La peor de las circunstancias, que podemos vivir, es quedar atrapados por el tedio, cogiendo de la mano a la lánguida impotencia, que nos produce la machacona monotonía de nuestro diario hacer. Al contemplar el conjunto de nuestras vivencias, de forma rápida y sin la debida reflexión; con frecuencia pasamos por alto las cosas pequeñas, los momentos cotidianos inolvidables y sencillos y al mismo tiempo, no acertamos a identificar, grandes cosas, lo que nos provoca desazón y cansancio - no físico - sino del alma.
Porque, cuando analizamos lo que hacemos, recalamos con mayor frecuencia en lo no conseguido, identificamos con mayor facilidad lo negativo. Con la experiencia que tenemos, no intentamos forjamos una realidad mas próxima, mas usual, menos utópica. Si nos pusiéramos los "anteojos" de ver bien, no los de ver solo lo grandioso, nos daríamos cuenta, que cada una de las acciones cotidianas, que llevamos a cabo, están llenas de inmensidad y no necesitaríamos buscarla.
Parecemos personajes en busca de autor, como la obra de Pirandello. Sin apercibirnos, que los autores de nuestro vivir, somos nosotros mismos, que nadie nos escribe el guión; lo marcamos con cada acontecimiento forjado en libertad. A fuerza de imitar, acabamos siendo solo una imagen virtual; cuando en realidad nosotros somos únicos, irrepetibles e imprescindibles. Son muchas las personas a las que ayudamos, con nuestra sonrisa, con nuestro saludo, con nuestra escucha y comprensión... pero claro eso no lo consideramos relevante, no lo muestra una pantalla con muchos espectadores.
No es, que los acontecimientos cotidianos sean anodinos y faltos de contenido, es que los hemos desnaturalizado, los hemos minimizado, porque no somos capaces de darnos la importancia que merecemos, somos los mayores "limitadores" de nuestra singular espontaneidad y así nos va. Llenos de reproches y criticas, en ocasiones excesivas, porque no estamos satisfechos. La satisfacción no la venden en los supermercados - sino la compraríamos - no va de dentro a fuera es al revés, es un sentimiento interior e intimista.
Cuando tengamos un día aciago, recordemos que en nuestra mano están las alternativas, no en las de los demás. Merecemos ser menos autocríticos y generar mas pensamientos gratificadores. No hagamos como aquél Alcalde de un pueblo de montaña de una sola calle, que revestido de un fervor reglamentista, la estructuró en una sola dirección sentido salida del pueblo, así quien quería regresar a la población, tenía que cometer una infracción. Asimilemos la realidad y no nos quedemos en la ficción superficial... démonos mas salidas.
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