viernes, 22 de agosto de 2014

Creencias



Dice José Luis Sampedro en su libro “Cuarteto para un solista”: “Lo importante en la vida de una persona es su creencia. Las creencias son las verdades vitales, las que nos guían y motivan, decidiendo nuestro futuro. La mente humana concibe toda fantasía de mitos más variados, inventa hadas y gigantes, se propone intereses y objetivos, rumbos desconocidos y cualquier otra creación... Mi norma es no aceptar nunca pasivamente lo que nos dicen; no asumirlo aunque lo diga una autoridad ni aunque se encuentre escrito en un libro donde alguien consignó hace siglos su propia creencia. Alguna de esas propuestas arraigará porque te convence. Si se acepta sin pensar no se vive la propia vida, sino la que otros dictan. En cambio, con la verdad asumida, se está en camino de llegar a ser quien se es.

Creo que el Profesor Sampedro vivió con esas premisas. Su inconformismo, su independencia y su rigor fueron para mí un ejemplo a seguir. Tuve conocimiento de él cuando estudiaba, ya que alguna de sus obras eran textos de bibliografía relevante. Con posterioridad (los ochenta) entré en contacto con sus novelas, confieso que profesaba admiración por él, sobre todo en los últimos años, a pesar de que me resultaron muy difíciles de leer algunos de sus libros (v.gr. Octubre, octubre).

Estoy absolutamente de acuerdo en su planteamiento, pero el cumplimiento lo considero no exento de dificultades; en una sociedad cargada de estereotipos y de modelos sociales generalmente admitidos, la independencia no suele ser fácil de aplicar. Hacerse una idea propia sobre los asuntos, contemplando todo con carácter crítico, para ir conformando nuestro futuro, sin dejarse llevar por la corriente fácil del seguidismo, es una tarea ardua y muy complicada. Los inconvenientes son muchos y en ocasiones difíciles de soslayar. El sistema demanda homogeneidad, casi a ultranza.

Demasiados intereses creados y muchas renuncias en la mochila, esto es lo que se acumula con los años. Aunque uno no acepte las propuestas generales, debe en algunas ocasiones reservarlo para su propia intimidad; sobre todo cuando se trata de valores que se consideran necesarios para desempeñar ciertos cargos o trabajos; principalmente en la empresa privada, donde el “ascenso” depende de la discrecionalidad de otros. Habitualmente la singularidad - en las organizaciones empresariales grandes -, no es bien recibida y la independencia se considera una trasgresión incómoda para aquellos que en definitiva tienen la llave de las promociones.

En el comienzo de la vida profesional uno, puede no tener más remedio que vivir una vida dictada, sin quebrantar – claro está – principios fundamentales; para  recobrar parte de su “independencia”, conforme ha ido progresando en la pirámide.  Dicotomía  fácil de describir, pero extraordinariamente pesada de recorrer. Por ahora, en la empresa es lo que hay, según creo. El modelo propuesto por el Profesor Sampedro, sería más accesible en caso de desarrollar profesiones liberales y siempre que los trabajos estén atomizados y no represente ningún cliente un porcentaje significativo de la facturación. Desde luego absolutamente realizable en el ámbito de la Universidad, siempre que uno se dedique a la docencia y la investigación y olvide los cargos políticos, dentro o fuera del Campus.

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