viernes, 30 de enero de 2009

Efectividad



La efectividad, en nuestras vidas, no depende solo del empeño que pongamos, sino mucho más, de que éste se aplique en la dirección adecuada. Nuestra administración interna gobierna el esfuerzo, es quien selecciona y mide con precisión la relación “coste-beneficio” e intenta cumplir los objetivos fijados. El Liderazgo indica las cosas que hay que hacer, es decir, aquellas que son correctas según nuestra “programación interna”. Administrar, por tanto, es hacer las cosas bien, seamos o no nosotros, quienes las hemos planteado.

Es de vital importancia liderar, esta cualidad da marchamo de calidad a lo que hacemos. Pero como en el mundo de la empresa, el liderazgo no se improvisa, no sobreviene fruto de una simple reflexión, no es el resultado de una genialidad. Para ser líder, es necesario saber abstraerse del “ruido” circundante y seleccionar la alternativa adecuada y eso no es fácil.

Trasladar a nuestras vidas estas prácticas, supone seguir un orden de prelación. Antes que nada en un proyecto de empresa, hace falta Visión, es decir imaginar una o varias opciones y configurarlas con la mente, sopesar pros y contras e idealizar como serán puestas en la práctica; hay que soñar, pero con los pies en el suelo; hay que ser creativos, singulares y valientes, pero dentro del marco de la consciencia responsable. Sin embargo, tampoco hay que condicionarse, por las palabras de desconfianza o desánimo, que nos transmitan los que a fuerza de no tener visión alguna, quieren limitar, cuando no cercenar las de los demás. Les motiva principalmente la envidia.

Resuelto este ejercicio; traído del mundo de la gestión en la empresa; podemos pasar a la segunda fase. Establecido el marco hay que definir con palabras inteligibles la Misión, que es la descripción de lo que deseamos hacer, como, cuando y para qué. Debemos ser consecuentes, no podemos emplear nuestro tiempo y esfuerzo en imaginar nuestro futuro y luego por eludir el compromiso, no definirlo para interiorizarlo con prioridad en nuestros quehaceres. Aquí si que conviene dar entrada a nuestras relaciones mas cercanas, leerles con detenimiento nuestra definición de Misión y escuchar atentamente su opinión, si es positiva y trata de entrar en aspectos poco precisos, para ayudarnos a concretar; pero si fuera negativa y limitante, lo mejor es hacer “oídos sordos” y seguir en nuestro compromiso personal; quienes no han definido ninguno o pocos objetivos en su vida, son muy proclives a transmitir palabras cargadas de negatividad, la mayoría de las veces por ignorancia.

Hecho esto, ya estamos en condiciones de liderar; al aplicar acciones proactivas identificaremos los cambios que se puedan ir produciendo en el entorno, familia, trabajo, etc., y señalaremos con anticipación las acciones correctoras necesarias, para que nuestra función de Administración las desarrolle, pero siempre en el marco de nuestra Misión. Debemos poner en evidencia nuestros valores, para tomar decisiones acorde a ellos, funcionar con integridad y no actuar nunca motivados por impresiones del momento, sin contrastarlas.

Solo podemos potenciar cambios importantes en nuestras vidas, si hemos generado ideas firmes de lo que somos y queremos ser, conformadas de modo sólido en el tiempo y determinantes de las acciones a desarrollar. ¿Cómo vamos a ser efectivos, si no sabemos en que?… la efectividad en general no existe o no es mensurable.





jueves, 29 de enero de 2009

Guiones




El éxito personal, no debe de estar basado en la posesión de cosas, sino más bien en el dominio de nosotros mismos. Pasamos la mayoría de nuestra vida, interpretando guiones escritos por otros: entorno familiar, social, laboral, círculo de amistades; algunos de ellos elaborados cuando nuestra capacidad de raciocinio era limitada y por tanto debíamos de ser ayudados externamente, quizás por ello, hayamos interiorizado la comodidad de “interpretar lo de otros” y no decidirnos a escribir nuestros propios guiones de vida.

De modo paulatino consolidamos una costumbre, que con el tiempo se tornará en un hábito contrario a nosotros. Cuando desarrollamos nuestra autoconciencia, vamos descubriendo con el análisis, que muchos de esos guiones, son costumbres arraigadas en nosotros, pero no acordes con nuestros principios, incluso en ocasiones, resultan absolutamente inadecuados con el sentido que queremos darle a nuestra vida. Buen avance, si no fuera porque en la mayoría de las ocasiones no reaccionamos con decisión y firmeza, para dejar sin efecto estas pautas y suplirlas por otras diseñadas por nosotros.

El verdadero éxito solo se obtiene con el desarrollo armónico de uno mismo; no es de obligado cumplimiento, por tanto, el desarrollo de las conductas inferidas por otros - sean quienes sean – si no estamos cómodos con ellas.

Nuestra imaginación, no está “para hacer bonito”, está para ser utilizada en el diseño y planificación de nuestras acciones, lo que cuenta es lo que nosotros queremos, no lo que quieren los demás, que queramos. Debemos dejar fluir nuestra propia creatividad y aplicarnos de modo positivo a resolver; evitando a toda costa el repliegue catastrofista y alienante de asumir nuestro “sino”, como si éste fuera determinante y concluyente. Si a nuestra imaginación libre, le sumamos nuestra conciencia para potenciarla, podemos actuar utilizando ambas, como palanca impulsora. Dejemos de ser pusilánimes y salgamos a la superficie con la “cabeza alta”; abandonemos de una vez la oscuridad.

Nuestra autoconciencia, nos permitirá identificar que guiones debemos mantener, cuales modificar y sobre todo los que son rechazables, porque son absolutamente incongruentes con nuestros parámetros de vida. No estamos obligados a vivir con “pautas de conducta” importadas, si no son filtradas y asumidas como idóneas.

A partir de esta premisa, nuestra creatividad potenciada por nuestra voluntad, serán bases sólidas y suficientes para organizarnos, ellas nos harán convertirnos en líderes de nuestras propias vivencias y no en meros administradores. Coordinar principios y valores es el objetivo, para acabar obteniendo de su armonía, el potencial para fortalecer nuestro propio designio, rechazando con toda nuestras fuerzas vivir pendientes de “otros” o de lo que llamamos “nuestras circunstancias”.

Hay que tomar decisiones ante los problemas y no anclarnos en un pasado limitador, para ello debemos de “visualizar” con fortaleza, un futuro inconmensurable y lleno de oportunidades.

Si definimos valores propios, estamos en el camino ideal, si nos dejamos “mecer” por la placidez de los de otros, el atajo no nos llevará a ningún lugar adecuado… Estamos para ganar este momento y no para paralizarnos evidenciando el cúmulo de dificultades, que deberemos afrontar en el mañana. Seamos… y hagamos.




martes, 27 de enero de 2009

Pensar...hacer



Cualquier proyecto que enfocamos en nuestra vida, lo ejecutamos, como mínimo dos veces. Una cuando lo diseñamos, cuando mentalmente lo planificamos y sopesamos las circunstancias favorables y desfavorables que lo rodean; la segunda cuando le damos forma físicamente, es decir cuando lo llevamos a cabo. No se concibe una realización idónea, sin una buena preparación mental y adecuada “visualización” de lo que queremos alcanzar.

Uno de los principales problemas, que nos acontece, surge cuando no se logra salir de la primera fase. Somos tan “meticulosos” en el diseño, que no encontramos momento para dar forma, siempre falta algo o entendemos, que las circunstancias no son favorables. Demoramos día a día su comienzo o hemos planificado tantas cosas, que no acabamos de adjudicar las prioridades; es lo que podemos llamar “la parálisis por el análisis”.

Cuando ambas fases están perfectamente coordinadas, se crean lazos de potente efectividad, primero porque la “visión”, de lo que queremos, agota su fase e inmediatamente, se ponen en marcha todos los mecanismos de ejecución; incluso hay muchas ocasiones, que son difíciles de identificar en ese orden, porque existen iteraciones permanentes, que van retroalimentando el “bucle”.

Pues bien, es verdad que todas las cosas que hacemos se crean – al menos - dos veces, pero sin embargo, no en todas ellas la primera fase es patrimonio de nuestro dominio interno. Cuando consciente o inconscientemente permitimos, que tomen las riendas otras personas y son ellas quienes acaban planificándonos, quienes nos sugieran de modo velado o explícito, los caminos de nuestra conducta futura, somos de algún modo subplantados en la fase mas gratificante.

Los problemas, que acarrea esta forma de operar, son principalmente, desmotivación y poca satisfacción con los logros obtenidos, porque nuestra mente los tiene por espurios, aunque los haya admitido, como consecuencia de ello no los interioriza. Son guiones, que han surgido de otros.

Aquí se va creando nuestra propia dependencia y cimentando nuestra vulnerabilidad. Acostumbrados a complacer, ya no sabemos hacer. La pertenencia a un grupo o la aceptación de costumbres no escritas, pone nuestra autoconciencia bajo mínimos, casi nos secuestra y nos limita, cada vez más, nuestra singularidad. Alguien nos dicta nuestra agenda, sin que seamos capaces de despertar nuestra proactividad y romper - lisa y llanamente - con “hábitos” nada gratificantes.

Debemos crear los proyectos de vida con nuestra imaginación, filtrarlos con la fuerza motriz de la autoconciencia, escribir el guión y comprometernos con su ejecución en tiempo y forma, sin prisas, pero sin pausas. Administrar nuestra vida significa elegir cuales son los mejores caminos para resolver los planes diseñados; pero liderar es escoger, en que quiero ocuparme y en que orden. Cuando se administra se busca hacer las cosas bien, pero cuando se lidera se pretende hacer las cosas correctas en tiempo y ruta.

No necesitamos hacer esfuerzos muy grandes, sólo es indispensable aplicarlos en la dirección adecuada. Para ello nos será más útil nuestra fina intuición, que el “seguidismo” de los actos de otros, por muy importantes o allegados que éstos sean. Cuando falla el liderazgo, por muy bien que administremos, no llegaremos a ningún puerto…y lamentablemente, somos mucho mas proclives a administrar, que a liderar.


lunes, 26 de enero de 2009

Ser...sin pretexto (IV)




Lo importante en nuestras vidas, no es lo que hacen o dejan de hacer los demás, con respecto a la relación que mantenemos; lo relevante se centra, en nuestra respuesta a esas acciones. Recordemos, que si pensamos con frecuencia, que el problema está sólo fuera de nosotros, el verdadero problema es – sin duda - nuestro pensamiento.

Cuando interiorizamos este paradigma en nuestra conducta, cada día nos enriquecemos más y nos fortalecemos, para afrontar todos los avatares de nuestra vida. Cuando nuestro foco está centrado en la interpretación y seguimiento, de lo que hacen o dicen los demás y buscamos nuestra propia felicidad en ese entorno, acoplando nuestras acciones, a lo que interpretamos como conveniente socialmente; no se seremos mas felices, lo cierto es, que no viviremos, en sentido estricto “nos vivirán”.

No podemos “delegar” nuestra efectividad, ni debemos esperar que ésta mejore, aplicando un “seguidismo” tenaz de lo que otros hacen. Somos absolutamente responsables de nuestra felicidad y también, aunque tratemos de trasladarlas, de nuestras circunstancias. No hay fuerzas ajenas, que puedan programarnos como a un ordenador, nuestro cerebro es soberano y tiene capacidad para resolver por sí mismo. Tenemos potencial de respuesta y no necesitamos tutelajes. Poner empeño en ello es vivir plenamente – es decir – “ser”.

Decidir por nosotros mismos y abstraerse del entorno, proporciona más alegría y felicidad y para eso estamos aquí y ahora. En muchas ocasiones es más incómodo, pero por el contrario mucho más gratificante. No es necesario que nos centremos obsesivamente en el fatalismo de nuestras debilidades, ni que nos bloqueándonos estérilmente, tratando de enfocarlas desde carencias externas; son precisamente ellas, las que nos brindan la posibilidad de perfeccionarnos y nos proporcionan las mayores satisfacciones al superarlas. Para salir de ellas, solamente hay que poner voluntad, empeño y deseo de alejarse de las posiciones alienantes y pesimistas. Lo debemos conseguir con la aplicación potente de nuestras cualidades y sin esperar inútilmente “manás” externos.

Vivamos como “somos” y evitemos a toda costa, que nos hagan mutar a lo que no “somos”, con seguridad alcanzaremos mayores grados de felicidad… sin pretextos.



domingo, 25 de enero de 2009

Ser...sin pretexto (III)



Para propiciar nuestras acciones y la toma de decisiones, tenemos la fuerza impulsora que provoca, mantener compromisos y hacer promesas. Los primeros se circunscriben al ámbito interno y los segundos son externos, atañen a nuestra relación con los demás; ambos son los impulsores verdaderos de nuestros deseos de actividad. El cerebro nos empuja constantemente a la acción; cuando ésta ha sido precedida de un compromiso por nuestra parte, el cumplimiento nos obliga, mucho más.

Dos mecanismos se han desencadenado, la autoconciencia y la conciencia moral, ellos mandan y nos hacen proactivos y es precisamente este intercambio, el impulsor de nuestra madurez y crecimiento. El análisis interno que provocan, nos van identificando las áreas del talento, que hay que atender, bien sea para potenciarlas, modificarlas o incluso ignorarlas por negativas.

Si potenciamos nuestra imaginación, con compromisos internos o externos, estamos conformado el carácter, estamos diseñando nuestro “ser”, fundamento como hemos visto en los post precedentes, de la utilización positiva de las consecuencias de nuestras acciones y de los posibles errores. Si aprendemos a dirigir nuestra voluntad mediante estos parámetros, seremos capaces de alcanzar todas las metas positivas, que nos propongamos.

Controlar nuestras vidas en base a fijarse objetivos y trabajar de modo decidido a conseguirlos, es un modo inequívoco de navegar con buen rumbo. La fuerza que tiene el compromiso firme en nuestras conciencias, es altamente potenciador. Se produce un cambio muy importante con estas prácticas y sobre todo en el “hábito” de su cumplimiento; nuestro “honor” se sobrepone a nuestros estados de ánimo y nos permite continuar hasta lograrlos.


Estamos hablando siempre, de metas alcanzables y exentas de ambición desmedida o fútil. Nos movemos en el ámbito de nuestra vida cotidiana y tratando de potenciar “hábitos” simples de eficiencia. Dejemos a un lado la impuesta costumbre social de cada día más.

Nosotros controlamos: el conocimiento, la capacidad y el deseo. Los tres se complementan cuando están en equilibrio racional; pero además la potenciación de uno de ellos, según sea la situación, hará de efecto multiplicador; cuanto mas amplía sea la zona de intersección de los tres, mejor predispuestos estaremos para afrontar nuestros desafíos.

Con el autocontrol, no se nace, hay que aprenderlo; pero una vez interiorizado, sin forzarnos, nos hace mantener siempre nuestros "compromisos" y nos insufla fuerza, para alcanzar los hitos de nuestras “promesas”.

Comprometerse, es ser cada vez mas maduros y menos vulnerables…






Ser...sin pretexto II


Tenemos libertad absoluta para escoger, de entre nuestras acciones posibles, la que mas nos atraiga desarrollar; pero lo que no tenemos capacidad de modular, son las consecuencias que acarrearán. Corresponde a otro tipo de leyes sociales, regir el entendimiento de nuestro hacer y puede que en ocasiones esté muy distante a nuestras motivaciones iniciales. Ese temor al error, es otro de los “fantasmas”, que con frecuencia nos paraliza.

Casi todo lo que hacemos, está muy influido por nuestros principios, ellos rigen nuestras pautas de actuación, nos limitan o nos potencian y nos ayudan en la selección de nuestras prioridades. Cuando elegimos libremente una alternativa, ejercemos nuestro derecho a ser singulares y consecuentes con nuestros deseos; pero también asumimos consciente o inconscientemente, la responsabilidad de las consecuencias y es esta circunstancia la que nos mantiene, en muchas ocasiones “atenazados”, tenemos miedo a lo desconocido, es decir, a efectos no deseados y/o no buscados y también a falsas interpretaciones.

Cuantas veces, después de vivir el efecto que tiene alguna de nuestras acciones, no hubiésemos deseado “volver atrás”, tener la oportunidad de no haber dicho o hecho; porque en realidad por mucho que medien nuevas palabras explicativas, las primeras impresiones, son difíciles de cambiar. Pero no obstante, lo menos conveniente, es tratar de ignorar los resultados de nuestros actos, como si estuvieran escritos a lápiz y pudiéramos borrarlos.

La única actitud proactiva que se puede adoptar con nuestros actos inconvenientes - es decir, con nuestros errores -, es reconocerlos explícitamente de modo inmediato, sin remilgos ni subterfugios; corregir el “daño” si podemos y explicar con claridad que nuestra intención no fue esa y lo más apreciable aún, aprender de ellos. Quienes actúan de este modo tan noble, lo hacen en dirección positiva, porque transforman, en muchas ocasiones, un posible fracaso, en éxito.

Adoptar posiciones contrarias, supone dirigirse hacia caminos de autojustificación y empecinamiento. Con ello y nuestras propias “mentiras” internas para justificarnos, lo único que conseguimos es magnificarlos, consolidarlos y tratar de esconderlos; posición cerrada y estéril. La importancia de un error no está en el presente, su relevancia se centra en como afectará a nuestro futuro y ello no depende del error en si mismo, depende absolutamente en nuestra actitud; podemos potenciarlo o anularlo. Somos nosotros y no los demás los que lo agrandamos o neutralizamos. Recobrar el equilibrio es lo importante y no tratar de ignorar a toda costa los hechos, como si con ello no se hubiesen producido.

La respuesta es lo que importa, recobrar el poder sobre lo que viene es el objetivo y no rememorar “circularmente” el fatalismo de lo pasado…


Ser...sin pretexto.



Tenemos tendencia a pensar que el origen de nuestros problemas siempre es externo. Mentalmente somos proclives a enunciar frases del tipo: Cuando tenga tiempo para…; cuando tenga mi nueva casa…; si no tuviera tan poca fortuna en el trabajo…; cuando tenga mi master terminado…, etc. No importa tanto la frase, como el verbo utilizado para construirla; con él estamos situando el origen de lo que nos sucede, fuera de nosotros, son cuestiones externas las que nos perturban. Cuando esto sucede, el verdadero problema, sin más, es pensamiento en sí mismo.

Estamos condicionando, indirectamente, cualquier cambio en nuestra vida, a un suceso externo. Tienen que producirse, primero, circunstancias ajenas a nosotros, para que logremos mejorar y/o progresar. Lo que está fuera de nosotros, tiene la facultad de controlarnos y limitarnos. El cambio favorable tiene que venir impulsado desde fuera, para que luego lo interioricemos.

Éste es un enfoque pasivo y casi fatalista, en la medida que estos acontecimientos no se producen, permanecemos a la espera y lamentando nuestra poca fortuna. Si verdaderamente queremos ser activos, tenemos que mutar el pensamiento y voluntad de nuestros propósitos; los cambios que pretendamos deben de construirse en sentido contrario, ha de nacer en nuestro interior y trasladarse con fuerza hacia el exterior. Debemos de enmarcarlos dentro de un entorno mas propio, el verbo “ser” tiene que ser protagonista y nuestros pensamientos deben de girar alrededor de “puedo ser…”

Es mas fácil culpar a otros y/o a las circunstancias de lo que nos sucede, pero la responsabilidad es totalmente nuestra, debemos sentirnos autores de lo que “somos”, no podemos soslayar la realidad y buscar excusas para tranquilizar nuestra conciencia. Si no asumimos el protagonismo, nos adjudicamos el papel de víctima, nos limitamos la capacidad de cambiar nuestra realidad y potenciamos las actitudes de crítica y acusación hacia los demás, como si todo y/o todos tuvieran que cambiar, antes que nosotros, para poder ser lo que deseamos.

La felicidad o la infelicidad, son dos caras de la misma moneda, provocadas por las actitudes proactivas o pasivas respectivamente. No podremos nunca controlar, lo que está fuera de nuestro alcance, pero si podemos potenciar todo aquello, que es de nuestra propia incumbencia. Nunca tendremos la capacidad de configurar una climatología a nuestro gusto, pero si debemos de ser suficientes para modelar nuestro “clima” interno, tanto psíquico, cultural o social. Trabajémonos a nosotros mismos y evitemos tanta fijación en el exterior, seguro que ganamos… muchas veces, mucho.

Seamos nuestro propio trampolín y no remoloneemos.
Foto cedida por Nuria: http://nuria-vagalume.blogspot.com

martes, 20 de enero de 2009

El Perro... algo mas que un animal.




No hay mejor test, para saber lo que queremos, que perderlo. El día a día nos sumerge en una vorágine de acontecimientos, tan sumamente hilvanados, que no nos deja tiempo para darnos cuenta de lo que nos rodea. La costumbre es lo habitual y no reparamos, que nos va alejando de la percepción justa de nuestras relaciones y nuestro entorno. Somos rehenes de nuestra falta de transparencia y espontaneidad. No sabemos desprendernos del lastre y no identificamos con claridad, por ello, todo lo bueno que nos rodea.

La sociedad desarrollada, nos da muchas ventajas de confort social, pero nos pide que sacrifiquemos la intensidad en nuestras relaciones; nos hace que nos tornemos superficiales y poco sinceros. La emulación se torna habitual y confundimos nuestros propios sentimientos; los limitamos, como si la expresión clara de nuestros "quereres" fuera signo de debilidad y por tanto reprobable. No podemos dejarnos llevar por nuestros verdaderos "dictámenes" internos y los domesticamos; creemos que en la falta de compromiso está nuestra propia seguridad; en un mundo donde lo que cuenta es la apariencia de una fortaleza imperturbable.

Esa relación que se mantiene en equilibrio cuando se trata de personas, es mas complicada cuando se trata de los perros; ellos no saben de falsas apariencias, ellos quieren de tal modo, que aunque se les trate mal, siguen queriendo; se entregan de tal forma, que no saben nadar y guardar la ropa, son transparentes y fieles; no tienen que parecer lo que no son, son eso "animales irracionales", aunque no lo parezca en muchas ocasiones.

Cuando los tenemos gozamos con su compañía y consecuentemente apreciamos su fidelidad, como no podía ser menos; acabamos queriéndolos mucho mas de lo que podríamos imaginar, forman parte de nuestra vida, son compañía siempre y no nos abandonarían por nada. Son en definitiva, mucho menos mutables que las personas; son claramente imágenes virtuales, de lo que nosotros somos incapaces de practicar en la vida real, en el campo de nuestras relaciones; nos dejan en evidencia y nos colocan en nuestro sitio y eso sin hablar, solo mirando y haciendo.

Solo hay una forma de perder esa intensa relación, aunque es extraordinariamente traumática; porque el acontecimiento que la propicia es su "pérdida". Solo hay un hecho que puede romper ese firme vínculo para ellos y es su desaparición. Aún así siguen siendo igual de generosos; por no contrariarnos ni siquiera se quejan, sufren calladamente su deterioro y evitan que suframos al identificar su verdadera situación. Cuando los avances en el cuidado y diágnostico de la posible enfermedad, hace que el veterinario, al identificar circunstancias no reversibles, ponga inmediatamente "sobre la mesa" el consejo, de evitar el sufrimiento, acortándolo, por el único procedimiento que existe; es entonces cuando nos damos verdadera cuenta de cual es el alcance de la relación y la difícil dicotomía que nos trasladan...

Hay muchos acontecimientos que pueden ser interpretados de diversa forma, pero esta decisión y sus consecuencias, aunque alivien, son más complicadas de tomar. Ya nos hemos percatado de lo que suponen, van mas allá de sus efectos reales, nos cercenan de golpe, unas relaciones calladas, fieles y reconfortantes. Cuando aprobamos la propuesta y el desenlace se propicia, nos invade de modo intenso, una gran soledad, aderezada de profundo vacio; como era de esperar en personas con sentimientos, no es para menos.

El "luto" es inevitable en nuestros sentimientos, pero debemos evitar la tristeza dilatada en el tiempo, ellos no lo entenderian, ni siquiera aunque supieran que son los causantes... Son demasiado generosos y no tienen las dobleces, que concede el don de la palabra... Sólo saben de miradas cómplices y leales... Sólo entienden de fidelidades y no comprenden nada que no sea transmitirnos felicidad y agradecimiento. Éste debe de ser después, nuestro pensamiento y nuestro consuelo. La vida sigue y recordemos, que él, nunca nos hubiera manifestado su situación real, hasta caer doblegado por el "mal".

domingo, 18 de enero de 2009

Hábitos


Hay un proverbio, del que desconozco su autor y quizás puede que sea anónimo, que dice:

Sí siembras un pensamiento, cosecharás una acción;
Sí siembras una acción, cosecharás un hábito;
Sí siembras un hábito, cosecharás un carácter;
Sí siembras un carácter, cosecharás un destino…

Todas nuestras pautas de conducta, tienen una motivación, cuando ejecutamos de modo cotidiano acciones, que repetimos con cierta dosis de mimetismo, estamos propiciando hábitos. La constancia y la cotidianeidad, suelen ser cualidades muy apreciables, que con toda seguridad nos darán muchas satisfacciones y éxitos.

Aprender, sin consolidar diariamente, a través de nuestra conducta, sólo conduce al olvido de lo asimilado. El proceso interno de compromiso, que representa incorporar a nuestra práctica cotidiana, los conocimientos aplicables, es tarea complicada y no exenta de sacrificio. Dejarse llevar es mucho más fácil que empeñarse en coger el “timón”. Cuando insistimos en acciones seleccionadas adecuadamente, vamos trenzando una cuerda, que con el tiempo se tornará imposible de romper, es decir, hemos creado un hábito saludable, forjador de un carácter firme y resolutivo.

Factores personales, como la indecisión, el egoísmo y la impaciencia, unido a la crítica ajena; nos conducen, si nos dejamos dominar por ellos, directamente a posiciones de vida poco efectivas, el desgaste mental que nos infunden, nos llenan de dudas y nos paralizan; se apoderan de nuestra voluntad y nos llevan a posturas de indefensión. Somos rehenes de nuestra propia “dejadez”. Como en los aviones, despegar, requiere una gran fuerza impulsora, pero “volar”, después, es como deslizarse suavemente hacia nuestro destino final.

Crear hábitos saludables y apoyarnos en ellos, nos fortalecerá e impedirá que modas o nuevas costumbres espurias, nos alejen de nuestros objetivos vitales y nos transformen en imágenes no deseadas. Hacernos dependientes de costumbres sociales o ajenas, no deseadas; es una posición de irresponsabilidad, pero debemos de asumir, que también es de comodidad. Si el resultado de dichas prácticas, no es el deseado, ya tenemos la engañosa escusa de achacarle la culpabilidad de nuestra insatisfacción; sin juzgar con suficiente firmeza, que fuimos nosotros con nuestra laxitud, quienes les dimos entrada en nuestras costumbres de vida cotidiana. No fuimos capaces de crear hábitos de resistencia y esas pautas de conducta no acordes con nuestra planificación, se han instalado en nuestra vida, tornándola impropia.

Dependencia, es necesitar de otros para conseguir nuestros logros. Conseguir, a través de nuestro esfuerzo, lo que deseamos en esta vida, es independencia... Sin escusas, ni pretextos; pues todos los días amanece de nuevo.




sábado, 17 de enero de 2009

El pasado





Cuando explico Control de gestión, señalo en las primeras sesiones, que hay dos formas de gestionar una empresa, con políticas de "espejo retrovisor" o de "parabrisas". Identificamos la primera como la posición permanente en el análisis de lo sucedido, sin tomar decisiones y lamentándonos o felicitándonos por los acontecimientos pasados, lo que se viene a denominar "la parálisis por el análisis". La segunda es una postura proactiva, mirando al futuro, planeando nuevas metas y teniendo la sensación, de que se conduce hacia ese objetivo. En la mayoría de las organizaciones, prima principalmente la primera posición estratégica.

Después de una reflexión, me doy cuenta, que lo que hacemos en nuestra vida es muy parecido a lo descrito en las empresas. Con habitualidad estamos centrados en un análisis permanente de nuestro pasado, visionamos, una y otra vez, mentalmente algunos de los acontecimientos, con tanta insistencia, que casi pareciera, que ver muchas veces la misma película, pudiera cambiar el argumento; cuando lo hecho, hecho está.

Utilizar nuestros fracasos para aprender y potenciar nuestro futuro, es una acción muy útil, pero dejarse absorber por ellos es extraordinariamente nocivo, nos traerá sinsabores y nos sumirá en la tristeza.

Cada día nace una nueva oportunidad, que nos permitirá, si la aprovechamos, construir nuestra propia vida, dar sentido a nuestras acciones y aportar algo a los demás. Ser rehenes de lo que ya no podemos cambiar, impidiéndonos actuar con entera libertad, es un planteamiento conformista e inútil; no nos aportará satisfacción y cada vez nos proporcionará más frustración. El éxito personal no viene por si solo, hay que potenciarlo y en muchas ocasiones esforzarse por conseguirlo, no nos ayudará, perder energías en pensamientos estériles. El mañana, hay que empezar a cimentarlo hoy, no se construye solo.

Además, no podemos estar permanentemente mediatizados por la carga de nuestras desilusiones y desaciertos, quien no toma decisiones, nunca se equivoca; pero paga el alto precio de estancarse y no progresar. Casi todos los pasos hacia adelante, están precedidos en ocasiones por errores y dudas; acertar al primer intento es muy placentero, pero hemos de asumir que es poco probable, que así sea.

Rememoremos nuestro pasado, para evitar repetir conductas erróneas, pero evitemos a toda costa, que aquellos acontecimientos no hipotequen nuestro futuro “a un MIBOR con un diferencial muy alto”.




lunes, 12 de enero de 2009

Balance...


Repasando hoy, entre mis libros, he encontrado "Lo demás es silencio" de Gabriel Celaya. Recuerdo que lo compré en Madrid, en una librería con su nombre, hace ya tiempo, en el año 1976 (mayo). No es que mi memoria sea excelente, simplemente es, que en la primera página, pongo la fecha en que compro los libros y a veces en la última, la fecha que he terminado de leerlos y el lugar.


Repasándolo he encontrado uno de los subrayados, que me ha parecido bien traerlo, ya que he comprobado, que a muchas/os os gusta la poesía. Lo que transcribo,está al final de la obra, son palabras que pronuncia el protagonista; dice así:



No diré mi secreto. No diré lo que siento.
No enturbiaré el espejo de los esperanzados,
ni el sueño de los niños que aspiran a ser hombres.
Retendré entre mis dientes apretados mi grito
y acaso de ese modo vuelva a sentirme puro
y a fuerza de negarme, me perdone a mi mismo.
No sé que culpa antigua me exige un sacrificio.
No sé que me avergüenza cuando un niño me mira,
y un obrero se ríe, y una pobre criada
pavonea dichosa su traje de domingo.
Una inmensa ternura me arrastra y me deslíe.
Quiero ser en los otros. Quiero morir por algo,
perderme con provecho, descansar del que he sido,
pensar que mis problemas personales son nada
junto a esos tan pequeños, tan terribles, vulgares,
del pan, de los zapatos o de las medicinas
que a otros hombres les faltan mientras yo filosofo.
Mentiré santamente que aún les queda esperanza.
callaré lo que sufro porque sólo es miseria
y en la paz de la muerte luminosa y flotante
quizás alguien se incline sobre mí y me dé un beso.
[...]
Y en el silencio brillan las estrellas tranquilas
y hay alguien que contempla desde lejos mi vida.


Así termina el libro....



Foto cedida por Nuria: http://nuria-vagalume.blogspot.com/

domingo, 11 de enero de 2009

Subordinados II


Como continuación al "post" de 7/1 y siguiendo con la referencia los subordinados, corespondiente a lo que indican en el libro de Sam Deep y Lyle Sussman, "Motivar y convencer en los negocios", que transcribo literalemente:
El insubordinado:

Desafía la autoridad. Puede llegar a hacerlo públicamente.
Habla de su jefe sin ningún respeto, ya sea en público o en privado.
Predeciblemente, desafía sus peticiones; insiste en conocer la racionalidad de lo que se pide.
Critica a su jefe delante de colaboradores, jefes, subordinados, clientes y en general, ante cualquiera que esté dispuesto a escucharle.
Viola los procedimientos y las formas aceptadas de hacer las cosas. Ve las reglas como algo que hay que infringir.
Su frase favorita: “Eso es lo que usted dice”.

El perrito caliente:

Hace valer un gran ego y una necesidad de ganar. Pisotea a sus colaboradores.
Procura alcanzar la más alta visibilidad posible en los proyectos, independientemente de sus méritos.
Sitúa su propio bienestar por encima del bienestar del equipo y de la organización.
Despliega, retiene y utiliza información estratégicamente para promocionarse a sí mismo.
Busca alianzas y relaciones políticas a través de la organización para promover su avance personal.
Le preocupa mucho mas que la gente vea la calidad de su trabajo, que el hecho de que su trabajo sea efectivamente de calidad.
Simula el estilo y la apariencia por encima de la sustancia y los resultados.
Su frase favorita: “Tiene usted suerte de contar conmigo”.

El puedo hacerlo:

Hace promesas que raras veces cumple.
Se ofrece ávidamente como voluntario para hacer trabajos, pero no los termina.
Acepta o sugiere plazos imposibles de cumplir.
Retrasa las tareas desagradables a favor de las más divertidas.
Sólo llega hasta el final cuando se le controla constantemente.
Se pasa mas tiempo tratando de dar una apariencia de progreso que dedicándose a progresar efectivamente.
Su frase favorita: “No hay problema”.

El derrotista:

Le falta motivación o deseo de tener éxito.
Se siente pesimista acerca de su futuro.
Se siente poco apreciado, injustamente tratado o engañado por la alta dirección.
Puede estar quemado por el estrés.
Adopta un punto de vista pesimista en la mayoría de los proyectos.
Su frase favorita: “¿De qué sirve?”.

El agotador:

Exige más atención, disciplina y entrenamiento que todos los demás empleados.
Parece olvidar lo que su jefe le dijo que hiciera, como hacerlo o cuando debía estar terminado.
Solicita la misma información repetidamente.
Crea problemas con otros empleados.
Agota la energía y la paciencia de su jefe.
Es capaz de rendir bien, pero con un coste prohibitivo (medido en tiempo y en la energía que su jefe debe emplear).
Su frase favorita: “Le prometo que ésta vez será la última vez que se lo pida”.

El parlanchín:

No va al grano, se basa en información poco importante o periférica antes de revelar el verdadero mensaje.
Cuando hace presentaciones o preguntas se anda por las ramas.
Habla demasiado en el trabajo.
Le cuenta historias y le ofrece información que usted ya conoce, y quizás lo hace varias veces.
Utiliza gran cantidad de palabras para expresar lo que podría decirse con pocas.
Quizás no escuche bien. Cuando la lengua está demasiado ocupada, las orejas tienen poco tiempo para funcionar.
Su frase favorita: “El proyecto que encargó el mes pasado ha alcanzado la fase de desarrollo en la que puedo informarle, con gran confianza, del progreso logrado hasta ahora”.

El decepcionante:

No satisface las expectativas de rendimiento esperadas por su jefe.
Puede que le suceda una de esta cosas o varias: Se comunica muy pobremente, no mantiene informado a su jefe, se ausenta con frecuencia o llega tarde, malgasta el tiempo, es desorganizado, derrocha recursos, produce trabajo de baja calidad o tiene un criterio pobre.
Puede que le falte habilidad o deseo o bien experimente problemas personales (entre otras, adicciones)
Su frase favorita: “Hago todo lo que puedo”.

La supervisión no es una tarea fácil, debe hacerse con equilibrio y para ello es indispensable conocer bien a cada uno de los subordinados.


sábado, 10 de enero de 2009

El Silencio, un hábito imprescindible.





Dice Stephen R. Covey, en su libro "Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva": "Para nuestros fines definiremos el hábito, como una intersección de conocimiento, capacidad y deseo.
El conocimiento es el paradigma teórico, el qué hacer y el por qué; la capacidad es el cómo hacer; y el deseo es la motivación, el querer hacer. Para convertir algo en un hábito de nuestra vida, necesitamos esos tres elementos.
Yo puedo ser inefectivo en mis interacciones con mis compañeros de trabajo, con mí cónyuge o mis hijos, porque constantemente les digo lo que pienso, pero nunca los escucho realmente. A menos que encuentre los principios correctos de la interacción humana, tal vez ni siquiera sepa que necesito escuchar”.

Escuchar… sí escuchar, palabra mágica: cerrar la boca, tomar aliento, después de nuestra larga perorata y entornar levemente los párpados, reclinarse sobre el respaldo, relajar músculos y semblante y enfocar los pabellones auriculares; y decir mentalmente: “silencio, se está escuchando”.

¡Puff!, si hay que hacer tantas cosas, yo prefiero hablar; porque sino me canso de tanta pose. Esa es nuestra razón de ser; aunque sepamos que necesitamos escuchar y sepamos, también, como hacerlo, son condiciones necesarias – como hemos visto – pero no suficientes; es imprescindible querer escuchar, sin ese deseo firme y decidido, todo sobra, en el caso que nos ocupa, se quiebra la dimensión mas determinante.

Conocimiento, capacidad y deseo, ese es el paradigma y no otro. Aplazar “sine die” la modificación de nuestra conducta equivocada en las relaciones con los demás, no nos reportará más que soledad. Podemos lamentarnos, de modo intenso, sobre la incomprensión ajena, sobre la valoración errónea de nuestro comportamiento; pero si no detenemos nuestra insaciable verborrea y nos aprestamos a guardar silencio y escuchar, seguiremos siempre en la misma coyuntura.

La falsa seguridad, que nos da, hablar mucho y escuchar poco; nos pasará factura onerosa, porque aunque con nuestro elevado e intenso tono, no permitamos a los que nos rodean expresar sus opiniones y por ello pensemos que estamos en posesión de la “verdad absoluta”, los hechos son los hechos y no los cambian los argumentos, por muy elaborados que estén. La realidad siempre acaba imponiéndose y evidenciará, tarde o temprano, que nosotros queremos la compañía de esponjas absorbedoras de todos nuestros argumentos, receptores incansables en cualquier tiempo y lugar, pero exentas del derecho natural, a exponer sus opiniones y ser escuchadas con la misma atención, que demandamos.

Argumento de final no feliz, demandar atención intensa y no prestarla ni siquiera de forma liviana, es abrir el camino a una vida superficial y solitaria. No conozco mejor forma de recibir, que dar primero. Los viejos paradigmas inculcadores de que “cuanto mas hablamos, mas sabemos”, son solo naderías y futilezas. Quien mas sabe es el que mas calla, el que de forma activa escucha y reconoce la diversidad de opinión, incluso cuando quien la pronuncia no es de su “cuerda”. La tolerancia y la prudencia si que son “saberes” y transformadas en “hábitos”, una fuente inagotable de comprensión humana.

Somos - intrínsecamente - interdependientes, por tanto recordemos siempre: “silencio, se esta escuchando…”






miércoles, 7 de enero de 2009

Subordinados I





Nos quedaba referenciar los subordinados, en el libro de Sam Deep y Lyle Sussman, "Motivar y convencer en los negocios", describen los diferentes tipos, que transcribo literalemente:
El inseguro:

Es no afirmativo, incluso con sus subordinados.
Comprueba las cosas innecesariamente con el jefe, en busca de autorización para iniciar proyectos.
Evita las acciones de alto riesgo.
Habla poco en las reuniones. Cuando lo hace, lo que dice suena más como una pregunta que como una afirmación.
Califica, prologa y disculpa en exceso las ideas.
Tiene a restar importancia o negar la alabanza: “no, podría haberlo hecho mucho mejor”
Su frase preferida: “¿le parece bien que siga adelante con esto?”.

El quejica:

Se queja de sus compañeros; a menudo informa de sus fallos como razones para explicar los propios.
A menudo afirma que su jefe no le da suficiente tiempo o recursos para completar los proyectos.
Se preocupa a cuenta de lo que pueda salir mal, sin prestar la misma atención a las ganancias esperadas.
Se resiste al cambio. Es capaz de dar una docena de razones por las que una innovación no funcionará.
A menudo dice: “yo ya lo dije”.
Le encanta comunicar malas noticias.
Su frase favorita: “¿cómo puedo remontarme como un águila si tengo que trabajar con pavos?”.

El culpabilizador:

Achaca a los demás la culpa de los fallos personales.
Se niega a aceptar responsabilidad de un bajo rendimiento.
Es muy crítico con los demás, mucho más con ellos que consigo mismo.
Busca causas externas que expliquen las deficiencias de rendimiento, como la dificultad de la tarea asignada, la información inadecuada, la insuficiencia de recursos, etc.
Puede verse a sí mismo como una víctima del ambiente, sin capacidad para cambiarlo.
Su frase favorita: No es culpa mía.

El negador:

Se niega a reconocer que existe un problema en su rendimiento.
Es capaz de pelearse con un colaborador, y luego negar vehementemente que hubiera desacuerdo.
No es realista en cuanto a su capacidad para producir.
Puede tener una opinión exagerada de sus habilidades personales.
No parece entender ni comprender qué efecto ejerce sobre el grupo de trabajo.
Es capaz de mentir con tal de encubrir alguna deficiencia.
Su frase favorita: “¿quién yo?”.

El gandul:

Aporta muy poco compromiso al trabajo.
Le falta ambición. Evita aquellas situaciones que le suponen un aumento de la responsabilidad.
Parece ser perezoso; disfruta de un día de trabajo con poco que hacer. Trabaja con lentitud. Se queja constantemente de tener demasiado que hacer, pero raras veces se le ve haciéndolo.
No realiza trabajo de alta calidad, lo hace apenas suficientemente bien como para salir del paso.
Su frase favorita: “¿cómo puede pedirme que haga eso?”.

El adulador:

Alaba a su jefe con frecuencia y efusividad.
No es posible que le transmita a su jefe malas noticias, por temor a perder su favor.
Se ríe de los chistes de su jefe, aunque no sean graciosos.
Nunca adelanta una opinión sin saber antes la de su jefe, con la que se muestra de acuerdo.
Le deja bien claro a su jefe que es el más inteligente, considerado y generoso del mundo.
No protesta por nada; cumple siempre con el programa.
Puede ser malicioso con sus compañeros, poniéndolos en evidencia con tal de ganarse el favor del jefe.
Su frase favorita: “Lo que usted diga jefe”.

El cortocircuito:

Pierde los estribos a la más ligera provocación.
Hace de los demás eviten tratar o incluso estar cerca de él, porque no saben qué provocará la siguiente explosión.
Puede tener un impacto negativo sobre la moral y la productividad de los demás.
Se comporta de un modo profesional con los colaboradores, clientes, empleados, etc.
A menudo es una persona sentenciosa que encuentra con facilidad cosas erróneas en los demás, un impaciente que debe salirse siempre con la suya, o un infeliz que quizá dé rienda suelta a sus frustraciones personales.
(continuará)

Carrera de obstáculos








Los días de fiesta continuados, cuando pasan, casi siempre invitan a la reflexión. Como si el cansancio nos hubiese invadido para serenarnos; como si estos momentos no habituales en nuestras vidas, nos trasladasen mensajes de recogimiento. Nada es tan importante en las personas, como tener tiempo de hacer balance y observar con detenimiento, que tipo de vida es la que llevamos, contrastando, al mismo tiempo, si es la que queremos.

Los proyectos no cumplidos reaparecen y también los aciertos y logros. No podemos cuantificar en números y por tanto, nos dificulta la evaluación global. Somos siempre mas solícitos para evidenciar lo pendiente, que para constatar los éxitos. Estamos mas predispuestos para adoptar la posición de critica interna y no sabemos reconocer con la misma intensidad el acierto en el desarrollo del día a día. No tenemos capacidad de ponderar de modo equilibrado, que hacemos lo que podemos y difícilmente podríamos estar obligados a mucho más; con demasiada frecuencia solemos exigirnos demasiado, cargándonos, de este modo, con frustraciones innecesarias.

Permanecer casi permanentemente en posición de insatisfacción, tiene la ventaja de mantenernos alerta, de situarnos en actitud proactiva; pero también lleva implícito el peligro de sumirnos en la desesperanza, si no sabemos medir adecuadamente el límite máximo de cada acción. Nada puede resultar tan poco gratificante, como estar continuamente exigiéndonos mucho mas... Es verdad que, solo las personas que no se duermen, alcanzan metas relevantes; pero situar las nuestras, cada vez mas lejanas, no nos ayudará a tener un final feliz.

Conseguir los objetivos fijados produce una gran satisfacción, pero desarrollar inmediatamente otros mas "elevados", incitados - en gran medida - por nuestro innato espíritu competitivo, no siempre es garantía de mejora, puede incluso ser la antesala de los contrario, con lo cual, acabará complicándonos la vida de modo estéril.

Plantear nuestro quehacer cotidiano en un "mas difícil todavía" es una forma de "instalar" la insatisfacción. Las exigencias impropias no son necesarias para vivir adecuadamente, quien permanentemente se desenvuelve al límite, acaba pagando caro su imprudencia. La realidad siempre termina imponiéndose. Las carreras de obstáculos son muy estimulantes, pero no están exentas de dificultad, el error de medida en la dimensión del salto, supone la derrota. Cuando planteamos nuestra vida al máximo de nuestras facultades, nos hacemos un flaco favor y no facilitamos nuestra felicidad; por mucha satisfacción que nos aporte superar retos, si estos son desmedidos e innecesarios, se convertirán en nuestro peor enemigo.

Vivir activo, también es, descansar plácidamente. La sensación serena del deber cumplido, es uno de los mejores antídotos contra los "males de la mente". Allegro ma non troppo...





lunes, 5 de enero de 2009

Regalos




Regalar algo, siempre es un proceso cargado de buena voluntad y concordia. Para quien lo entrega, porque ha pasado un tiempo pensando en la persona al que va dirigido, para acertar y/o sorprender sus gustos. Y para quien recibe, porque nada produce tanta satisfacción como constatar, que alguien se ha acordado de nosotros.

Pero como en todos los procesos, cuando la espontaneidad, se torna en obligación, las cosas cambian. Hacer un regalo, en cumplimiento de una costumbre establecida, lo trastoca todo; tener que comprar objetos, porque socialmente se ha abierto la "veda de regalar", supone en ocasiones, más que una satisfacción, una molestia. Ir de tiendas para dar cumplimiento a la norma no escrita, buscando algo, sin tener clara idea de como y donde encontrarlo, convierte la acción en un "hacer", poco relacionado con lo descrito anteriormente; lo que era un placer, puede acabar siendo un trabajo tedioso y cargado de absurdos.

La cumplimentación de esta práctica tan indeterminada y llena de alternativas dispares, despierta una nueva inquietud para el comprador, esperando espectante hasta identificar con la entrega, si se ha tenido éxito. Cuando dejamos a un lado nuestra intuición y damos entrada a los consejos publicitarios para agasajar a alguien, embargamos con esa acción, parte de nuestros sentimientos y nos dejamos sustituir de una forma muy estéril. Cambiamos efectividad por sinceridad, en definitiva somos menos naturales.

Un acto voluntario siempre resulta gratificante, pero cualquier acción incitada por las imposiciones sociales, tal como si fuera un ritual, produce aburrimiento y no ayuda a estrechar las relaciones con los demás.

La distinción de la marca o el coste, tampoco son suficiente aval; porque lo importante no es el precio sino el valor y este último contiene mas atributos que el dinero. La distinción que otorgan los objetos, es efímera y como tal tienen muy poco valor. A fuerza de regalarnos cosas, pensamos que nos conoceremos mejor y viviremos mas cerca los unos de los otros, sin percatarnos, que es precisamente esta sociedad basada en el consumo desproporcionado, la que nos está colocando en una situación casi de incomunicación.

Los objetos comprados con esa falta de interés real, acaban siendo abandonados y fuera de uso, porque nacieron de forma anómala y no despiertan sentimiento alguno.



Foto cedida por Nuria: http://nuria-vagalume.blogspot.com




domingo, 4 de enero de 2009

Compañeros y colaboradores II






Siguiendo de nuevo el libro de Sam Deep y Lyle Sussman, "Motivar y convencer en los negocios", describen también los tipos de colaboradores o compañeros en el trabajo. De acuerdo con la sugerencia hecha en un comentario anterior, resumo para vosotros la segunda parte, a saber:


El pobre diablo.

Es visto por los demás como una figura patética debido a su aspecto, su falta de higiene o alguna otra inadecuación social o incapacidad para el aprendizaje.
Puede no ser consciente del bajo grado de estima en que lo consideran los empleados, compañeros y superiores.
Es objeto de crueles bromas y novatadas en las que participan muchas personas.
Tiene buenas intenciones y es bonachón pero, simplemente, no parece dar en el clavo.
Su frase favorita: “A veces creo que la gente se ríe de mí”.

El creador de imperio.

Se preocupa mucho más por el bienestar de su departamento que por el bien de la organización.
Trata de elevar al máximo los resultados de su departamento, sin preocuparse por el efecto que eso pueda tener para otros departamentos.
Le preocupa más lo que la organización pueda hacer por él que viceversa.
Lucha por conseguir los máximos recursos para su departamento, sin preocuparle lo que pueda costarle a la organización.
Puede reclamar el mérito por algo que ha logrado el departamento de usted.
Desarrolla propuestas para la alta dirección tendentes a aumentar el tamaño de su departamento o su propio ámbito de control.
Da la bienvenida a un aumento de la responsabilidad que tenga como consecuencia un incremento de protagonismo y, en último término, un aumento de su importancia.
Su frase favorita: “No hay duda de qué departamento merece el grueso de la asignación”.

El sarcástico.

Ironiza sobre sus puntos más sensibles, a mentido bajo el disfraz de una bonachona tomadura de pelo o de un consejo supuestamente útil.
Revela las vulnerabilidades de usted delante de los demás.
Adopta con usted una actitud protectora, y puede llegar a tratarle como si fuera un niño.
Puede emplear el sarcasmo al mismo tiempo que expresa preocupación por usted o por otra persona.
Le resulta fácil pedir disculpas, y es rápido en hacerlo así. Desgraciadamente considera que sus disculpas dan por cancelado el asunto, por lo que puede volver a emplear el sarcasmo con usted.
Suele emplear novatadas y bromas pesadas.
Es capaz de criticar a la gente a sus espaldas.
Su frase favorita: “Espero que no se tome esto como algo personal”.

El sabelotodo.

Ofrece información y consejo a cada oportunidad que se le presenta, independientemente de que usted lo pida o no, lo desee, o lo necesite.
Habla con un tono de certidumbre y autoridad, incluso sobre temas que estén al margen de su ámbito de experiencia o de sus responsabilidades.
Dice o implica “ya se lo dije” si sufre usted un revés después de no haber seguido su consejo.
Se las arregla para estar presente en todas las noticias o proyectos importantes.
Tiene una visión exagerada de su propia importancia para la empresa y para el grupo de trabajo.
Su frase favorita: “Permítame decirle cómo hacerlo”.




sábado, 3 de enero de 2009

Compañeros y colaboradores I


Siguiendo de nuevo el libro de Sam Deep y Lyle Sussman, "Motivar y convencer en los negocios", describen también los tipos de colaboradores o compañeros en el trabajo. Siguiendo la sugerencia de un comentario anterior, los resumo para vosotros, a saber:


El peso muerto.

Se siente especialmente preocupado por su propia carrera.
No soporta una parte justa de la carga de trabajo, sale del paso haciendo lo menos posible, y transfiere responsabilidades a usted y a otros compañeros.
Es poco fiable; casi nunca cumple las promesas de ayudarle o cooperar con usted.
No se puede confiar en que cubra el hueco cuando no está usted, o que le apoye cuando se encuentra usted bajo presión.
No es jugador de equipo. Cuando termina con su trabajo, no mira a su alrededor para ver quien necesita ayuda.
Crea un grave problema de moral entre los que trabajan duro.
Se queja a menudo de tener demasiado que hacer, lo que suele ser verdad, porque el peso muerto no se ha mostrado a la altura de las responsabilidades.
Acumula retraso en el trabajo y luego puede pedirle ayuda “por el bien de la oficina”.
Aprovecha todos los días de enfermedad, sobre todo los lunes y los viernes.
Convierte la hora de comida en 65 minutos, no lo suficiente para despertar las iras del jefe.
Aprovecha las oportunidades de “asuntos oficiales” fuera de la oficina para atender asuntos personales y para escapar de otro modo del trabajo.
Su frase favorita: “¿puedes volver a echarme una mano esta tarde?”.

El difusor de chismes.

Difunde chismes relativos a otras personas en la oficina.
Es mucho más probable que transmita información capaz de hacer daño, antes que positiva.
Le encanta traer malas noticias, sobre todo acerca de las opiniones negativas que otros pueden tener de usted. Lo hace disfrazándolo de un intento por ayudarle.
Le encanta conseguir información privada sobre otras personas. Utiliza esta información para ponerlas en evidencia.
Es el radio macuto de la oficina, el primero en conocer y transmitir cualquier clase de información, una buena parte de la cual se encarga de distorsionar.
Le jura que guardara el secreto…, y hace lo mismo con otras veinte personas.
Su frase favorita es: “Espera a escuchar esto…”

El sanguijuela.

Ocupa una parte del tiempo del que usted dispone hablándole por teléfono, en su despacho o de cualquier otra forma.
Puede hacerle pasar una hora del día hablándole de problemas personales, del jefe, de los deportes, ropas o cualquier otro tema tópico no relacionado con las prioridades actuales que usted tiene planteadas.
A menudo acude a verlo con excusas falsas (sus prioridades) y acaba por ponerse a hablar de cosas intrascendentes durante los últimos años.
Puede ser el típico buscador de consejos que raras veces escucha sus sugerencias, o cuya necesidad de consejo supera con creces sus disponibilidades de tiempo o su capacidad.
Disminuye la eficacia del trabajo que usted desarrolla al despilfarrar su tiempo y energía.
El sanguijuela priva a la organización de un recurso muy valioso: usted.
Suele ignorar las señales que usted le dirige para que abandone su despacho.
Su frase favorita: “No está usted ocupado, ¿verdad?”.

El traicionero.

Se apropia de méritos que le corresponden a usted.
Susurra tonterías maliciosas sobre usted a oídos de su jefe.
Le dice una cosa a la cara y hace a opuesta a sus espaldas.
Busca formas de socavar su influencia y credibilidad con los empleados y clientes.
Promueve su propia carrera a expensas de usted.
Puede sabotear su trabajo.
Puede difundir feos rumores sobre usted.
Su frase favorita: “Le haré al jefe un buen comentario sobre usted”.

El amigo preocupado.

Muestra una disminución del rendimiento debida a problemas en cualquiera o todos los ámbitos siguientes: matrimonio, hijos, salud, etc.
No admite que el problema personal le está afectando a su trabajo. Cree que el asunto no le incumbe a nadie, y no reconoce que la disminución de la productividad es preocupación de todos.
No se da cuenta del gran efecto que está teniendo sobre los demás, especialmente sobre los amigos que se preocupan.
Su frase favorita: “Mi vida personal no es asunto de esta empresa”.




viernes, 2 de enero de 2009

Propósito y enmienda


Tiempo de propósito y enmienda. Siempre que comienza un año, como si de un salto al vacío se tratase, hacemos nuestro recuento y previsión para el que comienza. Generalmente volvemos a sacar del "baúl" todos los asuntos pendientes, todos los deseos no cumplidos y todos los proyectos aplazados. Con toda rapidez, nos preparamos para mentalizarnos, que éste es el año de... y aparece una lista interminable de temas.

Variar el último dígito del número representativo del año, no cambia nada, todo sigue siendo lo mismo, no se produce ningún movimiento especial. Conviene no ser muy exigentes, lo que no hemos conseguido en el año que se cierra, por pasar de un 8 a un 9 no vamos a ponerle mas empeño, si no hemos podido darle carpetazo, no es muy factible que lo hagamos, ya y ahora. Pero como la publicidad hace tanto, nos deseamos de todo, detrás de la nariz de cartón y soplando con el "matasuegras", con la euforia del momento acabamos creyendo y nos convencemos, que ha llegado nuestro año.

No es necesario ser muy inteligente, para comprender con toda facilidad, que las cosas no se logran con buenos propósitos, se consiguen con voluntad de cambio y ese empeño se puede tener sin necesidad de que sea 31 de diciembre. Lo importante es empezar y no posponer. Las cosas que no hemos conseguido, no se resolverán solas, por mucho que nos abracemos y nos felicitemos. Casi parece mas una huida hacia adelante, que un verdadero deseo de zanjar.

Cuando las cosas que tenemos pendientes de resolver y las vamos demorando, se tornan mas complicadas y difíciles, se convierten en montañas y nos parecen mas insuperables. No porque les pongamos plazo, van ha tornarse fáciles. Bien está que nos programemos, planteando las cuestiones unas detrás de otras, para concentrar nuestros esfuerzos y aplicarlos a lo que hemos determinado como mas urgente; pero de ahí a esperar un fin de año, para dar comienzo a nuestras acciones resolutorias, hay un abismo.

Me suena mucho a los presupuestos de venta de las empresas, lo que no se ha conseguido en el ejercicio, que se cierra; con una gran dosis de voluntarismo, aparece como muy probables, cuando se consolidan las cifras del siguiente. Si se observan de modo realista y sin apasionamiento, parecen inviables; pero como se acompañan de un gran protocolo de medidas a tomar, acaban siendo un objetivo; que ya nace, a todas luces, irrealizable.

Bien están los buenos propósitos, mejor aún, la definición de proyectos para coordinar adecuadamente nuestra vida, de acuerdo con la experiencia de nuestros errores, pero en ningún caso quiere decir, que nos los planteemos exentos de realismo, de modo que nos fijemos objetivos no mesurados, que lo único, que acabarán produciéndonos es frustración, por no alcanzarlos.

Proactivos sí, pero a tumba abierta no. Entrar en el túnel del proyecto, siempre, pero viendo la salida, con claridad, aunque esté lejana.
Foto cedida por Nuria: http://nuria-vagalume.blogspot.com

jueves, 1 de enero de 2009

Aniversario




Buen comienzo de año, ya hemos llegado a las 5000 entradas; bueno pues digo lo de siempre, este blog solo se justifica por vuestra presencia, sin ella sería un trabajo valdío.

Nada mejor para 2009, me anima o continuar. Mis mejores deseos para todos. Un fuerte abrazo.


Creo que como colofón vale la pena recordar, La Ley de Nevers sobre el debate, recogida en Las Leyes de Murphy: "Dos monólogos no hacen un diálogo".

Os espero siempre....
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