o de quinientos años”.

En la sociedad en que vivimos, para identificar lo que llamamos razonable, empleamos un procedimiento, cuanto menos, poco objetivo, primero – posiblemente – después de un análisis de la información que disponemos, llegamos a una conclusión, pero para darle el marchamo de “normal”, necesitamos contrastar, que nuestro planteamiento coincide con la opinión mayoritaria y si eso es así, lo asumimos. Lo problemático es que, en aquellas ocasiones en las que no se da esa convergencia, repetimos el análisis, porque suponemos que hemos empelado datos incompletos o no hemos acertado en el hilo conductor del razonamiento

También sucede que las opiniones homogéneas de los que nos rodean socialmente, nos condicionan; pero no solo ellos. Nos influyen también los medios de comunicación de los que nos nutrimos para tomar conocimiento de lo que sucede alrededor. No estoy rechazando la pluralidad – que la hay – estoy poniendo foco a la tendencia a describir o interpretar los asuntos en coincidencia con la ideología imperante, como si los hechos reales fueran diferentes según quien los relata. Clara evidencia son los debates, en donde de modo repetitivo, cada cual solo asume su particular punto de vista y suele negar – aunque sea evidente – cualquier otro, si es discrepante.

De este galimatías en el que estamos sumidos, tienen buena culpa los miembros de los partidos políticos, que repiten de modo machaconamente insistente la versión, que se les ha facilitado en el “argumentario”, y lo hacen todos, de modo firme y sin fisuras; lo que en realidad pretende tal actitud, es convencerse a si mismos de que la “realidad” es esa y de tratar de sembrar, sobre los que los escuchan con cierta atención, esta opinión. Ejercicio espurio de “torre de Babel”, que lo único que añade es más confusión.

El debate como intercambio de opiniones civilizadas, en busca de una visión amplía y enriquecedora, se puede decir que prácticamente no existe o está en círculos minoritarios. Se ha instalado el ataque personal, la descalificación global, el argumento incompleto y partidista, la interrupción de la exposición discrepante, la comparación con otros sucesos… y un larguísimo etc.

Puede que tenga mucha razón James Harvey Robinson, cuando dice: “Gran parte de lo que llamamos razonamiento consiste en encontrar argumentos para seguir creyendo lo que ya creemos”.

miércoles, 22 de octubre de 2014

Opinión vs información



Dice Miguel Alejo Alcántara en su artículo “La intimidad al descubierto & lo publico que se oculta”, recogido en la Revista de Filosofía “Duererías”: “La opinión nace del juicio reposado, íntimo y particular, tras un análisis calmado de situaciones o hechos determinados y, por lo tanto, desde el momento en que se manifiesta y se confronta con los otros, será compartida o criticada, poco importa pero, en todo caso, deja de pertenecernos, se hace notoria, senda común hollada por todos, opinión publicada.
La visión particular se vulgariza y se extraña a quien le dio forma original. Es posible que opiniones semejantes confluyan en lugares cercanos, en juicios semejantes, y hasta es posible que ese hecho se produzca con frecuencia y mayoritariamente, para conformar lo que usualmente venimos llamando opinión pública mas, a mi entender, no se trata sino de una generalización instrumental cuando no instrumentada.”

Tener opinión, hoy en día, en la era de la información se torna una tarea caí “imposible”. Primero porque tenemos muy poco tiempo libre, o así nos lo imponemos. Creemos que no podemos hacer un alto en nuestra agitada vida, para pensar y razonar sobre cualquiera de los asuntos relevantes que nos rodean. Hemos aprendido – quizás por imitación – hacer lo mismo que con la comida rápida, con un “calentar y engullir” resolvemos; lo que antes era motivo de disfrute para quienes preparaban los “manjares” para compartirlos con los demás, está en desuso o es poco frecuente.

Esa receta rápida, nos ha invadida también el ámbito de la noticia; ya no podemos leer un artículo de opinión, necesitamos un resumen; donde desde luego la parte de opinión, queda muy difuminada. De este modo acabamos estando seudo-enterados y podemos seguir con la vertiginosidad diaria, que nos imponemos. Que son, si no, los SMSs; sin vocales y con tal parquedad de lenguaje, que más parece una versión sincopada del hecho que se pretende comunicar. Siempre fue muy difícil sintetizar, pero lo de ahora, es lo que se definiría con muletilla actual: Supersintético, sabes.

Pero los medios de comunicación, que también saben de esa circunstancia, la han aprovechado par “arrimar el ascua a su sardina”, construyendo una seudo-realidad mas cercana a los intereses editoriales, que a la verdaderas circunstancias. La premura de tiempo, se utiliza para servirnos “bocadillos”, cuya brevedad se ha construido, en ocasiones, sacrificando rigor; con versiones no exentas de la influencia interesada de la línea ideológica del medio.

Es verdad, tenemos más medios de comunicación, pero en la media, de menos calidad informativa. Esta “contaminación” está tornando extremadamente complicado tener buena información y rigurosa. En esta singular situación, pierden, hasta quienes piensan que ganan  mediatizando. Cuando la duda se instala, es mucho más corrosiva que la ignorancia. Tal vez la diversificación que impone la red en temas de difusión de información, acabe con la tiranía del papel y de la imagen, actuales. Nunca me gustaron las medias palabras y siempre pensé, que cuando se tiene miedo a la verdad, sea del tenor que sea, se pierde plenitud de vida. Si perdemos la costumbre de mirar de frente y nos fijamos solo en nuestro ombligo, con el tiempo nos tornaremos bizcos.

Hace ya algunos años, en unas vacaciones de Pascua en casa de mi hermano en Pamplona; vimos una película de videoclub, que no he olvidado; se llama juegos de guerra; para quienes no la conozcan: un niño inventa un juego de ordenador que simula, las medidas y contramedidas defensivas en tiempos de la “guerra fría” y se instala en el ordenador del Pentágono. Toma tal envergadura y rasgo de veracidad, que está a punto de desencadenar una guerra mundial. En la intriga de la trama el niño lo desconecta en los últimos minutos y todo queda en una pesadilla. El juego cuando el niño lo desactiva dice una frase final, que no he olvidado: “extraño juego, para ganar no hay que jugar”.

No informar, informar a medias o desinformar, es la posición menos deseable para “la acción de la información”. Los hechos no cambian, solo quedan parcialmente ocultos…transitoriamente.

domingo, 19 de octubre de 2014

Entendimiento



Dice Descartes (1596-1650) en su libro “Discurso del Método”: “Por eso la diversidad de nuestras opiniones no procede de que unos seamos más razonables que otros, sino únicamente de que dirigimos nuestros pensamientos por distintos cauces y no examinamos las mismas cosas. No basta tener buen entendimiento. Lo principal es aplicarlo bien... Los que marchan despacio pueden adelantar mucho más que los que corren, si los primeros siguen siempre el camino recto y los segundos se extravían”.

Los acontecimientos cotidianos son, en ocasiones, tan machaconamente sorprendentes y negativos, que animan a mirar hacia atrás y buscar lecturas, quizás mas utópicas y menos realistas, pero que devuelven minutos de “paz” con sus reflexiones. Evocan pasado, pero por el talante “eterno” de quienes las escribieron, acaban siendo como una tregua en ese desenfrenado y trepidante mundo en el que nos desenvolvemos.

Seguir el camino recto…como si fuera fácil, seguramente es el que más obstáculos tiene. Sortear las dificultades, sin hacer trampas, es solo para los valientes. Es más fácil buscar artilugios y convencerse a uno mismo de que esa solución es la mejor; para luego hacer una finta y como si no pasase nada, comenzar a tomar atajos sin rumbo determinado, para acabar diciendo como Groucho: “si no sabemos a donde lleva este camino, vayamos deprisa y terminemos pronto”.

La realidad es que vivimos un entorno social, en el que cada vez cuenta menos el “como”, lo relevante es el resultado obtenido, no el modo como se ha logrado. Cada día se torna más difícil no dejarse llevar por la corriente de lo que se llama “éxito social”, es decir apariencia y enorme sensación de vacío interna. Hay un profundo temor al fracaso, que lleva casi irreversiblemente a la soledad. Nuestro entorno quiere ganadores y huye de los perdedores, por si son “contagiosos”.

Querer cubrir etapas, sin el debido entrenamiento y con el ejercicio sano, de aprender de los errores, para no repetirlos; lleva indefectiblemente a una sensación de ansiedad, que nos impide vivir con sosiego. Llegar a ser, es una entelequia, lo que importa es “ser” con empeño e ilusión lo que nos hemos diseñado para vivir, hoy. Lo demás ya vendrá, perder el presente por un “desasosiego” desmedido por alcanzar un futuro de ambición más que de realización, pasa factura… y a veces abultada.

Como dice Descartes: “…a trueque de no adelantar mucho, me libré de caer.”

miércoles, 15 de octubre de 2014

¿errores informáticos? (II)



Dice Fernando Savater en su libro “Ética de Urgencia”: “Paul Valery escribió una obra de teatro que es una versión muy suya del  Fausto tradicional. Y su Fausto es un señor muy moderno, que está en una oficina con una secretaria muy mona con la que se pasa toda la obra charlando. Y hay un momento en que la secretaria le pregunta: “¿quiere que le diga la verdad?”, y Fausto le contesta: “Dígame usted la mentira que considere mas digna de ser verdad”.”

A esta fiesta es a la que asistiremos en los próximos días. En la maraña de confusión en el que se sumen todos los enredos hasta hacerlos irreconocibles; nunca sabremos como y porque razón alguien concibió un mecanismo por el cual unos cuantos, disponían a su antojo de cantidades relevantes, para sufragar cualquier capricho y sin ningún recato.

Una entidad financiera, lo único que vende es confianza; es seguridad de que quienes están al gobierno de la misma, se preocupan de hacer operaciones lo más rentables y solventes que pueden; para proteger el buen fin de nuestros depósitos. Se trata de que cada deudor a su vencimiento vaya cancelando los préstamos con puntualidad, no de tener a disposición mecanismos excelentes de recobro. Se trata de hacer prevención, no cirujía.

En este negocio, aparentemente para mí, la caja siempre había sido “sagrada”, dado el celo que ponen diariamente con el cuadre. No hay nada que pueda suceder, sin que uno o varios pongan su firma en muestra de autorización o conformidad. Uno había llegado a creer que una entidad Financiera es el “el orden y el rigor infinito”.

Pues bien, como los grandes tótems, que caen haciendo un ruido estruendoso, aparece para sorpresa y estupefacción; que alguien o alguienes inventan un instrumento para que los que creen que mandan y controlan, dispongan de un medio de pago a su discreción para “gastar sin ton ni son” y mientras tanto los que verdaderamente mandan, gestionan libres de cualquier control; distraídos los que estaban para ello, en su desenfrenado consumismo. De este modo pueden  disponer a su antojo de los fondos de la institución, haciendo operaciones arriesgadas y  poco explicables desde el punto de  la diversificación, hasta que acaban logrando un serio desequilibrio.

El recuento (no me atrevo a decir arqueo) dice que hay unos 2.700 millones de pesetas,  se han ido en esas veleidades y que solo cuatro personas no hicieron uso de esta ventaja, seguramente porque ya entendieron la ilegalidad del asunto. Por sumar desfachatez, algunos de esos millones se vilipendiaban en la época en que la noticia de  cada día era “el nuevo recorte”.

Desfachatez cargada de  desatada ambición. Decía en el anterior post, cual será el desmán del que nos enteraremos mañana y hoy añado, ¿Cuál será el artilugio legal  que permitirá que algunos se vayan de “rositas”?: la prescripción de buena parte de los años, no haber firmado petición de tarjeta, alegar ignorancia… o cualquier otra. Sabemos el desaguisado y ese ya está hecho, pero ¿veremos el castigo?

Como dice Galbraith en su libro “La cultura de la satisfacción”: “… el error de la mente financiera unido al espejismo popular consistente en creer que, a pesar de las pruebas firmes de lo contrario, la asociación con grandes sumas de dinero indica perspicacia económica”.

domingo, 12 de octubre de 2014

¿errores informáticos?



Dice José Luis Cea García, en su libro “La búsqueda de la racionalidad Económico-Financiera. Imperativo prioritario para la investigación contable”(1994): “…el mundo de las conveniencias y de los intereses en juego de áreas influyentes de la actividad empresarial y los sesgos contables que se logran introducir a favor de los grupos de dirigentes de la sociedad capitalista y en agravio de la independencia e imparcialidad de la información a suministrar inherente a la racionalidad  económico-financiera de los hechos ocurridos, lo cual es moneda abundante y de uso corriente dentro de la teoría y la práctica contables…la investigación contable academicista… esquiva el tema central que debería afrontarse en verdad, esto es, crear, enseñar y luchar por implantar un cuadro de planteamiento o normas de tratamiento contable acorde con la lógica económico-financiera de los hechos empresariales y, en definitiva, una disciplina no solo racional sino también y sobre todo auténticamente independiente e imparcial”.

No voy a escribir un post de técnica contable, tomo las palabras del profesor Cea García, porque siempre me pareció en sus intervenciones un hombre preocupado seriamente por la utilidad real de la información contable y en contra de la mediatización a la que estaba sometida por intereses espurios, con la intención de obtener ventaja para unos pocos.

El desenvolvimiento de la actividad empresarial en los últimos años ha devenido de tal modo, que el llamado estamento Alta Dirección, en la práctica y en el corto plazo, acaba teniendo más poder que el propietario. La frase “rendir cuentas”, creo que está en desuso. Lo que algunos defendían como agilidad en la toma de decisiones, a tenor de últimos acontecimientos, ha devenido en uso impropio de sus poderes.

Cuando las prácticas contables olvidan la “imagen fiel” o son utilizadas para esquivarla, algo muy relevante se quiebra. La confianza se gana con los años y se pierde en pocos minutos. Quienes diseñan, usan e implantan ingeniería “financiero-contable” para subvertir las normas, y peor aún, en beneficio de unos pocos “directivos”, producen un daño irreparable, defraudan la confianza de los accionistas y transmiten un deplorable ejemplo a quienes año tras año y con salarios justos, trabajaron mucho y con lealtad, para llevar adelante la empresa y sin embargo fueron requeridos, en ocasiones, a aplicar mas empeño en el cumplimiento de objetivos.

Pero a mí, lo que mas me sorprende es que, para poder ejecutar este entramado hace falta burlar muchas “guardias”: hay que hacer un diseño contable, que vulnere el control de gestión; alguien/es tienen que hacer la ejecutoria interna y repetirla durante tiempo; creo que esto no son cabos difíciles de atar, cuando el objetivo del diseñador es engañar y la instrumentación y diseño viene de quien tiene la facultad de ordenar (hágase así).

Pero, otros  más “sesudos” también deben de ser burlados: el Control de Gestión Interno de la entidad financiera, la propia Auditoría Interna, el Comité de Auditoría, la Auditoría Externa, la propia Inspección del Regulador, etc, etc. Nadie reparó que la cuenta de  “errores informáticos” era abultada o es que su montante, comparado con las otras cifras era de carácter “inmaterial” y por eso no se le hincó el diente.

Cuando se destapa la "caja" de la desvergüenza y por ambición o falta de ética, se inventan “artilugios” para engañar - si además se hace en el seno de una entidad financiera - se produce un salto en el vacío de consecuencias no predecibles. ¿Cuál será el próximo desaguisado que leeremos atónitos en el futuro no demasiado lejano?.  

lunes, 29 de septiembre de 2014

Ambientes ciudadanos



Dice Charles. Wright Mills en su libro “La Élite del Poder” (1957:Sabemos que las personas tienden a escoger aquellos ambientes que confirman lo que ya creen y disfrutan. Del mismo modo, tienden en la segregación metropolitana, a ponerse en contacto con aquellos cuyas opiniones son similares a las suyas. Y se inclinan a tratar superficialmente a los demás. En la sociedad metropolitana desarrollan, en defensa propia, una actitud de indulgencia que es algo más hondo que una actitud. Por lo tanto, no experimentan auténticos choques de puntos de vista, ni se plantean verdaderos problemas. Y cuando esto ocurre tienden a considerarlo como simples faltas de educación.
Sumergidos en sus rutinas, no trascienden, incluso por la  discusión, y mucho menos por la acción, de sus vidas más o menos estrechas. No logran una visión de la estructura de su sociedad y de su papel como público dentro de ella. La ciudad es una estructura compuesta de esos pequeños ambientes y las personas que pertenecen a uno de ellos tienden a aislarse de los otros.”

Quizás quienes vivimos en las ciudades, no nos percatemos que en realidad cada vez, somos mucha más gente, pero posiblemente más solos. La ciudad impone sus normas y sin darnos cuenta nos acomodamos en un grupo (club, asociación, ateneo, etc), en realidad se nos facilita la labor de centrarnos con un determinado conjunto de personas, para pasar la mayoría de nuestras horas no dedicadas al trabajo.

Por fuerza y a base de contactos reiterados, se produce convergencia de criterios y opiniones homogéneas. Los posibles debates, se circunscriben estrictamente a intercambios de información sobre temas sobre los que se demuestra cierto interés colectivo, pero en un ejercicio sin debate puro; es simplemente una aportación de argumentos en la línea de lo asumido mayoritariamente por el conjunto.

El debate en estos entornos restringidos, se asimila con facilidad a enfrentamiento,  que merma el equilibrio “social” y por tanto se rehúye para no debilitar la cohesión interna. Al final se siente uno muy arropado por sus compañeros, pero realmente en un ambiente poco enriquecedor desde el punto de vista del conocimiento abierto de los temas. Las opiniones son muy homogéneas y además en cierto modo, también cerradas, con ciertas barreras invisibles, que impiden o dificultan la entrada de “aires nuevos”.

Nuestro propio entorno nos arropa y protege, pero a cambio nosotros cedemos parte de nuestro propio criterio, sobre todo, si es discrepante al mayoritario; un ejercicio poco recomendable puesto que nos convierte en monótonos y carentes de autocrítica, posiciones que no promueven el avance y el enriquecimiento interior. Dejarse llevar por comodidad, tiene el peligro de aparecer en lugares no previstos, o de otra manera, renunciar a parte de nuestra identidad en aras de convergencia con la mayoría, puede ser confortable, pero a la larga es demoledor para nosotros mismos. Porque como dice Sam C. Saunders “No es posible prevenirse contra lo que uno no advierte”

sábado, 27 de septiembre de 2014

Impulso hedonista



Dice Victoria Camps en su libro “Virtudes Públicas”(1990): “… Esto es una ética de actividades e inclinaciones individuales dirigidas a hacer más justa y más digna la vida colectiva. Si la tendencia dominante de los países desarrollados es la de sucumbir a las tentaciones del individualismo liberal, algo hay que hacer para frenar el impulso hedonista a pensar sólo en uno mismo y atender únicamente a los intereses más próximos. La democracia debería de ser la búsqueda y la satisfacción de las necesidades e intereses comunes, para lo cual conviene, además de definirlos y nombrarlos, de establecer prioridades, construir un clima de colaboración y cooperación.”

Siempre he creído, que el ejercicio democrático pleno, era mucho más que ejercer nuestro derecho al voto en las elecciones. Debe ser una disposición para comprometerse en el bien común. De nada vale que nuestra posición sea exclusivamente elegir y retirarse para ver como se resuelven los problemas. La satisfacción de las necesidades e intereses comunes – como dice Victoria Camps – puede ser ayudada con nuestra propia presión para evidenciar las carencias y también para promover la adopción de soluciones y hasta en ocasiones exigirlas.

El problema principal es que vivimos muy restringidos a grupos sociales en los que los debates sobre temas de actualidad son casi nulos y por el contrario, los que nos vienen construidos a través de los medios de comunicación, son absolutamente estériles; cargados de personajes cuyo cometido principal es defender la posición partidista y no permitir con sus actitudes, que se pongan en evidencia cuales son las verdaderas claves del tema sometido a debate.

Cada vez con mayor frecuencia, las opiniones se vuelven antagónicas no para buscar los argumentos reales, sino más bien para blindarse contra quienes son discrepantes, es algo así como si, la opinión de mi grupo social o partido es la que tiene buen criterio y quienes discrepan tienen muchos motivos por los  callar. No hay ni un minuto de descanso para escuchar argumentaciones  ajenas, como si la consigna no escrita fuera, que no hay que cejar en el empeño para que sus razones, ni siquiera sean expuestas y por tanto conocidas.

Como dice Victoria Camps: “Tal vez no sepamos con certeza hacia dónde hay que ir, pero si sabemos qué es lo que no nos gusta y lo que no debería tolerarse ni permitirse”.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Porvenir



Dice Fernando Savater en su libro “El valor de elegir”(2003): “Todos los hombres somos “hombres de empresa” y cada uno en la medida de nuestras fuerzas vivimos comprometidos con planes de futuro, que siempre encierran alguna mínima o ambiciosa modificación de la realidad que nos hemos encontrado y en la que nos encontramos. Ser conscientes del tiempo implica entender el porvenir al menos en parte como diseño propio, no solo como repetición o como fatalidad.”

“El porvenir como diseño propio”, una frase que descarta en si misma, una posición estática y aceptante de todos los acontecimientos de nuestra vida, como si fueran predeterminados; es una llamada de atención para tratar de aproximar nuestro devenir en convergencia  hacia nuestros deseos. Tenemos, en muchas ocasiones, poca capacidad para creernos nuestros propios proyectos, somos especialmente pesimistas ante los retos y nos desanimamos con gran facilidad o peor aún, permanecemos inmóviles y expectantes, poniendo excusas de todo tipo, más para justificar nuestra falta de acción, que por las dificultades reales.

Dejar para más adelante, es darnos una oportunidad para meditar con cierto detenimiento, la “bondad” o no, de nuestros planes de futuro; pero aparcarlos “sine die”, es en el fondo una especial cobardía o falta de voluntad para motivarnos en conseguirlos.  Sin constancia es difícil conseguir algo, nada hay tan impropio, como abandonar antes de empezar repitiéndonos una y otra vez, que era demasiado ambiciosa o inconsciente nuestra planificación personal. El cumplimiento de la mayoría de nuestros deseos, impone creencia en la realización y sobre todo voluntad firme para conseguirlos.

No tratar de modificar la dirección de nuestra vida y dejarse llevar, es muy cómodo y  exige poco esfuerzo; pero además, permite lamentarse de nuestra fatalidad y poca suerte, cuando no progresamos satisfactoriamente. Por el contrario, empeñarse en tomar el “timón” y tratar de fijar el rumbo hacia donde deseamos, es de valientes; que creen en si mismos y en su posibilidades, y que no piensan rendirse a las primeras de cambio, replegándose, para seguir con “más de lo mismo”, aunque sigan insatisfechos. Visualizar nuestro futuro, no es solo una posición de soñadores, es mucho más, es el primer paso para aplicar nuestra voluntad y empeño en alcanzar lo que deseamos.

Si cuando corresponde, no hacemos uso de nuestra libertad de acción; no nos lamentemos si los resultados del “dejarse llevar” no son los deseados. Como dice Zygmunt Bauman, en su libro “Libertad”: “La libertad nació como un privilegio y así ha permanecido desde entonces. La libertad divide y separa. Separa a los mejores del resto. Obtiene su atractivo a partir de la diferencia: su presencia o ausencia refleja, marca y cimenta el contraste entre lo alto y lo bajo, lo bueno y lo malo, lo codiciado y lo repugnante.” 

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Liderazgo



Dice Eduardo Punset en su libro “La España impertinente” (1986): “Pero la falta de representatividad inherente a los resultados condicionados por el actual derecho electoral no es más que uno de sus aspectos negativos. Hay otros que oscurecen el funcionamiento democrático en mayor medida, porque afectan a la esencia misma del mercado político, sobredimensionan el poder conferido a las oligarquías de los partidos y alejan irremediablemente a los ciudadanos del ejercicio real de la democracia a la hora de elegir a sus representantes. Ningún sistema electoral está a salvo de las distorsiones provocadas por los abusos de poder cometidos por los líderes sin escrúpulos, o los aparatos de los partidos excesivamente empeñados en la supervivencia de las propias burocracias internas.”

Ganar las elecciones por mayoría absoluta, es condición necesaria para poder gobernar, pero sin embargo, no es suficiente para convertirse en líder. En la empresa privada el “Jefe” viene habitualmente nombrado por cauces absolutamente ajenos a los subordinados, por el contrario el liderazgo son ellos quienes lo otorgan. A quien manda, se le obedece o no; pero al líder, se le sigue. Las instrucciones recibidas de un líder, son mucho más motivadoras.

Estamos rodeados de jefes y jefecillos y somos –como en la obra de teatro – personajes en busca de líderes. Queremos sentirnos partícipes de un proyecto común, por muy difícil que sea de alcanzar y rechazamos absolutamente el rol de “menores de edad”, que se nos adjudica. Hemos sido excluidos del conocimiento de lo fundamental-cotidiano,  pero nos informan perfectamente de asuntos baladíes, cargados de intrascendencia y relatados con lujo de detalles; que tejen alrededor de nosotros una tupida cortina de humo capaz de confundirnos. Una alienación, muy difícil de describir, pero extraordinariamente dura de sentir. Vernos cada día alejados de lo importante e impelidos a participar de lo superfluo.

El gobierno se puede ejercer por el mandato recibido de las urnas, pero el liderazgo hay que ganarlo con posterioridad,  a través de las  acertadas decisiones, acordes con el programa político planteado.  Cuando se es gobernante, pero no líder, el distanciamiento social está servido. Ni siquiera la mayoría, por muy cualificada que esta sea, justificará las decisiones no explicadas con claridad. Los ciudadanos demandamos información veraz y sin “trampas” y somos extremadamente críticos, con quienes parece que desean caminar a hurtadillas evitando la transparencia. Peor que no saber, es saber a medias.

 La clase política española, está acostumbrada a “cocinar” mucho en la “trastienda”, pero a explicar poco “lo que se guisa”; craso error, que viene produciendo cada vez más insatisfacción y alejamiento de los políticos (gobierno y oposición). Quienes no saben interiorizar, que han sido facultados para gestionar lo público por delegación,  disponen como si fuera propio, lo que es de todos. No se muy bien si lo hacen, por inmodestia intelectual o arrogancia ignorante. 

domingo, 31 de agosto de 2014

Circunscripciones



Dice Eduardo Punset en su libro “La España impertinente” (1986): “Para que la vida democrática permeabilice la sociedad democrática, será indispensable que la constitución penetre también en las antesalas de los partidos políticos objetivando sus normas de financiación, respetando los derechos de las minorías, incrementando el papel decisorio en las cuestiones fundamentales de los colectivos afines vinculados al partido por su voto y no solo por su militancia. Y será preciso devolver al ciudadano unos márgenes de libertad que ahora absorben en su totalidad las oligarquías centrales. La organización interna de los partidos políticos no garantiza siquiera la participación de los responsables locales y regionales en la estrategia política que se define exclusivamente en los organismos nacionales. Existe un pacto implícito en virtud del cual los organismos locales son responsables de aglutinar un colectivo mayoritario de votos en los congresos del partido y la dirección nacional es la que fija la estrategia electoral política.”

Punset define perfectamente el escenario, pero aunque no lo explícita se advierte entre líneas algo sustancial; los partidos políticos internamente tienen poco de democráticos; más bien son estructuras monolíticas dominadas por la burocracia interna, que como una guardia de corps hace proselitismo promocional entre aquellos de sus militantes que considera más maleables. Creo que estos aparatos centrales ni siquiera han entendido bien lo que son las comunidades autónomas, tal vez porque para ellos es una amenaza a ese poder omnímodo.

Esta forma de ver la política ha generado el desarrollo de organizaciones autonómicas, cuya preocupación y objetivo principal son las cuestiones locales, que se han fortalecido al socaire de la percepción ciudadana de desigualdades en el  trato por parte de los gobiernos centrales. Esta circunstancia unida a las necesidades de pactos para gobernar mayoritariamente, ha propiciado que los partidos autonómicos que tenían la “llave” hayan pactado contraprestaciones, para ceder su voto favorable en las investiduras o en la aprobación de nuevas leyes importantes.

Mercadeo que no ha dejado insensible a los demás, porque las concesiones “extraordinarias” siempre ha sido a costa de disminuir las aplicaciones a otras Comunidades, ya que la “tarta” es la que es y no se estira como el chicle. Estas circunstancias han acabado por no complacer a nadie y han generado un malestar general difícil de paliar. No hay nada que produzca tanta desazón, como la sensación o la evidencia de sentirse injustamente tratado.

Las organizaciones autonómicas de los partidos de gobierno, no tienen capacidad para cambiar estas circunstancias, porque su papel está centrado en el acatamiento de las directrices de su partido – en las que tiene escasa capacidad de influencia – y en recordar insistentemente, que los desajustes han sido inferidos por gobiernos anteriores de otros partidos. Guardan silencio si el partido de gobierno de la nación es el suyo y se quejan insistentemente cuando es del partido opositor.

Y esto no es solo la regla D’Hont quien lo propicia, al fin y al cabo ésta, es un sistema de reparto. En realidad la mayor desigualdad la producen el tamaño de las circunscripciones, que con la distribución actual sancionan más que proporcionalmente a los partidos de tamaño medio/pequeño; como dice Punset: “Se trata de un problema de geometría de escaños y no de reglas de distribución, cuya única solución – para subsanar los profundos vicios de la representatividad – consistiría en convertir a las comunidades autónomas en circunscripciones mediante la necesaria reforma constitucional”.   

viernes, 29 de agosto de 2014

Consenso



Dice Eduardo Punset en su libro “La España impertinente”: “La complejidad de los mecanismos económicos y sociales de un país moderno exigen planteamientos colectivos más que partidistas, por la sencilla razón de que sólo caben soluciones colectivas a esos problemas. Pero estos comportamientos no pueden improvisarse sólo una vez al año  cada cuatro años, sino que debieran ejercitarse los trescientos sesenta y cinco días del año.
Lo cierto es que los verdaderos pactos sociales – los que realmente reducen las cotas de  incertidumbre y mejoran los niveles de bienestar de los ciudadanos de los países más avanzados – tienen poco que ver con las vocaciones repentinas de concordancia. “La paz social – decía Kennedy – es un proceso cotidiano, semanal, mensual, que modifica gradualmente las opiniones, erosiona con lentitud las viejas barreras para construir directamente en su lugar las nuevas estructuras.”
La Administración Pública ya no puede seguir pretendiendo que es la única depositaria del interés colectivo y la única en saber de antemano cómo se satisfacen los intereses legítimos de los ciudadanos.”

Punset publicaba este libro en 1986 y hacía referencia en algunos pasajes a la crisis de 1979. Hoy seguramente, podríamos repetir el mismo párrafo. Los problemas siguen ahí y la voluntad partidista cada vez más férrea. Tan es así, que los partidos todo lo que hacen es excelente, lo que no pueden resolver es herencia fatal de antecesores y por supuesto, lo que hicieron otros es un desastre, que se ha contenido gracias a su presencia actual en las tareas de gobierno

Interpretar la acción política, como una crítica recalcitrante de los adversarios, no reconociendo ningún acierto y poniendo en evidencia siempre, que el camino “tomado” por el oponente - sea cual sea - es malo; es tener un pobre concepto de la democracia. Solo llegaremos a buen puerto, si nos esforzamos en ser tolerantes y buscamos la convergencia. Los aciertos en la gestión pública, no son patrimonio de una determinada ideología, muy al contrario, es el resultado de un buen enfoque consensuado, unido al deseo de resolver con visión a largo plazo; evitando la postura cortoplacista para cosechar seudo-éxitos, con parches tan atractivos en la forma, como estériles en el fondo.

Cuanto más seguro está uno de sus convicciones, más predisposición tiene para escuchar otras opiniones, para no desaprovechar ninguna oportunidad de enriquecerse con el pensamiento ajeno. Por el contrario, la cerrazón y la intransigencia casi siempre van “colgadas” de personas, que protegen la inseguridad de sus propios postulados, no queriendo escuchar las posiciones discrepantes, para evitar constatar su criterio erróneo o no ajustado a la realidad del momento. Prefieren ignorar y seguir siendo fundamentalistas de un solo “credo”. Craso error y poco futuro.

Sirva como ejemplo evidente en nuestro País la desacertada política educativa, que es tratada con evidente vocación partidista y sin ningún deseo de “encuentro”; cuyo resultado práctico es el creciente desconcierto de los estudiantes y el desánimo de los profesores. No hay nada que debiera tener mayor grado de acuerdo global, que la formación de quienes son el futuro. Hacer presente - en esta materia - con posiciones poco tolerantes; es planificar un “pobre” bagaje y contribuir de forma evidente al creciente fracaso escolar. Sin pequeños y continuos cambios cuantitativos, no daremos jamás el salto cualitativo.

Nunca me han gustado las funciones discontinuas, por su semejanza a los saltos en vacío y en este tema la “continuidad” mejorada debería de estar absolutamente asegurada. Modificar lo erróneo y seguir hacia delante, sí; destruir y comenzar de nuevo, ¡no!. En la práctica no hay nada  completamente equivocado o absolutamente cierto. Esa rotundidad solo está conformada en nuestra mente cargada de rigideces, totalmente impropias de seres racionales. Quizás es el peaje, que pagamos, por la escasa formación “social” recibida. Seamos consecuentes y no lo repitamos, rompamos la tendencia, planifiquemos bien o lo lamentaremos.
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