Dice Luis Rojas Marcos en su libro "Convivir": " Aunque disculpar ofensas graves no es tarea fácil, el inconveniente de no perdonar - u olvidar - las provocaciones, los rechazos o los errores cotidianos, es que a menudo nos convierte en personas ofuscadas con los pequeños agravios que inevitablemente ocurren en casi todas las relaciones. Nos transformamos en seres amargados y obsesionados con los ajustes de cuentas, lo que impide la reconciliación y la recuperación de la armonía y la paz interior".
Fácil de enunciar, de una generosidad especial, evidente contribución a la concordia, evolución hacia un mundo "cuasi perfecto"... pero aguantar, aguantar y aguantar no está al alcance nuestro o al menos mio, en todas las ocasiones. Hace falta transcurso del tiempo, reflexión profunda, disposición a contemporizar y una gran dosis de humildad... y todo eso no siempre es posible con prontitud.
Ignorar y disculpar es demostrar una grandeza de personalidad, que no está al alcance de todo el mundo. Si ignorar, va unido también a olvidar, creo que yo me debo de excluir. Tengo tendencia a disculpar, pero en ningún caso a "borrar". Lo dicho o hecho ahí está, presente con toda su carga negativa y hay una responsabilidad de quien lo ha producido, que no puede quedar en "agua de borrajas", debe de notar tarde o temprano, el alcance negativo y rechazable de su acción. De las cosas que uno hace, para bien o para mal, responde...
Tengo tendencia a la conciliación y huyo de las exclusiones, por acción u omisión; pero cuando se trata de personas, que haciendo uso de su propia libertad de acción, la utilizan para ofender, vilipendiar o despreciar, aunque sea de modo inconsciente - que no creo -no soy tan proclive a aguantar y luego contemporizar, para luego disculpar. Máxime si lo ocurrido traspasa mi ámbito y alcanza, también a las personas que quiero.
Disculpar sí, pero siempre y cuando se haya tenido la oportunidad de haber puesto los puntos sobre las "ies", mediante un intercambio de opiniones con la persona o grupo, que han propiciado esta lamentable situación. Y no me sirve como escusa, ni razones sociales, económicas o políticas, ninguna de ellas disculpa o justifica la ofensa o el insulto.
Creo en el buen "rollo", pero también creo que quienes se preocupan en no propiciarlo, noten sobre sí, el rechazo que representa la distancia y acaben viendo con claridad, que su acción es reprobable en si misma, si tienen -afortunadamente- esta capacidad autocrítica. La otra posición, de la disculpa sin mas, significa en muchas ocasiones, además, acumular tensión interna propia, que potencialmente puede hacernos daño.
No obstante, quien falta al respeto a los demás, suele ser habitualmente, un reincidente y no tiene deseos de enmienda, forma parte de su personalidad neurótica y/o despótica. Pero casi con toda seguridad acabara en una triste soledad... o con la exclusiva compañía de sus "palmeros".
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