Dicen
J.A. Piqueras, F.A. Martínez, A. Laguna y A. Alaminos en u libro “El secuestro de la democracia: Corrupción y
dominación política en la España actual”: “El viejo y nuevo clientelismo tienen
en común la creación de relaciones interpersonales e informales entre patronos
y clientes basadas en la confianza y en la reciprocidad desigual –puesto que
descansa en una inigualdad entre las partes intervinientes- en torno al
intercambio de bienes y servicios, a las obligaciones mutuas que persiguen
fines distintos: en términos políticos, votos a cambio de protección, dispensa
de favores o asignación de recursos públicos. Los mecanismos de favor pueden
ser colectivos o individuales, por lo común mediante procedimientos informales
y paralegales, sin excluir la ilegalidad, siendo difícil distinguir entre una y
otra modalidad.
Viejo y nuevo clientelismo comparten
la misma concepción de hacer “política en penumbra”, frente a la transparencia
que en todo momento exige un sistema democrático para las decisiones de los
poderes públicos.”
Excelente
denominación: “política en penumbra”. El diccionario de la Real Academia define penumbra como: “Sombra débil entre la luz y la oscuridad,
que no deja percibir dónde empieza la una o acaba la otra”. Es por tanto,
esa zona en que nada es lo que parece; lugar adecuado para la urdimbre de
tramas difíciles de identificar. Punto
de encuentro de arrivistas, advenedizos y otras especies de parecida ralea,
para conculcar los intereses de todos y potenciar los suyos, con la absoluta
sensación de impunidad, propiciada por esa sombra débil, que tanto confunde.
¿Es
necesario hacer política así?, los políticos de turno, adolecen una carencia
absoluta de la realidad, a fuerza de debatir sobre lo suyo, acaban ignorando
los intereses de los ciudadanos, que es en definitiva, para lo que fueron elegidos.
Sentarse en “poltronas” pronto deviene en una interpretación sesgada de la
realidad, en vez de dedicarse a administrar la “cosa pública”, en aras a
optimizar los recursos disponibles y satisfacer el mayor número de necesidades
sociales; buscan sólo las acciones que reportarán un mérito para su partido,
sea ésta o no la mejor opción para los ciudadanos.
Bajo
este planteamiento - donde se confunden intereses parciales con los generales -,
es corriente observar, como se hacen intervenciones de medias tintas,
justificadas con ese lenguaje de palabras “huecas”, que adquieren, los que
tienen que hablar mucho pero comprometerse poco o nada. Con este planteamiento
es imprescindible el clientelismo en su más pura esencia – de larga tradición en la política española contemporánea -, perpetuarse en el poder en base a gozar de “mecanismos de favor colectivos o
individuales”, que fidelicen los votos a través de prebendas recibidas o
esperadas.
Triste
bagaje; para esa carga no hacían falta alforjas – decía mi abuelo -, consolidar
una democracia en España ha costado mucho esfuerzo y el sacrificio de personas,
que en otras épocas pasadas no demasiado lejanas, comprometieron sus
expectativas de vida, para propiciar una evolución racional y pacífica. Aunque
solo fuera por espíritu de agradecimiento colectivo, deberíamos ser
consecuentes y administrar con esmerado cuidado la buena herencia recibida. Son
cuanto menos merecedores, quienes así se comportaron, de una política de “luz y
taquígrafos” y en absoluto de una “política de penumbra”.
Lo
malo es que los partidos políticos, no están por la labor de “sanearse” a sí
mismos y sólo actúan con cierta "pensada" energía cuando los acontecimientos devienen en
litigios o demandas y entonces, también es triste comprobar, como en muchas ocasiones lo acomenten con una
falta manifiesta de voluntad firme para depurar responsabilidades. Lo que
ocasiona una evidente decepción social y un cierto desánimo en sus propias
filas, de todos aquellos, que tienen voluntad de estar para lo que fueron
elegidos… esperemos que con el tiempo, éstos logren sobrepasar al “aparato
institucional” e imponer otro modo más racional de “hacer política”.
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