Dice Antonio Muñoz
Molina en su libro “Todo lo que era
sólido”: “Es muy difícil llevar la contraria en España. Llevar la contraria no
a los del partidos o a los del bando contrario, sino a los que parecería que
están al lado de uno; llevar la contraria sin mirar a un lado y a otro antes de
abrir la boca para asegurarse de que se cuenta con el apoyo de los que saben o
creen que uno está a su favor; llevar la contraria a solas, a cuerpo limpio,
diciendo educadamente lo que uno piensa que debe decir, lo que apetece decir,
lo que le parece indigno callar, sabiendo que se arriesga no a la reprobación
segura de quienes no comparten sus ideas sino al rechazo ofendido de los que lo
consideran uno de los suyos; llevar la contraria no a visiones abstractas y
totales del mundo sino a hechos particulares de la realidad.”
Siempre ha sido más
fácil decir si, que decir no. Como también es más frecuente asentir que
disentir. Hemos recibido una educación dirigida a no contrariar, ser educados
es un objetivo desde la infancia. Para ello hace falta, en algunas ocasiones,
tragar algún “sapo”, haciendo ver que se está de acuerdo con la opinión
mayoritaria de nuestro entorno social; quienes exponen con franqueza su
verdadera opinión discrepante, pronto son “etiquetados”, acción que conlleva un
cierto aislamiento posterior en el grupo.
Ser demócrata va mucho
más allá de una afirmación verbal repetida con mucho énfasis. Ser demócrata, es
mucho más, es un determinado estilo de vida, cargado de tolerancia y generosidad, para tratar de interiorizar de
modo irreversible, que la diversidad de criterios enriquece. Como requisito
previo se requiere “desprostituir” el lenguaje, volver a la esencia de las
palabras y olvidarse de eufemismos recalcitrantes y vacíos; dicho con menos
retórica, ser sinceros con nosotros y con los demás. Sin trampas.
Poder opinar con
libertad y respeto a los demás, es un objetivo aún lejano en nuestra sociedad,
acostumbrada a homogeneizar a sus miembros, conformándolos en grupos antagónicos y levantando barreras
invisibles para evitar “contaminarse” con opiniones heterodoxas. Nunca me han
gustado los aires viciados, ni las estancias con poca luz y para mí los grupos
excluyentes, asemejan este tipo de estancias, aunque estén perfectamente
ventiladas o mantengan una excelente iluminación, para facilitar el
proselitismo. La “decoración” es solo transitoria, solo sirve para confundir al
inicio, pero cuando se traspasa el umbral, pronto aparece el verdadero
ambiente, que disfraza.
En el fondo Muñoz Molina
lo describe muy bien: “El resultado es
que muchas personas que habrían debido hablar han callado y siguen callando, y
que en España sea tan común decir una cosa en público y la contraria en
privado, y actuar de una manera y opinar de otra. Muchas cosas simplemente no
pueden decirse.”
2 comentarios:
Es lo de siempre, homogeneizar,no salirse del camino...Lo malo es que también los hay que, cuando opinan diferente, se olvidan del respeto. ¿Tan difícil es mantener el equilibrio en la balanza? El dar la propia opinión, el discrepar, el discutir, si se hace bien, enriquece.
Y yo no sé si he hecho bien o no...pero he vuelto a la blogosfera. Ya sabes, las buenas intenciones postvacacionales. A ver cuánto duran. Por lo menos, hoy he vuelto a disfrutar leyéndote.
Muchas gracias por tu comentario. Después de tanto tiempo con mi blog abandonado, lo valoro muchísimo.
Un saludo y espero que hasta pronto!
Mercedes:
En mi opinión has hecho bien. Siempre que esta actividad no te sea estresante.
De todas formas ya sabes que, en la blogosfera hay libertad de entrada y de salida. Yo prefiero que sigas.
Gracias por tu comentario.
Salu2:
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