miércoles, 30 de mayo de 2012

Malas noticias


Dice Harvey Mackay en su libro “Nade entre tiburones sin que se lo coman vivo”: “El buen administrador recorre la planta y se entera de las buenas noticias antes que nadie.
El administrador excelente se entera de las malas noticias primero. Nadie quiere ser portador de malas noticias, porque tal cosa produce el síndrome “matar al mensajero”, Si estamos al frete debemos alentar el flujo de malas noticias, porque si no lo hacemos, las malas situaciones se empeoran, a veces antes de que podamos parar la hemorragia.
Si el único medio de comunicación hacia arriba que tiene su empresa es un sistema de tipo formal, basado en un manual de funcionamiento, está cometiendo un error. No confíe en la cadena de mando para conocer las malas noticias. Si se presenta un problema, el director de área siempre tratará de resolverlo antes de que usted se entere. Justificará su acción diciendo que aquello se encuentra dentro de su campo de responsabilidad, pero más bien lo motivará el deseo de cubrirse antes de usted se entere del problema.”

Es cierto que en la mayoría de las empresas, comunicar malos resultados es una tarea muy complicada. Se pasa por varias etapas, el receptor (jefe) tiene en principio una reacción casi inmediata y es rechazar el dato ofrecido como erróneo, lo cual conlleva una retahíla de nuevos argumentos que tiene que exponer el “comunicante”, llegando casi  al terreno de la justificación personal y pasando a asumir toda una serie de reproches, como si él fuera el actor de tal desaguisado.

Superada esta fase, que no está exenta de la realización de más trabajo para poder sustentar el contenido de la noticia original. Viene una segunda fase en donde se trata de ver, que formas o enfoques se “dulcificaría” la transmisión de los hechos hacia la siguiente posición en la cadena jerárquica. En esta fase también se hace acopio de todas aquellas razones de “peso” que expandan la “avería” y repartan el daño con otros departamentos o secciones.

Esta forma absolutamente irracional de afrontar los problemas, solo conlleva demora en la adopción de medidas correctoras y/o debilitamiento en los medios a emplear para reconvertir “la mala noticia”. Cuanto mas se rechaza la dimensión del problema, mas se dilata su solución. Por el contrario un análisis sereno de las circunstancias que lo motivaron, buscando los errores cometidos por la organización, es una de las formas de aprender, para no repetir en el futuro y atajar males mayores. Ocultando la realidad o ignorándola nada se resuelve.

La política de “tirar balones hacia delante”, no cambia en absoluto la dimensión de la mala gestión empresarial. El directivo que no asume, analiza y planifica como corregir el “rumbo”, es claramente un mal directivo. Lo lamentable es que no solo perjudica su condición, sino que arrastra con él a un gran número de trabajadores, que han ido cumpliendo con su cometido en el día a día y soportarán un “castigo” en su propio empleo, como si verdaderamente ellos  fueran los responsables.


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