Dice
Lawrence M. Miller en su libro “De
bárbaros a burócratas. Estrategias para el ciclo vital de las empresas”: “A
medida que las empresas maduran y se complican, el número de niveles
jerárquicos aumentan, como otras tanta barreras entre quienes toman las
decisiones importantes y quienes desempeñan el trabajo. Es necesario derribar
esas barreras, y la razón no es que se
deba motivar a los empelados o consolar su amor propio; deben desaparecer para
que los directivos se pongan en contacto con la realidad, para que sepan cómo
se hacen las cosas y por qué el cliente está satisfecho o insatisfecho. De esta
relación depende la calidad del liderazgo y de la toma de decisiones.
La comunicación directa entre los
trabajadores y los directivos es importante, y no sólo por la información que
se intercambia sino, además como símbolo de que los jefes aprecian a los
empleados y confían en ellos. En la compañía, todo el mundo debe saber que los
de arriba se preocupan por los de abajo y los escuchan. Es responsabilidad de
los jefes el tomar medidas para que así se haga.”
Difícil
planteamiento el de Lawrence Miller, para poderse aplicar en la empresa
española. En realidad cuanto más grande se hace la organización, menores
posibilidades hay de que un empleado llegue a conversar con un alto directivo.
No sólo porque serán muy pocas las ocasiones en las que coincidan con
oportunidad de hacerlo; sino porque esta circunstancia es evitada por los
mandos intermedios, para “taponar” la información en sentido ascendente, de
modo que ésta siempre este absolutamente controlada por ellos.
En
realidad los Altos Directivos (en las empresas, en la política y en las
entidades financieras, etc.), sufren una especie de “secuestro”; acaban siendo
prisioneros de su propio aparato, que filtra todos los contenidos, que deben
conocer y oculta con un gran derroche de medios, aquellas cuestiones que
consideran inoportunas. Tal es así, que cuanto mas tiempo detentan el poder,
más se alejan de la realidad cotidiana y más desenfocado tienen su punto de
vista sobre el estado real de los asuntos
cotidianos.
Es
uno de los precios que hay que pagar por el poder. El problema es que este
planteamiento a quien debilita es a la propia organización. Los jefes
intermedios hacen en este caso de “secantes” y en muchas ocasiones las
decisiones que se toman, no están avalados por todos los datos disponibles, porque
algunos han sido hábilmente soslayados, en la medida que puedan perjudicar en
el escalafón a quienes han decidido hacerlos “opacos”
Cuanto
mas grande se hace una organización, mas posibilidades de que se produzcan
“reinos de Taifas”; existe la creencia de que acaparando determinadas informaciones, fortalecen su más
posición en el seno de la empresa. En estas circunstancias, se produce una
avidez desmedida con almacenar datos, prioritariamente para uso propio y en
ocasiones se monopoliza también el procedimiento de obtenerlos; como si esta
forma impropia de trabajar en equipo fortaleciese la posición individual de
quien la practica.
Querer
“medrar” a costa de la organización con triquiñuelas y malas artes, puede ser
efectivo a corto plazo, pero sin lugar a dudas acabará pasando factura a quien
se aplica en estas prácticas. Tarde o temprano, la organización detectará este
comportamiento y lo aislará. El problema es que, en ocasiones, esas
informaciones no afloradas, pueden haber producido daños en la gestión, en la
mayoría de los casos por acciones no
tomadas en el momento oportuno.
Como
dice Lawrence M. Miller: “Es paradójico
que las empresas, lo mismo ue los individuos, anden siempre buscando la
comodidad y la certidumbre, cuando son esas, precisamente, las condiciones que
con seguridad acarrean la decadencia.”
2 comentarios:
Siempre había pensado que muchos altos directivos eran unos ineptos o perdían el contacto con la realidad, pero ho había caído en que hay mandos interesados en que la pierdan, o al menos que la información que les hacen llegar pase primero por sus filtros para modelarla según sus necesidades.
Es algo que sí había visto en la pequeña empresa, aunque allí, claro... se les pilla antes.
Un saludo.
Una empresa es un equilrio de intereses, generalmente al margen del negocio en sí.
Quien no se cubre las espaldas, dura poco y quien no guarda algo para sí, para usar en el momento adecuado, está desprotegido.
Hacia arriba hay que transmitir lo que quieren oír. Hay tendencia a matar al mensajero de malas noticias.
No hay que hacer preguntas si no se conocen las respuestas.
Salu2:
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