Dice Paul Krugman en su
libro “Acabad ya con esta crisis”:
“EL PROBLEMA ESENCIAL DE EUROPA”
“Si contemplamos Europa, o más concretamente la
zona euro, como un conglomerado –o sea, sumando las cifras de todos los países
que usan el euro- no parece que tuvieran que encontrarse tan mal. Tanto la
deuda privada como la pública son algo inferiores a las de Estados Unidos, lo
que hace pensar que deberían con más margen de maniobra; las cifras de inflación
se parecen a las nuestras y no se aprecia el menor rastro de una crisis
inflacionaria; y, por lo que añada el dato, Europa en su conjunto tiene un
balance por cuenta corriente más o menos equilibrado, lo que significa que no
necesita atraer capital de ninguna otra parte.
Pero Europa no es un conglomera. Es una colección
de países, cada uno con su presupuesto (porque hay muy poca integración fiscal)
y sus propios mercados laborales (porque hay poca movilidad laboral), sin sus
propias monedas. Y esto ha provocado la crisis.
Pensemos en el caso de España… Como ya hemos visto,
durante los primeros ocho años de vida del euro, España recibió grandes flujos
de dinero, que alimentaron una enorme burbuja inmobiliaria y, además,
provocaron un considerable aumento de los sueldos y precios en relación con las
economías del núcleo de Europa. La esencia del problema español –de donde
proviene todo lo demás- es la necesidad de reajustar los costes y los precios. ¿Cómo
puede hacerse algo así?...
Pensemos ahora en lo que esto implica para España;
a saber, que tiene que ajustar los costes por medio de la deflación, que en la “eurojerga”
se conoce como “devaluación interna”. Y eso sí es muy difícil de conseguir,
porque los sueldos son casi rígidos, cuando se trata de bajarlos: solo caen
despacio y de mala gana, por mucho que el país se enfrente a un fuerte
desempleo…
En cuanto a España. El salario medio ha llegado a
aumentar ligeramente pese a la fuerte tasa de desempleo, aunque tal vez solo se
trate, en parte, de una ilusión estadística…
Sin embargo, en España no hay moneda propia. Esto
significa que, para ajustar el nivel de costes, España y otros países tendrán
que atravesar un largo período de tiempo con tasas de desempleo elevadísimas,
lo suficientemente altas como para que vaya forzando una muy lenta reducción
salarial. Y aquí no termina todo. Los países que ahora se ven obligados a
ajustar los costes son los mismos que tuvieron la mayor acumulación de deuda
privada antes de la crisis. Ahora se enfrentan a la deflación, que incrementará
el peso real de aquel endeudamiento...
Casi todos los gobiernos modernos tienen una deuda
cuantiosa, y no toda son bonos a treinta años; hay mucha deuda a cortísimo
plazo… Los gobiernos dependen de su capacidad de refinanciar la mayor parte de
esta deuda; de hecho, venden bonos nuevos para pagar los viejos. Si por alguna
razón, los inversores se negasen a comprar bonos nuevos, hasta un gobierno
esencialmente solvente podría verse obligado al impago…
Esto crea, inmediatamente, la posibilidad de una
crisis que acarree su propio cumplimiento, en la que el temor de los inversores
ante un posible impago derivado de la falta de efectivo les llevaría a rechazar
los bonos de este país, lo cual provocaría la misma falta de dinero que tenían…
la inquietud constante ante la posibilidad de que estalle una de ellas puede llevar
a los inversores a pedir tasas de interés más elevadas para mantener la deuda
de los países susceptibles, en potencia, de caer en esta clase de pánico
autorrealizante.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario