Dicen J.A. Piqueras, F.A. Martínez, A. Laguna
y A. Alaminos en u libro “El secuestro de
la democracia: Corrupción y dominación política en la España actual”: “El
moderno clientelismo descansa en una suerte de personal polémico más o menos
profesionalizado, o con voluntad de serlo, personas que, por lo general,
encuentran en la política un medio de vida, y a veces aspiran a que les
proporcione patrimonio. Son reclutadores de voluntades, de votos. En ello les
va la posición local y/o provincial, y la consideración que merezcan sus
superiores. Son intercambiables por otros similares, motivo por el que han de ser
eficaces. Los estudios sobre la evolución del clientelismo en determinados
países del Mediterráneo han destacado la despersonalización del patrono, que deja de ser poderoso el
local para ser el que ejerce el poder municipal, nuevos notables transitorios,
que sin embargo conservan la red vertical de liderazgo, pudiendo hablarse de un
patronazgo de partido…
El clientelismo según los estudios de
Christopher Clapham, exige cuatro supuestos:
a) los
recursos son controlados por un grupo con exclusión de los restantes y los que
ejercen el patronazgo están en disposición de ofrecerlos.
b) El acceso
a la gestión de los servicios se realiza en competencia con otros grupos
-partidos en este caso-, por lo que el que aspira a usufructuarlos cree
necesario recurrir a clientelas que le proporcionen la mayoría o ayuden a
completarla.
c) Los
clientes están incapacitados para obtener los servicios mediante una acción
colectiva.
d) predomina
una ausencia de ética en la distribución de los recursos públicos, que se
basara en criterios universales e impersonales.
No
debemos dudar, de que ciertos entramados
no nazcan fruto de la casualidad; son tejidos con una sólida estrategia, porque
una vez conformados, son muy difíciles de romper. Se crean lazos recíprocos y
por tanto unos se sustentan de los otros. Lo que antes correspondía a los
caciques de las poblaciones, cuanto más pequeñas mejor y con pocos recursos o
peor aún, con éstos en propiedad de uno o unos pocos miembros de las mismas
familias; ha devenido a ubicarse en la
actividad cotidiana de los partidos políticos. Ellos desarrollan ahora estas
funciones, porque a través de los municipios, diputaciones, ministerios,
administraciones en general, entidades financieras y muchos etcs., tienen la
facultad de “distribuir” empleos, subvenciones, contratas de servicios y otras prebendas.
Los
partidos políticos dominantes acumulan de este moso, la potestad de dar empleo
o facilitar la realización de proyectos en los diferentes estamentos, siendo
curioso como las administraciones de menor rango (Ayuntamientos), lamentan la
poca ayuda recibida de los estamentos superiores, siempre que los “inquilinos
políticos” de ellos sean de un partido contrario, porque cuando es el propio
partido, el silencio es total; tal como si al cambiar los gobiernos los
proyectos insoslayables del pasado, se tornasen absolutamente prescindibles en
el presente, sobre todo si se reciben indicaciones ( de arriba) de que no
podrán ser acometidos.
Hacer
cautivos los votos, por agradecimiento de “favores recibidos”, sean de la
índole que sean, es una acción muy efectiva ya que tiene un efecto
multiplicador, a saber, al voto propio de los interesados directos, se une el
de amigos y familiares, que también se sienten agradecidos y lo plasman con su
sufragio favorable. Es curioso, porque los partidos consiguen este resultado sin
hacer ningún esfuerzo económico con cargo a su presupuesto, porque en realidad
lo que vienen haciendo es asignar a su conveniencia recursos públicos, del modo
que más rendimiento les produzca en las urnas.
Dicen
los autores citados, que: “La corrupción
vinculada al clientelismo y amparada por el bloqueo de la mayoría parlamentaria
a la labor de fiscalización de la oposición tiene los mismos efectos de exclusión
que cuando se dictan normas en ese sentido.”
El
final es, que una vez tejida la red, perpetuarse no es complicado, porque en el
caso de se produzcan acciones inadecuadas que ameriten una investigación
parlamentaria, no será factible porque la mayoría impedirá cualquier intento de
constituirla -como vemos continuamente-, con alegaciones de que será utilizada
para fines espurios. Sí este
nepotismo emergente, se “adereza” con un buen control de los medios de
comunicación, que faciliten el ocultamiento del entramado, se puede esperar la
permanencia en el poder para muchos años. Sólo errores muy grandes conseguirán desmantelar “el castillo de naipes” y aún así
no tendrá carácter inmediato.
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