Hemos sido educados de modo, que tenemos una firme resistencia a reconocer nuestros errores. Lo de "mantenella y no enmendalla" lo llevamos tatuado en el cerebro.
Ser consecuentes con nuestros actos, implica necesariamente - en algunas ocasiones - explicitar sin recato nuestros fallos y cuando los mismos han afectado a personas, por nuestra conducta o comentarios, a pronunciar sin complejos las palabras necesarias para solicitar la disculpa.
No somos mas importantes, por dejar pasar el tiempo sin enmendar el desafuero cometido. Las personas fuertes, son en el fondo las mas humildes, saben que la verdadera fortaleza no está en la altanería impropia, está sin duda, en el equilibrio, para estar orgullosos del buen hacer y afrontar sin ningún complejos las acciones inadecuadas, con intención de remediarlas.
Cuando alguien no sabe disculparse, generalmente, tampoco sabe perdonar, no olvida, mantiene las espadas en alto en espera de poder "vengar la afrenta" recibida. Mal bagaje para para vivir. Acumular rencores es un mal camino. No liberar nuestra conciencia, es como, llevar una escayola en el alma, no molesta y/o duele como la de una pierna o un brazo, pero incapacita a la larga.
En una sociedad, cargada de intereses "creados" y "caretas" es un buen caldo de cultivo para hacer mas de lo mismo, para eso no se necesita nada, solo hay que dejarse llevar. Ser valiente es correr riesgos y el riesgo solo lo queremos para la "bolsa". Lo malo es que cuando baje nuestra cotización todos se aprestarán a vender nuestras acciones y entraremos en caída libre, sin que haya quien nos frene... quizás entonces nos percatemos, de que la transigencia es la antesala de la verdad y la verdad precede a la amistad imperecedera... ojalá tengamos mas oportunidades. En ocasiones es demasiado tarde ya.
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