lunes, 16 de abril de 2012

Corrupción de partido (III / III)


Dice Victoria Camps -para identificar los “vicios” de los políticos -, en su libro “Virtudes Públicas”: “Finalmente, la corrupción imparable, el vicio mas extendido, celebrado y también mas ancestral de la política… El político corrupto sucumbe a la tentación de mezclar lo público y lo privado y se aprovecha privadamente de los beneficios de la vida pública. O no es la persona del político quien se aprovecha sino su partido, víctima de la publicidad y de las reglas del mercado, porque también el partido ha de venderse como si fuera mercancía. Por supuesto, el que la corrupción responda a una tendencia difícil de erradicar en el comportamiento humano, no es excusa para exculparla. Es un vicio que debe ser combatido, pero, para el combate, la democracia está armada… Por lo mismo es el menos peligroso. Si alguna capacidad tiene la democracia es la de sacar a luz sus propias faltas y defectos, más aún cuando los agentes de la democracia no son inmunes a la competitividad y a la lucha por el poder. Les falta tiempo, entonces, para denunciar la paja en el ojo ajeno aun cuando llevan la viga en el propio. El control del otro, sin embargo, no solo denuncia, contribuye a ejercitar el autocontrol”.

He hablado ya de la corrupción en una entrada anterior del 10 de Abril. Pero en esta ocasión el enfoque no es individual. Al hilo de las palabras de Victoria Camps, me fijo en la descripción de los motivos, que mueven a los partidos políticos a dejarse llevar por la suave pendiente de intentar apropiarse de lo que no les corresponde. Parece que el partido político tiene que publicitarse, dar imagen de “grandeza”, infundir a los ciudadanos una sensación de fortaleza, revestida con actos públicos suntuosos y para esto no tiene suficientes recursos con las dotaciones del estado y las aportaciones de sus militantes.

Hay que inventar mecanismos, que permitan parecer lo que no se es y convocar a votantes y simpatizantes a actos “majestuosos”, ungidos de pompa; donde los líderes se sientan arropados por la espectacularidad y el despliegue de medios, para permitir “encantar” a los presentes e imbuirlos de una fortaleza, que en realidad no tienen. Las personas somos muy proclives a dejarnos encandilar por lo espectacular, en ocasiones, casi sobrepasamos la posición de espectador puro y tratamos de convertirnos en protagonistas, con nuestro gesto, voz y aplauso enfervorizado, acompañando los reclamos del orador y enardecidos por el asombro.

Para obtener este resultado mágico, que en el pensamiento de los dirigentes de los partidos, los asimilan a mayores votos; se ponen en movimiento mecanismos de recaudación que permitan vulnerar los principios de la financiación permitida; tratando de conseguir que las enrevesadas tramas urdidas, los tornen opacos a cualquier inspección autorizada. Lo que suele suceder es, que bien el exceso, o la repetición hacen, que algunos de los “cabos” queden sueltos, por exceso de confianza, por errores, o por insatisfacciones personales no debidamente satisfechas, de quienes esperan una parte de “pastel” prometido por la urdimbre, que acaba no llegándoles.

La consecuencia de esto es, que lo que comienza siendo una sospecha, se va tornando en posible certeza, para acabar siendo circunstancia indubitada. Es decir se destapa lo oculto, aparecen los fondos opacos y se descubre que tanto “boato” era también fruto de un uso de fondos obtenidos por procedimientos no legales. Férreamente atacado por los otros partidos y defendido a ultranza por el que se ve inmerso en esta situación, que se torna día a día más incómoda. Es bien sabido, que negar con contundencia en los primeros niveles del aparato del partido, es la posición al uso; porque siempre se puede alegar absoluta ignorancia de los comportamientos aislados impropios, rasgarse las vestiduras y hacer mutis por el foro; si la cosa se complica.

En la medida que las pruebas del desaguisado afloran, hay una especie de grito infantil expresado por: “tonto el último”, y comienzan a desaparecer de la escena los cargos directivos de los niveles mas altos, descendiendo por escalas hasta que se está en un tercero o cuarto, para hacernos creer a los ciudadanos absortos, que en realidad la responsabilidad de los hechos es total y absoluta, de estas personas –correveidiles de cuarta – que con su imaginación perversa han admitido estas situaciones anómalas, pero que en ningún caso el aparato del partido, conocía y compartía estas prácticas.

Triste apostilla para quienes a fuerza de engañar resultan atrapados en su juego. No lo admitirían aunque fuera evidencia irrefutable. Pronto rebuscarán para encontrar circunstancias similar en los partidos opositores y seudo-descansar con el alivio fútil de identificar a los demás como “y tu más”. No se percatan, quienes así actúan, que los ciudadanos “de a pie” alguna vez quedaremos colmados de hastío y “pasaremos” de estas organizaciones que basan en el engaño y la triquiñuela su éxito político.

Engañar trae siempre consecuencias nefastas para los que lo practican… todo es cuestión de tiempo… nadie queda impune o al menos así prefiero creerlo…

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