Dice
Aurelio Arteta en su libro “Tantos tontos
tópicos”: “Cuando elegimos a esos políticos y los destacamos así sobre los ciudadanos
corrientes, no es para que reproduzcan en el foro público nuestro conformismo y
mediocridad, sino para que representen nuestras más dignas aspiraciones.
En un régimen democrático debemos
hacernos merecedores de más de lo que tenemos, y eso significa que hemos de
escoger políticos que sean mejores que nosotros.”
Hago
una declaración de principios, soy extraordinariamente respetuoso con cualquier
Gobierno de España, aunque no coincida con mi ideología. Pienso que sus
decisiones son tomadas en base a una información mucho mayor de la que yo
manejo y también condicionadas por muchos otros factores de presión, ejercidos
por “otros poderes”, que no alcanzo. Bajo este planteamiento soy muy tolerante
– aunque sin abandonar la crítica – de las resoluciones que se adoptan para
resolver los asuntos en el ámbito público.
Dicho
esto, estuve extraordinariamente expectante de las intervenciones de la semana
pasada, en principio del Ministro De Guindos. Debo decir previamente, que
cuando fue nombrado, me produjo buena impresión, tenía el porte y ademanes de
un Ministro de Economía, currículo amplio en ese ámbito y aparqué su
antecedente como Consejero Asesor para Europa de Lehman Brothers (de tan
nefasto recuerdo) y director de la filial del banco en España y Portugal.
La
comparecencia del Ministro De Guindos, me resultó sorprendente, no daba cifras
y pasaba por el tema con la superficialidad, que esgrimimos los padres de
familia, cuando tenemos que explicar a nuestros hijos menores de edad temas
relativamente escabrosos. Tal como si los españoles en estas lides económicas
aún fuéramos menores de edad, con la que viene cayendo últimamente, es posible
que lo seamos a nivel teórico, pero a nivel práctico nos han hecho expertos en “cuatro
días”.
De
la intervención, me quedé claramente fijado en una frase, que transcribo: “… la
cantidad solicitada será suficiente para cubrir las necesidades de capital
estimado, más un margen adicional significativo…”, esa si que es una buena
exposición de alto ejecutivo, hablo pero no digo nada.
En
la posterior rueda de prensa, después de su intervención, pude descubrir, que
el porte y los ademanes en realidad eran mas bien esa altanería de los Altos Ejecutivos de las
empresas, que con ademanes entre displicentes y arrogantes crean una barrera a
su alrededor para evitar la proximidad, porque ellos, mejor que nadie saben,
que con la proximidad pierden mucho. Evidenció
con claridad la molestia que le producía
la referencia, a si no debía haber comparecido el Presidente, con una respuesta
cortante y desabrida, impropia de su presencia voluntaria.
Al
día siguiente compareció el Presidente Rajoy y prefiero pensar que no lo había
hecho antes para seguir un protocolo ordenado de comparecencias. No es para mi
una sorpresa, que el Sr. Presidente, hable sin decir o diga sin concretar; es
su costumbre o su forma de ser; pero en algunas ocasiones alguien le debería
aconsejar que concretase, comprometerse no es intrínsecamente malo y los “de a
pie” nos sentiríamos más seguros.
Me
quedo con una frase del Sr. Presidente, contestando a una pregunta: “… se lo
voy a decir con meridiana claridad, a mi nadie me ha presionado, ahora no se si
debería decir esto que voy a decir, el que he presionado soy yo…”. También me
llamó la atención su referencia a: “esto no afecta al déficit público”.
Cuando
yo empecé a trabajar, portaba conmigo la imprudencia de la juventud y las
ínsulas de barataria que te confiere un expediente académico brillante en
calificaciones; tuve que aprender mucho del ámbito empresarial, pero debo
reconocer que tenía un Director General, algo autoritario, pero con una cabeza
estratégicamente bien “amueblada”. Me enseñó, que en una negociación, cuando se
obtiene un buen acuerdo no es necesario alardear de la ventaja obtenida en la
misma; si es así quedará corroborada con su aplicación en la empresa y con los
resultados en la “mano”, ese será el momento de felicitarse. Porque en una
negociación, cualquier exteriorización de triunfo por una de las partes, es
indirectamente constatar menos acierto en la otra y eso siempre produce profundo
malestar.
Sea
como Vd. ha respondido, porque de no ser así, los que sufriremos de nuevo
seremos los “de a pie”…
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