domingo, 4 de marzo de 2012

Tópicos II


Dice Aurelio Arteta en su libro “Tantos tontos tópicos”: “Tras la reivindicación de la normalidad como índice de valor suele ocultare el espíritu del rebaño. En cada caso lo que importa es quedarme al calor de los míos, construir y preservar la propia identidad a costa de identificarme sin fisuras con la del grupo. Sólo si soy como lo demás me pongo a resguardo, de modo que me adelanto a consagrar la norma de mi parroquia como lo bueno. Puesto que no deseo ser libre, sino estar arropado, evito las otras opciones: el distinguido es siempre mi enemigo. Más grave, pero no menos frecuente, es que el elogio del normal encubre el resentimiento. En la actitud de quien, como no quiere o no puede alzarse hacia lo superior, pone todo su empeño en rebajarlo a su altura. Para éste cualquier muestra cualquier muestra de excelencia en el otro será solo aparente y ya se encargará él de buscarle sus sórdidos orígenes. Desprovisto del sentido de lo mejor, es incapaz de admiración; más aún, al menor atisbo de lo admirable reaccionará como ante una ofensa personal. Para no ver su propia miseria, ha de decretar la miseria general.

Bajo esta dictadura el excelente tiene que disimular su situación, no sea que los demás le reprochen precisamente un pérfido propósito de elevarse sobre ellos; que no se le ocurra exhibir sus cualidades, porque podría ser acusado de un afán de hacerles de menos”.

Ser “normal” significa estar directamente entroncado con todos los “tics” de la sociedad, es un pasaporte para “pasearse” de modo desenfadado por todos los lugares de reunión comunes y al mismo tiempo, ser tenido por una persona adecuada para disfrutar de relaciones – poco profundas – pero llenas de interés, tanto social como económico.

No vivimos ambientes, en donde la actuación fuera de la “norma”, sea bien recibida. Muy al contrario, es reprobada y censurada. Quienes con un gran esfuerzo han conseguido instalarse en cómoda “poltrona”, no quieren ni por asomo, que venga alguien, que desde posiciones heterodoxas, le cuestione su situación, bien de modo explícito o evidenciando con su actitud, una absoluta indiferencia ante tal “rango”.

Quienes han conseguido un reconocimiento social “falso”, basado en la asunción a raja tabla de todos los postulados – típicos y tópicos – de la sociedad en al que desenvuelven, rechazan especialmente, todos aquellos planeamientos que se promueven desde actuaciones independientes al tejido social común, rechazando – en ocasiones - las costumbres establecidas, como marchamo indiscutible de excelencia.

El cumplimiento fiel de principios sociales asumidos, no establecidos por el consenso mayoritario, sino por el casi único aval de que “siempre se ha hecho así”, no es precisamente la mejor forma de desenvolverse y forjar un entorno personal enriquecedor. Muy al contrario, el marchamo que identifica a las personas, que desean vivir su libertad; son aquellas, que evitando el conformismo y cuestionándose la realidad de un modo crítico; hacen práctica diaria de un análisis pormenorizado de sus acciones, para avanzar en el conocimiento de sí mismo y de los demás. No dejándose mediatizar en este quehacer por “rutinas” arraigadas en su entorno. Asumir sin contrastar no es buen planteamiento.

Las sendas trazadas por las mayorías, no son todas ellas – necesariamente -, el mejor camino. Es el más fácil de desarrollar, pero no el mejor. Tratar de establecer – aunque solo sea para uno mismo – otras “rutas”, es un ejercicio que requiere valentía y perseverancia. Cuestionarse de modo crítico los “usos sociales” habituales presentará siempre la incomprensión del grupo, que se encuentra muy cómodo en el ejercicio de ellos.

Actuar según la costumbre social es muy poco enriquecedor intelectualmente; para enriquecerse intelectualmente es necesario interrogarse sin condicionamientos; no tener condicionamientos significa ser independiente; para ser independiente nuestros actos no deben estar presididos por la costumbre social.

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