Dice Charles. Wright
Mills en su libro “La Élite del Poder”
(1957: “Los individuos de la minoría poderosa no son gobernantes solitarios.
Consejeros y consultores, portavoces
y creadores de opinión pública son con
frecuencia quienes capitanean sus altas ideas y
decisiones. Inmediatamente por debajo de la minoría están los políticos
profesionales de los niveles medios de poder, en el Congreso y en los grupos de
presión, así como entre las nuevas y viejas clases superiores de la villa, la
ciudad y la región. Mezcladas con ellos de modos muy curiosos, están esas
celebridades profesionales que viven de exhibirse constantemente, pero que
nunca se exhiben bastante mientras son celebridades. Si esas celebridades no
están a la cabeza de ninguna jerarquía predominante, muchas veces tienen poder
para llamar la atención del público, o para brindar a las masas cosas sensacionales,
o, más directamente, para hacerse oír de quienes ocupan posiciones de poder
directo. Más o menos libres de compromisos como críticos de la moral y técnicos del poder, como portavoces de Dios y
creadores de la sensibilidad de las masas, esas celebridades y consultores
forman parte del escenario inmediato en que se representa el drama de la
minoría. Pero ese mismo drama está centrado en los puestos de mando de las
grandes jerarquías institucionales.”
Charles Wrigth escribe
sobre la realidad americana, pero creo que lo que describe puede aplicarse a
nuestra situación actual. Es indudable que no nos “sonarán” extraños asesores,
consejeros, consultores, tertulianos, medios escritos y visuales; que de modo
insistente, nos explican reiteradamente todas las particularidades de cualquier
asunto – sea cual sea el tema – y nos intentan mentalizar de que sus razones,
son un análisis objetivo y desinteresado. Unos por continuar en el cargo y
otros por seguir su rol, están dispuestos a “fabricar argumentarios”, que a
fuerza de repetirlos, acaben calando en la opinión pública y consigan casi
desvirtuar la realidad, para acoplarla lo más posible a su realidad virtual.
Estas circunstancias son
más acusadas si cabe, cuando los asuntos se circunscriben a los territorios
autonómicos, donde dada su acotada trascendencia, es más sencillo servirlo de
la mano de lo que llama Wrigth “celebridades”. En estas ocasiones, se intenta
influir mediante el apoyo de quienes son ampliamente conocidos y relevantes. Aunque
el tema sometido a debate, no sea de su especialidad; lo más importante es
hacerse oír, conseguir que los ciudadanos interioricen la argumentación
deseada, aunque ésta no esté completamente en concordancia con el fondo de la
cuestión sometida a debate.
Montado el entramado,
debe resaltarse que quienes han participado y
facilitado este tipo de acciones, adquieren para si una cierta parcela
de poder; pues aun no detentándolo, tienen la facultad de poder influir en la
toma de las decisiones sobre los asuntos de interés, tanto para si, como para
sus amigos. Con ello se cierra el bucle y se crean fuertes lazos de interés
bifocal. Se devuelven favores o se agradecen actuaciones anteriores, con
decisiones actuales o futuras, cumplimentando “recomendaciones o sugerencias”
de quienes tienen cierto prestigio y son por ello, a su vez, imprescindibles creadores
de opinión a través de sus argumentaciones o acciones mediáticas.
Los entramados de poder
son extraordinariamente complejos y en ocasiones quienes aparecen como
decisores, esconden tras de sí, a los verdaderos creadores e impulsores de
algunas de los cambios o toma de decisiones de envergadura. No es de extrañar a
este respecto, que quienes tienen la relación y la capacidad de influencia en
algunos estamentos, estén organizados en despachos, cuyo cometido es “facilitar”
el contacto o “mediar” en determinados temas. Tampoco es raro, que quienes
ocupan cargos relevantes en los gobiernos, cuando lo dejan, sean ampliamente
demandados en los Consejos de Administración de Corporaciones importantes. Seguramente
no solo en atención a su capacidad de gestión, sino también, a la posibilidad
de utilizar - si fuera necesario – los contactos adquiridos en atención a su pasado
político relevante.
Quizás sería aplicable lo
que dijo Jacobo Burckhardt de los "grandes hombres": "Son todo lo que nosotros no
somos"."
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