Dice Moisés Naím en su
libro “El fin del poder”:”No cabe duda
que existen muchas razones de peso para no confiar en los políticos y, en
general, en quienes están en el poder; no solo por sus mentiras y su
corrupción, sino también porque es frecuente que los gobiernos hagan mucho
menos de lo que esperamos como votantes. Además, todos estamos mejor
informados, y un mayor escrutinio mediático tiende a resaltar las fechorías,
los errores y la incompetencia de los gobernantes. Como resultado, el escaso
nivel de confianza en los gobiernos se ha vuelto crónico.
Eso tiene que cambiar, necesitamos recuperar la
confianza en el gobierno y en nuestros dirigentes políticos. Para ello será
necesario cambios profundos en la organización y funcionamiento de los partidos
políticos y en sus métodos para seleccionar, vigilar, pedir cuentas y ascender
– o degradar – a sus líderes. La adaptación de los partidos políticos al siglo
XXI es una prioridad.”
Se enfoque desde el
punto de vista que se quiera, los partidos políticos, se lo han ganado a pulso,
su mala fama no es casual; es una reiteración del mal gobierno, los
incumplimientos de la promesas electorales y peor aún la desinformación a las
que se somete a los ciudadanos, a quienes como si fueran menores de edad, se
les oculta reiteradamente las verdaderas circunstancias, que concurren sobre
bastantes asuntos de carácter relevante; unido a una extraordinaria falta de
sensibilidad para adoptar un aspecto autocrítico, cuando los errores son
manifiestos..
La escena política no
puede continuar siendo el foro donde impere el insulto, la descalificación y la
falta de respeto, con tanta habitualidad que se ha convertido en cotidiano, lo
que debería ser extraordinario y raro a la vez. Tratar de ocultar la realidad
de los asuntos de interés, en base a no razonar y dedicarse con toda intensidad
a descalificar, produce la sensación de una intencionada gran cortina de humo,
que hace que los ciudadanos nos
centremos en las “formas” y acabemos perdiéndonos el fondo.
Sorprenderse porque en
esta situación, emerjan nuevas formas de interpretar los asuntos y de
exponerlos y que además, tengan éxito creciente; es no darse cuenta, que una
reflexión mayoritaria pase por interiorizar, que peor de cómo se está haciendo,
no se puede hacer; posición que es claramente avalada, porque los argumentos
empleados, no son razonamientos ordenados para desmontar las propuestas nuevas,
sino la defensa a ultranza de los que se está haciendo y por el contrario el
rechazo absoluto de las nuevas formaciones emergentes, con palabras agrias y
poco argumentadas y en muchas ocasiones carentes de fundamento real.
Regenerar la política
para que los ciudadanos volvamos a confiar en ella, es indispensable en
cualquier país que apueste por el progreso; pero para ello es absolutamente
imprescindible, que quienes llevan tantos años ejerciéndola de modo tal, que nos ha sumido en esta
incertidumbre; tengan la generosidad de dar un paso atrás y cedan su lugar a
quienes con ojos nuevos traten de resolver asuntos viejos. En ocasiones la
monotonía de lo que se hace, suele estar tan sumamente arraigada, que acaba
pareciendo la única forma de resolver y es seguro que existen otras mejores, a
tenor de los resultados obtenidos.
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