miércoles, 6 de agosto de 2014

winners y losers II



Dice el Dr. Alfonso López Caballero en su libro “El arte de no complicarse la vida”, en el apartado que titula “Hipótesis de base con resultado funesto garantizado”:”Un ser humano ha de ser competente, capaz de conseguir sus objetivos en todos los aspectos posibles, para poder considerarse valioso. El éxito es agradable, deseable, pero no indispensable. La clave radica, en el concepto de exigencia, de necesidad. Esta radicalidad, esta necesidad de triunfar como sea, camufla la más de las veces una falla en el sentido de la seguridad personal: se pretende convencer a los demás – y de paso convencerse a sí mismo – de la propia valía personal.
El pensamiento abreviado que le corresponde es: Tengo que triunfar como sea. El ansía de perfeccionismo, que esconde en sus entretelas, proporciona de paso sustanciosas ventajas. Porque el perfeccionismo: Nunca es razonable ni realista. Al ser inalcanzable, es una fuente inagotable de frustración, decepción y amargura. Actúa de freno y bloquea la iniciativa, por temor de no dar la talla perfecta.  Segrega ansiedad y estrés en dosis masivas”.

Considerarse valioso en base - solo - a los objetivos conseguidos es claramente una falta de criterio. Alcanzar lo previsto es una enorme fuente de satisfacción, por el contrario no debería ser una gran frustración, no conseguirlo; ni ante nosotros, ni ante los demás. Pensemos que, las fases de no cumplimiento pueden ser usadas como análisis de las desviaciones y por tanto en el fondo pueden convertirse en la mayor fuente de perfeccionamiento, pero siempre abordándolo desde la tranquilidad de conciencia, si el esfuerzo aplicado es el adecuado según nuestra capacidad. Pedir imposibles y/o aceptarlos es una bonita forma de instituir la insatisfacción y eso a la larga no potencia; más bien, anula.

Triunfar, ¿por qué no?, pero a cualquier precio, claramente, no. Si tengo que vulnerar mis principios o “burlar” los de otros, prefiero quedarme sin el éxito externo, que no es exactamente haber fracasado. Buscar el perfeccionamiento en nuestras acciones es una forma de afrontar los acontecimientos muy respetable, pero buscarlo de modo insaciable, con un objetivo cada vez más lejano y en ocasiones inalcanzable, es un planteamiento de vida impropio, tanto si nos lo exigimos a nosotros mismos, como si lo trasladamos a otros.

Vivir atenazado por el incumplimiento - si es que se produce - no nos acarreará más que frustración, mermará nuestra capacidad y al final acabará siendo el responsable de nuestras carencias. Cuando se rememora mentalmente una y otra vez de modo crítico, nuestra falta de capacidad resolutiva en una determinada acción, podemos acabar  convirtiéndonos en unos inseguros cargados de complejos;  esos pensamientos negativos, podrían llegar a  impedirnos  resolver con agilidad, ni siquiera lo más común o cotidiano.

No nos presionemos más de lo necesario. Centrémonos en nuestra capacidad y seamos consecuentes en aceptar solo aquellas tareas para las que nos consideramos preparados. De nada sirve querer ser más, si nos falta perseverancia, a la larga, acabaremos siendo “menos”. Como dice López Caballero al enunciar la ley del efecto contrario: “Cuando el abordaje mental a una tarea cualquiera se formula en términos dubitativos, cuanto más se esfuerce por conseguirla menos capacitado estará para ello”.   

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