Dice
Elisabeth Noelle.Neumann en su libro “La
espiral del silencio. Opinión pública: nuestra piel social”: “Cuando alguien piensa que los demás le están dando la espalda, sufre
tanto que se le puede guiar o manipular tan fácilmente por medio de su propia
sensibilidad, como si ésta fuera una brida.
Parece que el miedo al
aislamiento es la fuerza que pone en marcha la espiral del silencio. Correr en
pelotón constituye un estado de relativa felicidad; pero si no es posible,
porque no se quiere compartir públicamente una convicción aceptada
aparentemente de modo universal, al menos se puede permanecer en silencio como
segunda mejor opción, para seguir siendo tolerado por los demás. Thomas Hobbes
escribió sobre el significado del silencio en su libro The Elements of Law, publicado en 1650. El silencio, decía,
puede interpretarse como señal de conformidad, ya que es fácil decir no cuando
no se está de acuerdo. Hobbes está sin duda equivocado cuando afirma que es
fácil decir no, pero tiene razón al suponer que el silencio puede interpretarse
como conformidad. Eso es lo que lo hace tan tentador.
Creo que en esta vida social en la que nos encontramos inmersos, decir
“no”, es lo más complicado del mundo. El “no”, significa una toma de una clara
posición contraria a la propuesta debatida, guardar silencio en principio no
perturba la armonía. En la educación que
nos han inculcado desde muy pequeños, hemos recibido el mensaje, de que el “no”
solo es efectivo, si es mayoritario. Con este planteamiento previo, nos cuesta
enormemente manifestar con claridad, que no estamos de acuerdo con los
planteamientos que se nos hacen y en ocasiones esa falta de firmeza, lo único
que hace, es complicarnos la vida a posteriori.
Salvo unas pocas personas, muy inteligentes y seguras de si mismas o muy
raras, nuestra tendencia es anclarnos en la protección aparente – que no real
-, que proporciona el grupo mayoritario; es indudablemente lo que menos esfuerzo
precisa, con dejarse llevar y aparentar, todo resuelto. El problema se plantea,
cuando a fuerza de “censurar” nuestra propia opinión, nos hacemos rehenes de
nuestro “pasotismo”, este planteamiento acaba pasándonos factura, con una
especie de insatisfacción interior, que nos torna inseguros y poco resolutivos.
Nos hemos instalado en un
mecanismo difícil de resolver con éxito, ya no somos capaces de tomar
decisiones, o expresado de otro modo, resolvemos de forma más contundente si
constatamos, con la tácita aprobación de quienes e identificamos con gestos o
palabras que tienen formada determinada opinión coincidente sobre el tema. Nos
cuesta menos hacer lo que harían los demás – aunque en ocasiones no sea lo
mejor – que ser originales (únicos) y resolver de acuerdo con nuestras
verdaderas convicciones, es decir, en conciencia.
En el terreno político, la diferencia es más sutil, la opinión
mayoritaria acaba pesando tanto, que queda ampliamente reforzada, muy por
encima de su cuota real, con el “silencio” de quienes, aún siendo discrepantes,
no se manifiestan, para poder sentirse “protegidos” en el grupo. En el devenir
político, por esta circunstancia, quienes detentan el poder – por mayoría –
acaban percibiendo mucho mas soporte del que realmente tienen. Entre hablar y
guardar silencio hay una distancia abismal y no es fácil de evaluar el sentido
real de la falta explícita de la opinión. Recordemos también a este respecto,
que hay diferentes formas de hablar o callar no verbales – pines, pegatinas,
pancartas, gorras, etc. – y que éstas son a su vez más coercitivas, si quiere
uno identificarse con la mayoría imperante.
En política el juego es, entre
posiciones diferentes y muchas veces encontradas, los partidos promueven un
ambiente de enfrentamiento y lo transmiten a sus militantes, como si su misión
fuese mas, tener la razón en el asunto debatido –sea como sea-, que la búsqueda
de lo mas conveniente para los ciudadanos, lo proponga quien lo proponga.
Cuando la opinión personal no es coincidente con la de la mayoría del entorno,
puede producirse lo que viene llamándose
una “espiral de silencio”, es decir, callar para no ser identificado
como disidente y percibir el aislamiento y/o la crítica.
Si este silencio auto-impuesto de
una parte de los ciudadanos, lo acompañamos de unos medios de comunicación –audiovisuales o escritos-,
encargados de “orientar” la información, resaltando lo éxitos y silenciando los
fracasos de esa mayoría, el entramado está servido. El partido político que
detenta el poder, entiende que haga lo que haga, su responsabilidad está
exonerada por las urnas y hasta pueden llegar a justificar conductas impropias
o claramente reprobables, con ese argumento.
Como dice David Hume en su “Tratado
de la naturaleza humana”: “Nada
resulta tan sorprendente a los que observan los asuntos humanos con mirada
filosófica que la facilidad con que unos pocos
gobiernan a muchos. Y la
docilidad implícita con que los hombres someten sus propios sentimientos y
pasiones a los de sus gobernantes. Si indagamos cómo se produce este milagro,
descubriremos que los gobernantes no tienen nada que les sostenga excepto la
opinión. El gobierno, pues, se funda sólo en la opinión. Y esta máxima se aplica
tanto a los gobiernos más despóticos y militares como a los más libres y
populares.”
N.B.
Elisabeth Noelle-Neumann (1916-2010), politóloga alemana.
David Hume (1711-1776) filósofo y economista escocés
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