martes, 21 de febrero de 2012

Utopías


Dice Herbert Marcuse en su libro “El final de la Utopía”: “El concepto de utopía es un concepto histórico. Se refiere a los proyectos de transformación social que se consideran imposibles. ¿Por qué razones imposibles. En la corriente discusión de la utopía, la imposibilidad de la realización del proyecto de una nueva sociedad se afirma, primero, porque los factores subjetivos y objetivos de una determinada situación social se oponen a la transformación; se habla entonces de inmadurez de la situación social… En segundo lugar, el proyecto de una transformación social se puede considerar irrealizable porque esté en contradicción con determinadas leyes científicamente comprobadas, leyes biológicas, o físicas, etc… Creo que sólo podemos hablar de utopía en este segundo sentido, o sea, cuando un proyecto de transformación social entra realmente en contradicción con leyes científicas comprobables y comprobadas. Sólo un proyecto así es utópico en sentido estricto, o sea, extrahistórico”.

No atender iniciativas pacíficas, por el solo hecho de que representan variaciones relevantes en los usos sociales mayoritarios, tachando a quienes las proponen como “utópicos”, en la acepción de ajenos a la realidad; como vemos por el párrafo anterior no es un planteamiento sólido. Las sociedades que recurrentemente aíslan o anulan a los colectivos, que se alejan de las “normas” establecidas, - siempre que este distanciamiento no signifique violencia, exclusión o actos arbitrarios -; nos hacen un flaco servicio a todos, porque nos encuadran en una posición inmovilista y nos impiden avanzar con su empecinamiento.

El temor de las estructuras sociales a ser removidas a través de propuestas innovadoras, no es de la propia sociedad en sí misma; es más bien la transmisión de las opiniones influyentes que hay dentro de las mismas. Lo que mas temen los que mandan o manejan, es perder el poder, porque aunque lo disfrazan de servicio a los demás, en realidad es el sentimiento arrebatador, que provoca la sensación de disponer. Si este además se adereza con un cierto “mesianismo”, el peligro es francamente sobrecogedor, pues intentaran perpetuarse lo más posible.

Porque una vez encumbrados, la mayoría olvidan sus promesas e ignoran su punto de partida; creen que quienes no están de acuerdo con ellos, viene en el error y se alejan de modo intenso de la realidad, o mejor dicho, viven una realidad contada por sus allegados, que ejercen un círculo aislador-protector, transmitiéndole una seudorealidad muy alejada de la verdadera. Pero no son solo guardianes, son también defensores de su propio status, que tratan de perpetuar al precio que sea y que saben que depende de la permanencia del “seudolíder”.

Quienes desde otro nivel intuyen nuevos modos e intentan exponerlos y promoverlos, son vistos como “utópicos”, pero no porque están pretendiendo conculcar leyes científicas, que imposibilitan el logro de esas aspiraciones; no, más bien son bloqueados por esos resortes sociales, investidos de lenguajes extraños y palabra vacías, pero dotados del control de todos los medios publicitarios, para crear opiniones y consolidar seudoargumentos, de apariencia muy convincentes, pero en el fondo vacíos. Quieren perpetuarse y por tanto no pueden dejar que se rompa el equilibrio de fuerzas.

De aquí, que el intento principal, sea siempre, desprestigiar a quienes los promueven, aliarlos con personajes exentos de crédito, tacharlos de excluyentes y convencer a los demás de que no les guía un propósito “noble”, con la intención de conseguir una reprobación social. Repetido de modo insistente este planteamiento, pronto se tornará inviable la nueva propuesta, porque la mayoría social acabara creyendo estos argumentos y neutralizará los nuevos planteamientos. No lo hacen por preservarnos de influencias extrañas, no, lo hacen para continuar ejerciendo el poder y consolidarse como “grandes hombres”.

No escuchar a quienes protestan pacíficamente, por el desarrollo de los acontecimientos, evitar el dialogo, creer que no tienen fundamento o que están influenciados por personas malintencionadas, representa no resolver nada, en todo caso empeorar la situación.

En los manuales de Gestión de Empresas, está muy de actualidad la frase “escuchar la voz del cliente”, como paradigma del buen hacer empresarial. ¿Por qué en la “cosa pública” la voz de los ciudadanos casi siempre es “perniciosa” si se hace en grupo y absolutamente estéril si se hace de modo individual.

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