lunes, 27 de mayo de 2013

Vivir...decidir...ser





Dice José Ortega y Gasset en su libro “Unas lecciones de metafísica”(1966): “Vivir no es entrar por gusto en un sitio previamente elegido a sabor, como se elige el teatro después de cenar, sino que es encontrarse de pronto y sin saber cómo caído, sumergido, proyectado en un mundo incanjeable, en este de ahora. Nuestra vida empieza por ser la perpetua sorpresa de existir…”

Aparentemente es como una predeterminación, cada uno en su mundo “incanjeable”, tiene que desenvolverse con los atributos que tiene, pero aun existiendo muchas limitaciones, somos nosotros, quienes cada día con nuestro empeño y voluntad, gobernamos el “barco” en el rumbo que estimamos pertinente.

Bien es verdad, que no solo cuenta lo que nosotros queremos o pretendemos; influye también con gran fuerza, lo que nuestro entorno más cercano estima que debemos hacer. Es verdad que no somos enteramente libres de decidir, que metas queremos abordar, pero estamos claramente influenciados por la educación recibida y somos en cierto modo “cautivos” de los usos y costumbres mayoritarios.

Convertir nuestro aparente destino, en uno nuevo, a través de un “fuerte golpe de timón”, dirigiéndonos hacia “rumbos” completamente diferentes al que nos lleva esa placidez de dejarse llevar por lo que se espera de uno; cuanto menos es de una gran osadía y requiere valor, determinación y voluntad, para no cejar en el empeño, a pesar de las miradas desaprobatorias o las palabras desalentadoras de nuestro entorno próximo.

No creo que haya un único destino, dentro de las condiciones en las que nos desenvolvemos hay claras encrucijadas, que dependiendo cual sea nuestra decisión, pondrá a nuestro alcance o alejará, alternativas y oportunidades. También es cierto que esas encrucijadas, en ocasiones, solo suceden una vez; en muchas ocasiones no es fácil retomar proyectos rechazados en el pasado. De ahí que debemos estar atentos y ser constantes en nuestras decisiones.

No hay nada tan machaconamente presente, que aquellas oportunidades que bien de pensamiento o de facto estuvieron a nuestro alcance y que por temor a no complacer “lo que se espera de nosotros”, hemos dejado o soslayado por comodidad o falta de carácter suficiente para “vencer” la resistencia inicial. Somos extremadamente conservadores y tenemos grandes dificultades para acometer proyectos sin la aquiescencia mayoritaria de los que nos rodean; casi, casi, como si ellos tuvieran que vivir por nosotros. Dejar de hacer lo que uno desea, dentro de sus posibilidades, es en el fondo vivir “menos”.

Como dice Ortega y Gasset: “…nuestra vida es nuestro ser. Somos lo que ella sea y nada más; pero ese ser no está predeterminado, resuelto de antemano, sino que necesitamos decidirlo nosotros, tenemos que decidir lo que vamos a ser…”

viernes, 24 de mayo de 2013

Valores pensados.



Dice José Antonio Marina en su libro “El aprendizaje de la sabiduría”: “Las metas y los proyectos son anticipación de los valores. Mediante ellos pretendo conseguir algo que me parece valioso: bello, placentero, útil, lo que sea. Captamos los valores mediante nuestras experiencias afectivas. Si no tuviéramos deseos ni sentimientos no tendría sentido para nosotros hablar de esas cualidades de lo real. La gran innovación de la inteligencia humana, lo que la sitúa a un nivel distinto del comportamiento animal es su capacidad para dirigir la acción no solo mediante los “valores sentidos” en la emoción o el deseo, sino mediante “valores pensados”, es decir valores que reconoce sin sentirlos. .. El deber es el hábito de guiar la propia acción por valores pensados.”

Pensar… pero si no tenemos tiempo ni siquiera para disponernos a ello…si la sociedad actual, lo que nos impone es una carrera imparable hacia no se sabe donde. Cuando uno no conoce con certeza,  hacía donde conduce el camino que sigue, cuanto más pronto lo recorra, mejor.

Para tener metas y proyectos, en mi opinión, primero tenemos que hacer un esfuerzo por conocernos y acotar nuestras limitaciones y ponderar, claro está, nuestras fortalezas. En un ambiente totalmente que se tornará hostil, ya que nuestro entorno es más proclive al “seguidismo”. No hacer lo que la mayoría espera de nosotros, acaba resultando un atentado externo, contra nuestro propio equilibrio.

Descubrir nuevos valores y tratar de incorporarlos a nuestra vida cotidiana, nos afianzará en nuestra propia autoestima, en la medida que vayamos consolidando los beneficios de haber incorporado pautas de conducta a través de nuestro propio pensamiento. Pero es absolutamente seguro, que si éstas difieren mucho de nuestro estándar habitual, nuestro propio entorno nos advertirá de la desviación heterodoxa y nos evidenciará  todas las barreras posibles, para tratar de “reconvertirnos” e inducirnos a volver a la ruta que ellos creen adecuada para nosotros.

Cada vez nos damos menos cuenta, que la calidad de nuestra vida, depende no tanto de la coincidencia mayoritaria con nuestro entorno, como de nuestros propios criterios para discernir en que queremos emplear nuestro tiempo y esfuerzos. Por muy utópicos que estos parezcan, tenemos el derecho a aplicar nuestros esfuerzos a lograr esos proyectos, que aún lejanos, hemos interiorizado como nuestro destino “ideal”.

Como dice Marina: “La calidad de los valores elegidos acabará determinando la calidad del proyecto, de la personalidad y de la vida entera”.

lunes, 20 de mayo de 2013

Bienvenido Sr. Error.




Dice Ernie J.Zelinski en su libro “101 cosas que ya sabes pero que siempre olvidas. El arte de vivir en un mundo complicado”: “Se dice que Thomas Edison había realizado cientos de experimentos en su intento de inventar la primera bombilla eléctrica. Después de unos 500 intentos, el ayudante de Edison le preguntó: “¿por qué persiste en esta locura? Ya lo ha intentado 500 veces y ha fracasado en todas ellas”. Edison le respondió rápidamente: “Pero si yo no he fracasado ni un sola vez. Ahora conozco 500 maneras de no hacer una bombilla”.

Precisamente la postura diametralmente opuesta a la nuestra. Ante el error, primero lo ignoramos, luego tratamos de ocultarlo y si no podemos, más tarde lo disfrazamos. No asumir los errores como fuente de aprendizaje y mejora es una de las posiciones más inconscientes que podemos adoptar. No progresa, quien no persevera en el empeño. Acertar a la primera y sin esfuerzo es una casualidad, de la que no hay que hacer mucho caso.

La perseverancia suple perfectamente a la inteligencia. No pensemos que los que triunfan en la vida o consiguen alcanzar objetivos, es porque tienen una capacidad intelectual muy superior a la nuestra o de los que nos rodean, muy al contrario son  como nosotros; pero  persistentes en conseguir sus proyectos y bastante inmunes al desánimo. El entusiasmo por alcanzar metas y nuestra propia creatividad bien administrada son salvaguarda de éxito asegurado.

No tenemos más que potenciar nuestras capacidades y olvidarnos de “roles socialmente impuestos”. No cejar en el empeño por alcanzar y/o conseguir nuestros proyectos, es sin lugar a dudas la única forma de materializarlos. Solo con constancia se logran nuestros proyectos, abandonar a las “primeras de cambio” es demostrar nuestra poca confianza en lograrlos.

Me gusta en especial una frase de Donald Kendall Mcintosh (Director ejecutivo de Pepsi), que dice: “El único lugar donde el éxito viene antes que el  trabajo es el diccionario”. No hay logros sin dejarse por el camino “muchas plumas”, el precio que hay que pagar por llegar a nuestras metas, es sacrificio. Creer que los demás lo logran porque tienen más suerte es tratar de no asumir la realidad de nuestra recalcitrante falta de empeño.

domingo, 19 de mayo de 2013

Nuestras leyes...




Dice Bernabé Tierno en su libro “Optimismo vital. Manual completo de psicología positiva.”: “…el coraje siempre nos ahorra mucho sufrimiento innecesario. Debemos recordar con Spinoza que somos libres en la medida en que nos guiamos por nuestras leyes  y criterios y no por las leyes y criterios ajenos. Las personas medicina no son sumisas ni se dejan dominar por el miedo ni aceptan presiones sociales. Les sobra valentía para admitir que sus necesidades son distintas a las de los demás y se atreven a satisfacerlas. El placer verdadero no está en seguir de manera cobarde lo que nos dictan los demás, sino en hacer lo que nos dicta nuestro interior”.

Vivir al dictado social – que suele ser la norma habitual – es dejarse llevar por la suave pendiente de la monotonía; ninguna sorpresa, todo uniforme y sensación de seguridad, que proporciona,  sentirse arropado y admitido por el “grupo”. Pero entraña el riesgo de la pérdida de identidad, provoca un ligero letargo que invade nuestras emociones y acaba convirtiéndonos en “personajes”; interpretes de una vida ajena a nuestras convicciones.

El tributo que hay que pagar por vivir socialmente “bien admitido”, es ese. La sociedad en al que vivimos es beligerante, con quienes siguiendo los dictados de su propia conciencia, interpretan los hechos que suceden a su alrededor, con “parámetros” propios y no con visiones externas, por muy mayoritarias que sean.

Una mirada crítica y una postura autocrítica es uno de los pasaportes más propicios para ser más felices en un entorno, que lo que quiere son “clones” en actos y opiniones. La manifestación libre de nuestros deseos y el respeto a los deseos de los demás, por muy distantes que estén de los nuestros, no es una postura mayoritaria. La mayoría quiere repetición incansable de: más de lo mismo; porque esa simpleza de miras consolida las estructuras dominantes y mantiene poltronas con carácter de permanencia.

La sociedad en la que vivimos, no quiere singularidades; sabe perfectamente que la consolidación del esquema establecido y por tanto de las estructuras de poder, pasa por la asunción mayoritaria de normas y principios asumidos y no cuestionados; como si de dogmas se tratase. Perdemos día a día nuestra propia identidad, para revestirnos de los estándares considerados como normales y solo nos damos cuenta cuando nos llenamos de un profundo vacío. Demasiado tarde claro.

Como dice José Luis Borges: “Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin el termómetro, una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas. Si volviera a vivir, viajaría más liviano”

Es decir, viajaríamos con nosotros mismos, no según la representación obligatoria de nuestro personaje.
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