domingo, 30 de septiembre de 2007

Soñar



Dice Luis Muñiz en su libro sobre el cuadro de mando integral:
"Aquel que tiene un sueño, tiene una esperanza.
Aquel que tiene una esperanza, tiene un objetivo.
Aquel que tiene un objetivo tiene un plan.
Aquel que tiene un plan se pone en acción.
Aquel que se pone en acción obtiene un resultado.
Aquel que obtiene un resultado reflexiona sobre ello.
Aquel que reflexiona sobre el resultado progresa.
Aquel que progresa tiene un sueño."



Vaya, Vaya, parece que hay que empezar por soñar, pero soñar bien, que es lo contrario de tener pesadillas. Todo es simple, sin el sueño, no hay ilusión, no hay desafío, no hay reto, todo es tan monótono, como el paso del tiempo sumido en un largo letargo.

Si nos fijamos, las grandes cosas realizadas en esta vida, en un principio siempre fueron sueños, algunos demasiado hipotéticos, para ser reales; pero otros, aun pareciendo poco alcanzables, debido al empeño y aplicación, que tenemos cuando queremos, generaron planes y acciones, que dieron como resultado una concreción mas "terrenal", es decir, se consiguieron.

Pasar por la vida, dejándose mecer por el dulce sopor, que produce la inacción, es un recorrido, poco fecundo, por no decir estéril. La comodidad de dormitar en un "colchón de plumas", es extraordinariamente complaciente, pero acaba por adormecer nuestro entendimiento y terminados al final, pensando e interiorizando, que nada hay que hacer, porque nada se puede hacer. Cercena nuestra ilusión e imaginación.

Tarde o temprano, cuando miremos retrospectivamente en la moviola de nuestra vida, nos daremos cuenta de la futilidad del camino recorrido, nos percataremos, que para este viaje, no hacían falta alforjas. No es escusa, la manifestación frecuente de falta de medios, porque para soñar, con muy poco, si uno quiere, se puede. No son necesarias grandes bagajes. Tampoco sirve de salvaguarda, que aporta la manida frase "para que soñar, lo inalcanzable", porque estamos mensurando, lo que ni siquiera hemos intentado.

Hay que revelarse contra la costumbre y la monotonía, las costumbres son en muchas ocasiones, cortapisas para el progreso. Son escusas para permanecer "quieto", inactivo y en ocasiones en posición introspectiva. Cuando se reflexiona, se pone uno en posición de avance, deja la "poltrona" y se levanta, con intención de ponerse en marcha, a pesar de intuir, que lo que se pretende, puede producir riesgos y cansancio. Ambos siempre están cubiertos por la sombrilla la inactividad.

Progresar, debería ser uno de los anhelos mas incipientes de todos, sin que importara, cual es la base de partida. Intentar el cambio, debería de estar incluido en nuestra agenda, como uno de nuestros quehaceres cotidiano. Deberíamos de desterrar "for ever" la monotonía melancólica del
no hacer nada mas, que lo cotidiano, lo estipulado, lo de siempre.

Vivir en definitiva, es dirigir nuestra voluntad hacia los derroteros libremente escogidos por nosotros mismos, con la realidad o con la imaginación. Soñar es también vivir y mejorar.

lunes, 24 de septiembre de 2007

El descanso del Líder...


Dice Lawrence M. Miller, en su libro de Bárbaros a Burócratas que: "Las culturas y las empresas, sólo progresan mientras los lideres identifican los retos y encuentran esas soluciones creativas; la solución mas afortunada no es la que conduce a una situación de tranquilidad, sino a un nivel de incitación superior, el cual demandará otra reacción creadora nueva".

Todos los líderes en las empresas suelen ser muy "agresivos" en sus comienzos, tienen ante sí una misión y tratan de forma innata de acometerla, sin dilaciones y con gran ímpetu. Necesitan como los surfistas una gran ola, se mueven como un elefante en una cacharrería. Hay que cambiarlo todo, poner "patas arriba" los circuitos, remodelarlos, infundir un nuevo rumbo y conseguir, que lo sigan una gran mayoría.

Aunque solo sea por los cambios tan profundos, que en una organización, supone esta conducta, la máquina empieza a funcionar, los engranajes poco a poco, con el engrase que van teniendo, dejan de chirriar. Todos tienen un nuevo reto ante sí, hay algunos que no entienden o no quieren involucrarse y se quedan en el vacío, pero con estas bajas de la "batalla" ya se cuenta, son efectos colaterales, como se dice ahora; tal como si las personas fuéramos objetos inanimados.

Poco a poco, las cosas van tomando forma, lo que antes era imposible de realizar se convierte en cotidiano y todos mayoritariamente, siguen la estela de quien, con firmeza, trata de conducir el negocio por rumbos nuevos. No hay nada tan efectivo, para aportar soluciones adecuadas, que ver problemas antiguos con ojos nuevos. La mirada, sin mediatizaciones y la imaginación y seguridad en si mismo, del líder recién llegado, propicia acciones de cambio y ruptura de rutinas y costumbres que habían dejado de ser efectivas. Al final, casi como por un milagro se atisba otro horizonte, las operaciones empiezan a ser eficientes y rentables, la moral crece y la confianza se asienta en la organización, como si nunca la hubiese abandonado.

El Líder contempla su obra, casi acabada, analiza los logros, asimila las alabanzas que recibe, se empacha de éxito y se relaja. Es entonces cuando se cierne el peligro, "bajar la guardia" en momentos de éxito, es casi empezar el camino hacia la decadencia. Lo hecho bien hecho está, pero la mirada, debe de fijarse en todo lo que aún queda por hacer. Percibir el mensaje de misión cumplida, es tanto como adormecer la inercia, para la toma de decisiones nuevas, que sigan empujando a la organización, que sigan motivando, que sigan "engrasando"; para evitar el comienzo de nuevos chirridos.

No sirve de nada, que se transmita mensajes a sí mismo, evaluando las posiciones tan sólidas que se han alcanzado y contemplando, como las principales magnitudes se han remontado de forma muy brillante. Si se adormece, en ese mismo momento, comienza el retroceso, empieza su propia "obsolescencia", la misma organización que lo ha encumbrado, lo irá empujando lentamente, en la cuesta abajo en la que se ha metido. Todo lo que antes era seguimiento sin condiciones, se convertirá en reticencia y protesta encubierta. Las acciones propuestas serán cuestionadas constantemente y empezará a florecer la desconfianza y la inseguridad. Es decir, vuelta a empezar.

La paradoja queda planteada, fue contratado para devolver a la empresa su rumbo de crucero. Pero cuando lo consigue, ya debe de estar buscando, nuevas posiciones mas avanzada. Otra vez debe someter a la organización a la tensión de un nuevo cambio; volver a empezar. Adormecerse, relajarse, complacerse con los éxitos coseguidos, lleva idefectiblemente a retrocesos.
Pensar permanentemente que los logros obtenidos, por muy importantes que sean, no son totalmente suficientes, es casi el "seguro" del progreso continuo. Porque por mucho, que avance una empresa, sus competidores también lo hacen y por tanto, solo es bastante, si se ha progresado en la distancia relativa, sino queda mucho por hacer...y lo contrario, por grandes que hayan sido los logros, si se detienen, otros competidores en marcha, pueden rebasarlos en breve...
En fin, es curioso, pero el líder no debe descansar, hacerlo, significa en gran medida, entrar en la antesala del "fracaso". Deben tenerlo muy en cuenta, quienes aceptan esta misión en su vida profesional.

sábado, 22 de septiembre de 2007

Web


Las empresas en el momento actual, viven sumergidas en una vorágine de decisiones puntuales, para atender las "necesidades de sus clientes", que cada vez son mas sofisticadas. Tratando de seguir al mercado, todos los directores, tienen una extraordinaria preocupación por manejar información, puntual y adecuada de la competencia, con el objeto de contrarrestar sus acciones lo mas pronto posible.

Los potenciales competidores, además, se han multiplicado. Antes solo debía atenderse al Mercado Nacional, siendo de relativa poca relevancia las amenazas exteriores. En la actualidad, con la capacidad de información, que tienen a su disposición los posibles comprados de los artículos, la forma de atender a los cliente adecuadamente, ha dado un vuelco importante. Las acciones comerciales para mantenerse en el mercado, en posición competitiva, pasan por el manejo de muchos parámetros nuevos e incluso poco habituales.

No solo es, que nuestros clientes, pueden conocer las ventajas, que les ofrece un teórico proveedor distante, sino que en muchas ocasiones, con motivo del Euro, no es necesario hacer complejas operaciones para evaluar el precio, lo leen en su propia moneda. Además, si lo desea, puede comprarlo y recibirlo en un plazo razonable. Y todo ello sin moverse de su propia casa, cómodamente sentado delante de la pantalla de un ordenador.

Pues bien, muchas empresas a pesar de que conocen esta tesitura, se empeñan en no tenerlo presente, quieren ignorar, que cada vez, se incrementa mas esta forma de operar, con todo tipo de mercancías. Buena prueba de ello es que el escaparate suyo, es decir su página web, está desactualizada, mal mantenida y con informaciones poco exactas, cuando no presenta complejas dificultades, para moverse dentro de ella y obtener la información deseada.

Parece, que lo que se pretende es, que el posible consultante-cliente, salga lo mas rápido, aburrido de tanta dificultad. Se nota, que nadie de la propia empresa, con responsabilidad, se ha molestado en entrar en la misma, como si fuera un posible cliente. Se puso de moda no hace muchos años, tener página web, todas las empresas incluso las de tamaño pequeño-mediano, se aprestaron a confeccionar la suya y comunicárselo a su clientela. Pero pasada la efervescencia - como la magnesia - las han dejado en posición de derribo, es decir inoperantes.

Cuando se hace algo, hay que estructurarlo bien o no acometerlo, pero además, si se opta por lo primero, luego hay que prestarle la debida atención y mantenimiento. Tener una página Web "caduca", es peor que no tenerla. Una de las condiciones indiscutibles de los escaparates, es que estén impolutos, las mercancías expuestas en ellos, hasta parecen mejor. No tener presente esto, en los tiempos que corren, es no apreciar los productos que se venden, es incitar al posible cliente a comprar en la competencia. Cuando uno da un salto sobre una acequia, debe de estar seguro de llegar a la otra parte con holgura, si no lo está, lo mejor es buscar un puentecito... para evitar quedar mal parado.

viernes, 21 de septiembre de 2007

Planificación


La mayoría de las empresas viven cada día con la "fiebre" de la planificación. La fijación de objetivos, para organizar cualquier tipo de trabajo es cotidiano. Bien venido sea, ya que ejecutar acciones sin tener una meta, es como caminar sin concierto y sin rumbo.

El problema se plantea, cuando la determinación de las cifras, no esta especialmente basada en datos objetivos, ni es fruto de un análisis equilibrado de la posición real de la empresa en ese aspecto. Mayoritáriamente son consecuencia de extrapolación, de posiciones anteriores y casi siempre tratando de superarlas.

Se transforma entonces, la planificación en un saco vacío. Los que tienen que ejecutar, en estas condiciones, están muy atentos en negociar unas cifras cómodas, es decir, no basadas en expectativas reales, sino conformadas de modo tal, que nos permita cumplirlas con cierta holgura. Mas todavía, cuando alguien ya ha alcanzado su objetivo, se detiene, aunque el periodo no haya finalizado. Su mente le recomienda hacerlo así, porque si supera mas de lo necesario sus metas prefijadas, es muy posible que se vea sorprendido, con un incremento - poco racional - para el periodo siguiente.

Planteadas así las cosas, se desprende todo un cúmulo de argucias, para tratar de llegar a las posiciones marcadas, sin meterse en un posible "callejón sin salida" en el futuro inmediato. Se vulnera de este modo la esencia del planteamiento. Porque las metas no son reales, ya que la forma de estimarlas es anárquica y además el ejecutor será poco proclive a superarlas, para que no le "aprieten algo mas el cinturón" con las cifras del siguiente periodo.

Otra de las cosas que se ha asentado con fuerza, es que estamos tan absortos con el cumplimiento, a todos los niveles, que en muchas ocasiones nos quedamos sin interpretar adecuadamente los mensajes, que nos da el día a día. Desaprovechamos de un plumazo la posibilidad de ir extrayendo las pistas adecuadas para mejorar. Nos quedamos atrapados en la carrera "sin fin" en la que estamos sumidos.

Cuando uno pierde la capacidad de comentar con libertad y buenas razones, la conveniencia o no de un determinado objetivo, cuando no puede argumentar con sinceridad la bondad del mismo, cuando la organización lo único que le demanda es que lo cumpla sin rechistar; queda cercenada la continuidad del crecimiento equilibrado y el propio interesado se sume en una especie de tedio, que le perseguirá a lo largo del periodo. Caminando hacia el desanimo si intuye que no lo cumplirá o gozando de satisfacción si cree que lo alcanzará. Empañado con demasiada rapidez, porque ya tiene que pensar en el nuevo. El recientemente finalizado, ya es historia.

Creo que lo he dicho en otra ocasión y lo repito "Un objetivo solo lo es, si quien lo fija lo hace con cierta cordura y el que lo tiene que ejecutar lo asume como propio, sin verse forzado a ello". Lo demás son verdaderas "paparruchas", desafortunadamente demasiado frecuentes en los tiempos que corren. Así nos va...

sábado, 15 de septiembre de 2007

Robots


Tener la sensación de que todo lo que hacemos, nos viene marcado o impuesto por agentes externos a nosotros, es en cierta medida, un síntoma preocupante. Hay, desde luego, muchas acciones que ejecutamos cada día, que están sujetas a unas normas determinadas y/o deben estar resueltas, en el marco de unos cauces prefijados.

No me refería solo al cumplimiento de normas. La sensación que comento es mas amplia, esta centrada en como nos desenvolvemos en todos los ámbitos de nuestra vida. Trata de identificar la capacidad de libertad de hacer o no hacer, que conservamos, tanto en el trabajo como en nuestros momentos de ocio.

Sin darnos cuenta, hemos aceptado unos determinados roles dentro de nuestro ámbito cotidiano de vida. Estamos tan acostumbrados a ello, que ni siquiera reparamos, si es como nos gustaría hacerlo o bien lo hemos interiorizado, para ser consecuente con los ambientes en los que nos desenvolvemos; que sutilmente lo han ido imponiendo y nosotros aceptándolo.

Para desarrollarnos adecuadamente necesitamos un determinado grado de libertad. Nos hace falta tener conciencia de que ejecutamos acciones o nos expresamos, acorde con lo que pensamos o queremos hacer en ese momento y sin que no haya nada que nos lo imponga. Simplemente porque en ese instante y lugar es lo que “nos apetece”.

Incluso en el trabajo no es bueno, que nuestros pasos estén totalmente pautados, es mucho mas gratificante, que haya una aportación personal en la ejecución, exenta de norma rígida; es decir que podamos añadir algo de nuestro propio discernimiento. Siempre queda en todas las tareas a realizar, incluso en las más firmemente estructuradas, un “hueco”, donde uno puede “rellenar” con su propia cosecha.

La tendencia general a normalización y reglamentación, está convirtiéndonos en casi robots, que ejecutamos en automático la mayoría de las acciones, “porque es lo que hay que hacer”. No obstante, tal es la costumbre que, en muchas ocasiones incluso lo agradecemos, porque nos libera de la incertidumbre que representa la elección entre varias alternativas. Pero no nos damos cuenta que seguir este juego – fácil – nos lleva indefecctiblemente a “adormecer” nuestra propia capacidad de raciocinio, anula, en cirto modo, nuestra personaliad.

Seamos educados socialmente, cumplidores en nuestro trabajo, tolerantes con nuestro entorno; pero no sacrifiquemos por todo esto, nuestra capacidad de pensar y resolver de acuerdo a nuestra propia voluntad. Intentemos seguir siendo seres humanos y no computadoras…

viernes, 14 de septiembre de 2007

Realidad


Cuando uno revisa lo que hace cada día, encuentra cosas de las que está satisfecho, es decir le complace el desenlace que han tenido y también hay algunas o muchas de las que siente una cierta desazón; en éstas, no hemos acertado o hemos disimulado o no hemos sido coherentes con lo que pensamos.

Es curioso, porque tenemos tendencia a archivar, con carácter mas duradero los fallos y por contra, somos mas remisos a recordar los aciertos. Pensamos que nuestro quehacer es "dar en la diana" siempre y por tanto le damos menos importancia cuando es así, ya que es nuestra obligación mental.

El problema reside precisamente en el propio planteamiento. Al tener tendencia a reprobar de forma contundente las acciones que no son adecuadas, no hacemos un análisis sereno de las causas, estamos tan absortos con la crítica interna, que no sabemos: parar, templar y mandar en el discernimiento de los motivos de lo sucedido. Conclusión despreciamos en un momento una fuente inmensa de conocimientos y de experiencia para futuras acciones, que supondría un análisis profundo e imparcial. No somos conscientes, que esta forma de actuar, propicia indefectiblemente la repetición de algunos errores cometidos.

Es como cuando hemos confiado mucho en alguna persona y "nos falla", nos quedamos tan profundamente doloridos, que no sabemos identificar los signos, estamos bloqueados. Esta situación, impide un análisis suficientemente objetivo de los motivos, no llegando a diferenciar, que parte es, porque hemos depositado, inconscientemente, un exceso de confianza o porque hemos evaluado desproporcionadamente a la persona en cuestión.

Sepamos asimilar de forma clara y contundente, que no estamos obligados a acertar de modo permanente. Interioricemos, que estamos todos, cargados de limitaciones y los hechos, en muchas ocasiones, nos pueden desbordar; es decir, seamos mas modestos. Reconozcamos interna y externamente, nuestro real y verdadero alcance en la resolución de problemas. No nos dejemos llevar por el voluntarismo, sobredimensionando nuestras verdaderas cualidades y evitaremos insatisfacciones no necesarias.

Tener en la vida la misma posición ante el acierto y/o el error, es en cierto modo fortalecernos. Ni es bueno esconder el cuello, ni estirarlo demasiado. Seamos lo que somos y no queramos ser como creemos que quieren los demás. Pensemos con nuestra mente para bien o para mal y no con la de los que nos rodean. En definitiva vivamos nuestra vida y no una novela.

martes, 11 de septiembre de 2007

Universidad II


Actualmente cada estudiante universitario, cuando acaba su formación, en función de las expectativas que tiene y las posibilidades reales, se encamina por un determinado derrotero y poco a poco, lentamente, va posicionándose. Cuando yo terminé mis estudios, una carrera universitaria, era sinónimo de obtener trabajo a nivel medio, cuando no alto. En las empresas, no había en aquél entonces tanta fijación en la "experiencitis". Se suponía, que la persona era suficientemente madura y responsable y que sabría desenvolverse con holgura, en el ámbito de su cometido en la empresa, porque capacidad técnica se le suponía.

Los tiempos - como en todo - han cambiado, pero en este tema, creo que con mayor intensidad; entre otras cosas, porque la afluencia de Licenciados, Ingenieros, Diplomados, etc. al mercado de trabajo a crecido de forma exponencial. Es buena noticia, porque significa, que cada vez, con mayor intensidad, muchas mas personas acceden a la formación universitaria, otrora tiempo, reservada a quienes tenían medios económicos suficientes – las becas eran precarias - o se encontraban bien situados geográficamente, es decir, en una ciudad con Universidad. Desplazarse y residir un curso fuera del domicilio familiar, no estaba al alcance de muchos.

La falta de planificación adecuada en la preparación de los titulados, acorde a las necesidades de la sociedad, ha conllevado que la mayoría de ellos, estén ocupados, durante un tiempo bastante dilatado, en trabajos por bajo de su nivel teórico, en base a la formación recibida. Cuando no, en ocupaciones no relacionadas con la carrera cursada. Esto, no obstante, ya está descontado y asumido por los futuros estudiantes de los últimos créditos (omito curso intencionadamente) para finalizar su carrera.

Hay también otros caminos, las oposiciones es el otro gran “refugio”. El panorama siempre es el mismo, gran afluencia de personas para pocas plazas, provocando esta situación, una lucha “feroz”. Requiere la aplicación de mucho tiempo para preparar el temario y la posesión de una buena memoria, unido a una importante dosis de paciencia. El opositor, no importa que no sepa bien lo que "recita" lo relevante es que lo haga. No hay ni una sola prueba, donde se pueda evidenciar la creatividad, solo se precisa tener la cabeza “cuadrada” e insistir. Así nos va después.

Desconozco como hacen la composición de plazas que ofertan las Universidades, pero estoy casi totalmente convencido, que no se tiene en cuenta para nada, cuales son las necesidades que demanda la sociedad, creo que ni siquiera existe un sistema para evidenciarlas. Lo importante actualmente, creo yo, no es cursar una carrera universitaria, lo importante, es que esta formación de carácter superior, permita con holgura, trabajar en ocupaciones adecuadas.

Lo decía hace unos días y lo vuelvo a repetir, abrir el mundo “hermético” universitario a la sociedad, sería un paso importantísimo. Conocer cual es la realidad y no solo la de las aulas, provocaría un gran cambio. Pensar por parte de los profesores, cuando explican sus asignaturas, que los que están sentados en los bancos, dependen de las enseñanzas recibidas y asimiladas, para encauzar en un futuro no lejano, sus vidas, mejoraría en gran manera la situación actual.

domingo, 9 de septiembre de 2007

Autenticidad



Tenemos tendencia a estar muy condicionadas por lo que piensan los demás sobre nosotros. Buscamos con el gesto, la palabra, el comentario, etc, tratar de identificar cual es su estado de opinión, en éste sentido. Necesitamos además, percibir que es "buena". Cuando es así nos congratula y satisface mucho.

No hay duda que una buena reputación, es un buen bagaje, la realidad es que tener "buena fama" en cualquier campo, facilita en gran manera el desarrollo de las actividades inherentes al mismo. Es como si las oportunidades llegasen con mas facilidad y todos los caminos fueran menos pesados.

Por contra la opinión general desfavorable sobre alguien, certera o no, en mucha ocasiones le merma sus posibilidades. Algunas propuestas nunca las recibirá, porque serán cercenadas antes de ser planteadas, la desconfianza en el desempeño adecuado, hará que se provoque inseguridad de cumplimiento efectivo y por tanto cierto rechazo a encargarle trabajos, relegándolo, solo a actividades de segundo nivel o bajo supervisión de otro.
Esta circunstancia, hace que muchas de nuestras acciones diarias, hayan sido mentalmente acondicionadas, para reforzar la imagen percibida por los demás. Debemos actuar, tal como piensan, que somos, no como lo somos de verdad. Y eso en cada uno de los ambientes en los que nos desenvolvemos, porque tenemos mas de una imagen virtual. Evitamos con demasiada frecuencia la espontaneidad, sobre todo, si intuimos que pueda ir en detrimento de nuestra posición.

El dilema se plantea cundo la distancia que hay entre, lo que somos y la imagen virtual, que hemos logrado hacer creer a los demás, es muy grande. Porque entonces, para poder mantener el status, hay que seguir "actuando", mucho, cada día. Esta posición, acaba produciendo un cansancio adicional, hacer las cosas, pensando como creemos que quieren los demás que las hagamos, es casi, como hacerlas dos veces.

Y al final siempre el mismo resultado, una gran insatisfacción, porque por grandes dotes persuasivas que tengamos, para presentarnos de modo diferente, lo que aún no hemos adquirido es la capacidad de engañarnos a nosotros mismos. Sea cual sea nuestra imagen virtual, nosotros conocemos la real y eso pesa como una gran losa. No estamos tan adormecidos para aceptar, sin ningún efecto colateral, la poca o mucha suplantación.

Que esfuerzo tan inútil. Quienes nos tienen que querer, quienes valen la pena, quienes estarán siempre a nuestro lado, lo harán aún sabiendo como somos en realidad. Es decir, montamos la tramoya y el teatro, para un conjunto de personas, que seguro nos dejaran "tirados" a la primera de cambio. Vaya esfuerzo baldío, vaya insensatez, querer que crean lo que no somos, como si con ello consiguiéramos un mundo y aunque así fuera, si lo miramos con detenimiento, en ese mundo no es en el que queremos vivir nosotros.
Ser lo que somos y comportarse con arreglo a ello, es mas gratificante, sin lugar a dudas, que seguir siendo un personaje toda la vida. No fingir, es quererse; incrementando la autoestima y eso si que, no tiene precio. Ser auténtico es una gran decisión y una demostración de seguridad en uno mismo. Los personajes, dejémoslos para los cómicos y el teatro.

domingo, 2 de septiembre de 2007

Universidad









Las carreras universitarias, al menos las que yo conozco, imparten una formación a los estudiantes, que está distante de las necesidades de los futuros “contratadotes”. Los conocimientos teóricos adquiridos, no se complementan bien, con lo que demandan las empresas, en esas áreas. De hecho, está instituido en la mayoría de los alumnos, que al terminar, hay que hacer un “master”, en ocasiones patrocinado por la misma Universidad, para aproximar posiciones y perfeccionar la formación recibida. La realidad, en muchas ocasiones, es que tampoco es suficiente.

No ha servido de gran ayuda, a este respecto, el hecho de estructurar las carreras en asignaturas troncales, optativas y de libre configuración. Las troncales acaban siendo monolitos con una rigidez digna de debate. Las optativas, dado el carácter optimizador del alumno, se encardinan en la mayoría de los casos en función de la facilidad para superarla, que se ofrece en las mismas, sin importar grandemente su contenido, ni la idoneidad curricular. Y la libre configuración, se ha convertido en un “coladero”, para incluir una gran cantidad de materias, muchas de ellas, en mi opinión, estériles para el tema que nos ocupa, aunque culturalmente tengan contenido.

Sin embargo esta dificultad, debería de estar resuelta en el ámbito de la Universidad, con las asignaturas de “prácticas en empresas”, que tienen todas las carreras, aunque quizás su estructuración se ha quedado corta. En principio, falta información amplia a las empresas, sobre lo que se pretende con la realización de las mismas y sería necesario también, un ejercicio efectivo del control, por parte de la Universidad, para comprobar, que los alumnos están ocupados en funciones “adecuadas” y que la práctica es efectiva al objetivo que pretende.

Hay que añadir la rigidez de los planes de estudio, ésta queda patentizada, por la gran dificultad para realizar cualquier modificación. Se requieren trámites complicados y a su vez, el consenso de los diferentes departamentos, que en cualquier cambio tienen que encontrar el equilibrio de fuerzas, al modificarse la composición de asignaturas.

Con este cuadro las licenciaturas y/o diplomaturas, forman a unos profesionales, poco avezados en su futuro oficio; dejando a las empresas o entidades públicas la labor de completar la adecuada formación práctica, a sus conocimientos esencialmente teóricos. Flaco favor; esto supone en la realidad, gran número de jóvenes titulados universitarios trabajando en tareas “inferiores” a su teórico nivel y con salarios cortos.

Atendiendo al punto de vista de las empresas, lo justifican, en base a la inversión que tienen que realizar en “su puesta a punto”, sin estar seguras, de que una vez finalizada la misma, no será utilizada como trampolín para cambiar de compañía, con objeto de ganar en salario, al poder ofrecer experiencia. Dilema de difícil solución.

Creo que la Universidad, en los tiempos en que vivimos, no basta con que imparta la enseñanza de mayor calidad posible, si ésta no está de acorde con las necesidades externas, que se demandan para esos titulados en periodo de formación. Para ello se requiere, entre otras cosas, el contacto permanente con el “mundo de la empresa”, para poder pulsar las realidades emergentes en este entorno tan competitivo y agilidad para incorporar los cambios necesarios. ¡Muy difícil! ¿Verdad?

sábado, 1 de septiembre de 2007

Usos y Costumbres


Para ser calificado de “normal”, en la sociedad en que vivimos, hay que someterse a muchas servidumbres, algunas de ellas, francamente estériles. Los estereotipos que se ha fijado para cada grupo de personas, se espera, que se cumplan a rajatabla. Relacionarse en cualquier ámbito, está cargado de “tics” imprescindibles, para que uno no llame excesivamente la atención.

Es precisamente este tipo de leyes no escritas, este tipo de normas impuestas por la costumbre, lo que conforman la idiosincrasia de las sociedades actuales, dispuestas a ser poco tolerantes con lo no ortodoxo. Lo que se sale de la media, parece que pone en peligro el equilibrio. Cuanto más pequeña es la ciudad, donde uno vive, más acusado el fenómeno.

Si uno se detiene a pensar un instante, inmediatamente se percata, que muchas de las cosas que hacemos nos vienen impuestas por nuestro entorno. Cada vez somos más “prisioneros” de lo que llamamos civilización. Está uno tan acostumbrado, que la autocensura que practica habitualmente, para no salirse de la norma, le pasa desapercibida, la ejerce de forma inconsciente, la ha interiorizado totalmente.

La libertad que pretendemos tener, no es tal, aunque no estemos constreñidos por nadie en concreto, los usos y costumbres nos han atenazado y nos llevan por el sendero estipulado, sin que nosotros seamos capaces de cambiarlo.

Hasta los más jóvenes, que no están cautivados por la sociedad en que vivimos y quieren romper moldes, cuando se reunen en eventos multitudinarios, también tienen reglas no escritas a las que se someten sin darse cuenta. Siguen el mismo modelo fielmente, siendo finalmente tan “rehenes inconscientes” como sus mayores. De los que en definitiva huyen.

Este tipo de normas no tienen mas intención que proteger el status global, evitar que se rompan los equilibrios de fuerzas establecidos de modo espontáneo y perpetuar unas determinadas formas de actuar, que han sido reconocidas como adecuadas, aunque chequeadas levemente no tienen nada especialmente extraordinario ni relevante.

Todos formamos parte de una estructura compleja y estamos entrelazados por fuerzas invisibles, pero suficientemente robustas, como para que no tengamos facilidad de separarnos, en caso de disentir del modelo. Quizás sea, porque como dice Eduardo Punset: “Uno de los componentes del sentimiento de felicidad plena es el ansía de reconocimiento por parte de terceros y, particularmente, del propio gremio”
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