viernes, 22 de junio de 2012

El quinto sello



Dice Paul Krugman en su libro “¡Acabad ya con esta crisis”: “Cuando nos preguntamos por qué los responsables de establecer nuestras políticas activas  fueron tan ciegos  a los riesgos  de la desregulación financiera – y,  desde 2008, por qué  tampoco han visto los riesgos de dar una respuesta inadecuada a la depresión económica -, es difícil no recordar la famosa frase de Upton Sinclair: “Es difícil conseguir que un hombre comprenda algo, cuando su salario depende de que no lo comprenda”. El dinero compra influencia; mucho dinero compra mucha influencia; y las políticas que nos han llevado hasta donde estamos, aunque nunca han hecho demasiado por la mayoría de la gente, en cambio sí han funcionado muy bien (al menos durante un tiempo) para unas pocas personas situadas en lo más alto.”

Es decir, si no entiendo mal la frase de Upton Sinclair, para que esas gentes de los mercados nos hagan la “pascua”, hace falta que una colección de “sesudos” y quizás también prestigiosos entendidos en materia económica, hagan la “vista gorda” e incluso miren hacia otro lado; porque parece resultar, que cuanto más profunda  es la crisis, más ganan ellos (los mercados).

De ese postulado, se desprende, que aún suponiendo que las medidas económicas, que se van tomando; en un análisis no sesgado, resultasen claramente poco alentadoras de dar solución a nuestros problemas, algunos (que pienso yo, serán mayoritarios), rebuscan argumentos y justifican las medidas, no por ignorancia – que siempre es disculpable – sino por “compromiso inquebrantable” con el poder económico. Como ya comenté en mi entrada del 20 de Junio, Krugman escribe en clave americana, pero deduzco, que a nosotros también se puede aplicar casi todo lo que dice, salvando las distancias, desde luego.

Hay por tanto claras recompensas en puestos relevantes de este entramado financiero, con retribuciones y prebendas fuera de lo común, para aquellos que cuanto menos por “omisión”, transigen con las medidas económicas y adoptan posiciones tolerantes y nada críticas; “guardan lo ropa” para evitar ser señalados como impulsores de estas acciones, que saben con claridad que no redimirán a la mayoría, pero enriquecerán de modo inaudito a unos pocos - si lo estas pensando bien -, los pocos de siempre. Parafraseando a Krugman “… es difícil ver la diferencia entre lo que creen “de verdad” y lo que les pagan por creer.”

Puestas así las cosas, lo tenemos muy crudo, porque “los mercados”, no tienen cara ni ojos, no podemos saber quien son, no tenemos la certeza de sus intenciones –apretar el cuello sin asfixiar, porque un asfixiado no necesita préstamos -, no sabemos cuantos son y por tanto no podemos calibrar el grado de enriquecimiento que llevan, ni tratar de ponderar cuando están satisfechos con las ganancias; se sustituyen, es decir, cuando uno ya está bien “forrado” y se retira, lo releva el siguiente – como las truchas en la corriente del río, en fila esperando la desaparición de la de delante, para ocupar su sitio -, y este hecho no es nada favorable, porque el recién llegado, tiene mucha más avidez, que el que sale… por lo del riesgo… ya sabéis.

Recordemos que en el capítulo sexto del Apocalipsis, describe que Dios sostiene en la mano un pergamino cerrado con siete sellos. Jesús abre los cuatro primeros apareciendo cuatro jinetes que montan sendos caballos: blanco, rojo negro y bayo. La interpretación es que representan la victoria, la guerra, el hambre y la muerte (peste); habiendo recibido muchas interpretaciones en nuestra cultura occidental. Los tres últimos jinetes vienen representando las fuerzas del mal. Hay interpretaciones también, para los otros sellos, pero en una “traducción libre”, trasladado a época actual, el quinto sello ¿no serían los mercados?. 


N.B. Upton Beall Sinclair (1878-1968). Novelista y dramaturgo. Premio Pulitzer. Escribió La jungla (The jungle) en 1906.  

  

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