Dice Adam Smith en su
escrito “Teoría de los sentimientos
morales” (1759): “Por más egoísta que quiera suponerse al hombre, sin duda hay algunos
elementos en su naturaleza que lo lleva
a interesarse por la suerte de los otros, de tal modo que la felicidad de éstos
le es necesaria, aunque de ello nada obtenga excepto el placer de
presenciarla.”
Comparto la frase y creo
que necesitamos en nuestro alrededor un nivel de felicidad, para poder
disfrutar plenamente de la nuestra. Los escenarios de injusticia y dolor, aunque
no nos atañan directamente, nos produce una merma de nuestro equilibrio y un
sentimiento de tristeza. Somos vulnerables a las circunstancias desfavorables
que acontecen a los que nos rodean y generalmente no nos quedamos impasibles
ante las injusticias y los abusos de poder.
Simpatizar con los demás
o sentir compasión, son unos antídotos naturales que nos permite ser menos
egoístas. Tal es así, que cuando no podemos compartir nuestros sentimientos o
inquietudes – por incapacidad propia o ajena -, apreciamos en nosotros mismo
unas carencias, difíciles de suplir.
Buscamos la felicidad, pero necesitamos compartirla - una vez alcanzada
-, para sentirnos en plenitud.
Saber comprender a los
que nos rodean, no es tarea fácil. Tratar de aproximarse a las tribulaciones de
los demás, con objeto de asumirlas, para que no dificulten nuestras relaciones;
requiere de una delicadeza singular y aflora
un “saber hacer”, que nos acredita como personas socialmente relevantes. La
amabilidad es una carta de presentación, que facilita los contactos y consolida
nuestras amistades.
No obstante somos más
proclives a frecuentar aquellos
ambientes más exentos de conflictividad o dicho de otro modo, preferimos a nuestro
alrededor personas felices que con problemas. Esta tendencia natural, es uno de
los impedimentos mayores para poder desarrollar en plenitud nuestra conducta
tolerante y comprensiva. En muchas ocasiones sobreponemos a los sentimientos
morales, nuestra tendencia selectiva, buscando el contacto con los que tienen
éxito y no con los que fracasan.
En momentos como los
actuales, llenos de desasosiego y falta de serenidad, donde el futuro es
extraordinariamente incierto y las circunstancias negativas y de dolor, superan
con creces a los momentos de felicidad; debemos aprestarnos a modificar algunas
pautas de nuestro comportamiento. Es el momento de aflorar nuestra solidaridad
y estar dispuestos a dar, sin esperar nada a cambio.
Cuando diariamente nos
“quitan” nuestro futuro de bienestar, no tenemos mas remedio que avivar nuestra
imaginación y soñar con circunstancias mejores. Que los mercados vacíen o
hipotequen nuestros bolsillos, no nuestra mente…
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