Dice el Dr. Alfonso
López Caballero en su libro “El arte de
no complicarse la vida”, en el apartado
que titula “Hipótesis de base con
resultado funesto garantizado”:”Un ser humano ha de ser competente, capaz de
conseguir sus objetivos en todos los aspectos posibles, para poder considerarse
valioso. El éxito es agradable, deseable, pero no indispensable. La clave
radica, en el concepto de exigencia, de necesidad. Esta radicalidad, esta
necesidad de triunfar como sea, camufla la más de las veces una falla en el
sentido de la seguridad personal: se pretende convencer a los demás – y de paso
convencerse a sí mismo – de la propia valía personal.
El pensamiento abreviado que le corresponde es:
Tengo que triunfar como sea. El ansía de perfeccionismo, que esconde en sus
entretelas, proporciona de paso sustanciosas ventajas. Porque el
perfeccionismo: Nunca es razonable ni realista. Al ser inalcanzable, es una
fuente inagotable de frustración, decepción y amargura. Actúa de freno y
bloquea la iniciativa, por temor de no dar la talla perfecta. Segrega ansiedad y estrés en dosis masivas”.
Considerarse valioso en
base - solo - a los objetivos conseguidos es claramente una falta de criterio. Alcanzar lo
previsto es una enorme fuente de satisfacción, por el contrario no debería ser
una gran frustración, no conseguirlo; ni ante nosotros, ni ante los demás. Pensemos
que, las fases de no cumplimiento pueden ser usadas como análisis de las
desviaciones y por tanto en el fondo pueden convertirse en la mayor fuente de
perfeccionamiento, pero siempre abordándolo desde la tranquilidad de
conciencia, si el esfuerzo aplicado es el adecuado según nuestra capacidad. Pedir
imposibles y/o aceptarlos es una bonita forma de instituir la insatisfacción y
eso a la larga no potencia; más bien, anula.
Triunfar, ¿por qué no?,
pero a cualquier precio, claramente, no. Si tengo que vulnerar mis principios o
“burlar” los de otros, prefiero quedarme sin el éxito externo, que no es
exactamente haber fracasado. Buscar el perfeccionamiento en nuestras acciones
es una forma de afrontar los acontecimientos muy respetable, pero buscarlo de
modo insaciable, con un objetivo cada vez más lejano y en ocasiones inalcanzable,
es un planteamiento de vida impropio, tanto si nos lo exigimos a nosotros
mismos, como si lo trasladamos a otros.
Vivir atenazado por el
incumplimiento - si es que se produce - no nos acarreará más que frustración,
mermará nuestra capacidad y al final acabará siendo el responsable de nuestras
carencias. Cuando se rememora mentalmente una y otra vez de modo crítico, nuestra
falta de capacidad resolutiva en una determinada acción, podemos acabar convirtiéndonos en unos inseguros cargados de
complejos; esos pensamientos negativos, podrían llegar a impedirnos resolver con agilidad, ni siquiera lo más
común o cotidiano.
No nos presionemos más
de lo necesario. Centrémonos en nuestra capacidad y seamos consecuentes en
aceptar solo aquellas tareas para las que nos consideramos preparados. De nada
sirve querer ser más, si nos falta perseverancia, a la larga, acabaremos siendo
“menos”. Como dice López Caballero al enunciar la ley del efecto contrario: “Cuando
el abordaje mental a una tarea
cualquiera se formula en términos dubitativos, cuanto más se esfuerce por
conseguirla menos capacitado estará para ello”.
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