lunes, 30 de abril de 2012
Esponjas
sábado, 28 de abril de 2012
Sistema social cuatripartito.
viernes, 27 de abril de 2012
La rutina
miércoles, 25 de abril de 2012
El inconsciente
martes, 24 de abril de 2012
Money, money...
sábado, 21 de abril de 2012
Autodisciplina
jueves, 19 de abril de 2012
Winners y Losers
miércoles, 18 de abril de 2012
Autofoco

Dice Bernabé Tierno en su libro “Optimismo Vital. Manual completo de psicología positiva”: “Las personas medicina, equipadas como están de una estupenda higiene mental y una envidiable salud psíquica, optimistas en activo y bien ejercitadas en una actitud conscientemente positiva, no necesitan ser el centro de la atención ni convertirse en el ombligo del mundo. Al sentirse en paz y a gusto consigo mismas, prefieren centrar más su atención en los demás, en la vida y en cuanto les rodea. Saben dar y darse, abrirse a la vida y a las personas, nos enriquece y construye sin límites y nos impide quedar atrapados en el cepo estúpido de la contemplación obsesiva de nosotros mismos y de nuestros problemas, eso que la psicología actual llama autofoco, un trastorno que produce sufrimiento y que aqueja a las personas tóxicas y pesimistas empecinadas en rumiar sus carencias, sus miserias y desgracias (reales o imaginarias)”.
Y la mayoría de nosotros que no podemos vivir sin que aparezcamos como el centro de todas las miradas de los que nos rodean. Tenemos una fuerte necesidad de protagonismo, buscamos sobresalir, decir la última palabra, tener siempre la razón y hablar mucho y escuchar poco. Como si fuéramos robots, repetimos los mismos mimetismos, intentando consolidar nuestro personaje y “vendérselo” a los demás. Somos mucho menos de lo que queremos aparentar y nos comportamos de un modo impropio - intentando siempre -, recibir mucho más que dar.
No es casual, que con este planteamiento, nuestras amistades sean mayoritariamente superficiales. Nos invade reiteradamente una gran ansiedad, producida en muchas ocasiones, por el esfuerzo denodado en mantener una posición ante los demás que no es sincera. Creemos que con nuestra actitud, nos blindamos ante ellos y que nos mantenemos mas a salvo y lo que hacemos - en realidad - es sumergirnos en una creciente soledad, sobre todo cuando estamos en compañía.
Como nos vamos a enriquecer –socialmente – si no estamos dispuestos a asumir ningún esfuerzo de empatía con los demás. Parece como si esa permanente fijación en lo que nos sucede, nos tuviera atrapados en un círculo de muy difícil salida. Ni siquiera nos damos cuenta de que todos tienen problemas y seguramente en magnitudes mucho más acuciantes que los nuestros, dada nuestra actitud, acabamos rodeados de personas pesimistas, expertos en absorber la energía positiva de los que les circundan.
Estar permanentemente preocupados por lo que nos aqueja, pretendiendo ser los más desfavorecidos, no trae consigo más que una extraordinaria melancolía y no mejora en absoluto nuestra imaginaria situación. Vivir sólo mirando hacia adentro, es de un gran egoísmo; pero además pone en evidencia nuestra falta de sensibilidad hacia nuestras amistades, porque ignoramos sus vivencias. Enfocar nuestra vida inventariando continuamente lo que nos falta, es dificultarnos disfrutar abiertamente de lo mucho que tenemos.
Como dice Anatole France: “Si exagerásemos nuestras alegrías como hacemos con nuestras penas, nuestros problemas perderían importancia”…. ¿por qué no probamos?.
martes, 17 de abril de 2012
Futuro

Dice Luis Rojas Marcos en su libro “Eres tu memoria”: “Cómo imaginamos el futuro depende en gran medida de cómo veamos el pasado. Por eso, las personas que no recuerdan el ayer tampoco sueñan con el mañana. El sentido que albergamos del mañana forma parte de nuestras señas de identidad y también se conserva en nuestra memoria autobiográfica. Sin apenas darnos cuenta, en cada momento evocamos lo que vamos a hacer más tarde, la próxima semana, el mes que viene o dentro de varios años. Planificamos nuestra carrera profesional, nuestro lugar de residencia y cómo viviremos cuando nos jubilemos. De hecho normalmente hablamos más de lo que vamos a hacer en el futuro que de lo que hicimos en el pasado.
Programar y grabar en la memoria nuestras actividades por adelantado nos permite cumplir con los compromisos que contraemos y perseguir los objetivos que nos proponemos a lo largo de la vida. Elaborar o preparar razonablemente proyectos de vida es ingrediente fundamental de nuestra tranquilidad, de nuestro equilibrio mental. Por eso, cuanto más incapaces nos sentimos de anticipar el mañana y más incierto nos parece nuestro porvenir o el de nuestros seres queridos, más espacio dejamos abierto para que la ansiedad nos invada y mine la confianza en nosotros mismos y en el mundo que nos rodea”.
Planificar en nuestra vida implica estructurar internamente un compromiso e identificar la forma de cumplirlo. Son muchos los que piensan en el ámbito de la empresa, que planificar es querer adivinar el futuro y con esa excusa, se resisten al proceso presupustario y son detractores del mismo - se equivocan -, la idea de la planificación es mucho más amplia que la “adivinación”, es en principio un modo de establecer la posición que se desea alcanzar, con que medios se cuenta para este fin o en otro sentido de que hace falta pertrecharse para conseguirlo. Bajo esta premisa solo el esfuerzo en delimitarla ya es útil.
Igual que en las empresas, en nuestras vidas sin planificación no hay rumbo y aunque sea muy reconfortante deambular al albur, está claro que ésta no es la forma más idónea de aproximar las metas. Cuando las posiciones deseadas no se cumplen, si existe planificación previa, con el simple análisis de de lo sucedido (ver el pasado), se obtienen innumerables “pistas” para poder establecer nuevas acciones que nos hagan converger con el destino deseado.
De nada sirve lamentarnos de nuestro infortunio, cuando no se establecieron planes previos, porque fuimos nosotros mismos, quienes con nuestra dejadez los porpiciamos. La suerte es para el ámbito de los juegos de azar, en la vida cotidiana, la suerte es en un porcentaje muy elevado una acertada planificación. Para llegar a un destino, lo primero es identificarlo con claridad, tener la voluntad de alcanzarlo y ponderar si tenemos o podemos obtener los medios necesarios para cumplir el objetivo.
Esa especie de “tierra de nadie” en la que nos gusta instalarnos, atrapados por nuestra creencia en la recalcitrante mala suerte que tenemos, es en realidad una posición de mínimo esfuerzo, reforzada con una falta de voluntad para “empujar” hacia aquellos planes racionales, es decir exentos de excesiva imaginación y de voluntarismo estéril.
Como muy bien dice Rojas Marcos, en la medida que no ocupamos nuestro tiempo en planificar el mañana, mas nos instalamos en la ansiedad propia del vacío referencial; bajo este punto de vista, buena parte de nuestro pequeño o gran desequilibrio interno, lo provocamos al no emitir al cerebro órdenes claras de nuestras aspiraciones, reafirmando al mismo tiempo nuestra voluntad firme de alcanzarlas.
Quienes no pensamos en planificar el futuro, en base a un análisis exhaustivo de nuestro pasado, vivimos un presente impropio y no debemos lamentarnos cuando las cosas no salen como desearíamos, porque al no ejercitar adecuadamente la interiorización de los objetivos a obtener, le hemos hurtado a nuestra mente una de sus funciones mas esenciales, que es la planificación estratégica.
lunes, 16 de abril de 2012
Corrupción de partido (III / III)

Dice Victoria Camps -para identificar los “vicios” de los políticos -, en su libro “Virtudes Públicas”: “Finalmente, la corrupción imparable, el vicio mas extendido, celebrado y también mas ancestral de la política… El político corrupto sucumbe a la tentación de mezclar lo público y lo privado y se aprovecha privadamente de los beneficios de la vida pública. O no es la persona del político quien se aprovecha sino su partido, víctima de la publicidad y de las reglas del mercado, porque también el partido ha de venderse como si fuera mercancía. Por supuesto, el que la corrupción responda a una tendencia difícil de erradicar en el comportamiento humano, no es excusa para exculparla. Es un vicio que debe ser combatido, pero, para el combate, la democracia está armada… Por lo mismo es el menos peligroso. Si alguna capacidad tiene la democracia es la de sacar a luz sus propias faltas y defectos, más aún cuando los agentes de la democracia no son inmunes a la competitividad y a la lucha por el poder. Les falta tiempo, entonces, para denunciar la paja en el ojo ajeno aun cuando llevan la viga en el propio. El control del otro, sin embargo, no solo denuncia, contribuye a ejercitar el autocontrol”.
He hablado ya de la corrupción en una entrada anterior del 10 de Abril. Pero en esta ocasión el enfoque no es individual. Al hilo de las palabras de Victoria Camps, me fijo en la descripción de los motivos, que mueven a los partidos políticos a dejarse llevar por la suave pendiente de intentar apropiarse de lo que no les corresponde. Parece que el partido político tiene que publicitarse, dar imagen de “grandeza”, infundir a los ciudadanos una sensación de fortaleza, revestida con actos públicos suntuosos y para esto no tiene suficientes recursos con las dotaciones del estado y las aportaciones de sus militantes.
Hay que inventar mecanismos, que permitan parecer lo que no se es y convocar a votantes y simpatizantes a actos “majestuosos”, ungidos de pompa; donde los líderes se sientan arropados por la espectacularidad y el despliegue de medios, para permitir “encantar” a los presentes e imbuirlos de una fortaleza, que en realidad no tienen. Las personas somos muy proclives a dejarnos encandilar por lo espectacular, en ocasiones, casi sobrepasamos la posición de espectador puro y tratamos de convertirnos en protagonistas, con nuestro gesto, voz y aplauso enfervorizado, acompañando los reclamos del orador y enardecidos por el asombro.
Para obtener este resultado mágico, que en el pensamiento de los dirigentes de los partidos, los asimilan a mayores votos; se ponen en movimiento mecanismos de recaudación que permitan vulnerar los principios de la financiación permitida; tratando de conseguir que las enrevesadas tramas urdidas, los tornen opacos a cualquier inspección autorizada. Lo que suele suceder es, que bien el exceso, o la repetición hacen, que algunos de los “cabos” queden sueltos, por exceso de confianza, por errores, o por insatisfacciones personales no debidamente satisfechas, de quienes esperan una parte de “pastel” prometido por la urdimbre, que acaba no llegándoles.
La consecuencia de esto es, que lo que comienza siendo una sospecha, se va tornando en posible certeza, para acabar siendo circunstancia indubitada. Es decir se destapa lo oculto, aparecen los fondos opacos y se descubre que tanto “boato” era también fruto de un uso de fondos obtenidos por procedimientos no legales. Férreamente atacado por los otros partidos y defendido a ultranza por el que se ve inmerso en esta situación, que se torna día a día más incómoda. Es bien sabido, que negar con contundencia en los primeros niveles del aparato del partido, es la posición al uso; porque siempre se puede alegar absoluta ignorancia de los comportamientos aislados impropios, rasgarse las vestiduras y hacer mutis por el foro; si la cosa se complica.
En la medida que las pruebas del desaguisado afloran, hay una especie de grito infantil expresado por: “tonto el último”, y comienzan a desaparecer de la escena los cargos directivos de los niveles mas altos, descendiendo por escalas hasta que se está en un tercero o cuarto, para hacernos creer a los ciudadanos absortos, que en realidad la responsabilidad de los hechos es total y absoluta, de estas personas –correveidiles de cuarta – que con su imaginación perversa han admitido estas situaciones anómalas, pero que en ningún caso el aparato del partido, conocía y compartía estas prácticas.
Triste apostilla para quienes a fuerza de engañar resultan atrapados en su juego. No lo admitirían aunque fuera evidencia irrefutable. Pronto rebuscarán para encontrar circunstancias similar en los partidos opositores y seudo-descansar con el alivio fútil de identificar a los demás como “y tu más”. No se percatan, quienes así actúan, que los ciudadanos “de a pie” alguna vez quedaremos colmados de hastío y “pasaremos” de estas organizaciones que basan en el engaño y la triquiñuela su éxito político.
Engañar trae siempre consecuencias nefastas para los que lo practican… todo es cuestión de tiempo… nadie queda impune o al menos así prefiero creerlo…
viernes, 13 de abril de 2012
Transparencia (II / III)

Dice Victoria Camps -para identificar los “vicios” de los políticos -, en su libro “Virtudes Públicas”: “Un segundo vicio de la política es la falta de transparencia. La democracia por imperfecta que sea significa apertura y publicidad desde arriba hacia abajo, así como posibilidad de censura, control y crítica de abajo arriba. La publicidad es, en una democracia lo único que expone a legitimación las decisiones colectivas. Y no es que no haya publicidad en nuestras democracias, pero es una publicidad a medias, insatisfactoria, insuficiente y por lo general, desviada de lo que merece realmente ser conocido. El ciudadano siempre sospecha que no se le dice toda la verdad, ni se dan aclaraciones suficientes. Sabe que el político pocas veces reconoce sus errores y le cuesta dar la cara en situaciones difíciles… Una virtud de la que el político no suele hacer gala es esa virtud tan griega del coraje, la valentía para afrontar decisiones con costos políticos no despreciables”.
En situaciones difíciles lo mejor es ponerse de perfil (si no se tiene barriga), mirar hacia otro lado, hacer como que tiene uno algo en el ojo, despistar, etc., etc., pero nunca dar la cara con claridad y escuchar a los ciudadanos que han sido afectados por estas circunstancias. Corregir de modo adecuado el rumbo, es casi tan importante como gobernar adecuadamente la nave. Quienes se empecinan en seguir actuando del mismo modo, cuando es completamente evidente, que las decisiones que se toman, son cuanto menos, manifiestamente mejorables, nos hacen un flaco servicio y nos crean muchos conflictos.
Sospechar de modo continuado, que a uno no le dicen la verdad, o al menos toda la verdad, sobre el devenir de los asuntos públicos, es una situación nada deseable, ya que la semilla de la desconfianza cuando anida, es como las malas yerbas, muy difícil de erradicar totalmente, siempre queda un “poso”.
Pero cuando la sospecha, se torna evidencia, cuando las explicaciones sobre asuntos de enjundia, es poco clara, llena de incertidumbre y palabras que tratan de equipararlo a lo que también hacen mal los demás, entonces la sospecha deviene en frustración, cargada de impotencia ante el muro que impide saber, que es lo que verdaderamente ha sucedido y quienes son en definitiva los “artífices” de los desaguisados. En este punto la situación se torna laberíntica, como dice un buen amigo mío: “con mas trampas que la bota de un romano”.
Priman más, los costes políticos de la repercusión que acarreará el conocimiento de los hechos, que la explicación llana y verdadera de los mismos. El relato del asunto se torna lento y lleno de ambigüedades, se supone así, que el tiempo todo lo “cura” o al menos lo diluye, dada la flaca memoria de la mayoría de nosotros, mucho más proclives a seguir hacia delante y olvidar; entre otras cosas porque si lo archivásemos todo, seguramente iríamos muy sobrecargados, dados los tiempos que corren.
Las posiciones éticas individuales, ante tales acontecimientos, quedan completamente acalladas, por eso que deviene en llamarse “disciplina de partido” y que no es mas que un colosal aparato de censura y mediatización. Tratar de crear opiniones uniformes y/o pretender que todos digan lo mismo, sobre determinados asuntos, incluso remitiendo un “recetario” escrito “ad hoc”, tiene una calificación francamente deplorable; pero esta parece que es la pauta, porque el objetivo principal es perpetuarse en el poder, no satisfacer a los ciudadanos, que queda cuanto menos en un rango inferior.
Quien habla siempre con medias palabras es imposible que sea fiable; quien no es fiable acaba defraudando a quienes depositaron la confianza en él; depositar la confianza es en realidad – en las circunstancias actuales - otorgar un cheque en blanco… se sabe a quien se entrega, pero no cuanto nos costará.
jueves, 12 de abril de 2012
Partitocracia (I / III)

Dice Victoria Camps -para identificar los “vicios” de los políticos -, en su libro “Virtudes Públicas”: “En primer lugar, eso que ha venido en llamarse “partitocracia”, el cooperativismo político. Es el modo que tiene el político de expresar su indiferencia con respecto al interés común, al volcarse exclusiva o prioritariamente en los asuntos e intrigas del propio partido. Se dice, con razón, que los partidos están en crisis porque ya no representan a la sociedad sino a sí mismos. Los conflictos internos de los distintos sectores políticos alcanzan una notoriedad inusitada, no se sabe bien si por voluntad de los propios políticos o por torpeza de la prensa en señalar las cuestiones realmente importantes… Ni que decir tiene que la política así entendida, como defensa prioritaria de la integridad y cohesión del partido, no ayuda nada a avivar el afecto y la credibilidad ciudadana, de lo que, por otra parte, está tan necesitada”.
Tener como objetivo prioritario, la perpetuación en el poder y/o la de impedir que el opositor lo ocupe, tiene unos efectos perversos para quienes lo practican – es decir todos -, porque almacenan y difunden argumentos espurios y monocordes, tratando de ocultar las verdaderas razones de los asuntos públicos y lo que es peor, se alejan a gran velocidad del conocimiento intrínseco de las necesidades de los ciudadanos, sumergidos en ese ambiente de “turbiedad mesiánica” a que nos tienen acostumbrados, cada vez en grado más creciente.
La verdad es siempre una, pese a quien le pese. Por más que se trate de ocultar un determinado suceso, para evitar deterioros de partido; el conocimiento público - tarde el tiempo que tarde - si acaba produciéndose, lo único que genera es, incremento de la sensación de desconfianza por quienes les hemos depositado – a través de su mayoría - la facultad de Administrar.
Gobernar desde el interés prioritario del partido y no de los ciudadanos, además de ser una falta de respeto para todos – votantes o no -, es en si mismo un acto de soberbia y exceso de confianza, que no puede producir mas que insatisfacción general. Los aparatos de los partidos, con su empecinada posición en perpetuarse en el ejercicio del “mando”, le hacen un flaco favor a su propio grupo, porque acaban priorizando intereses minoritarios y “callando” con cargos y otras prebendas, a quienes tienen opiniones internas discrepantes, evitando de este modo la renovación y por tanto el fluir de las ideas nuevas y rejuvenecedoras… es decir, el futuro.
Dedicar la mayoría del tiempo a resolver conflictos internos, es un despilfarro muy grande, porque es tiempo que se hurta a la gestión verdadera de la “cosa” pública. Las personas normales, cuando tienen la cabeza en un determinado asunto, habitualmente no pueden ocuparse en otros simultáneamente; pero sin embargo, si se traslada a la esfera política, quienes detentan cargos de relevancia directiva en los partidos, sí están capacitados para gestionar en cargos de importancia nacional y/o autonómica al mismo tiempo. Conclusión, en la mayoría de los casos, la gestión interna, prevalece sobre la externa y por tanto está última acaba resultando, cuanto menos, poco eficaz.
Si se pierde la visión global de los problemas reales, por más empeño que se ponga, será muy difícil encontrar las soluciones adecuadas. Pero si además, hay que acomodar las respuestas a la complacencia del aparato interno… las soluciones acaban demorándose sine die.
miércoles, 11 de abril de 2012
Inepcia

Dice Aurelio Arteta en su libro “Tantos tontos tópicos”: “En tono entre realista y descreído, no faltaran entonces quienes tercien con que “tenemos los políticos que nos merecemos”.Y se presupone: mediocres. Es un modo oblicuo de confesar por fin que somos de una pasta parecida y que no vale la hipocresía de culparles en exclusiva de unos pecados que los demás seguramente también cometeríamos en su lugar. Eso sonaría muy bien, si no fuera porque al mismo tiempo tan humilde reconocimiento viene a sugerir que nadie exija nada de los hombres públicos ni de los ciudadanos de a pie, porque unos y otros somos lo que somos; así que menos quejas y a conformarse con lo que hay. El tópico justifica a la vez la baja calidad del político y la desidia del ciudadano.
Pero el caso es que, cuando elegimos a los políticos y los destacamos así sobre los ciudadanos corrientes, no es para que reproduzcamos en el foro público nuestro conformismo y mediocridad, sino para que representen nuestras más dignas aspiraciones. En un régimen democrático debemos hacernos merecedores de más de lo que tenemos, y eso significa que hemos de escoger políticos que sean mejores que nosotros”.
Me resisto a converger absolutamente con el criterio de Aurelio Arteta, pues aún asumiendo el mismo grado de mediocridad para los políticos y los llamados ciudadanos de a pie, la inepcia del político, tiene unas repercusiones mucho mas amplias y devastadoras, y si no, solo tenemos que observar las propuestas que se están promoviendo últimamente y las que se propondrán, para que los ciudadanos de a pie, renunciemos a beneficios sociales y otros, para equilibrar con ello desmanes y despilfarros.
El principal corolario es, pagar entre todos, lo que se ha forjado por la acción cuanto menos inconsciente de unos pocos, éstos que no asumen ninguna responsabilidad ni reconocen su error de modo explícito dejando sus “poltronas” libres. Porque los ciudadanos de a pie, cuando comentemos errores de planificación o desarrollo, lo pagamos bien pagado y aunque no dimitamos, los resultados los palpamos claramente (nos embargan el piso, pagamos recargos en los tributos, padecemos restricciones molestas, nos multan, etc., etc.).
No es necesario que nadie nos evidencie o critique nuestras acciones equivocadas, la propia vida ya se encarga de testimoniárnoslo día a día. Y es que ésta, es en mi opinión, la diferencia sustancial; emplear mal los caudales públicos disponibles, acumulando resultados de obras públicas innecesarias, que además no se usan ni son reciclables para otras actividades, no tiene ningún efecto práctico de molestia para quienes las promovieron, ellos siempre encontrarán un motivo o varios, suficientemente justificativos para evitar decir - aunque solo sea con la boca pequeña -, fue un error, lo sentimos.
Es verdad, los ciudadanos nos preocupamos poco de quienes son los que elegimos, si nos preguntasen al salir de las urnas, los nombres de cuatro o cinco de las personas que hemos votado, lamentablemente suspenderíamos (yo me incluyo), porque la forma de estructurar los comicios, ya nos resuelve estas dudas, nos dan una papeleta impresa en la que ni siquiera tenemos que escribir, solo doblarla, ensobrarla y depositarla… mínimo esfuerzo… pero también mínima efectividad posterior.
La dejadez nos lleva a resultados indeseados. Los resultados indeseados suelen tener consecuencias imprevisibles. Lo imprevisible es fruto de la falta de planificación efectiva. La falta de planificación suele ser consecuencia directa de la dejadez.
Nuestro “tren” hace tiempo que salió de la estación, ojala sepamos encauzar a los niños, que parafraseando a José Antonio Marina: “se puede alimentar su vuelo o truncarlo”.
martes, 10 de abril de 2012
Corrupción

Dice Fernando Savater en su libro “Política para Amador”: “Lo malo es que tales representantes muestran una evidente tendencia a olvidar que no son mas que unos mandados – nuestros mandados – y suelen convertirse en especialistas en mandar: Los partidos políticos tienen una función en la democracia moderna que no parece hoy fácil de sustituir; pero por medio de las listas electorales cerradas, la disciplina de voto en el parlamento y otros procedimientos autoritarios acaban por volverse casi impermeables a la crítica y control de los ciudadanos. Y por tanto los ciudadanos se desalientan cada vez más de reflexionar sobre los asuntos públicos (“total, ¿para qué molestarse si van a hacer lo que les dé la gana?”) y se desinteresan de la política. A esto se debe también, a mi juicio la corrupción que se da en tantos países democráticos entre los políticos profesionales: fíjate que en la mayoría de los casos son personas que consiguen dinero por medios ilícitos pero no para su lucro personal (¡aunque también los hay!) sino para financiar la buena marcha de los partidos”.
La desazón general no es necesario argumentarla con mucho énfasis, la desilusión es creciente y la popularidad de nuestros políticos está bajo mínimos. No es baladí el hecho, de que actualmente no sea precisamente un signo de prestigio social dedicarse a la “política”, mas bien es una identificación poco apreciada, dadas las circunstancias. Salvando claro está, quienes lo hacen por su vocación pública y no han cambiado en su planteamiento ético en el ejercicio cotidiano de la cosa pública. Pero lamentablemente para ellos y también para todos nosotros, los abusos, las mezquindades, la ambición y otras “lindezas” poco recomendables, acampan por doquier mucho más de lo deseable.
La actuación de los partidos, ante lo que se viene calificando de corrupción, es ante todo sorprendente y desconcertante. Es indudable, que todo el mundo tiene derecho a ser inocente, en tanto en cuanto las evidencias no demuestren judicialmente, que no lo son. Nadie discute este derecho universal. Pero tampoco es de recibo, que publicadas noticias e incluso evidencias desconcertantes, en cuanto al uso de los fondos públicos, sea atacado de forma intensa por el partido contario y negado a ultranza por el propio.
Y no sería tan preocupante la espera para conocer el lento veredicto, que al final delimitará el juzgado; si este largo camino, no estuviera lleno de “artilugios” todos ellos legales, para demorar al máximo y dilatar en el tiempo la resolución. Ninguna acción que no permita la ley y por tanto ninguna crítica. Pero el desconcierto se produce cuando no se aprecia la voluntad firme del partido político involucrado, en tomar conocimiento firme, por sus propios medios estatutarios, para proceder con firmeza y esclarecer las circunstancias de los hechos, sin que medien para ello, prescripciones y/o defectos de forma.
Creo que la insatisfacción – o cuanto menos la mía – nace del hecho de que se aprecia la falta de decisión en esclarecer y por tanto erradicar los comportamientos impropios, por parte de los partidos involucrados. Pesa mucho más el efecto negativo para el partido al asumir, que la depuración y creo que se piensa de modo impropio, que mientras se demora en el tiempo una solución del asunto – con la escusa de la resolución judicial -, la población olvida y por tanto no “pasa factura” en las urnas. Lo cual en el fondo produce un cierto hastío entre los ciudadanos, como consecuencia del sentimiento de impotencia e insatisfacción. Parece que aquí, quien la “hace” no la “paga” casi nunca. Craso error.
Quien no aprende de los errores, está predispuesto al fracaso. El fracaso es la constatación de la incompetencia o la dejadez. La dejadez no facilita aprender de los errores.
Como dice Savater: “los seres humanos no somos bonsáis, mas bonitos cuanto más se nos recorta…”