Dice
Harvey Mackay en su libro “Nade entre
tiburones sin que se lo coman vivo”: “El buen administrador recorre la planta y
se entera de las buenas noticias antes que nadie.
El administrador excelente se entera
de las malas noticias primero. Nadie quiere ser portador de malas noticias,
porque tal cosa produce el síndrome “matar al mensajero”, Si estamos al frete
debemos alentar el flujo de malas noticias, porque si no lo hacemos, las malas
situaciones se empeoran, a veces antes de que podamos parar la hemorragia.
Si el único medio de comunicación
hacia arriba que tiene su empresa es un sistema de tipo formal, basado en un
manual de funcionamiento, está cometiendo un error. No confíe en la cadena de
mando para conocer las malas noticias. Si se presenta un problema, el director
de área siempre tratará de resolverlo antes de que usted se entere. Justificará
su acción diciendo que aquello se encuentra dentro de su campo de
responsabilidad, pero más bien lo motivará el deseo de cubrirse antes de usted
se entere del problema.”
Es
cierto que en la mayoría de las empresas, comunicar malos resultados es una
tarea muy complicada. Se pasa por varias etapas, el receptor (jefe) tiene en
principio una reacción casi inmediata y es rechazar el dato ofrecido como
erróneo, lo cual conlleva una retahíla de nuevos argumentos que tiene que
exponer el “comunicante”, llegando casi
al terreno de la justificación personal y pasando a asumir toda una serie
de reproches, como si él fuera el actor de tal desaguisado.
Superada
esta fase, que no está exenta de la realización de más trabajo para poder
sustentar el contenido de la noticia original. Viene una segunda fase en donde
se trata de ver, que formas o enfoques se “dulcificaría” la transmisión de los
hechos hacia la siguiente posición en la cadena jerárquica. En esta fase
también se hace acopio de todas aquellas razones de “peso” que expandan la
“avería” y repartan el daño con otros departamentos o secciones.
Esta forma absolutamente irracional de afrontar los
problemas, solo conlleva demora en la adopción de medidas correctoras y/o
debilitamiento en los medios a emplear para reconvertir “la mala noticia”.
Cuanto mas se rechaza la dimensión del problema, mas se dilata su solución. Por
el contrario un análisis sereno de las circunstancias que lo motivaron,
buscando los errores cometidos por la organización, es una de las formas de
aprender, para no repetir en el futuro y atajar males mayores. Ocultando la
realidad o ignorándola nada se resuelve.
La política de “tirar balones hacia delante”, no
cambia en absoluto la dimensión de la mala gestión empresarial. El directivo que
no asume, analiza y planifica como corregir el “rumbo”, es claramente un mal
directivo. Lo lamentable es que no solo perjudica su condición, sino que
arrastra con él a un gran número de trabajadores, que han ido cumpliendo con su
cometido en el día a día y soportarán un “castigo” en su propio empleo, como si
verdaderamente ellos fueran los
responsables.
No hay comentarios:
Publicar un comentario