jueves, 11 de septiembre de 2008

Interpretar...


Saber estar en compañía es un don, no me refiero a estar con alguien, estoy hablando de compartir y estar verdaderamente interesado por lo que dicen y hacen los demás o intentar comprender sus acciones. Solemos estar, casi siempre, socialmente conectados, pero hemos asumido un "rol", en el cual no cabe proximidad mas allá de lo que imponen los cánones.

Aunque estemos rodeados de gente, casi siempre nos encontramos como si estuviéramos solos, pocas veces en el ambiente flota una especie de corriente unificadora, muy al contrario, expresamos opiniones llenos de precaución, para evitar poner en evidencia, cuales son nuestros verdaderos parámetros o para evitar transgredir la posición, que se nos ha adjudicado.

Cada vez que establecemos comunicación, con grupos o personas, adoptamos una posición cercana en la distancia corporal, pero lejana en el pensamiento, no hay nada, que nos provoque tanta inseguridad, como expresarnos según nuestra identidad. Toda precaución es poca, debemos seguir interpretando, como si estuviéramos en un escenario, sin fin, cada día una función y en cada ambiente una actuación. Tanto lo practicamos, que cuando nos quedamos solos, en ocasiones, dudamos de quien y como somos en realidad.

Hasta los momentos de distracción están preñados de soledad, nos movemos delante de un televisor, que impide el intercambio de opiniones; tenemos juegos que son poco participativos, mas bien creados para uno solo y no disponemos de tiempo suficiente, para mantener conversaciones serenas y relajadas con nuestros amigos; cuando no, confiamos a un ordenador la mayoría de nuestro tiempo libre. No nos extrañemos si luego sentimos un tremendo vacío, propiciado por la sensación de vivir dentro de una burbuja.

Recogerse para meditar es imprescindible para ser una persona equilibrada, pero mantenerse, impasible de pensamiento aunque parezcamos próximos en la palabra, con los que nos rodean, somete nuestro cerebro a una tensión, que acaba pasando factura.

Ser sinceros con los demás, es una inversión de futuro y rentable, si alguna vez necesitamos ayuda, ellos conocerán a la persona y no al personaje y por tanto nos la darán de forma adecuada.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Cuánta gente está dispuesta a escuchar nuestra sinceridad? ¿Y por cuánto tiempo?

seriecito dijo...

Fernando, los que no están dispuestos a escucharnos, no valen la pena, quienes se cansan, peor aún.

Mejor es que sigan envueltos en la "farsa", que es mas placentera.
La Verdad es lo único importante, lo demás es irrelevante.
Gracias por tu comentario...sigue si tienes tiempo.

Nuria dijo...

Me ha venido a la mente aquella frase (disculpadme si no es literal) "Amigo es aquel que te dice incluso aquello que no quieres oir".

Qué difícil rodearnos de personas así, contadas con los dedos de una mano, saber ser sinceros con ellos, y aceptar su sinceridad al mismo tiempo.

Yo prefiero la sinceridad (y aquí entraría otro aspecto importante también, hay muchas maneras de decir las cosas, a veces es tan importante el "qué" como el "cómo").

Pero esa sinceridad también requiere valor ¿no creeis?

seriecito dijo...

Decir la verdad requiere mucho valor y compromiso. Somos mas proclives a decir solo medias verdades, porque la verdad nos identifica y preferimos estar parcialmente ocultos a los demás.

Craso error, nos costará caro.

Salu2

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