miércoles, 25 de abril de 2012

El inconsciente



Dice Gustavo Le Bon en su libro “Psicología de las multitudes”: “Fácilmente se comprueba en qué alta medida difiere el individuo integrado a una multitud del individuo aislado. Lo que ya resulta más arduo es descubrir las causas de tal diferencia. Para llegar, por lo menos, a entreverlas es  preciso recordar, ante todo, la observación realizada por la psicología moderna de que no  sólo en la vida orgánica, sino también el funcionamiento de la inteligencia desempeñan los fenómenos inconscientes un papel preponderante. La vida consciente del espíritu se nos muestra muy limitada al lado de la inconsciente. El analítico mas sutil, el más penetrante observador, no llega nunca a descubrir sino una mínima parte de los móviles inconscientes que les guían. Nuestros actos conscientes se derivan de un sustrato inconsciente formado, en su mayor parte, por influencias hereditarias. Este substrato entraña innumerables residuos ancestrales que constituyen el alma de la raza. Detrás de las causas confesadas de nuestros actos existen causas secretas ignoradas por todos. La mayor parte de nuestros actos cotidianos son efecto de móviles ocultos que escapan a nuestro conocimiento”.

Parece pues, que es el inconsciente el que manda y lo hace del modo más opaco, es decir, sin que se perciba con claridad. También parece, que nuestros comportamientos cotidianos llevan una pesada carga ancestral, es decir, no son tan espontáneos.  Finalmente parece que el consciente está mucho mas limitado que el inconsciente.

Con estas tres premisas, posiblemente tengamos más claro, algunos de nuestros comportamientos y posiblemente también seamos capaces de interpretar los de los demás con mucha mayor serenidad. Las reacciones no son sólo fruto de los comportamientos sobrevenidos en el marco de las  circunstancias que acontecen, son también posicionamientos previos condicionantes, inducidos por la educación, la cultura, el país de residencia, etc., y además, según parece, tienen mucho mayor peso en nuestra actuación de lo que creemos.

Parece también,  que no tenemos reacciones similares cuando estamos solos o cuando nos encontramos en grupo. Los grupos condicionan y marcan las respuestas, de modo tal, que uno se siente mucho mas satisfecho consigo mismo, cuando su actuación es mayoritariamente respaldada o mejor dicho, cuando la respuesta se adapta muy fielmente a la idiosincrasia del entorno.

En multitud, el deseo debe de ser satisfecho con carácter inmediato y en a realización no puede plantear aplazamiento alguno. Es evidente que transmite la masa al individuo ese “inútil” planteamiento de ver cumplidas las peticiones de modo instantáneo, sea cual sea el fundamento o la complejidad de las mismas. En estos términos, revestidos de la protección grupal, nuestro subconsciente influye de modo “ancestral” y de modo inapropiado soslaya la posición real (consciente), generando posturas poco acordes con las circunstancias posibles.

Planteadas así las cosas, no es de extrañar, que en muchas ocasiones no nos reconozcamos en nuestra forma de proceder. Cuando las respuestas a los acontecimientos cotidianos son absolutamente desproporcionadas, tanto en acción como en omisión, nos sorprende  en nuestro análisis retrospectivo,  que hayamos sido capaces  de  actuar de ese modo; seguramente por lo poco que tenemos en cuenta a nuestro subconsciente y nuestros condicionantes grupales.

No estaría nada mal, en nuestra vida diaria, tratar de identificar esos mensajes subliminales que recibimos internamente y que nos condicionan en decisiones, acciones u omisiones, y que a tenor de lo que expone Le Bon, tanto peso tienen sobre nuestras conductas. Como él dice: “la noción de lo imposible no existe para el individuo que forma parte de una multitud”.

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