sábado, 14 de agosto de 2010

Olvidar


Dice Luis Rojas Marcos en su libro “Superar la adversidad. El poder de la resiliencia”: "La memoria es selectiva. En general, evocamos con mas facilidad los buenos tiempos que los malos, los triunfos que las derrotas…El olvido natural que produce el paso del tiempo disminuye la agudeza y la intensidad de las imágenes, las sensaciones, las ideas y las emociones vinculadas a las experiencias adversas. En este sentido lo que llamamos mala memoria no es más que un mecanismo natural que nos empuja a distanciarnos de los infortunios o a enterrarlos en el pasado y nos anima a pasar página. Olvidar también nos induce a perdonar los agravios y, aunque se suele decir que los sabios perdonan pero no olvidan, yo creo que sin una dosis de olvido es muy difícil el perdón”.

Y nosotros empeñados en recordar, tener memoria férrea, repasar y rememorar una y otra vez, lo que le dije, lo me contó, etc. Recapitular una y otra vez el pasado, no lo puede cambiar. Sigue siendo el mismo, más o menos difuminado según la fidelidad del recuerdo. Someter a la mente una revisión permanente de los sucesos, es un esfuerzo tan estéril, como inútil.

No es intentando “modelar” los sucesos como nos habrá gustado que fueran, como conseguiremos sentirnos reconfortados; no, antes bien obtendremos mayores cotas de equilibrio, planificando nuestro futuro y no dejándolo al albur de la corriente, como si no tuviéramos cuchara en ese guiso.

Somos solo nosotros quienes tenemos la facultad de planificar nuestro porvenir. Seguro, que nos sorprenderemos de la gran satisfacción y equilibrio, que nos aportará ver, como la mayoría de nuestros deseos, con constancia y tesón se alcanzan.

No es con política de “espejo retrovisor” como encararemos adecuadamente nuestra vida. Asumir, es el primer paso para olvidar y ésto, como dice Rojas Marcos, es un paso muy grande para recobrar el equilibrio. Mantener vivas las diferencias y las disputas, no nos hace ser mas consecuentes, muy al contrario, acaba produciéndonos mas limitaciones.

Que más da quien fuera el culpable y la magnitud del agravio, si ya fue. Dejar que se instale con carácter de permanencia en nosotros el rencor o el enfado, a quien mas nos perjudica es a nosotros mismos. Quien hace daño, sobre todo si es conscientemente; en la acción lleva implícito su castigo. La vida le pasará factura y le devolverá, casi con seguridad, la responsabilidad de sus acciones impropias. Pagará su peaje en su conciencia. Nosotros tenemos que seguir y este tipo de personas no merecen la pena; el lugar que les damos en nuestras mentes está absolutamente desaprovechado, es un desperdicio de espacio.

No se trata de convertirse en rocas y evitar todo sentimiento, lo sucedido está ahí, nadie lo puede cambiar ya y el daño que nos ha producido es real; pero no hay que volverse esclavo del recuerdo. Dando tiempo al tiempo, olvidar es la solución mejor. Si dejamos hacer a nuestra memoria, ella sola barrera la “suciedad”.
Aprendamos de los olivos milenarios, que han olvidado el improperio de hacerles una carretera en su zona y constrenirlos. Pero ellos siguen viviendo... y perdonando la infamia. Queda la foto para evidencia de quien tuvo tan peregrina idea.

domingo, 1 de agosto de 2010

Participar


Dice Fernando Savater en su libro “Las preguntas de la vida”, en el capítulo “El animal simbólico”: “… lo característico del lenguaje humano no es permitir expresar emociones subjetivas – miedo, ira, gozo y otros movimientos anímicos que también suelen revelarse por gestos o actitudes, como puede hacer cualquier animal – sino objetivar un mundo comunicable de realidades determinadas en el que otros participan conjuntamente con nosotros. A veces se dice que una mueca o un encogimiento de hombros pueden ser más expresivos que cualquier mensaje verbal. Quizás sean más expresivos de lo que nos pasa interiormente pero nunca comunican mejor lo que hay en el exterior. La principal tarea del lenguaje no es revelar al mundo mi yo sino ayudarme a comprender y participar en el mundo”.


Comprender y participar dos verbos cargados de muchas motivaciones. El primero es relevante para entronizar buenas relaciones, pero lamentablemente es el que peor usamos; no somos capaces de objetivar la posición de los demás y acabamos por ignorarlos. Comprender diría que significa, desprenderse de todas las limitaciones subjetivas y acometer un análisis de las acciones y/o de las palabras de los demás, exentas de subjetivas premisas, impuestas por nuestra educación y avaladas por la rigidez de nuestros planteamientos, que en el fondo son una barrera invisible, pero férrea.


Comprender por tanto, no es solo atender y escuchar, es más bien hacer un esfuerzo por no limitar el mensaje recibido, a través de nuestros “propios códigos”. Comprender es abrirse a los demás.


Participar es poner voluntad y empeño, en la medida de nuestras posibilidades, para acometer y conseguir los objetivos comunes. Participar es justamente, lo contrario de lo que hacemos habitualmente, cuando con impertérrita indolencia, dejamos que las cosas vayan como quieran y confiamos en que los demás nos solucionarán nuestros problemas y todo ello sin mover nosotros “ni un dedo”. Dejamos hacer y con mucha frecuencia nos lamentamos de que nada cambie.


Vaya, vaya y eso con dos verbos…la verdad es que en muchas ocasiones todo es más sencillo de lo que nosotros creemos, claro que en ocasiones uno acaba pensando, que muchas cosas son como son, porque parece que prefiriéramos la lamentación, a la solución.

Según dice el autor en este libro, “…los chimpancés no muestran ningún gusto personal por las habilidades adquiridas. Lo que les interesa no es comunicarse sino lo que les dan por comunicarse”…


Foto cedida por Nuria: http://nuria-vagalume.blogspot.com


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