Dice Fernando Savater en
su libro Política para Amador”: “Y es que
estos partidos, que no son más que un instrumento para facilitar que todos
podamos participar en cierta medida en las tareas de gobierno, terminan
convirtiéndose en fines en sí mismos y decidiendo lo que está bien y lo que
está mal: todo lo que se hace a favor del partido es bueno, lo que perjudica al
partido es malo. Una creencia muy peligrosa, que debe ser combatida de tres
modos:
a) aplicando
con toda severidad las leyes y no dejando impunes los delitos de nadie, por
alta que sea su situación en la jerarquía política del país;
b)
procurando relativizar el papel de los partidos políticos, quitándoles privilegios
e importancia, no aceptando los mecanismos autoritarios que impiden a las voces
críticas que hay en ellos expresar y hacer valer sus opiniones;
c)
desarrollando otras formas paralelas de participar en la vida pública de la
comunidad, como colectivos ciudadanos, asambleas de vecinos, agrupaciones
laborales, etc.
En una palabra, evitando que se forme una costra de
inamovibles especialistas en mandar, bajo la cual todos los demás tengamos que
ser resignados especialistas en obedecer.”
Savater publicó este
libro hace 22 años, ha llovido mucho, pero todo sigue igual; es decir, su
reflexión podría ser de anteayer y no haría falta cambiar ni una sola coma. Las
cuestiones que se enquistan, siempre suelen ser muy difíciles de resolver y al
parecer en este caso, se ha tornado en crónica. Cambiar el modo de actuar de los partidos políticos de gobierno en
nuestra sociedad, se está convirtiendo en una tarea casi imposible de
instrumentar.
La “antigüedad” de
nuestros políticos en los cargos, es de tal magnitud, que ellos mismos lo han
asimilado como su profesión y por tanto lo viven como un estado permanente y no
temporal, como deberías ser. Quienes en teoría llegaron para servir y cumplir
sus programas de gobierno, que es para lo que fueron elegidos por los votantes;
se creen con el “derecho” a olvidar con toda desfachatez lo planteado en su
campaña electoral, alegar motivos siempre espurios y sin ningún sonrojo
hacernos creer, que gracias a ellos no estamos peor.
Soplar y sorber al mismo
tiempo es imposible. No explicar con claridad las acciones de gobierno y las
circunstancias que impiden llevar a cabo lo previsto; que es un deber de los
partidos y un derecho de los ciudadanos y pretender además, entusiasmo y
aplauso es cuanto menos una desfachatez o un exceso de confianza. Explicar las
desviaciones con respecto a la planificación, es el primer paso para tomar
conciencia y resolver los problemas, sin este análisis cargado de autocrítica
los asuntos se enmarañan y generan profunda decepción en los ciudadanos.
Como muy bien dice
Fernando Savater: “…los gobiernos
actuales en las democracias están formados por representantes elegidos por los
ciudadanos, que se ocupan de resolver los problemas prácticos de la
administración de la comunidad de acuerdo con la voluntad expresa de la mayoría
y son pagados para ello. Lo malo es que tales representantes muestran una
evidente tendencia a olvidar que no son más que unos mandados —nuestros
mandados— y suelen convertirse en especialistas en mandar.” Y parece, por
la tendencia, que se instalan con vocación de largo plazo… Salvo la emergencia
de iniciativas revulsivas ciudadanas, que remuevan las conciencias y erradiquen,
poco a poco, las malas costumbres.
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