martes, 24 de abril de 2012

Money, money...




Dice Eugen Drewermann en su libro “Lo esencial es invisible. El Principito de Saint-Exupéry una interpretación psicoanalítica”: “Puede decirse que el valor del dinero consiste en ser un medio universal de cambio, y ya esta propiedad en cierto modo abstracta del dinero fácilmente lleva a la superstición de creer que con él  puede comprarse todo lo imaginable y deseable; con demasiada facilidad desaparece de la conciencia el simple hecho de que lo que  realmente vale la pena apetecer no es precisamente lo que se ofrece a la venta, sino que, para decirlo con palabras del mismo Saint-Exupéry, se trata de  “crear lazos” espirituales entre las cosas: los amigos, por ejemplo, no pueden comprarse en las tiendas. El peligro del dinero está en que, de ser un medio de cambio para todo lo posible, pasa a ser quintaesencia de todos los valores posibles, se convierte en un ser en sí mismo. A partir de ahora, tratar con dinero ya no quiere decir “gozar” de las cosas que – de todas maneras – se pueden comprar con dinero, sino que se trata de conseguir cuanto más dinero mejor, no para comprar cuanto más mejor, sino para poder comprar.
Precisamente, así se define al hombre del dinero, el capitalista, que es el que renuncia a todo disfrute privado de su dinero, para hacer que con mucho dinero se gane todavía más dinero”.

Es decir, según Drewermann el tema no va de comprar objetos, el tema se circunscribe a poder comprarlos. Si consulto el diccionario de la Real Academia de la Lengua, para el verbo poder, define en su primera acepción “Tener expedita la facultad o potencia de hacer algo”. Este es el secreto, el dinero lo que transfiere al que lo posee es la facultad de “poder comprar” y parece que esto es suficiente e incluso más gratificante, que el hecho en sí mismo  de la adquisición.

En un segundo estadio – Drewermann - da una vuelta de tuerca más; identifica la función del que tiene mucho dinero, fijando como su primer objetivo,  ganar todavía mas dinero. Es decir, ya ni siquiera son los bienes materiales, porque en realidad saben que después de poseerlos, la satisfacción decrece a gran velocidad y se tornan en algo parecido a objetos inútiles, amortiguando muchísimo la adrenalina generada en los momentos previos a la posesión. Es el deseo de tener y saber que se pueden conseguir cosas, lo que en esos ámbitos genera la mayor satisfacción.

Con esa experiencia, el dinero siempre mantiene la adrenalina a tope; hay que conseguir más y más; no tiene límite la obsesión posesiva y por tanto la posibilidad de mantener la excitación en el más alto nivel. Cuanto más dinero tiene uno, parece que más necesita acumular, es tan así que no se fija ningún límite para detener la desbocada ambición, siempre hay un más allá. Atesorar  y atesorar es el fin.

Tener dinero da mucha seguridad y respaldo, sobre todo en los tiempos que corren. Tener dinero y pretender acumular más y más, seguro que acaba produciendo ansiedad y desasosiego. Pero debe de compensar de modo muy intenso, en otras facetas,  porque lo más frecuente es que casi nadie establece un límite y alcanzado el mismo, se detiene satisfecho y feliz con lo conseguido, a disfrutar y vivir placenteramente, muy al contrario se deja arrastrar hacia unas metas tendentes a “infinito”.

Ahora comprendo la canción machacona y repetitiva de Liza Minnelli en Cabaret… y eso me ha dado introducción para poder asimilar "lo de los mercados"... pero sigo sin saber ¿quienes son?... aunque creo que deben ser gentes que cuadran con el esquema descrito por Drewermann... ¿no?.  

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