martes, 5 de agosto de 2014

winners y losers



Dice el Dr. Alfonso López Caballero en su libro “El arte de no complicarse la vida”: “Es evidente que nuestra sociedad está tocada del ala. No hace falta ser un Einstein `para darse cuenta de que la civilización es como una ballena herida de muerte. Y dentro del complejo síndrome patológico de nuestro cetáceo, uno de los síntomas que arrastran tras de sí más funestas consecuencias es la “dinámica del éxito”.
La clave de la vida no radica, por lo visto, en ser feliz sino en triunfar, aunque conseguir el triunfo –un triunfo medio qué – te cueste dos úlceras, un marcapasos, la adicción a la coca  y una neurosis de caballo. Lo importante no es correr y disfrutar de la carrera, sino correr para llegar el primero.
Siguiendo la pauta impuesta por el american way of life, el mundo se divide en dos categorías: winners y losers, ganadores y perdedores. Y, según esta filosofía, la máxima desgracia para un hombre de hoy es ser loser.”

Estoy de acuerdo en que ganar (triunfar), es mejor que perder; aunque a veces perdiendo se gana. Esa dicotomía no es lo sustancial, la esencia es contrastar de forma racional, ¿qué hay que ceder a cambio, ¿cuántas deslealtades hay que acumular?, para alcanzar el éxito. Se tiene la sensación de que la suerte es un componente esencial para algunos triunfos, y puede ser verdad, pero en la mayoría de las ocasiones es el trabajo continuo y esforzado el que los propicia, cuando sobrevienen de modo natural, sin recovecos ni padrinazgos.

Es imposible sustraerse a los hábitos sociales comunes, que solo hablan de grandes triunfos o de estrepitosos fracasos; el nivel medio, pasa desapercibido. Desde la escuela, la imagen siempre es la misma, suspender es no saber y aprobar con nota es saber mucho. No está mal saber, pero deberíamos interiorizar, que no es el salvoconducto para tener éxito en el trabajo cotidiano. Hacen falta otras cualidades y un fuerte impulso competitivo para “subir”.

Cuando uno se deja arrastrar por esa corriente, primero suave y luego vertiginosa, pronto aprende, que la “falsedad” entra dentro del juego. A ciertos niveles no hay medias tintas, o se está con el poder, que representan los de “arriba”o uno será medianía; y estar con el poder de modo incondicional, es renunciar muchas veces, mucho. Tal vez se envidia la “pose” de quien ha escalado posiciones de responsabilidad dentro de una organización y no se sabe, que en ciertos niveles lo que hay es una extraordinaria soledad, unido a un cierto temor a retroceder escalones, porque eso es una antesala no deseada, en ocasiones el inicio del fracaso.

La realidad machaconamente insistente, no sabe de losers, ni de sus circunstancias; la sociedad quiere saber de winners. En el mundo competitivo en el que vivimos o se llega, o no se es. Y no ser, es el gris, uno de los colores exentos de oropel, que hablan de anonimato y posiciones pusilánimes; es haber perdido la singularidad en aras del “número"; cuanto menos desde el punto de vista externo. Las organizaciones quieren personas competitivas y con obligaciones, no gustan los “outliers” poco comprometidos y sin lazos arraigados. Cuanto más “lastre” tiene uno, más dispuesto está para aceptar encargos promocionales. Al fin y al cabo, cuando uno alcanza un nivel de vida, se acomoda a él y cada vez ve menos factible poder regresar a sus orígenes. Esa es la “gradeur” y desde luego la añagaza.

Dice López Caballero, que: “Sociológicamente, se ha hablado de “la España de los tres tercios”: un tercio vive bien, muy bien, y lo muestra con ostentaciones; otro tercio aspira rabiosamente a vivir bien, y otro tercio vive mal, muy mal, aunque de forma compulsiva y machacona se le incita a tener, a acumular, a ostentar para poder ser.” Aunque también es verdad, que Facundo Cabral en una de las letras de sus canciones dice: “Si el mundo es redondo, no se, que es ir hacia delante”.

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