Dice
Bernabé Tierno en su libro “Optimismo
vital. Manual completo de psicología positiva”: “El arquitecto de su propio
destino da un paso de gigante en su vida y en el trabajo que viene haciendo
sobre sí mismo cuando descubre que la vida es demasiado valiosa y también
demasiado corta para malgastarla preocupándose por todo y, lo que todavía es
más estresante y tóxico, haciendo una lectura negativa y angustiosa de los
acontecimientos que van jalonando la propia existencia…
Saber que las circunstancias
externas, incluida la herencia genética, la educación recibida, el nivel de
estudios, el lugar, el clima, etc., no condicionan el propio destino, la
felicidad o la desgracia, los éxitos o los fracasos que se cosechen a lo largo
de la vida… la influencia de estos factores rara vez llega hasta el 20 por
ciento, y por lo general se sitúa en un nivel más bajo…
Las personas positivas son bien
conscientes de que es la opinión sobre lo que les sucede lo que condiciona su
estado de ánimo, no el hecho en sí mismo.”
Ser
conscientes de que las cosas no son exactamente como nosotros pensamos que son;
saber que nuestros condicionantes mentales “novelan” los hechos para
acomodarlos a nuestra parcial y sesgada visión de los mismos y acoplarlos así a nuestro punto de vista, de
modo que acabemos conformando una realidad parcialmente distorsionada, pero
cómoda; es un paso de gigante, para reordenar nuestro pensamiento y obtener de
él mensajes positivos y gratificantes.
Ni
siquiera tenemos la excusa de “agarrarnos” a condicionantes, que nos permitan sumirnos en
esa monótona sensación producida al asumir ficticias impotencias para resolver nuestros conflictos,
provocados por “circunstancias externas”. Como dice el autor, éstas rara vez
superan el 20 por ciento de las razones objetivas, que podemos atribuir a
nuestra infelicidad.
Empeñarse
en encontrar condicionantes ajenos a nosotros mismos, que nos impiden
realizarnos y ser felices, es una posición absolutamente desafortunada. Insistir
de modo reiterado en analizar los acontecimientos, con nuestra particular lupa
subjetiva, es un modo de enfrentarse a la vida lleno de cobardía y solo nos
producirá desasosiego creciente. No son los hechos los que nos “atormentan”, son esas interpretaciones
nuestras, las que los “engrandecen”, cargándonos de una inquietud expectante absolutamente
estéril.
Tratar
de responsabilizar a los acontecimientos de nuestro infortunio, puede servir
para nuestra propia autocomplacencia, consolidando una reiterada pasividad para
afrontar las dificultades. Los conflictos no se resuelven solos, ni
aplicándoles como premisa, un “foco” sesgado y poco objetivo. Para ser feliz,
no hay que huir; hay que afrontar, analizar y resolver; aunque en este análisis
debamos asumir acciones u omisiones desafortunadas, pero propias y no
inducidas.
Percibirse
“imperfecto” es una antesala de felicidad…
asimilando. Nuestro interior es el que manda, pero concedámosle “cancha” para
discernir sin sesgos. No nos encorsetemos con contemplaciones obsesivas de lo
que nos acontece. Tratemos de resolver cada día los problemas reales, porque
los imaginarios son “fantasmas” creados por nuestra imaginación.
Como
dice Bernabé Tierno: “… no es cuestión de
cambiar las circunstancias, sino de mostrar la actitud más positiva… y
convertir la adversidad en ventaja.”
2 comentarios:
¡Qué fácil la excusa de la mala suerte para encontrar un culpable a lo que no nos gusta de nuestra vida! En el fondo, sigue muy vivo en nuestro interior ese niño que siempre decía:"el profe me tiene manía".
Cuánta ceguera y cuánta inmadurez...!
Un saludo!
Buen ejemplo Mercedes. La verdad es que tu lo planteas bien, es falta de madurez. Aprovisionarse de argumentos, que vayan justificando mentalmente lo que en realidad solo es falta de trabajo propio para conseguir lo que verdaderamente nos interesa.
Salu2:
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