lunes, 25 de agosto de 2014

fair play



Dice Antonio Muñoz Molina en su libro “Todo lo que era sólido”: “Es muy difícil llevar la contraria en España. Llevar la contraria no a los del partidos o a los del bando contrario, sino a los que parecería que están al lado de uno; llevar la contraria sin mirar a un lado y a otro antes de abrir la boca para asegurarse de que se cuenta con el apoyo de los que saben o creen que uno está a su favor; llevar la contraria a solas, a cuerpo limpio, diciendo educadamente lo que uno piensa que debe decir, lo que apetece decir, lo que le parece indigno callar, sabiendo que se arriesga no a la reprobación segura de quienes no comparten sus ideas sino al rechazo ofendido de los que lo consideran uno de los suyos; llevar la contraria no a visiones abstractas y totales del mundo sino a hechos particulares de la realidad.”

Siempre ha sido más fácil decir si, que decir no. Como también es más frecuente asentir que disentir. Hemos recibido una educación dirigida a no contrariar, ser educados es un objetivo desde la infancia. Para ello hace falta, en algunas ocasiones, tragar algún “sapo”, haciendo ver que se está de acuerdo con la opinión mayoritaria de nuestro entorno social; quienes exponen con franqueza su verdadera opinión discrepante, pronto son “etiquetados”, acción que conlleva un cierto aislamiento posterior en el grupo.

Ser demócrata va mucho más allá de una afirmación verbal repetida con mucho énfasis. Ser demócrata, es mucho más, es un determinado estilo de vida, cargado de tolerancia  y generosidad, para tratar de interiorizar de modo irreversible, que la diversidad de criterios enriquece. Como requisito previo se requiere “desprostituir” el lenguaje, volver a la esencia de las palabras y olvidarse de eufemismos recalcitrantes y vacíos; dicho con menos retórica, ser sinceros con nosotros y con los demás. Sin trampas.

Poder opinar con libertad y respeto a los demás, es un objetivo aún lejano en nuestra sociedad, acostumbrada a homogeneizar a sus miembros, conformándolos  en grupos antagónicos y levantando barreras invisibles para evitar “contaminarse” con opiniones heterodoxas. Nunca me han gustado los aires viciados, ni las estancias con poca luz y para mí los grupos excluyentes, asemejan este tipo de estancias, aunque estén perfectamente ventiladas o mantengan una excelente iluminación, para facilitar el proselitismo. La “decoración” es solo transitoria, solo sirve para confundir al inicio, pero cuando se traspasa el umbral, pronto aparece el verdadero ambiente, que disfraza.

En el fondo Muñoz Molina lo describe muy bien: “El resultado es que muchas personas que habrían debido hablar han callado y siguen callando, y que en España sea tan común decir una cosa en público y la contraria en privado, y actuar de una manera y opinar de otra. Muchas cosas simplemente no pueden decirse.”

2 comentarios:

Mercedes Pajarón dijo...

Es lo de siempre, homogeneizar,no salirse del camino...Lo malo es que también los hay que, cuando opinan diferente, se olvidan del respeto. ¿Tan difícil es mantener el equilibrio en la balanza? El dar la propia opinión, el discrepar, el discutir, si se hace bien, enriquece.

Y yo no sé si he hecho bien o no...pero he vuelto a la blogosfera. Ya sabes, las buenas intenciones postvacacionales. A ver cuánto duran. Por lo menos, hoy he vuelto a disfrutar leyéndote.

Muchas gracias por tu comentario. Después de tanto tiempo con mi blog abandonado, lo valoro muchísimo.

Un saludo y espero que hasta pronto!

seriecito dijo...

Mercedes:

En mi opinión has hecho bien. Siempre que esta actividad no te sea estresante.

De todas formas ya sabes que, en la blogosfera hay libertad de entrada y de salida. Yo prefiero que sigas.

Gracias por tu comentario.
Salu2:

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