miércoles, 20 de agosto de 2014

Corrupción política.



Dice Aurelio Arteta en su libro “Tantos, tontos, tópicos”: “Lo más grave de la corrupción política, con todo, no es la aireada corrupción de ciertos políticos, sino la más oculta e insidiosa corrupción de la política democrática mismas…Lo que importa no es tanto la conducta irregular de algunos, como el hecho de que el sistema que en principio nos representa a todos anime, ampare o deje sin sanción aquellas conductas. La mayor corrupción política sería que la sociedad civil no haga mucho por acabar con los corruptos y las corruptelas. Bastante desorientado, al ciudadano ordinario suele irritarle mucho más conocer que un político se lleve dinero público al bolsilla que enterarse que ese dinero vaya a parar a las arcas de su partido. Deja entonces de percibir que aquel delincuente no le mancha con su delito, mientras que el partido que se apropia de ese dinero para una campaña electoral mancha el sistema político entero y atenta contra el principio de igualdad política y el de representación.”

Arteta entra en el “ojo del huracán”, no se queda en la superficie. El poco esfuerzo aparente, que percibimos los ciudadanos de a pie, que ponen los partidos en investigar internamente en sus propias organizaciones el alcance de las prácticas corruptas, casi preocupa más, que la propia corrupción en si misma.  Como sistemática habitual, lo primero es negar su existencia y amparar la honestidad de quienes son señalados; segundo dejarlo todo en manos de los tribunales, en quienes se delega el desenlace.

No se perciben acciones rápidas para dilucidar  el alcance de la “contaminación” interna, poniendo empeño en evaluar la extensión  de éstas prácticas espurias y la afectación de personas como colaboradores y/o encubridores. Si los partidos  lo hacen, pero de modo tan callado que no trasciende, hacen muy mal; porque los ciudadanos estaríamos más “tranquilos”, si estuviéramos bien informados. Solo cabe pensar, que no se tiene un verdadero deseo de publicidad por el desprestigio que ello supone, o peor aún; se nos considera menores de edad y por tanto alejados de la “madurez” necesaria para interpretar adecuadamente los hechos.

Sea cual sea la estrategia,  está calando en la sociedad cada vez más intensamente: “que así es la política”; como si fuera un mal, que solo el transcurso del tiempo lo sana; no porque sean debidamente reprendidos los culpables, no; lo propiciará nuestra inefable falta de memoria y nuestra predisposición al olvido. Además, como los acontecimientos en la era de la comunicación, florecen día a día, poniendo al alcance de todos, sucesos de lo más estrambóticos, solo es necesario agitarlos y difundirlos con intensidad, por quienes tienen interés en desviar la atención y cuentan con medios suficientes para poderlo hacer; para que los desmanes acaben quedando ocultos en esa nueva gran maraña de acontecimientos escandalosos.

Como muy bien dice Aurelio Arteta: “Esta idílica sociedad que formamos constituye el mundo de los intereses más egoístas, de las clases sociales y de la desigualdad; en suma, el reino del mercado y del dinero. Hay corrupción `porque esta lógica de lo privado contagia a la lógica pública… cada vez que la política  misma se ofrece como un inmenso mercado de votos, de influencias o de puestos públicos.” 

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