Dice Luis Rojas Marcos en
su libro “Convivir, el laberinto de las
relaciones de pareja, familiares y laborales”: “Las buenas relaciones requieren
esfuerzo, honestidad, entusiasmo y generosidad. Además necesitan ser afinadas
periódicamente para poder responder a las exigencias que se presentan, resolver
los desacuerdos y facilitar la adaptación a los cambios esperados o insospechados que nos impone la vida… Ser concientes de que
tenemos un problema es el primer paso imprescindible en el camino de la
resolución.... Por otra parte, reconocer los juicios y pensamientos automáticos
que elaboramos sobre el prójimo nos ayuda a cuestionar los prejuicios que
alimentamos. Y ser conscientes de las consecuencias de nuestros actos nos ayuda
a aprender de las experiencias pasadas y a cambiar, si lo consideramos
necesario.
Aprender
a convivir exige curiosidad, introspección
y conocimiento de uno mismo, pero también requiere una dosis generosa de
optimismo, flexibilidad y autodisciplina. Se dice que todas las historias
tienen su moraleja, el caso es dar con ella…”
Las buenas relaciones no
nacen, se hacen; o más bien se ganan día a día, pero con tanto esfuerzo nuestro
como el que pretendemos exigir a los demás. La posición pasiva, esperando la aproximación
ajena, no conduce a ningún destino favorable, por más que nos hayamos cargado
de razón con nuestros argumentos sesgados y llenos de prejuicios. Si queremos
tener buenos amigos, aprestémonos a “dar” y luego ya veremos si recogemos, no
lo intentemos al revés, porque es perder el tiempo.
La experiencia debe de
servir para ayudarnos a no cometer los mismos errores en el futuro, en absoluto
podremos aprovecharnos de ella, si la acumulación que hemos hecho en la memoria
de los sucesos pasados ha estado revestida de parcialidad y sin asumir nuestras propias carencias. Pretender ser poco flexible con los que nos relacionamos, “estirar
cuerdas”, no conduce a ningún resultado práctico, lo único que hace es dificultar
nuestras relaciones. No hay ningún asunto polémico, que solo pueda ser debatido desde un punto vista y menos que coincida siempre con nuestros planteamientos parciales.
La introspección (ver
post de 25/1/2012), es imprescindible para poder clarificar nuestras
actuaciones con los demás, si no hacemos el ejercicio de conocernos en
profundidad, difícilmente podremos transmitir el mensaje hacia el exterior de
lo que somos y solo con ello propiciaremos conflictos. Conocerse a si mismo es
establecer un ejercicio crítico de nuestro comportamiento cotidiano, sin tener
ningún temor a la imagen que obtengamos, puesto que solo pueden cambiarse los resultados de aquellas acciones, que estén debidamente identificadas.
No es un comportamiento
de un día, es una autodisciplina que debemos aplicar continuamente, porque una
vez adquirida la costumbre la pondremos en práctica con una gran efectividad y
sin esfuerzo. Sea cual sea la discrepancia en la que nos veamos envueltos, lo
primero es resolver nuestras contradicciones internas, evitando los perjuicios previos y
soslayando cualquier vestigio revanchista, ni siquiera teniendo absoluta razón,
que siempre es muy difícil de discernir.
Rojas Marcos recomienda dar con la moraleja de los asuntos y ya vaticina, que no es fácil. Como apuntan las antiguas Verdades nobles atribuidas a Buda: “La vida es difícil, pero las dificultades
se pueden superar si reconocemos sus causas y salvamos los obstáculos que nos
impiden vencerlas”.
2 comentarios:
Ese es el secreto, conocerse a sí mismo, cuanto más, mejor. Estoy segura de que una gran mayoría no se para casi nunca a profundizar en este aspecto, quizás porque no lo consideran importante...o tal vez porque les da miedo hacerlo.
Un post súperinteresante con el que vuelvo a coincidir plenamente.
Un saludo!
Mercedes:
No descarto la variante del miedo que tu señalas.
Representamos tanto nuestro personaje, que en ocasiones llegamos a creérnoslo y claro en esas circunstancias es difícil conocerse a si mismo.
Gracias por tu comentario.
Salu2:
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