domingo, 6 de mayo de 2012

Euforia Financiera (III)



Dice John Kenneth Galbraith, en su libro: Breve historia de la Euforia Financiera”: “Tendemos a asociar una inteligencia fuera de lo corriente con la dirección de las grandes instituciones financieras: bancos importantes, bancos de inversiones, seguros y agentes de bolsa. Cuanto mayor es el capital y más elevados los ingresos que se tienen, más profundo es le talento que se atribuye en materia financiera, económica y social.
En la práctica, el individuo o individuos que se hallan al frente de aquellas instituciones a menudo están allí, como suele suceder en las grandes organizaciones, porque su talento luchador es el más predecible y, en consecuencia, el menos temible burocráticamente. Ésa o esas personas son, pues, investidas de la autoridad que estimula  la aquiescencia de sus subordinados y el aplauso de sus acólitos, y que excluye la opinión adversa o la crítica. Así quedan admirablemente protegidas de lo que podría significar un compromiso serio que les condujera al error…
Solo tras el colapso especulador surge la verdad. La que se creía insólita perspicacia se convierte en fortuita y desdichada asociación con los recursos económicos… La regla se repetirá  a menudo a lo largo de estas páginas: El genio financiero precede a la caída.”

Galbraith fue profesor de la Universidad de Harvard, escribe en clave americana, tanto en el análisis como en sus fundamentos eminentemente críticos hacía esa sociedad; se preocupa mucho mas de las consecuencias de las actuaciones económicas, que del análisis y supongo que fue “incomodo” a sus contemporáneos, sobre todo a las grandes figuras económicas y/o políticas.

Es curioso observar que a pesar de estos condicionantes y la distancia de la economía española y la americana (del norte), sus postulados están absolutamente vigentes y pueden ser perfectamente aplicables en nuestra realidad más cercana. Esta especie de “santificación” de quienes ostentan el poder económico en nuestro país y esa mayoritaria actitud reverencial y de asombro, de quienes no estamos en esas circunstancias, puede ser perfectamente homologable actualmente aquí.

Bueno es que, por lo menos, él señale la falta de fundamento, para adjudicar una especial inteligencia a quienes detentan esas posiciones tan privilegiadas; en muchas ocasiones las circunstancias de la vida allanan el camino o lo dificultan y desde luego no es una excepción en los asuntos esencialmente económicos. Tiene una gran utilidad poner en evidencia, que quienes  son poseedores del máximo poder en las grandes entidades financieras, por mucho que éste sea, no han “colmado” su codicia y actúan con claras intenciones de multiplicar sus inversiones, tratando de crecer de  modo inusitado y sin límite.

No es de extrañar, por tanto, que para ello compongan mensajes “embaucadores” y los repitan hasta la saciedad, tratando de encandilar a un gran número de ahorradores, que deslumbrados por sus “falsas figuras”, confían la mayoría de lo acumulado a lo largo de su vida, tratando de participar de algún trozo de esa “tarta”, que parece tan asequible como la presentan. Ni siquiera se les ocurre dudar de que quienes lo promueven puedan equivocarse o tiendan un señuelo y por tanto dejan con mucha facilidad “dormida” la prudencia.

Como siempre, quienes peor parados acaban saliendo de los desaguisados cuando el “castillo de naipes” se desmorona - tenemos algunos muy cercanos -, no son esas figuras tan rimbombantes, ellos encontrarán una batería de argumentos espurios, pero que machaconamente repetidos acabaran cobrando carta de certeza y se justificarán en su ineptitud en planteamientos impersonales y exentos de todo rigor. Ni siquiera asumirán que han abusado de la confianza y la candidez de muchas personas o indujeron a otros subordinados a que lo hicieran

Cabría la pena que recordásemos insistentemente que como dice Galbraith: “el genio financiero precede a la caída”.

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