domingo, 17 de junio de 2012

Línea de Crédito



Dice Aurelio Arteta en su libro “Tantos tontos tópicos”: “Cuando elegimos a esos políticos y los destacamos así sobre los ciudadanos corrientes, no es para que reproduzcan en el foro público nuestro conformismo y mediocridad, sino para que representen nuestras más dignas aspiraciones. En  un régimen democrático debemos hacernos merecedores de más de lo que tenemos, y eso significa que hemos de escoger políticos que sean mejores que nosotros.”

Hago una declaración de principios, soy extraordinariamente respetuoso con cualquier Gobierno de España, aunque no coincida con mi ideología. Pienso que sus decisiones son tomadas en base a una información mucho mayor de la que yo manejo y también condicionadas por muchos otros factores de presión, ejercidos por “otros poderes”, que no alcanzo. Bajo este planteamiento soy muy tolerante – aunque sin abandonar la crítica – de las resoluciones que se adoptan para resolver los asuntos en el ámbito público.

Dicho esto, estuve extraordinariamente expectante de las intervenciones de la semana pasada, en principio del Ministro De Guindos. Debo decir previamente, que cuando fue nombrado, me produjo buena impresión, tenía el porte y ademanes de un Ministro de Economía, currículo amplio en ese ámbito y aparqué su antecedente como Consejero Asesor para Europa de Lehman Brothers (de tan nefasto recuerdo) y director de la filial del banco en España y Portugal.

La comparecencia del Ministro De Guindos, me resultó sorprendente, no daba cifras y pasaba por el tema con la superficialidad, que esgrimimos los padres de familia, cuando tenemos que explicar a nuestros hijos menores de edad temas relativamente escabrosos. Tal como si los españoles en estas lides económicas aún fuéramos menores de edad, con la que viene cayendo últimamente, es posible que lo seamos a nivel teórico, pero a nivel práctico nos han hecho expertos en “cuatro días”.

De la intervención, me quedé claramente fijado en una frase, que transcribo: “… la cantidad solicitada será suficiente para cubrir las necesidades de capital estimado, más un margen adicional significativo…”, esa si que es una buena exposición de alto ejecutivo, hablo pero no digo nada.

En la posterior rueda de prensa, después de su intervención, pude descubrir, que el porte y los ademanes en realidad eran mas bien esa  altanería de los Altos Ejecutivos de las empresas, que con ademanes entre displicentes y arrogantes crean una barrera a su alrededor para evitar la proximidad, porque ellos, mejor que nadie saben, que con la proximidad pierden mucho.  Evidenció con claridad la  molestia que le producía la referencia, a si no debía haber comparecido el Presidente, con una respuesta cortante y desabrida, impropia de su presencia voluntaria.

Al día siguiente compareció el Presidente Rajoy y prefiero pensar que no lo había hecho antes para seguir un protocolo ordenado de comparecencias. No es para mi una sorpresa, que el Sr. Presidente, hable sin decir o diga sin concretar; es su costumbre o su forma de ser; pero en algunas ocasiones alguien le debería aconsejar que concretase, comprometerse no es intrínsecamente malo y los “de a pie” nos sentiríamos  más seguros.

Me quedo con una frase del Sr. Presidente, contestando a una pregunta: “… se lo voy a decir con meridiana claridad, a mi nadie me ha presionado, ahora no se si debería decir esto que voy a decir, el que he presionado soy yo…”. También me llamó la atención su referencia a: “esto no afecta al déficit público”.

Cuando yo empecé a trabajar, portaba conmigo la imprudencia de la juventud y las ínsulas de barataria que te confiere un expediente académico brillante en calificaciones; tuve que aprender mucho del ámbito empresarial, pero debo reconocer que tenía un Director General, algo autoritario, pero con una cabeza estratégicamente bien “amueblada”. Me enseñó, que en una negociación, cuando se obtiene un buen acuerdo no es necesario alardear de la ventaja obtenida en la misma; si es así quedará corroborada con su aplicación en la empresa y con los resultados en la “mano”, ese será el momento de felicitarse. Porque en una negociación, cualquier exteriorización de triunfo por una de las partes, es indirectamente constatar menos acierto en la otra y eso siempre produce profundo malestar.

Sea como Vd. ha respondido, porque de no ser así, los que sufriremos de nuevo seremos los “de a pie”…

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