Dice
John Kenneth Galbraith, en su libro: Breve
historia de la Euforia Financiera”: “Tendemos a asociar una inteligencia fuera
de lo corriente con la dirección de las grandes instituciones financieras:
bancos importantes, bancos de inversiones, seguros y agentes de bolsa. Cuanto
mayor es el capital y más elevados los ingresos que se tienen, más profundo es
le talento que se atribuye en materia financiera, económica y social.
En la práctica, el individuo o
individuos que se hallan al frente de aquellas instituciones a menudo están
allí, como suele suceder en las grandes organizaciones, porque su talento
luchador es el más predecible y, en consecuencia, el menos temible
burocráticamente. Ésa o esas personas son, pues, investidas de la autoridad que
estimula la aquiescencia de sus subordinados
y el aplauso de sus acólitos, y que excluye la opinión adversa o la crítica.
Así quedan admirablemente protegidas de lo que podría significar un compromiso
serio que les condujera al error…
Solo tras el colapso especulador
surge la verdad. La que se creía insólita perspicacia se convierte en fortuita
y desdichada asociación con los recursos económicos… La regla se repetirá a menudo a lo largo de estas páginas: El
genio financiero precede a la caída.”
Galbraith
fue profesor de la Universidad de Harvard, escribe en clave americana, tanto en
el análisis como en sus fundamentos eminentemente críticos hacía esa sociedad;
se preocupa mucho mas de las consecuencias de las actuaciones económicas, que
del análisis y supongo que fue “incomodo” a sus contemporáneos, sobre todo a
las grandes figuras económicas y/o políticas.
Es
curioso observar que a pesar de estos condicionantes y la distancia de la
economía española y la americana (del norte), sus postulados están
absolutamente vigentes y pueden ser perfectamente aplicables en nuestra
realidad más cercana. Esta especie de “santificación” de quienes ostentan el
poder económico en nuestro país y esa mayoritaria actitud reverencial y de
asombro, de quienes no estamos en esas circunstancias, puede ser perfectamente
homologable actualmente aquí.
Bueno
es que, por lo menos, él señale la falta de fundamento, para adjudicar una
especial inteligencia a quienes detentan esas posiciones tan privilegiadas; en
muchas ocasiones las circunstancias de la vida allanan el camino o lo
dificultan y desde luego no es una excepción en los asuntos esencialmente
económicos. Tiene una gran utilidad poner en evidencia, que quienes son poseedores del máximo poder en las
grandes entidades financieras, por mucho que éste sea, no han “colmado” su
codicia y actúan con claras intenciones de multiplicar sus inversiones, tratando
de crecer de modo inusitado y sin
límite.
No
es de extrañar, por tanto, que para ello compongan mensajes “embaucadores” y
los repitan hasta la saciedad, tratando de encandilar a un gran número de
ahorradores, que deslumbrados por sus “falsas figuras”, confían la mayoría de
lo acumulado a lo largo de su vida, tratando de participar de algún trozo de
esa “tarta”, que parece tan asequible como la presentan. Ni siquiera se les
ocurre dudar de que quienes lo promueven puedan equivocarse o tiendan un
señuelo y por tanto dejan con mucha facilidad “dormida” la prudencia.
Como
siempre, quienes peor parados acaban saliendo de los desaguisados cuando el
“castillo de naipes” se desmorona - tenemos algunos muy cercanos -, no son esas
figuras tan rimbombantes, ellos encontrarán una batería de argumentos espurios,
pero que machaconamente repetidos acabaran cobrando carta de certeza y se
justificarán en su ineptitud en planteamientos impersonales y exentos de todo
rigor. Ni siquiera asumirán que han abusado de la confianza y la candidez de
muchas personas o indujeron a otros subordinados a que lo hicieran
Cabría
la pena que recordásemos insistentemente que como dice Galbraith: “el genio financiero precede a la caída”.
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