Saber acomodarse a las circunstancias de cada día no es una tarea fácil. Todos pensamos, cuando las cosas de la vida son desfavorables, que lo que nos sucede, no nos lo merecemos o no tenemos bastante suerte, como tienen todos los que nos rodean. Porque, como no sabemos de su andadura, preferimos pensar, que todo les va excelentemente, no como a nosotros, incremenando nuestro ancestral pesimismo.
Tenemos una habilidad extraordinaria, para magnificar los acontecimientos negativos, engrandeciéndolos y minimizar los positivos, porque no nos ejercitamos en contemplar nuestras vivencias, situándolos en su justa medida. Buena parte de esta culpa, no es solo nuestra, la tienen también, los medios de comunicación, que atraviesan hoy en día, por una escalada imparable, para traernos continuamente, acontecimientos luctuosos e insistir una y otra vez, hasta que queden perfectamente fijados en nuestra mente.
Tan es así, que cuando preguntamos a alguien como le va, difícilmente nos transmitirá noticias de acontecimientos de su vida que sean gratificantes y si lo hace la relación terminará de modo súbito y será exigua. Seguro que preferirá informarnos con pelos y señales de aquellas cuestiones poco positivas, por las que ha pasado él o sus amigos o su familia. No quedará satisfecho hasta que estemos perfectamente "puestos al día". Todo ello lo acompañara, "ad hoc", con gesto adusto y triste.
A fuerza de oír mas de lo mismo, nuestra mente queda programada y es propensa a retener, también, este tipo de hechos. Como si se tratará de lo mas relevante de nuestra vida, como si cada día no pudiéramos extraer de lo que nos ha sucedido, algo satisfactorio, aunque creamos que es poco representativo o importante. Seguro, que si empezamos a transmitir en positivo, acabaremos recibiremos en positivo, también.
Pero no es fácil. Ocultamos de modo habitual nuestra felicidad y no sabemos dar alegría a los demás, comunicándosela con sencillez. Que pena, con lo fácil que es reír y reírse de uno mismo y lo saludable y reconfortante, que resulta y nos empeñamos en reírmos hacía adentro, no vaya a ser que los demás nos consideren, livianos o poco curtidos.
1 comentario:
Tienes razón. Absolutamente.
A mi también me pasa. Cuando oigo la radio, leo la prensa, veo la televisión, hablo con la gente.... me dá pudor decir, que estoy estupendamente bien.
Que soy feliz.
Que tengo una familia estupenda, que tambien está bien.
Que tengo buenos amigos.
Que me rio mucho.
Que tengo serenidad.
Que estoy bien.......
Que todos los dias cuando me levanto agradezco todo lo que tengo.
Si cuando me preguntan como estoy, dijera todo eso, seguramente me llevarían rápidamente al psicólogo.
No soy tonta, otra perona con el tipo de vida que vivo, a lo mejor se estaría quejando siempre.
Pero procuro poner en práctica aquello de "cambia lo que sea posible cambiar y lo que no.... aceptalo
Pero bueno parece ser que lo que está de moda es quejarse de todo, como una competición para ver quien tiene más problemas, más trabajo, menos tiempo, más carencias.......
Quizás porque no quieran o no puedan hacer el esfuerzo de cambiar lo suceptible de cambiar.
Quejarse es más fácil.
Luna
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